Medios de comunicación al servicio del fascismo

Que la extrema derecha anda desatada en medio mundo es algo que nadie puede poner en duda ¿Cómo es posible que esté sumando tantos apoyos y tan rápidamente? Ahí es donde podemos ver el papel de los medios de comunicación al servicio del fascismo.


Foto: Pedro Piqueras.     El otro día me llamó muchísimo la atención un comentario en Facebook del periodista Manuel Ligero acerca de la naturaleza de los contenidos de los informativos de Telecinco, presentados por el veterano periodista Pedro Piqueras. Todo y que es uno de los informativos de mayor audiencia, si no el que más, bien sabemos desde hace tiempo de las tendencias sensacionalistas de semejante espacio ¿Pero qué podemos deducir de su contenido? Tal y como el propio Manuel Ligero nos muestra, aproximadamente la mitad del tiempo (unos 15 minutos de entre un total de poco más de media hora) se consume hablando acerca de sucesos muchos de ellos truculentos (un cadáver hallando en un vertedero, sectas destructivas en las que se abusa de menores, catástrofes naturales, peleas a machetazos entre inmigrantes, bandas de ladronas que asaltan a usuarios de taxi desprevenidos, etc.). Todo ello aderezado antes y después por las últimas noticias sobre "el conflicto catalán", la enésima mamarrachada de Donald Trump, imágenes de la Reina Sofía "colaborando" en la recogida de basuras en una cala mallorquina (para concienciarnos a todos de lo que se debe hacer), el inevitable parte meteorológico y, para terminar de rematarlo, unos últimos segundos de carácter publicitario para anunciar el próximo programa de Bertín Osborne en la cadena. En fin, que éste es el contenido tipo de un espacio informativo que diariamente llegan a ver cerca de dos millones de personas en toda España. En base a lo que nos muestra, ¿qué idea del mundo, y muy especialmente de la sociedad que les rodea, pueden hacerse quienes consumen este tipo de programas?

      Los informativos de Telecinco son un claro exponente de lo que se podría calificar vulgarmente como "telediario asustaviejos". A saber, sensacionalismo puro y duro destinado a conmocionar y estremecer con el objeto de crear una exagerada sensación de alarma en el espectador. Aquí, como siempre, importa muchísimo más la cuota de pantalla que la calidad de los contenidos. Y dado que nos son pocas las personas que se forman una imagen de la "realidad" a través de lo que la televisión vomita sobre ellos en sus casas a diario, el espacio dirigido por el señor Piqueras bien podría estar difundiendo una imagen deliberadamente distorsionada de lo que sucede a nuestro alrededor. Si insistimos machaconamente con eso de la "bronca en Cataluña", mucha gente en otras partes del país puede terminar pensando que allí se vive una situación verdaderamente explosiva como si estuviéramos al borde de una guerra civil. Si no presentamos más que noticias acerca de crímenes, violaciones, barrios supuestamente inseguros a causa de la afluencia de inmigrantes conflictivos o pisos ilegalmente ocupados por grupos de delincuentes, muchos terminarán creyendo que nuestra sociedad se asfixia en una ola de violencia y criminalidad. Y si invisibilizamos otros muchos problemas (la precariedad laboral y las desigualdades cada vez mayores, los abusos policiales, los constantes ataques a la libertad de expresión o guerras olvidadas de las que casi nadie se preocupa, como la que asola Yemen) la gente ni tan siquiera creerá que existen hasta que no les golpeen directamente. Pero no, en Cataluña se vive un enfrentamiento político serio que ha derivado en una cierta polarización de su sociedad, pero la gente no se pelea en las calles a diario y por todas partes como si hubiera dos bandos que se hayan jurado odio eterno. La delincuencia es un problema que no podemos pasar por alto y, de vez en cuando, se producen algunos crímenes realmente horribles que conmocionan a la sociedad. Pero aun así vivimos en un país con unos índices de criminalidad realmente bajos (ver este informe de 2016 elaborado por el propio Departamento de Seguridad Nacional). Tanto es así que, de hecho, los índices de delincuencia no han dejado de disminuir desde 2008 (aun a pesar de la crisis) y en 2016, por primera vez desde que se registra debidamente, el número de homicidios en España descendió por debajo de los 300. Y la consecuencia de todo esto es que España es uno de los países más seguros del mundo, más incluso que Francia o Alemania y sólo menos que otros como Holanda, Irlanda o Singapur.

     Pero en esto consiste, no por casualidad, el papel de los medios de comunicación. Ellos fabrican la realidad que quieren mostrarnos más de reflejar lo que verdaderamente sucede en nuestras calles. Invasión de inmigrantes, epidemia de "okupas", amenazas separatistas en contra de la unidad nacional, drogas, enfermedades de trasmisión sexual, delitos que se multiplican... Los contenidos intencionadamente sesgados, que sólo muestran algunas cosas mientras nos ocultan otras muchas, se elaboran con una finalidad muy clara. Y esta no es otra que vender inseguridad para que el público termine aceptando cosas que de otra manera tal vez no aceptaría, así como también para que ignore determinadas amenazas a su libertad y bienestar. Luego vemos cómo un acto político de la formación ultraderechista Vox tiene una enorme repercusión mediática. El partido liderado por el ex miembro del PP Santiago Abascal logró reunir hace unos días a alrededor de 10.000 personas en el pabellón de Vistalegre, desde donde se envió un mensaje claramente reaccionario, xenófobo, misógino y ultranacionalista. Dicho mensaje está calando en nuestra sociedad, nos dicen, tal y como también ha ocurrido en otras partes de Europa, por la  amenaza que supone para nuestra civilización el binomio inmigración-delincuencia (y por extensión terrorismo). Hordas hostiles nos acechan y por eso necesitamos líderes enérgicos que les hagan frente, esa parece ser la consigna. Las fobias de la extrema derecha van en cierta consonancia con la imagen alarmista que a menudo nos muestran muchos medios de comunicación. En cierto modo es como si los segundos quisieran allanarle a la primera el camino condicionando la opinión de la población ¿Exagerado? Bueno, sólo hay que volver de nuevo sobre los contenidos de los informativos de Telecinco (y otros similares) para afirmar si se está exagerando mucho o no. O en su defecto también podemos comprobar a quién pertenecen la mayor parte de los medios de comunicación en España, mayormente agrupados en los conglomerados de PRISAMediaset y el Grupo Planeta. Ahí vemos a las familias Polanco y Lara Bosch, el Banco Santander (y la familia Botín), a Silvio Berlusconi, Telefónica y distintas sociedades de inversión extranjeras entre otros muchos.

     ¿De verdad alguien puede creer que estos personajes y entidades, pertenecientes a la élite de las élites, se van a alinear con los intereses de los trabajadores, los sectores más desfavorecidos o las opciones progresistas? Prueba de que desde luego que no es el ensordecedor ruido mediático y las furiosas reacciones en relación al reciente acuerdo presupuestario entre el Gobierno socialista y Unidos Podemos (ver esta noticia del diario digital Nueva Tribuna) y muy especialmente ante la decisión de subir el salario mínimo hasta el umbral de los 900 euros (todavía bastante por debajo del de los países de la UE más desarrollados). En este caso los Casado, Rivera y Abascal de turno actúan como los agresivos voceros al servicio de la oligarquía (CEOE, el Ibex 35, el FMI...), teniendo de su lado a los poderosos grupos mediáticos de los que hemos hablando. Unos y otros persiguen el mismo fin, sirven a los mismos intereses y se escoran cada vez más hacia el mismo extremo. Los mensajes en contra de aprobar políticas que garanticen derechos sociales y laborales, lanzados desde los medios por tertulianos varios y presuntos "expertos" en economía, se disfrazan de advertencias terribles. Algo así como el primer paso para la "venezuelización" de España (siempre estamos con lo mismo) a golpe de decretos "populistas e irresponsables" que ponen en peligro la salud económica del país. Promover la cohesión social y garantizar derechos laborales es irresponsable y peligroso, blindar los privilegios de las élites y permitir que continúen acaparando riqueza a costa del resto de la sociedad una medida seria y cabal. El fascismo siempre ha estado para eso, defender los intereses de los más poderosos. Que ningún trabajador precario piense por un solo momento que, esta nueva derecha desacomplejada que ahora se pasea por el país ondeando banderas y vociferando consignas patrióticas que suenan a otros tiempos, va a defender sus derechos y libertades. Más bien será todo lo contrario.

    Y este binomio medios de comunicación hegemónicos-extrema derecha aparece en otros muchos lugares aparte de España. Estos últimos días los estamos viendo especialmente en Brasil, donde muy probablemente logrará la presidencia el ex militar Jair Bolsonaro. Este sujeto viene con el pack completo de la ultraderecha. Filo-fascista nostálgico de la dictadura que subyugó el país en la década de los 70 del pasado siglo, defensor de la tortura y el empleo indiscriminado de la violencia por parte de las fuerzas del orden y sus grupos filiales (entiéndase escuadrones de la muerte al servicio de la oligarquía brasileña, que aquí no todo el mundo tendrá derecho a usarla), racista, homófobo, machista, simpatizante de fundamentalismo religioso evangelista (unos de sus principales apoyos populares), ultraliberal en extremo en lo económico y, para terminar de rematarlo, negacionista del Cambio Climático y totalmente dispuesto a permitir que devasten la Amazonia. Esta versión todavía más abyecta, al estilo latinoamericano, de Donald Trump ha subido como la espuma en muy poco tiempo, aglutinando en torno a sí todo el voto conservador y derechista de Brasil. Tanto es así que en la primera vuelta de las elecciones presidenciales consiguió una holgada victoria. Las causas del auge de Bolsonaro pueden ser varias: un clima de inseguridad creciente que se manifiesta en la ola de crímenes que azota el país, hartazgo por los políticos tradicionales y sus prácticas corruptas, un furioso "antipetismo" (movilización contraria al PT - el Partido de los Trabajadores - del encarcelado ex presidente Lula) por parte de los sectores conservadores, etc. Pero no cabe la menor duda de que los principales medios de comunicación brasileños se han volcado con el líder ultraderechista, demonizando al mismo tiempo todo lo que tuviera que ver con el PT. A estas alturas no debe extrañarnos lo más mínimo algo así, pues los propietarios de tales medios son oligarcas o grupos empresariales que defienden lo mismo que Bolsonaro. Defenderle a él es defenderse a sí mismos y de ahí la masiva campaña en su apoyo desde múltiples frentes, incluido el de los influyentes medios evangelistas.

    Así es cómo los grupos mediáticos controlados por las élites modelan la opinión pública, tergiversan la realidad a conveniencia y ensalzan a unos mientras criminalizan a otros. Está todo calculado para trata de conseguir el efecto deseado. Pero por debajo de lo que quieren mostrarnos subyacen otras realidades que tal vez no interesa tanto que salgan a la luz. Es muchísimo lo que se hablado estos días de la irrupción de Vox en el panorama político nacional, pero una encuesta  realizada a finales del mes pasado indicaba que la PACMA alcanzaba un 1,6% en intención de voto y Vox le seguía muy de cerca con un 1,4%, pudiendo ambas formaciones contar con representación parlamentaria en la próxima legislatura (ver esta noticia de huffingtonpost). Es decir, que bien pudiera ocurrir que los animalistas superasen en número de votos a la extrema derecha recién salida del armario del franquismo. Sin embargo poco es lo que los medios han hablado de la PACMA y mucho del señor Abascal y su rancio patriotismo de postín ¿Simple casualidad? Por supuesto que no, porque a los propietarios de tales medios seguramente les interesará mucho más impulsar a la extrema derecha que proporcionar plataformas para que el mensaje de los animalistas tenga una mayor difusión. Sólo hay que leer la misma noticia al respecto que enlazo, ya que Vox aparece destacado en el titular y luego leemos que la encuesta da la ventaja a la PACMA.

     Esta manipulación se ve por todas partes y busca invisibilizar incluso ciertas realidades incómodas. Hemos comprobado cómo la derecha reaccionaria y los grandes grupos mediáticos a menudo son uno solo a la hora de agitar el fantasma de la inmigración ilegal descontrolada, la inseguridad ciudadana, el separatismo, las actitudes irresponsables de los partidos "populistas" de izquierdas y así un largo etcétera. Pero los Piqueras, Marhuendas, Indas, Abascales, Riveras y Casados seguramente no nos hablarán acerca de la cifra de suicidios en España y sus causas. Es curioso, en una noticia de la versión digital de El Mundo (de enero de este año) el tema principal versaba sobre los bajos índices de criminalidad en España (repetimos uno de los países más seguros del mundo), pero justo al final y como de pasada mostraba también cifras en relación al suicidio. Y los datos son preocupantes, ya que el número de suicidios en nuestro país no ha dejado de aumentar desde los años 80, hasta el punto de que anualmente se quitan la vida en España alrededor de 3.600 personas (aproximadamente unas diez diarias). El suicidio es la principal causa de muerte externa (no relacionada con enfermedades) en nuestra sociedad, ya que sus cifras duplican a las de víctimas por accidentes de tráfico y son más de diez veces mayores al número de homicidios intencionales. Todo y que la cifra se ha mantenido más o menos estable en los últimos tiempos, hubo un repunte significativo entre 2010 y 2015. No hace falta indagar mucho para establecer una relación causa-efecto, pues aquellos fueron los años más duros de la crisis en los que se implementaron los programas de ajuste neoliberales que tanto daño hicieron a las clases populares. Viendo los datos podemos concluir que el suicidio es una auténtica lacra en nuestra sociedad. Pero es una lacra bastante silenciada que no suele copar titulares en los informativos. De hecho, incluso cuando afecta a un personaje conocido o de renombre, es tratado como un tema tabú por la carga vergonzante que conlleva.

      ¿Le interesa a nuestros políticos ultraconservadores hablar acerca de las cifras de suicidio en España? Por supuesto que no, ya que si lo hicieran sacarían a relucir cuestiones peliagudas. El suicidio tiene que ver con la enfermedad mental, una de las grandes castigadas por los recortes sufridos en Sanidad durante la legislatura de Rajoy. También tiene que ver con la desesperación de aquellos que ya no ven una salida. Sí, con la desesperación de los que llevan demasiado tiempo sin encontrar un empleo y se han visto arrojados a la miseria, han perdido su hogar y lo han perdido todo y, en definitiva, han terminado odiándose a sí mismos por todo ello. No, de esas cosas mejor no hablar demasiado, que sigan ocultas debajo de la alfombra. Mientras tanto los medios hegemónicos y la extrema derecha seguirán yendo de la mano para marcarnos la agenda de lo que debe preocuparnos y lo que no. Pero no nos engañemos, será lo que les preocupa únicamente a ellos, lo que les interesa, y no lo que de verdad necesita el conjunto de la sociedad. Porque al fascismo y a los oligarcas la gente siempre les ha importando una mierda.                                          





El último de la clase
 
 

 

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