Los casos Cifuentes, Casado y Sánchez han contribuido al descrédito general que se cierne sobre el sistema universitario español. Un problema de clientelismo, prácticas corruptas y connivencia con el poder heredado de la dictadura y que reaparece con el Plan Bolonia y la progresiva privatización en el sector de la formación superior.
El chiste me lo pasó a través del móvil un amigo hace unos días. Consistía en un corte de una secuencia de una conocida serie de animación de humor para adultos, cuyo doblaje había sido alterado para así dar forma al chascarrillo. La escena muestra la cabina de un avión con todos los pasajeros tranquilamente acomodados en sus respectivos asientos, hasta que una voz por megafonía anuncia: "señores pasajeros, les informamos que el piloto del vuelo se ha sacado el título en la Universidad Juan Carlos I". Y claro, al escuchar semejante anuncio, se desatan el pánico y la histeria en la cabina del pasaje. Todo y que no deja de ser el típico vídeo-chistecillo que se hace viral difundiéndose de teléfono en teléfono, tras él subyace un sentir general tras los últimos escándalos políticos relacionados con el mundo universitario. Es la percepción de que la obtención de títulos en determinadas universidades, en especial másteres, es algo muy poco serio, casi como si dichos títulos se repartieran como en una rifa de feria, lo cual no acredita ni de lejos a sus poseedores de la formación necesaria para desempeñar cualesquiera funciones relacionadas. Supone, al fin y al cabo, un descrédito general hacia el sistema universitario de nuestro país, que debería ser uno los pilares fundamentales en los que se asiente cualquier futuro de prosperidad y progreso.