Informes recientes parecerían indicar que, gracias a una importantísima inversión en nuevas tecnologías militares, Estados Unidos habría alcanzado una incontestable supremacía nuclear ¿Estará a salvo de un ataque de represalia o la hecatombe global sería igualmente inevitable?
Hace unos días descubría unas alarmantes declaraciones realizadas por el eminente lingüista y filósofo estadounidense Noam Chomsky, referente mundial asimismo del progresismo y el activismo pacifista, realizadas el pasado 27 de abril para el periódico italiano Il manifesto (ver Con Trump nos arriesgamos a una guerra nuclear). En dichas declaraciones el bueno de Noam venía a decir que "...el proyecto, iniciado también por la administración Obama y que ahora ha acabado en manos de Trump, ha alcanzado niveles radicalmente superiores al del arsenal ruso como disuasor". Con ello se daba a entender que ahora Estados Unidos ha modernizado sus arsenales nucleares hasta tal punto que casi se diría que está a años luz de cualquier otra potencia en ese sentido. Siendo tan superior como se supone que ya es, siempre según las afirmaciones del señor Chomsky, el Tío Sam sería capaz de lanzar un devastador ataque preventivo contra su adversarios, entiéndase Rusia y China (porque lo de Corea del Norte es sólo para distraer), de manera tal que quedaría a salvo de un contraataque de represalia. Viendo quién ocupa ahora el despacho oval de la Casa Blanca semejantes declaraciones dan para provocar bastante ansiedad, pues podemos imaginar al energúmeno de Trump tentado de abrir el maletín nuclear del apocalipsis para borrar de la faz de la Tierra a varios miles de millones de personas ¿Estaríamos por ello al borde de la Tercera Guerra Mundial? ¿Qué hay de cierto en eso de que el moderno arsenal nuclear estadounidense se ha vuelto insuperable? Veámoslo con más detalle.
Antes de todo hay que tener claro que, en caso de conflagración nuclear a gran escala, la teoría estratégica (puesto que por fortuna todo esto se ha desarrollado hasta ahora en un plano puramente teórico) establece dos clases de objetivos. Los primeros serían las instalaciones militares susceptibles de albergar arsenales nucleares (tales como silos de misiles y demás), así como los distintos centros de mando y control, generalmente búnkeres subterráneos, destinados a coordinar acciones de ataque y/o contraataque. Los segundos consisten, obviamente, en grandes centros de población e industriales. Los primeros serán el blanco prioritario, por no decir casi exclusivo, de las conocidas como Fuerzas de Primer Ataque, llamadas así entre otras cosas por ser las primeras que actuarían en caso de ordenarse un ataque nuclear y cuya misión principal es minimizar la capacidad de contraataque del adversario. Por contra los segundos, las grandes ciudades por ejemplo, serán blanco de las Fuerzas de Segundo Ataque que sólo actuarían (teóricamente, volvemos a repetir) como represalia ante una agresión del enemigo que hubiera mermado gravemente las capacidades defensivas y de respuesta.
¿Existe diferencia entre estas dos clases de fuerzas? En cierto sentido sí y mucha, porque la función tanto de una como de otra es bien diferente todo y que se puedan emplear medios equiparables (submarinos, bombarderos estratégicos, rampas de lanzamiento terrestres, etc.). Las Fuerzas de Primer Ataque se especializan en lo que se conoce como ataques de contrafuerza que, o bien se dirigen únicamente a acabar con las fuerzas nucleares del enemigo (un ataque MAO-1 por sus siglas en inglés, dirigido contra silos, bases de bombarderos y submarinos y otras instalaciones similares), o bien se amplian contra todas las instalaciones militares en general, centros logísticos y de control, así como todas aquellas instalaciones auxiliares (incluso civiles) susceptibles de adquirir un uso militar en caso de emergencia (el llamado ataque MAO-2 o ataque de contrafuerza extendido). En contraposición las Fuerzas de Segundo Ataque ejecutan los llamados ataques de contravalor que, de igual modo, o bien se centran en la infraestructura político-administrativa del enemigo para así descabezar todas sus estructuras de gobierno (un ataque MAO-3 o de contravalor limitado), o bien son totalmente indiscriminados y buscan infligir la máxima destrucción posible (ataque MAO-4). Y es en los distintos objetivos que persiguen donde reside la gran diferencia entre los ataques de contrafuerza y los de contravalor. Los primeros han de ser en extremo precisos porque buscan destruir instalaciones por regla general extraordinariamente bien protegidas (en este juego nadie es tan tonto como para no tomar semejantes precauciones), mientras que los segundos no necesitan ser precisos porque se centran en objetivos mucho menos protegidos o incluso sin ninguna defensa, por lo que la sola potencia inmensamente destructiva de los artefactos nucleares estratégicos basta para cumplir con creces su cometido.
Es aquí donde volvemos sobre el tema de la supuesta supremacía nuclear estadounidense. Concretamente todo gira en torno a la capacidad, recientemente adquirida, de todos los componentes de su triada nuclear (silos de misiles, bombarderos y submarinos nucleares) para ejecutar ataques de contrafuerza de gran precisión. Estar en disposición de destruir objetivos muy difíciles por estar altamente protegidos, lo que también se conoce como capacidad HTK (del inglés Hit to Kill, golpear para matar o destrucción por impacto directo), es el gran sueño de todo estratega militar. Hasta hace no mucho los que se pueden considerar como los componentes más letales de la triada, los submarinos equipados con misiles balísticos SLBM, carecían de capacidad HTK. Esto era así porque, para poder aproximarse a las costas enemigas y lanzar un ataque sorpresivo ante el que difícilmente se pudiera reaccionar, estos poderosos sumergibles debían operar en inmersión efectuando sus lanzamientos mientras permanecían en movimiento. No es lo mismo lanzar un misil mientras estás parado flotando en la superficie que hacerlo a varias decenas de metros bajo el agua y navegando, razón por la cual esta segunda clase de lanzamiento era mucho menos preciso y por ello no resultaba tan efectivo para ejecutar ataques HTK de contrafuerza. Sin embargo y como hemos dicho esto era hasta hace bien poco. Porque ahora todos los submarinos estadounidenses armados con misiles SLBM se han modernizado equipando una tecnología, conocida coloquialmente como "súper-fuses", que les permite alcanzar objetivos con absoluta precisión incluso cuando disparan bajo el agua y moviéndose. De esta manera la capacidad HTK de las fuerzas nucleares estadounidenses ya es total, puesto que ya la tenían sus grandes bombarderos estratégicos (como los formidables B-2 Spirit, dotados de tecnología stealth o sigilosa ante el radar) y, por supuesto, sus misiles ICBM de largo alcance protegidos en silos fortificados. Ninguna otra nación hasta el momento ha desarrollado semejante capacidad para golpear con armas nucleares, y con precisión quirúrgica, a su adversario.
Todo esto da para temer que las agoreras predicciones de Noam Chomsky, en referencia a que con Trump como presidente la guerra nuclear es mucho más que una vaga posibilidad, sean realmente ciertas. Pero detengámonos un momento a plantearnos una serie de cuestiones, echando un vistazo primero al arsenal nuclear ruso en 2010 que aparece resumido en el cuadro de más arriba, hoy por hoy seguramente actualizado. Bien, según parece la capacidad HTK en ataques de contrafuerza sigue fuera de su alcance para parte de sus fuerzas, pero si observamos los nuevos desarrollos vemos que los rusos han realizado importantes esfuerzos en los últimos tiempos. Los nuevos misiles ICBM (de lanzamiento terrestre) SS-27 Topol-M y RS-24 Yars, así como los SLBM (de lanzamiento desde submarinos) SS-N-32 Sineva y Bulava-30, no sólo cuentan con alcances efectivos de entre 8.000 hasta casi 13.000 kilómetros (por lo que pueden realizar toda suerte de recorridos alternativos para alcanzar sus objetivos), sino que además cuentan con ojivas múltiples que equipan nuevas tecnologías que hacen muy difícil interceptarlas. Estas MIRV (del inglés Multiple Indenpedently Reentry Vehicle, vehículo de reentrada múltiple e independiente) poseen una capacidad devastadora inimaginable como armas a emplear en una ataque de contravalor lanzado como represalia. Los misiles anteriormente citados podrían equipar entre 6 y 12 ojivas nucleares, cada una de ellas capaz de aniquilar un objetivo independiente. Y es más, están diseñados para superar el tan cacareado escudo antimisiles que la OTAN está desplegando tanto en Europa como en el Extremo Oriente. Esto es así porque los motores-cohete alcanzan velocidades muy altas en sus etapas iniciales para reducir el tiempo de trayecto a cotas altas, cuando el misil es más vulnerable a la intercepción, porque éste dispone de señuelos y contramedidas para burlar la defensas enemigas y, muy especialmente, porque las nuevas ojivas desarrolladas son altamente maniobrables y pueden descender zigzagueando hacia sus objetivos, lo que complica muchísimo deducir su trayectoria e interceptarlas. Tan sólo hay que imaginar el daño que podría llegar a provocar uno solo de estos misiles, dotado por ejemplo de una decena de ojivas termonucleares de algo más de un megatón de potencia, atacando las principales áreas urbanas de un país como España. En este caso la precisión importa más bien poco, porque la misma devastación provocaría una de estas ojivas si, apuntando como blanco a la Plaza Mayor en pleno corazón de Madrid, se desviara y detonara en la periferia de la villa de Vallecas (a unos 12 kilómetros de distancia).Pero las complicaciones a la hora de defenderse de un ataque de contravalor sólo acaban de comenzar. Para entender esto último es necesario señalar las diferencias existentes entre el arsenal estadounidense y el ruso. Sin tener en cuenta el elemento menos determinante de la triada nuclear, las flotas de bombarderos (todo y que la norteamericana está más desarrollada), el hecho diferencial es que Estados Unidos decidió reforzar su capacidad ofensiva haciendo hincapié en los submarinos armados con misiles SLBM, mientras que Rusia ha desarrollado mucho los sistemas terrestres basados en plataformas móviles, ya sea sobre vehículos autopropulsados o bien montadas sobre vagones de tren. Submarinos y rampas de lanzamiento móviles tienen en común una cosa muy importante, su potencial se basa en que se trata de sistemas con capacidad para trasladarse de un sitio a otro y, por ello, el adversario puede desconocer la ubicación exacta desde donde efectuarán sus lanzamientos. Mención especial merece la plataforma todoterreno MZKT-79221, diseñada para montar rampas de lanzamiento para los misiles Topol-M y RS-24. Este formidable vehículo blindado de 16 ruedas puede moverse por terrenos sumamente difíciles y accidentados, tales como bosques, áreas pantanosas o zonas de montaña, por lo que puede desplazarse por cualquier punto de la interminable geografía rusa hasta alcanzar los lugares más remotos e insospechados para efectuar un ataque. De hecho el tamaño del vehículo da para esconderlo en un almacén o nave corriente, dificultando así todavía más su localización. A esto hay que sumar las plataformas ferroviarias de lanzamiento, otro sistema por el que Moscú ha apostado muy fuerte, ya que la red de líneas férreas rusa alcanza los 128.000 kilómetros y cuenta con más de medio millón de vagones de carga, algo que viene muy bien para ocultar rampas para misiles ICBM que, de entrada, no se distinguen en nada de un vagón para trasporte de mercancías corriente. Todos estos sistemas son sin duda una auténtica pesadilla para todo estratega militar que quiera evitar una represalia nuclear. Parece claro que la capacidad HTK estadounidense alcanzaría para destruir, sino la totalidad, la inmensa mayoría de los silos de misiles rusos, enclaves fijos de lanzamiento ¿Pero qué hacer con todas estas rampas móviles que pueden permanecer ocultas en casi cualquier parte? Para impedir que varias de ellas efectúen ataques de contravalor precisas primero descubrir dónde se esconden y hacerlo antes de que lancen sus misiles. Demasiado terreno para peinar y seguramente poco tiempo para hacerlo; lo titánico de la tarea salta a la vista de inmediato.
Arriba sistemas rusos de rampas de lanzamiento móviles. Sobre vehículos todoterreno (izquierda) y ocultos
en vagones de trenes que aparentan ser de mercancías (derecha).
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Luego, claro está, tenemos a los submarinos. Como plataformas móviles de lanzamiento son probablemente las armas más formidables jamás creadas por el ser humano, pues uno solo de ellos tiene una capacidad de destrucción difícil de imaginar al ir equipado con entre una y dos docenas de misiles SLBM de ojiva múltiple. Ya hemos dicho que los sumergibles son la baza principal de las fuerzas nucleares estadounidenses y que, de momento, los de la flota rusa carecen de capacidad HTK. Pero esto no los hace menos peligrosos, muy especialmente cuando hablamos de ataques de contravalor. Mención especial merecen los nuevos sumergibles nucleares clase Yasen multipropósito (que pueden actuar tanto como submarinos de ataque como estratégicos) y clase Borei, estratégicos y con capacidad para portar más misiles SLBM que sus predecesores. Ambas clases pueden navegar en inmersión de manera sigilosa a velocidades cercanas a los 30 nudos, lo que los hace más difíciles de detectar. Basta decir que, sólo los tres submarinos de la clase Borei actualmente en servicio (puesto que a principios de la década de 2020 está previsto que ya sean ocho), arman en conjunto un total de 48 misiles Bulava-30 con un total de casi medio millar de ojivas. Demasiada potencia destructiva es esa y eso sin contar con el potencial del resto de la flota. Teniendo en cuenta además que los submarinos rusos gustan de guarecerse en sus bastiones de las aguas heladas del Ártico y el acotado mar de Ojotsk, allí donde a la fuerza aérea y a los submarinos de ataque de Estados Unidos les resultaría mucho más difícil darles caza (puesto que quedarían a tiro de las defensas enemigas), queda claro que resultaría imposible garantizar la eliminación total de semejante amenaza. Vistas sus capacidades, ¿qué ocurriría si solamente uno de estos sumergibles sobreviviera y contraatacara lanzando todos sus misiles como represalia?
En la fotografía el sistema de misiles "Kalibr", también
conocido como "Club-K", camuflado dentro de un
contenedor.
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Una imagen vale más que mil palabras. Aquí las comparaciones entre el poder destructor de distintos artefactos nucleares. Las primeras armas atómicas, como las que fueron arrojadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, resultan ciertamente insignificantes frente a las bombas termonucleares como la B83. Mucho más ante sobrecogedores artefactos experimentales como la "Tsar Bomba" (bomba del zar) de 50 megatones, detonada por los soviéticos en octubre de 1961 sobre el archipiélago ártico de Nueva Zembla y cuya onda expansiva causó destrozos en un radio de ¡hasta 900 kilómetros!
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Con todo a algunos les puede quedar el consuelo de que la combinación de los sistemas de satélites de alerta temprana (que detectan desde el espacio las estelas dejadas por misiles balísticos evolucionando a cotas muy altas) y los escudos antimisiles, como el muy publicitado THAAD norteamericano, serviría para impedir el holocausto de un ataque de contravalor. Sin embargo su eficiencia, especialmente la de los sistemas antimisiles, queda en entredicho cuando deben enfrentarse a misiles crucero que maniobran a gran velocidad y a cotas muy bajas o cuando deben interceptar ojivas "inteligentes" que zigzaguean constantemente en su aproximación al objetivo. No olvidemos que los sistemas THAAD están pensados para destruir la amenaza por impacto directo, puesto que carecen de cabeza explosiva y se valen de la energía cinética resultante de la velocidad que alcanzan. La propia entrada referente a estas defensas en Wikipedia ya indica que tienen "una capacidad limitada contra misiles balísticos intercontinentales" (y esto haciendo referencia a los ICBM más antiguos, no a los sistemas recientemente desarrollados). Según algunos analistas, toda la publicidad que se le está dando al escudo antimisiles de la OTAN, esconde tras de sí una operación de marketing del complejo industrial-militar estadounidense para cerrar contratos multimillonarios que llenen los bolsillos de los inversores (puesto que estas armas son muy caras), más que a una posibilidad real de hacer frente a las capacidades de contraataque de una potencia como Rusia.A parte de todo eso resulta especialmente importante señalar que los dos grandes adversarios globales de Estados Unidos, Rusia y China, no disponen en estos momentos de sistemas fiables que los mantengan a salvo de un primer ataque preventivo de contrafuerza, tampoco de uno de contravalor. Los viejos satélites soviéticos de alerta temprana, el Sistema OKO-1 desarrollado a finales de la década de 1970, han quedado obsoletos y poco a poco están siendo sustituidos por el más moderno grupo de satélites EKS clase Tundra (o Kosmos según la terminología rusa). El segundo de ellos fue lanzado el pasado 25 de mayo desde el cosmódromo de Plesetsk (ver esta entrada del portal Naukas) y se supone que hay otros cuatro en fase de fabricación o, cuanto menos, está previsto el inicio de la misma para que todo el grupo esté operativo antes de 2025. Sin embargo los incidentes y problemas en el programa lo han ido retrasando bastante. De hecho el primero de estos satélites estaba previsto que entrara en servicio antes de 2010, pero no pudo efectuarse el lanzamiento hasta finales de 2015, por lo que con toda seguridad la previsiones iniciales quedarán lejos de cumplirse. Esto deja a los rusos por el momento con un sistema de alerta temprana incompleto y por tanto deficiente, pero mucho más llamativo es el hecho de que los chinos ni tan siquiera se hayan planteado disponer de algo similar, por lo que carecen por completo de la capacidad de prevenir ataques nucleares preventivos.
¿Qué es lo que ocurre? ¿Acaso los chinos son unos completos inconscientes y la desidia puede a los rusos? ¿O se trata más bien de falta de capacidades financieras para poder implementar estos programas, simple y pura impotencia? En el caso del gigante asiático hay que tener en cuenta además que su arsenal nuclear, unas 260 ojivas activas declaradas el pasado año, resulta modesto si lo comparamos con el norteamericano y el ruso. China es sin embargo, junto a estas otras dos grandes potencias, el único país que también dispone de una triada nuclear y, en los últimos tiempos, ha realizado enormes esfuerzos para modernizar su armada, fuerzas aéreas y sistemas de misiles. En el caso de los misiles balísticos los nuevos ICBM de la clase Dongfeng, DF-31 y 31A y DF-5 de ojiva múltiple, tienen un rango del alcance comprendido entre los 7.000 y los 13.000 kilómetros. En la práctica esto hace que cualquier punto de Europa o Norteamérica quede a su alcance. Y esto ha de ser tenido muy en cuenta porque, al igual que Moscú, Beijing está muy interesado en desarrollar sistemas de lanzaderas terrestres móviles, mucho más difíciles de contrarrestar como ya hemos visto. A esto hay que unir los SLBM de la clase Ju Lang JL-2, también con capacidad para portar ojivas múltiples, que recientemente han entrado en servicio para equipar a los modernos submarinos estratégicos Clase 094 chinos, más sigilosos y potentes que sus predecesores. El alcance de estos misiles se encontraría en un rango de entre 7.000 a 8.000 kilómetros. Y por el último también hay que prestar atención a los nuevos misiles crucero como el DH-10, de características similares a los Tomahawk estadounidenses y por ello con capacidad para portar ojivas nucleares. Al parecer, existe una versión de este misil adaptada para ser disparada desde los bombarderos chinos clase H-6 que podría llegar a tener un alcance de unos 3.300 kilómetros, por lo que su rango de actuación se amplía enormemente.
Arriba interesante infografía que muestra el alcance de los distintos misiles balísticos chinos. Los ICBM más avanzados pueden alcanzar casi cualquier punto del globo, a excepción de la Antártida y la mitad más meridional de Sudamérica. Todo Estados Unidos se encuentra a tiro.
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En resumen, ¿qué significa todo esto? Bien, como hemos visto la capacidad HTK total de Estados Unidos alcanzaría para, en un escenario muy favorable (y hay que insistir en eso), destruir más del 90% o incluso hasta el 95% de las fuerzas nucleares rusas y chinas en un primer ataque de contrafuerza. Pero incluso así el remanente de misiles que sobreviviría sería más que suficiente para lanzar una represalia de contravalor catastrófica que arrasara una parte importante de las áreas urbanas de Norteamérica dejando un saldo de millones o decenas de millones de víctimas, por mucho que los sistemas de alerta temprana y el más que cuestionable escudo antimisiles lograran interceptar algunas de estas armas. Y esto bien lo saben en Moscú y Beijing, que para eso llevan años preparándose para asegurarse de que, todo aquel que decida atacarles, termine luego arrepintiéndose con creces. En un ataque de contravalor unas pocas armas nucleares pueden causar un daño inmenso sobre objetivos desprotegidos, incluso si las estructuras de mando del enemigo han sido destruidas. En ese sentido se sabe que Rusia todavía mantiene operativo y actualizado el Sistema Perimetr, también conocido como "la opción de la mano muerta", heredado de la época de la Guerra Fría. Dicho sistema garantiza el lanzamiento automático de misiles balísticos sin necesidad de intervención humana, precisamente porque está pensado como última opción de represalia en caso de que un ataque nuclear acabe por completo con el gobierno y el Estado Mayor y la cadena de mando quedara por completo truncada.En conclusión, ¿qué halcón ultraliberal de Washington tendría los bemoles suficientes como para arriesgarse en una conflagración nuclear pensando que ahora Estados Unidos es muy superior en ese sentido? A no ser que estén dispuestos a ver como su país queda destruido, algo que de entrada no tiene demasiado sentido, dudo que nos encontremos con muchos. Siempre puede haber algún que otro tarado suelto por ahí, y puede que el señor Trump sea uno de ellos, pero creo que al menos por el momento Estados Unidos es todavía un país lo suficientemente serio y con unas estructuras sociales y políticas lo bastante sólidas como para frenar a los fanáticos descerebrados al estilo de Adolf Hitler, por ejemplo. El peligro estribará en que llegue el día en que deje de serlo, quizá porque sus élites contemplen con frustración el fin del sueño de la unipolaridad, en el que han vivido hasta el presente, y los temerarios ganen terreno ante el imparable ascenso de China y los crecientes desafíos planteados por Rusia. Algunos indicios alarmantes hay ya. Porque si una cosa está clara es que, se mire por donde se mire, las guerras nucleares NO LAS GANA NADIE y la humanidad entera sale perdiendo en su conjunto. Esto hace tiempo que lo entendieron los estrategas militares que durante años se devanaron los sesos imaginando todos los escenarios posibles, por si existía alguno que pudiera dar cierta ventaja a cualquier contendiente. En la mítica película de los 80 "Juegos de Guerra" (War Games, 1983), protagonizada por Matthew Broderick, la supercomputadora de Defensa WROP termina comprendiendo, justo al final, el concepto de Destrucción Mutua Asegurada y por ello la imposibilidad de salir airoso de semejante enfrentamiento. Por mucho que se trate de una ficción cinematográfica, si una máquina puede comprender algo así, ¿por qué no habría de entenderlo cualquiera de nosotros?
Artículo escrito por: El Segador
Para saber más:
Dándole sentido a la amenaza de las "súper-fuses" (El espía digital).
La ilusión del escudo antimisiles (Biblioteca Pléyades).
Estrategia de las armas Nucleares (Wikipedia).
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