Muchas son las cosas que se han dicho acerca de la terrible catástrofe nuclear de Chernobyl y, con toda seguridad, son muchos los que desconocen lo que realmente sucedió y por qué. Igualmente serán muchos los que desconocerán las más que sorprendentes consecuencias, dentro de la llamada zona de exclusión, tres décadas después del accidente. He aquí unos apuntes que quizá lo aclaren todo un poco mejor.
Después del esperadísimo final de "Juego de Tronos", así llamada la "serie de series", los fans de la HBO apenas sí han tenido que esperar para poder disfrutar de otra joya producida por la prestigiosa cadena norteamericana (esta vez en colaboración con la plataforma Sky). Se trata de una miniserie de cinco capítulos titulada Chernobyl y que, como su propio nombre indica, se centra en los sucesos que acontecieron tras la explosión del reactor nº 4 del complejo electronuclear de Chernobyl, la fatídica madrugada del 26 de abril de 1986 (a la 1:24 hora local). La serie es más que recomendable por lo bien recreado de los escenarios, la reconstrucción que hace de los hechos y, muy especialmente, por su sobriedad, pues huye mayormente del maniqueísmo, la sensiblería lacrimógena y el sensacionalismo visual. Es esta sobriedad, de aire ciertamente "soviético" me atrevería incluso a decir, lo que más se agradece de la producción. Hubiera sido especialmente tentador recrearse en exceso en las imágenes impactantes y el "gore" de los efectos de la radiación extrema sobre las víctimas, el drama de las familias que vivieron todo aquello y, en definitiva, todo ese factor emocional en busca de la lágrima fácil. Pero no, los creadores de la serie han decidido darle otro enfoque, centrándose sobre todo en los hombres y mujeres que hubieron de enfrentarse al mayor accidente de la industria civil de la Historia, sin caer en el histrionismo y las sobreactuaciones. Como decía el resultado merece muchísimo la pena y te acerca a los hechos de manera que sientes un renovado interés por lo que allí sucedió.
Y es que, de lo que sucedió en el complejo electronuclear de Chernobyl aquella madrugada hace ya 33 años, se ha hablado y escrito muchísimo. Tanto que la sobreinformación, la propaganda, las versiones interesadas y las inevitables teorías de la conspiración forman un tupido muro de árboles que impiden ver el bosque ¿El accidente ocurrió porque la energía nuclear es intrínsecamente peligrosa y, tarde o temprano, algo parecido terminará sucediendo en otra parte del mundo? ¿Fue culpa exclusivamente de la rigidez e inoperancia del decadente sistema soviético? ¿Se trató en realidad de un sabotaje que implicaba a la CIA? ¿Cuántas personas murieron a consecuencia del accidente? Y quizá lo más importante ¿Sigue siendo altamente peligroso el monstruo radiactivo que dormita bajo el sarcófago de la central? Tal vez sea en extremo complicado responder a todas las preguntas, pero a continuación se exponen una serie de aclaraciones con la intención de arrojar algo de luz en torno a todo lo sucedido en Chernobyl.
1. ¿Una central intrínsecamente peligrosa? No necesariamente.
Muy especialmente desde el sector nuclear en Occidente se ha venido insistiendo que el accidente de Chernobyl ocurrió porque las centrales soviéticas, y muy especialmente los reactores del tipo RBMK (como el que sufrió la explosión), estaban deficientemente diseñadas y eran por ello potencialmente inseguras. En todo esto hay cierto discurso propagandístico, que busca mostrar la superioridad de la tecnología occidental frente a la ineptitud inherente a todo lo relacionado con los regímenes comunistas ya desaparecidos. Las centrales como la de Chernobyl presentaban ciertos errores de diseño, eso es cierto, pero eso no las convertía necesariamente en bombas de relojería que inevitablemente saltarían por los aires antes o después. Veamos por qué.
Una de las características de diseño más críticas de los reactores RBMK era precisamente lo muy drásticamente que podía variar la actividad neutrónica en vacío. Es decir, cuando toda el agua que envuelve a las barras de combustible dentro del reactor pasa repentinamente a fase de vapor y éste ya no es capaz de "frenar" (por decirlo de forma simple) a los neutrones procedentes de la reacción de fisión nuclear en cadena, lo que puede terminar provocando que se descontrole. Como veremos más tarde esto fue uno de los detonantes del accidente, pero para entenderlo mejor vayamos por partes. Cierto es que otros tipos de reactores no presentan esta característica, como muchos (aunque no todos) los que se han construido en Occidente. Pero también es cierto que en tiempos de la Unión Soviética se construyeron unos cuantos reactores de esta clase, algunos de los cuales siguen en funcionamiento, y ninguno ha presentado jamás el menor problema. Esto es así porque conociéndose la amenaza de "embalamiento neutrónico" que presentaban, existían numerosos elementos de seguridad destinados precisamente a impedir que eso sucediera. Dichos elementos eran en esencia sistemas computerizados que cerraban automáticamente el núcleo en caso de que se detectara un repunte demasiado acentuado de la actividad neutrónica. Además de eso el Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión Soviética, que al contrario de lo que se ha dicho existía y era tanto o más estricto que cualquier otro, prohibía expresamente toda operación que supusiera riesgo de provocar una excursión de energía de este tipo. Así pues las normas eran muy claras y los sistemas de seguridad varios; unos y otros destinados a suplir la deficiencia de diseño.
Tampoco es en absoluto cierto que las instalaciones del complejo electronuclear de Chernobyl estuvieran obsoletas, mal mantenidas y, en definitiva, que todo lo que había por allí dentro se estuviera cayendo a pedazos de lo viejo y mal cuidado que estaba. Más bien al contrario figuraban entre las instalaciones nucleares más modernas y dotadas de la tecnología más puntera que había en el momento, ya que prácticamente todo estaba automatizado y era posible controlarlo desde los ordenadores de la sala de control. Era un complejo relativamente nuevo que entró en funcionamiento en 1983. Asimismo las defensas pasivas, los distintos refuerzos y blindajes que sellaban el reactor, tampoco era insuficientes, como bien muestra el esquema que se reproduce más arriba en este mismo párrafo. Queda claro pues que la central de Chernobyl, todo y que tenía una peculiaridad que la hacía más insegura en potencia que otras, no era necesariamente peligrosa si todo funcionaba con normalidad y el personal a su cargo hacía lo que debía.
2. Entonces, ¿qué sucedió?
Ahí es donde entramos en el error de diseño realmente grave que presentaba la central y que puede parecer una tontería pero que, visto lo visto, no lo es en absoluto. Dicha deficiencia fatal residía en el hecho de que los operarios podían desconectar manualmente todos los sistemas de seguridad ignorando las advertencias que estos les lanzaban. La verdadera razón de por qué explotó el reactor nº 4 de Chernobyl reside ahí, en el comportamiento increíblemente insensato del personal a cargo de la central esa noche. Está documentado que cometieron más de doscientas violaciones del Reglamento de Seguridad Nuclear de la Unión Soviética. Esto es una auténtica barbaridad impensable y sin embargo tuvo lugar, con las catastróficas consecuencias que todos conocemos. En todo caso si, por diseño, dichos sistemas no se hubieran podido desconectar la tragedia se habría evitado, pero tal vez los ingenieros no tuvieron en cuenta el factor estupidez humana ¿Quién se podía imaginar que unos técnicos altamente cualificados eran capaces de obrar así? Antes de Chernobyl probablemente nadie en el mundo.
La secuencia de acontecimientos que condujo a la doble explosión, pues fueron dos sucesivas las que terminaron dejando el núcleo del reactor nº 4 al descubierto, se puede ver más detalladamente en este enlace de Wikipedia. Tratando de resumir todo se originó por una prueba de seguridad mal ejecutada ordenada por los responsables de la planta y que ya llevaba muchas horas de retraso. Dicho retraso resultó ser fatal, ya que debería haber sido el turno diurno el encargado de hacer la prueba, ya que era el que más tiempo se había estado preparando para ello. El turno nocturno tenía una preparación inferior y además disponía de menos tiempo para realizar la prueba de seguridad, pero aun así se le ordenó seguir adelante con ella para no acumular más retrasos. Seguramente dicha presión hizo que los operarios actuasen de forma imprudente, pues se debía probar si, en caso de que se produjese una parada accidental de las turbinas que suministraban energía a la central, era posible que la inercia de las bombas mantuviese la circulación de agua que refrigeraba el reactor hasta que los sistemas de bombeo de emergencia (que funcionaban con diesel) se pusieran en marcha. Obviamente la simulación se debía realizar en condiciones de seguridad y por ello los operarios fueron reduciendo la potencia del reactor hasta los 700 MW según lo especificado en el procedimiento.
envenenamiento por xenón que hubiera detenido por completo la reacción dentro del reactor. Un parón de estas características que comprometía el suministro eléctrico que ofrecía la central era un lujo que nadie se podía permitir y, para evitar que esto sucediera y a buen seguro en un clima de creciente nerviosismo, se empezaron a desconectar los sistemas de seguridad, incluidos los automatismos que cerraban el reactor para evitar excursiones incontroladas de energía. La infracción más demencial de todas fue sin duda la retirada manual de casi todas las barras de grafito del reactor, que controlan la reacción absorbiendo los neutrones que genera. De las más de 200 que había se dejaron dentro ¡sólo 8!, cuando el reglamento indicaba que bajo ningún concepto debía haber insertadas menos de 30. Inevitablemente esto produjo una reactivación descontrolada de la reacción, la potencia subió repentinamente hasta niveles peligrosos (se registró un pico de más de 30.000 MW, diez veces la potencia nominal) y eso hizo que toda el agua en contacto con el combustible se evaporara muy rápido. Los operarios no tuvieron tiempo de introducir de nuevo todas las barras de control que habían retirado, con los sistemas de seguridad desconectados trataron de hacer descender las que pudieron, pero la temperatura dentro del reactor era ya tal que se deformaron y quedaron atascadas, lo que empeoró todavía más las cosas. Finalmente la sobrepresión y la temperatura, que provocó que el agua se disociara generando gran cantidad de hidrógeno inflamable, terminaron provocando las explosiones, la segunda de las cuales se vio magnificada por la entrada de aire del exterior al reactor.
Lo que vino a continuación es mejor conocido. El reactor reventado y al descubierto liberó una cantidad de radiación unas 500 veces superior a la de la bomba arrojada sobre Hiroshima, una nube radiactiva que se extendió por toda Europa afectando a cientos de miles de personas. Durante las primeras horas, críticas para paliar los efectos del desastre, la confusión era tal que nadie sabía en realidad que lo que había explotado era el reactor. Eso se supo más tarde y a causa de ello un gran número de gente quedó expuesta a dosis verdaderamente tremendas de radiación. El propio personal de la planta, los bomberos que acudieron a extinguir lo que imaginaban era un incendio convencional y, en definitiva, toda la población de Prípiat, muy próxima a la central y en la que vivían más de 40.000 personas. El Ejército no tomó la decisión de evacuar la ciudad hasta 36 horas después del desastre, una vez las autoridades fueron por completo conscientes de la magnitud de la catástrofe. Para entonces el mundo entero ya sabía lo que estaba sucediendo en Chernobyl. Los caprichosos vientos llevaron la nube radiactiva en expansión hacia el oeste y, más allá del espacio soviético y sus estados satélites, los primeros en enterarse fueron los escandinavos; después vendrían los países de Europa central. Desde Occidente no tardaron en identificar la fuente de tan desmesurada contaminación radiactiva y el gobierno del entonces premier Gorbachov hubo de reconocer el accidente ante el mundo. La psicosis se extendió rápidamente, puesto que no se sabía exactamente cómo impedir que la central moribunda siguiera extendiendo su veneno sin parar. Al fin y al cabo el ser humano se enfrentaba a algo desconocido, algo a lo que no se había enfrentado nadie hasta la fecha.
En relación al accidente en sí un apunte más. Se ha dicho en no pocas ocasiones que, si la central de Chernobyl hubiera contado con una cúpula exterior de refuerzo como las de las centrales occidentales, las explosiones se habrían contenido y el desastre habría sido mucho menor. Una vez más esto puede que sea una manipulación interesada, ya que es bastante dudoso que, aún con cúpula, eso hubiese servido de algo. En primer lugar hay que tener en cuenta que estas cúpulas se diseñan para proteger las instalaciones de dentro de una agresión externa, como pudiera ser por ejemplo un ataque aéreo en caso de guerra o cualquier otra circunstancia similar. Su efectividad ante una explosión de dentro hacia fuera, tal y como ocurrió en Chernobyl, es muy inferior porque esta clase de deflagraciones son siempre mucho más destructivas. Deja que un petardo estalle sobre la palma de tu mano y muy probablemente te provocará una quemadura. Cierra la mano sobre ese mismo petardo y comprueba lo que ocurre si explota. Obviamente no es nada aconsejable porque en ese caso toda la energía de la explosión se trasmite a la mano cerrada provocándole daños mucho mayores. Eso es lo que sucedió aquella madrugada en el rector nº 4, pues se ha estimado que las explosiones tuvieron una potencia equivalente de entre 4 a 10 toneladas de TNT. Con toda seguridad más que suficiente como para reventar un reactor reforzado con cúpula externa y todo. Y a esto hay que añadir otro agravante. A buen seguro las barras de combustible de uranio (un metal realmente denso y pesado) que salieron despedidas al rojo vivo actuaron como metralla, magnificando los efectos destructivos. No en balde la munición de uranio empobrecido es actualmente empleada por el ejército estadounidense para destruir búnkeres y blindados, dado su alto poder de penetración. La comparación no es nada descabellada, porque incluso en la forma barras y proyectiles guardan cierta relación, lo que hace plausible que las primeras tuvieran capacidad de penetrar las defensas que sellaban el reactor al saltar éste por los aires.
3. Podría haber sido mucho peor, pero el heroísmo de los "liquidadores" lo impidió.
Ahí es donde entran los que son sin duda los grandes héroes de esta historia, los llamados "liquidadores", que sacrificaron su salud y en muchas ocasiones también sus vidas para salvar a Europa de una catástrofe mucho mayor. En relación a ellos, como no podía ser de otra manera, se han hecho multitud de afirmaciones falsas o incorrectas. Se ha dicho que el frío y despiadado régimen soviético sacrificó como ganado a miles de pobres ignorantes que en realidad no sabían a lo que iban y que fueron obligados, casi pistola en mano. Tales afirmaciones son injustas, además de un insulto a la memoria y el heroísmo de toda esta gente. El casi un millón de personas que participó en la contención del desastre sabía perfectamente a lo que se enfrentaba y las consecuencias que para su salud iba a tener participar en aquello. Desde los pilotos de los helicópteros que arrojaron toneladas y toneladas de arena y arcilla con plomo y boro para apagar el incendio del reactor. Pasando por los operarios que subían a la "azotea de la muerte" para limpiarla de escombros radiactivos, trabajando en turnos de apenas un minuto para no exponerse demasiado. O los técnicos que iban de un lado para otro de la central, dosímetro en mano, para evaluar los niveles de radiación. O también los mineros que cavaron una galería bajo el reactor, para instalar allí un intercambiador de calor que ayudara a enfriarlo. Hasta por supuesto también los ingenieros y trabajadores que construyeron a contrarreloj un sarcófago de hormigón armado para confinar al monstruo radiactivo.
Ingenieros, técnicos de instalaciones nucleares, militares especialistas en guerra atómica... Gente con la preparación y los conocimientos suficientes como para enfrentar un desastre tecnológico de esta magnitud ¿Cómo no iban a ser conscientes del riesgo que corrían? Una masa de pobres ignorantes no hubiese servido absolutamente para nada. Y a excepción del personal militar, al que le obliga el cumplimiento de su deber como en todos los demás ejércitos del mundo, la gran mayoría del personal civil se prestó voluntario aun a sabiendas de las secuelas que sufriría. Acudieron a la llamada desde todos los rincones de la Unión Soviética e hicieron su trabajo lo mejor que supieron bajo condiciones extremas, difícilmente se le podría exigir más sacrificio y entrega a alguien. Ciertas escenas que aparecen en la ya citada miniserie de la HBO podrían dar a entender que el personal no se tomaba demasiado en serio las recomendaciones de seguridad, como la secuencia en la que los mineros encargados de excavar la galería bajo el reactor terminan desnudándose por completo a causa del calor que hacía. Esto no es más que una licencia cinematográfica que pesar de todo no resta calidad a la producción, ya que según Guerman Belov, uno de los "liquidadores" todavía vivos que trabajó allí, nadie se quitó prenda alguna a pesar de las altas temperaturas reinantes en la galería, porque eso iba en contra de los protocolos de seguridad (para saber más ver esta entrada del portal Sputnik News). Queda claro pues que, en su mayor parte, todo el mundo actuó con profesionalidad y responsabilidad.
Pagaron un altísimo precio por ello. Distintos informes estiman que, con el paso de los años, el total de "liquidadores" muertos asciende a alrededor de 60.000, mientras que unos 165.000 sufrieron secuelas crónicas y han quedado discapacitados. Repetimos que esta gente era perfectamente consciente del terrible peligro que corría. Y, de entre todos aquellos héroes hoy prácticamente olvidados, hay tres que destacan por encima del resto. Sus nombres son Alexei Ananenko (uno de los diseñadores del complejo de Chernobyl), Valeriy Bezpalov (un ingeniero que trabajaba en la central) y Boris Baranov (un técnico que también trabajaba allí). Estos tres hombres conocían las instalaciones como la palma de su mano, por ello eran de los más capacitados para descender a la zona anegada bajo el reactor en proceso de fusión y abrir manualmente las válvulas que servirían para evacuar toda el agua allí acumulada (ya que no se podía hacer de otra manera), evitando así la tan temida explosión que habría magnificado todavía más el desastre. Como muchos otros se prestaron voluntarios para esta misión suicida, pues debían sumergirse en agua altamente contaminada con unos niveles de radiación que probablemente superaban los 40.000 Roetgen/hora (para hacernos una idea de lo que eso supone, la exposición tras hacerse una radiografía ordinaria es de unos 7 a 8 miliRoetgen/hora, millones de veces inferior). Su sacrificio nos salvó de una hecatombe inimaginable porque, aun siendo gravísimo lo que sucedió, de no haber sido por ellos y muchos otros hombres y mujeres, la Europa en la que ahora vivimos hubiese sido otra muy distinta. Y eso es algo que no convendría olvidar nunca.
4. Y tres décadas después del desastre... la zona de exclusión es un insólito paraíso natural.
El accidente de Chernobyl fue una catástrofe y una tragedia de entre las más grandes de la Historia contemporánea. Decenas de miles de muertos, cientos de miles de afectados y desplazados. Después de la evacuación las autoridades crearon una zona de exclusión en un radio de aproximadamente 30 kilómetros en torno a la central, área que debía quedar deshabitada y bajo cuarentena radiológica. Nadie podría vivir allí en siglos, quizá milenios. Aparte de la tragedia humana también fue una gran catástrofe medioambiental. Los bosques circundantes se vieron seriamente afectados, como el famoso bosque rojo, cuyos árboles se secaron y enrojecieron de un día para otro como consecuencia de la contaminación. Asimismo también murieron muchísimos animales salvajes de los alrededores. La gente pudo escapar lejos, salvo unos pocos que años después decidieron regresar por su cuenta y riesgo, pero la fauna salvaje quedó a merced de los efectos de los isotopos radiactivos, principalmente cesio y estroncio, que seguirían activos y letales por décadas.
La creencia más firmemente asentada, muy influenciada también por la cultura popular y la imagen que ésta daba de un holocausto nuclear, era que la zona de exclusión quedaría convertida en un desierto radiactivo durante tal vez miles de años. Nada sobreviviría allí. Y sin embargo, más de tres décadas después, observamos los insospechados efectos del desastre. Tal y como se apuntaba en una entrada anterior de este blog, al desaparecer la práctica totalidad de la población la Naturaleza se fue apoderando años tras año de aquel territorio proscrito. Bosques y prados exuberantes por donde merodean ciervos, jabalís, alces, bisontes, caballos salvajes, linces, lobos, osos y unas doscientas especies de aves entre otras muchas criaturas. El despliegue de fauna es realmente espectacular; animales desaparecidos de la mayor parte de Europa tienen en el área de exclusión de Chernobyl un santuario en el que poder vivir tranquilos a salvo de la presión humana. Incluso el gran estanque de refrigeración junto a la central se encuentra repleto de peces, algunos de ellos de tamaño muy respetable ¿No afecta la contaminación radiactiva a la vida salvaje? Desde luego que lo hace. En la zona de exclusión muchos animales enferman y mueren por su culpa (aunque no a todos afecta por igual y hay especies más resistentes que otras), así como es frecuente encontrar casos de malformaciones, tumores o esterilidad. Sin embargo un número suficiente de individuos relativamente sanos, o cuanto menos tolerantes a la contaminación, sobrevive como para tener descendencia y así mantener las poblaciones. El resultado es que la Naturaleza aparentemente prospera en un entorno post apocalíptico en el que los seres humanos han sido borrados de la escena. Tal vez por eso los animales de grandes dimensiones (alces, bisontes, osos) se multiplican, pues tienen un área lo suficientemente extensa por la que vagar sin ser molestados.
Esta es la razón por la cual en 2016 el gobierno ucraniano convirtió parte de la zona de exclusión en una Reserva Radiológica de la Biosfera, con el objeto de preservar a la fauna que allí habita. De hecho ciertas especies como el bisonte europeo o el legendario takhi mongol, también conocido como caballo de Przewalski, fueron liberadas en esta área con fines de conservación. Sin embargo no todo son buenas noticias. Ciertos estudios aseguran que, a pesar de las apariencias, la biodiversidad de la zona en realidad ha disminuido, lo que queda encubierto por el hecho de que la densidad de población de determinadas especies ha aumentado. En las zonas más ferozmente contaminadas la microbiota del suelo no se ha regenerado con normalidad, lo que ha alterado o interrumpido los procesos naturales de descomposición de la materia orgánica que se dan en cualquier bosque normal. La consecuencia son enormes cantidades de vegetación seca que se van acumulando un año tras otro, ya que o bien no se pudren o lo hacen muy lentamente. Quizá pueda parecer un problema trivial pero no lo es en absoluto, ya que toda esta vegetación muerta contiene una apreciable cantidad de isotopos peligrosos. Sin por algún desafortunado accidente se declarara un gran incendio forestal en la zona, las nubes de humo que generaría serían altamente radiactivas, lo que podría poner en serio peligro a un buen número de gente si el viento las trasporta hacia donde no debe. Además las criaturas más pequeñas, como insectos, arañas y aves canoras, parecen sufrir mucho más que otras los efectos de la contaminación radiológica. En algunos casos esto parece que, a largo plazo, puede tener consecuencias desastrosas para determinadas poblaciones.
Y es que el invisible veneno de la radiación va a permanecer en el entorno de Chernobyl durante muchísimo tiempo, por lo que todavía no sabemos cómo terminará conformando a largo plazo la vida salvaje que está bajo su terrible influjo. Habrá especies que se adapten y terminen conviviendo con ella sin mayores problemas, tal y como ahora hacen, pero otras es probable que sucumban antes o después. En todo caso el área de exclusión se ha convertido en un fascinante laboratorio a gran escala, donde los científicos investigan sobre el terreno cómo la vida afronta el desastre, cómo se ve afectada y cómo, mejor o peor, consigue salir adelante. Nadie esperaba ciertas cosas que han ocurrido y puede que todavía sea demasiado pronto para vaticinar cómo será la zona dentro de décadas o siglos, pero gracias a aquella tragedia tendremos la oportunidad de seguir monitorizando la evolución de un entorno altamente contaminado, lo que sin duda está ayudando a extraer valiosísimas conclusiones al respecto.
5. ¿Podría volver a ocurrir?
A día de hoy la secuencia de acontecimientos que condujo a la explosión del reactor nº 4 de Chernobyl es sobradamente conocida. Sabemos qué deficiencias de diseño y qué desafortunadísimo cúmulo de insensateces condujeron al desastre, por lo que repetir exactamente el mismo escenario es virtualmente imposible. Los reactores de tipo RBMK todavía en servicio fueron remodelados después del accidente para que el riesgo de "embalamiento neutrónico" en vacío fuera mínimo, mientras que la cultura de seguridad existente en la actualidad neutraliza la posibilidad de que operarios irresponsables violen los protocolos y provoquen situaciones de riesgo innecesarias.
Conocidas las causas del desastre y también sus devastadoras consecuencias nos creíamos a salvo de otro evento similar. Sin embargo el 11 de marzo de 2011 nos desayunamos con el accidente de Fukushima, acaecido tras un terremoto de magnitud 9 que provocó tsunamis con olas de hasta 38 metros que golpearon la central, anegando sus sistemas críticos, lo cual condujo a la desprotección de los reactores. Una vez más ciertos errores de diseño entraron en juego: muros de contención frente a maremotos de dimensiones insuficientes y los sistemas críticos anteriormente mencionados situados en zonas inundables. En este caso la compañía propietaria del complejo nuclear, TEPCO, sabía de estas deficiencias, pues ya vinieron reflejadas en un informe elaborado en 2006. Sin embargo prefirió no realizar el notable esfuerzo económico que habría supuesto corregir estos problemas y todos conocemos las consecuencias. Una vez más la insensatez humana, esta vez bajo la forma de políticas de empresa destinadas a maximizar beneficios, confabulándose para provocar un nuevo desastre. Las causas que llevaron al accidente de Fukushima no fueron desde luego las mismas que las de Chernobyl y eso es precisamente lo que más intranquiliza ¿Qué otra circunstancia que se nos haya pasado por alto o a la que no se le ha dado la debida importancia podría ponernos en una situación similar? Responder a esta pregunta quizá no sea tan sencillo.
De todas formas tampoco conviene dejarnos llevar por la histeria. En condiciones normales las centrales nucleares son lugares seguros, pues disponen de todo tipo de elementos de contención y el personal que allí trabaja dispone de la cualificación necesaria como para desempeñar su labor como corresponde. Sin embargo eso no impide que el material con el que trabajan, uranio enriquecido, siga siendo potencialmente peligroso y de ahí que la industria nuclear sea tan compleja, pesada y costosa. Ya se trató específicamente este tema en otra entrada (ver La energía más cara, y subvencionada, del mundo) ¿Queremos estar al cien por cien a salvo de accidentes nucleares? La respuesta es sencilla, desmantelemos todas las centrales operativas hoy día. Es evidente que a lo largo del pasado siglo y hasta la actualidad las centrales nucleares han desempeñado su función exitosamente en la inmensa mayoría de casos, pero también es igualmente cierto que a día de hoy existen alternativas tecnológicas a los reactores de fisión que emplean uranio como combustible, como también lo existen a los igualmente contaminantes combustibles fósiles. La fusión nuclear sigue siendo un reto formidable, pero aun así asumible. Los reactores basados en Torio podrían ser más seguros y baratos, pero saliéndonos del mundo del átomo las energías renovables, muy especialmente la solar fotovoltaica, se han desarrollado lo suficiente en los últimos años como para constituir una alternativa viable. Nada impediría que, con el tiempo, la energía nuclear tal y como la conocemos se convierta en algo obsoleto, del pasado. Así el riesgo desaparecería para siempre, cementerios de residuos nucleares a parte. Porque si una cosa nos enseñó Chernobyl es que nunca debemos dar nada por sentado, ya que lo impensable puede llegar a ocurrir.
En relación al accidente en sí un apunte más. Se ha dicho en no pocas ocasiones que, si la central de Chernobyl hubiera contado con una cúpula exterior de refuerzo como las de las centrales occidentales, las explosiones se habrían contenido y el desastre habría sido mucho menor. Una vez más esto puede que sea una manipulación interesada, ya que es bastante dudoso que, aún con cúpula, eso hubiese servido de algo. En primer lugar hay que tener en cuenta que estas cúpulas se diseñan para proteger las instalaciones de dentro de una agresión externa, como pudiera ser por ejemplo un ataque aéreo en caso de guerra o cualquier otra circunstancia similar. Su efectividad ante una explosión de dentro hacia fuera, tal y como ocurrió en Chernobyl, es muy inferior porque esta clase de deflagraciones son siempre mucho más destructivas. Deja que un petardo estalle sobre la palma de tu mano y muy probablemente te provocará una quemadura. Cierra la mano sobre ese mismo petardo y comprueba lo que ocurre si explota. Obviamente no es nada aconsejable porque en ese caso toda la energía de la explosión se trasmite a la mano cerrada provocándole daños mucho mayores. Eso es lo que sucedió aquella madrugada en el rector nº 4, pues se ha estimado que las explosiones tuvieron una potencia equivalente de entre 4 a 10 toneladas de TNT. Con toda seguridad más que suficiente como para reventar un reactor reforzado con cúpula externa y todo. Y a esto hay que añadir otro agravante. A buen seguro las barras de combustible de uranio (un metal realmente denso y pesado) que salieron despedidas al rojo vivo actuaron como metralla, magnificando los efectos destructivos. No en balde la munición de uranio empobrecido es actualmente empleada por el ejército estadounidense para destruir búnkeres y blindados, dado su alto poder de penetración. La comparación no es nada descabellada, porque incluso en la forma barras y proyectiles guardan cierta relación, lo que hace plausible que las primeras tuvieran capacidad de penetrar las defensas que sellaban el reactor al saltar éste por los aires.
3. Podría haber sido mucho peor, pero el heroísmo de los "liquidadores" lo impidió.
Ahí es donde entran los que son sin duda los grandes héroes de esta historia, los llamados "liquidadores", que sacrificaron su salud y en muchas ocasiones también sus vidas para salvar a Europa de una catástrofe mucho mayor. En relación a ellos, como no podía ser de otra manera, se han hecho multitud de afirmaciones falsas o incorrectas. Se ha dicho que el frío y despiadado régimen soviético sacrificó como ganado a miles de pobres ignorantes que en realidad no sabían a lo que iban y que fueron obligados, casi pistola en mano. Tales afirmaciones son injustas, además de un insulto a la memoria y el heroísmo de toda esta gente. El casi un millón de personas que participó en la contención del desastre sabía perfectamente a lo que se enfrentaba y las consecuencias que para su salud iba a tener participar en aquello. Desde los pilotos de los helicópteros que arrojaron toneladas y toneladas de arena y arcilla con plomo y boro para apagar el incendio del reactor. Pasando por los operarios que subían a la "azotea de la muerte" para limpiarla de escombros radiactivos, trabajando en turnos de apenas un minuto para no exponerse demasiado. O los técnicos que iban de un lado para otro de la central, dosímetro en mano, para evaluar los niveles de radiación. O también los mineros que cavaron una galería bajo el reactor, para instalar allí un intercambiador de calor que ayudara a enfriarlo. Hasta por supuesto también los ingenieros y trabajadores que construyeron a contrarreloj un sarcófago de hormigón armado para confinar al monstruo radiactivo.
Ingenieros, técnicos de instalaciones nucleares, militares especialistas en guerra atómica... Gente con la preparación y los conocimientos suficientes como para enfrentar un desastre tecnológico de esta magnitud ¿Cómo no iban a ser conscientes del riesgo que corrían? Una masa de pobres ignorantes no hubiese servido absolutamente para nada. Y a excepción del personal militar, al que le obliga el cumplimiento de su deber como en todos los demás ejércitos del mundo, la gran mayoría del personal civil se prestó voluntario aun a sabiendas de las secuelas que sufriría. Acudieron a la llamada desde todos los rincones de la Unión Soviética e hicieron su trabajo lo mejor que supieron bajo condiciones extremas, difícilmente se le podría exigir más sacrificio y entrega a alguien. Ciertas escenas que aparecen en la ya citada miniserie de la HBO podrían dar a entender que el personal no se tomaba demasiado en serio las recomendaciones de seguridad, como la secuencia en la que los mineros encargados de excavar la galería bajo el reactor terminan desnudándose por completo a causa del calor que hacía. Esto no es más que una licencia cinematográfica que pesar de todo no resta calidad a la producción, ya que según Guerman Belov, uno de los "liquidadores" todavía vivos que trabajó allí, nadie se quitó prenda alguna a pesar de las altas temperaturas reinantes en la galería, porque eso iba en contra de los protocolos de seguridad (para saber más ver esta entrada del portal Sputnik News). Queda claro pues que, en su mayor parte, todo el mundo actuó con profesionalidad y responsabilidad.
Pagaron un altísimo precio por ello. Distintos informes estiman que, con el paso de los años, el total de "liquidadores" muertos asciende a alrededor de 60.000, mientras que unos 165.000 sufrieron secuelas crónicas y han quedado discapacitados. Repetimos que esta gente era perfectamente consciente del terrible peligro que corría. Y, de entre todos aquellos héroes hoy prácticamente olvidados, hay tres que destacan por encima del resto. Sus nombres son Alexei Ananenko (uno de los diseñadores del complejo de Chernobyl), Valeriy Bezpalov (un ingeniero que trabajaba en la central) y Boris Baranov (un técnico que también trabajaba allí). Estos tres hombres conocían las instalaciones como la palma de su mano, por ello eran de los más capacitados para descender a la zona anegada bajo el reactor en proceso de fusión y abrir manualmente las válvulas que servirían para evacuar toda el agua allí acumulada (ya que no se podía hacer de otra manera), evitando así la tan temida explosión que habría magnificado todavía más el desastre. Como muchos otros se prestaron voluntarios para esta misión suicida, pues debían sumergirse en agua altamente contaminada con unos niveles de radiación que probablemente superaban los 40.000 Roetgen/hora (para hacernos una idea de lo que eso supone, la exposición tras hacerse una radiografía ordinaria es de unos 7 a 8 miliRoetgen/hora, millones de veces inferior). Su sacrificio nos salvó de una hecatombe inimaginable porque, aun siendo gravísimo lo que sucedió, de no haber sido por ellos y muchos otros hombres y mujeres, la Europa en la que ahora vivimos hubiese sido otra muy distinta. Y eso es algo que no convendría olvidar nunca.
4. Y tres décadas después del desastre... la zona de exclusión es un insólito paraíso natural.
Arriba fotografías tomadas por cámaras trampa dentro de la zona de exclusión en torno a Chernobyl. En ellas se puede observar a un bisonte europeo, un lince boreal, una hembra de alce con dos crías y a un oso pardo. A pesar de la contaminación la ausencia de seres humanos en la zona la ha convertido en un refugio para la fauna salvaje (Fuente: infobae.com). |
La creencia más firmemente asentada, muy influenciada también por la cultura popular y la imagen que ésta daba de un holocausto nuclear, era que la zona de exclusión quedaría convertida en un desierto radiactivo durante tal vez miles de años. Nada sobreviviría allí. Y sin embargo, más de tres décadas después, observamos los insospechados efectos del desastre. Tal y como se apuntaba en una entrada anterior de este blog, al desaparecer la práctica totalidad de la población la Naturaleza se fue apoderando años tras año de aquel territorio proscrito. Bosques y prados exuberantes por donde merodean ciervos, jabalís, alces, bisontes, caballos salvajes, linces, lobos, osos y unas doscientas especies de aves entre otras muchas criaturas. El despliegue de fauna es realmente espectacular; animales desaparecidos de la mayor parte de Europa tienen en el área de exclusión de Chernobyl un santuario en el que poder vivir tranquilos a salvo de la presión humana. Incluso el gran estanque de refrigeración junto a la central se encuentra repleto de peces, algunos de ellos de tamaño muy respetable ¿No afecta la contaminación radiactiva a la vida salvaje? Desde luego que lo hace. En la zona de exclusión muchos animales enferman y mueren por su culpa (aunque no a todos afecta por igual y hay especies más resistentes que otras), así como es frecuente encontrar casos de malformaciones, tumores o esterilidad. Sin embargo un número suficiente de individuos relativamente sanos, o cuanto menos tolerantes a la contaminación, sobrevive como para tener descendencia y así mantener las poblaciones. El resultado es que la Naturaleza aparentemente prospera en un entorno post apocalíptico en el que los seres humanos han sido borrados de la escena. Tal vez por eso los animales de grandes dimensiones (alces, bisontes, osos) se multiplican, pues tienen un área lo suficientemente extensa por la que vagar sin ser molestados.
Esta es la razón por la cual en 2016 el gobierno ucraniano convirtió parte de la zona de exclusión en una Reserva Radiológica de la Biosfera, con el objeto de preservar a la fauna que allí habita. De hecho ciertas especies como el bisonte europeo o el legendario takhi mongol, también conocido como caballo de Przewalski, fueron liberadas en esta área con fines de conservación. Sin embargo no todo son buenas noticias. Ciertos estudios aseguran que, a pesar de las apariencias, la biodiversidad de la zona en realidad ha disminuido, lo que queda encubierto por el hecho de que la densidad de población de determinadas especies ha aumentado. En las zonas más ferozmente contaminadas la microbiota del suelo no se ha regenerado con normalidad, lo que ha alterado o interrumpido los procesos naturales de descomposición de la materia orgánica que se dan en cualquier bosque normal. La consecuencia son enormes cantidades de vegetación seca que se van acumulando un año tras otro, ya que o bien no se pudren o lo hacen muy lentamente. Quizá pueda parecer un problema trivial pero no lo es en absoluto, ya que toda esta vegetación muerta contiene una apreciable cantidad de isotopos peligrosos. Sin por algún desafortunado accidente se declarara un gran incendio forestal en la zona, las nubes de humo que generaría serían altamente radiactivas, lo que podría poner en serio peligro a un buen número de gente si el viento las trasporta hacia donde no debe. Además las criaturas más pequeñas, como insectos, arañas y aves canoras, parecen sufrir mucho más que otras los efectos de la contaminación radiológica. En algunos casos esto parece que, a largo plazo, puede tener consecuencias desastrosas para determinadas poblaciones.
Y es que el invisible veneno de la radiación va a permanecer en el entorno de Chernobyl durante muchísimo tiempo, por lo que todavía no sabemos cómo terminará conformando a largo plazo la vida salvaje que está bajo su terrible influjo. Habrá especies que se adapten y terminen conviviendo con ella sin mayores problemas, tal y como ahora hacen, pero otras es probable que sucumban antes o después. En todo caso el área de exclusión se ha convertido en un fascinante laboratorio a gran escala, donde los científicos investigan sobre el terreno cómo la vida afronta el desastre, cómo se ve afectada y cómo, mejor o peor, consigue salir adelante. Nadie esperaba ciertas cosas que han ocurrido y puede que todavía sea demasiado pronto para vaticinar cómo será la zona dentro de décadas o siglos, pero gracias a aquella tragedia tendremos la oportunidad de seguir monitorizando la evolución de un entorno altamente contaminado, lo que sin duda está ayudando a extraer valiosísimas conclusiones al respecto.
5. ¿Podría volver a ocurrir?
A día de hoy la secuencia de acontecimientos que condujo a la explosión del reactor nº 4 de Chernobyl es sobradamente conocida. Sabemos qué deficiencias de diseño y qué desafortunadísimo cúmulo de insensateces condujeron al desastre, por lo que repetir exactamente el mismo escenario es virtualmente imposible. Los reactores de tipo RBMK todavía en servicio fueron remodelados después del accidente para que el riesgo de "embalamiento neutrónico" en vacío fuera mínimo, mientras que la cultura de seguridad existente en la actualidad neutraliza la posibilidad de que operarios irresponsables violen los protocolos y provoquen situaciones de riesgo innecesarias.
Este mapa muestra los reactores nucleares operativos en 2015, más de 400 en todo el mundo. También muestra los que estaban en construcción. Es ahí donde observamos que, mientras en Europa y Norteamérica apenas sí habían proyectos de construcción nuevos, otros países como Rusia, India y muy especialmente China seguían apostando muy decididamente por la energía nuclear (Fuente: elordenmundial.com). |
De todas formas tampoco conviene dejarnos llevar por la histeria. En condiciones normales las centrales nucleares son lugares seguros, pues disponen de todo tipo de elementos de contención y el personal que allí trabaja dispone de la cualificación necesaria como para desempeñar su labor como corresponde. Sin embargo eso no impide que el material con el que trabajan, uranio enriquecido, siga siendo potencialmente peligroso y de ahí que la industria nuclear sea tan compleja, pesada y costosa. Ya se trató específicamente este tema en otra entrada (ver La energía más cara, y subvencionada, del mundo) ¿Queremos estar al cien por cien a salvo de accidentes nucleares? La respuesta es sencilla, desmantelemos todas las centrales operativas hoy día. Es evidente que a lo largo del pasado siglo y hasta la actualidad las centrales nucleares han desempeñado su función exitosamente en la inmensa mayoría de casos, pero también es igualmente cierto que a día de hoy existen alternativas tecnológicas a los reactores de fisión que emplean uranio como combustible, como también lo existen a los igualmente contaminantes combustibles fósiles. La fusión nuclear sigue siendo un reto formidable, pero aun así asumible. Los reactores basados en Torio podrían ser más seguros y baratos, pero saliéndonos del mundo del átomo las energías renovables, muy especialmente la solar fotovoltaica, se han desarrollado lo suficiente en los últimos años como para constituir una alternativa viable. Nada impediría que, con el tiempo, la energía nuclear tal y como la conocemos se convierta en algo obsoleto, del pasado. Así el riesgo desaparecería para siempre, cementerios de residuos nucleares a parte. Porque si una cosa nos enseñó Chernobyl es que nunca debemos dar nada por sentado, ya que lo impensable puede llegar a ocurrir.
N.S.B.L.D
Para saber más:
Mitos de Chernobyl (La Pizarra de Yuri).
Exposures and effects of the Chernobyl accident (unscear.org).
Los tres superhéroes de Chernobyl (La Pizarra de Yuri).
El accidente de Chernobyl ha creado un paraíso natural de animales radiactivos (Xataka).
No hay comentarios:
Deja un comentario Tu opinión interesa
Comentarios sujetos a criterios de moderación.