Tiempo de mediocres

¿Nos merecemos a la clase política que tenemos o son más bien ellos los que no están a la altura de la ciudadanía que los elige? Ya no se trata sólo de asuntos "domésticos" como por ejemplo formar un nuevo gobierno, sino también del silencio cómplice y cobarde de Europa entera ante la amenaza de devastación nuclear que se cierne sobre ella.


Pronto Europa volverá a llenarse de misiles nucleares y nadie nos ha
preguntado si los queremos. Aunque por lo visto tampoco a nadie le
importa.
     No seré yo el único que piense que el pasado 28 de abril los españoles lo dejamos bien claro, los datos históricos de participación en las elecciones generales (por encima del 75%) así lo atestiguan. Fuimos muchos (porque en esto me incluyo) los que acudimos a votar con intención de frenar la amenaza de la extrema derecha cavernaria y retrógrada, que pretendía hacernos involucionar varias décadas de golpe para mayor gloria de ellos mismos y sus amigotes (porque todos sabemos que el país siempre les importó una mierda). Y acudimos a votar también porque queríamos un gobierno progresista dispuesto a defender y ampliar nuestros derechos y libertades, con sensibilidad social y que antepusiera el sentido de Estado al partidismo y la crispación como arma política arrojadiza. Después de todo exigimos soluciones para nuestros problemas cotidianos, elegimos a los políticos que queremos que nos representen precisamente para eso, no para terminar empantanados en conflictos estériles que se podrían haber solucionado fácilmente empleando más mano izquierda (y esto no es sólo un decir).

     Y precisamente por eso las pasadas elecciones generales una importante mayoría de españoles eligieron opciones de izquierdas para que les representaran. Los resultados electorales no dejan lugar a dudas. El conjunto de las izquierdas cosechó cerca de 13 millones de votos, eso sin contar con ciertas formaciones que no obtuvieron representación parlamentaria como PACMA, pero que aun así reunió más de 300.000 votos, y partidos conservadores como el PNV o JxCAT, que en las circunstancias actuales jamás se alinearían con las derechas ultranacionalistas españolas. Por su parte dichas derechas, el "trifachito" formado por PP, Ciudadanos y VOX, obtuvo algo más de 11 millones de votos, quedando claramente por detrás en su conjunto. Obviamente ningún partido se acercó siquiera al número de escaños necesario para la mayoría absoluta, razón por la cual la lógica indicaba que sería necesario llegar a acuerdos o coaliciones para formar el consiguiente gobierno de izquierdas. Nadie discutía quién debía encabezarlo y, al respecto, la misma noche electoral fue la propia militancia socialista la que se lo dejó bien claro a Pedro Sánchez a las puertas de la sede del partido. No especificaron con quién quería que gobernase, pero le gritaron a la cara repetidas veces con quién no querían que llegase a ningún tipo de acuerdo. La ciudadanía habló alto y claro, y no solo a las puertas de Ferraz, sino también en los colegios electorales de toda España. Habíamos dicho lo que queríamos para nuestro país y ahora les tocaba a los políticos ponerse a trabajar para hacerlo posible, ya que para eso los elegimos y les pagamos (muy bien por cierto).

     Los días posteriores al 28-A todo el mundo parecía tenerlo bastante claro, habría gobierno socialista con el apoyo de Unidas Podemos y algunos otros puntuales, lo que quedaba por definir era la fórmula (coalición con miembros de ambas formaciones repartiéndose las carteras o apoyo desde fuera de los podemitas). Es por esto que muchos no entendemos lo que está pasando últimamente. Conforme van pasando las semanas lo único que tenemos claro es que no hay nada claro y el fantasma de la repetición electoral asoma cada vez con más frecuencia. Pedro, Pablo, no os votamos para esto. Os votamos para que formarais un gobierno progresista, no para ofrecer el lamentable espectáculo de patio de colegio que habéis ofrecido estos días. Como dos niños llevados al despacho del director por su mal comportamiento descargan la responsabilidad de lo sucedido en el otro; un pueril "yo no he sido, la culpa es de él". Aspirar a gobernar exige mayor altura de miras y no enrocarse en tacticismos y órdagos para ver quién puede más y consigue salirse con la suya. Quién sabe, quizá no estén preparados para la responsabilidad que les ha sido encomendada. Quizá estén recibiendo demasiadas presiones de uno u otro tipo, pues incluso he oído por ahí que a la mismísima Casa Real no le haría ninguna gracia ver a miembros de Unidas Podemos en el gobierno (lo cual no me extrañaría lo más mínimo dada la retrógrada y muy elitista mentalidad del Borbón). O simplemente tal vez se deba a la mala relación personal entre ambos líderes políticos, dos gallitos en un mismo corral, en cuyo caso que le dejen el peso de la negociación a otros. Porque coquetear con unas nuevas elecciones es sencillamente un insulto a todos los votantes de izquierdas que el pasado mes de abril depositaron su confianza en las urnas. Ya votamos aquel día 28, haced el favor de no ser tan mediocres y mostrar el coraje e independencia suficientes como para llevar a cabo lo que os pedimos.

     Y si los líderes de la izquierda no tienen la madurez suficiente como para responsabilizarse del país como corresponde, ¿quién la tiene? Yéndonos al otro extremo del espectro político la cosa es por supuesto mucho peor. No hablemos ya de la jauría humana de VOX, que aparte de agitar banderitas, saludar con el brazo en alto, insultar y amenazar, ya ha demostrado que poco más de provecho sabe hacer (a no ser que sea para su propio y exclusivo provecho, claro está). Tampoco de esa organización criminal llamada Partido Popular, artífice de infinidad de corruptelas y con muchos de sus miembros pasando por los tribunales y entrando y saliendo de la cárcel. Centrémonos un poco en los que hasta ahora eran el ojito derecho del IBEX 35, los niñatos mimados de Ciudadanos, que siguen tomando a media España por idiota negando la evidencia de sus pactos con VOX. Quién sabe, quizá piensen que no tenemos ojos ni cerebro. El último esperpento para llamar la atención y que todos les hiciéramos caso, pues ya habían perpetrado provocaciones similares en Euskadi y Navarra, lo protagonizaron Arrimadas y sus secuaces durante la marcha del Orgullo en Madrid el pasado fin de semana. La una y los otros no acudieron a conmemorar el 50 aniversario del inicio de la lucha por los derechos LGTBI, ni tampoco a reivindicar a las figuras pioneras en nuestro país de dicha lucha, pues de eso iba la celebración. Acudieron únicamente a reivindicarse a sí mismos, a insultar a la cara y despreciar al resto de asistentes y a lloriquear después ante las cámaras en un patético ejercicio de victimismo.

     Una vez más, ¿para qué nos va servir gente así cuando debamos solucionar problemas realmente serios? De un tiempo a esta parte puedo comprobar cómo, una generación tras otra, nuestra clase política va alcanzando cotas crecientes de mediocridad. Casi como si de una competición se tratase, hay que superar a tus predecesores en ese sentido. En esta línea involutiva la política seria ha sido sustituida por el postureo, el afán de protagonismo, los cálculos a muy corto plazo y los "zascas" en las redes sociales. Personas adultas que parecen comportarse como niños. Así no vamos a ninguna parte ¿Acaso no hay ejemplos a seguir? Sí los hay, precisamente en la Comunidad Valenciana donde resido. El recientemente renovado Pacto del Botànic demuestra claramente que una coalición de partidos de izquierdas puede funcionar, como también que es posible gobernar sin estridencias y con una gestión medianamente responsable. Lo mismo se puede decir del también renovado consistorio de la ciudad de Valencia, que se cogobernará gracias a un acuerdo entre Compromís y PSPV. Quién nos ha visto y quién nos ve. En los años del PP Valencia era sinónimo de corrupción, despilfarro y proyectos faraónicos de cara a la galería, que escondían tras de sí inmensos agujeros contables y miserias tales como miles de niños y chavales estudiando en barracones. Ahora, a pesar de los ladridos de la derecha, las cuentas están infinitamente más saneadas, hay transparencia y, sobre todo, otra forma de hacer política alejada de las prácticas caciquiles del pasado. Unos cuantos tantos a favor de los Puig, Baldoví, Oltra y Ribó.

     A estas alturas más de uno se estará preguntando qué relación guarda la foto de cabecera, que muestra unos misiles, con todo lo anterior. Pues bien, en referencia a este tiempo de mediocres que vivimos, no debemos olvidar que el actual líder de eso que una vez se llamó "el mundo libre" (cada vez menos libre) es un tipejo que parece gobernar a golpe de tweet y que tiene como asesor de Seguridad Nacional a un psicópata desquiciado llamado John Bolton. Este último tiene la delirante fantasía húmeda de que se podría ganar una guerra nuclear, razón por la cual está más que empeñado en empujarnos a todos, y muy especialmente a los europeos, hacia el abismo. Tal y como explica Rafael Poch de Feliu en su artículo El discreto entierro del INF, la reciente cancelación unilateral de dicho acuerdo por parte de Estados Unidos, supone enterrar las políticas de desarme nuclear que pusieron fin a la Guerra Fría, razón por la cual volvemos a una era de confrontación pura y dura con Rusia. En la práctica esto supone desplegar de nuevo centenares, puede que miles, de armas nucleares por toda Europa, a lo que Moscú responderá lógicamente desplegando sus arsenales respectivos apuntando hacia nosotros. Algo súper tranquilizador.

     ¿Se ha escuchado algo sobre esto en los principales medios de persuasión al servicio del stablishment? Poco o nada, mejor pasar de puntillas sobre el tema para no alterar a la gente. En un principio, pues de la suspensión del INF ya se sabía desde el año pasado, la clase política europea mostró su malestar y preocupación. Han ido pasando los meses y del malestar se ha pasado a la resignación, una Europa cobarde rendida a los pies del Tío Sam se encoge de hombros aceptando que "esto es lo que hay". Como si no se pudiera hacer nada más. Hasta la clase política alemana y su canciller Angela Merkel, implacables e inflexibles a la hora de meter en cintura a la pequeña e indefensa Grecia, han agachado mayormente la cabeza y callado ante los planes de Trump de llenar su país otra vez con misiles nucleares. La mediocridad no es algo exclusivo de tierras hispánicas, se extiende por todo el continente y sale en seguida a la luz cuando toca dar la cara para defender lo que de verdad importa. Ya sabemos que, en lo que respecta al INF, nuestros políticos no lo van a hacer. En referencia a las derechas españolas ya sabemos que, en este sentido, no podemos esperar absolutamente nada de ellas (como sucede en casi cualquier otra materia) ¿Pero y los dirigentes socialistas y podemitas? ¿Han tratado el asunto del INF en algún momento? Pues ni se sabe, pero al menos que yo haya visto ese hecho no ha trascendido a la opinión pública. Tal vez el tema no les preocupa, centrados como están en sus cosas.

     Pero el estado de apatía e indiferencia generales ante un potencial holocausto nuclear no es exclusivamente culpa de la clase política. En las pasadas décadas de los 70 y 80, con la Guerra Fría todavía "caliente", media Europa se movilizó decidida por la paz y por el desarme nuclear. Eran muchos y muchas los que no estaban dispuestos a callarse, a pagar los platos rotos del enfrentamiento entre dos superpotencias. Aquel movimiento de protesta tan extendido, tan contestatario, tuvo su impacto en la sociedad de la época, pues visibilizaba el malestar de la población ante los despliegues nucleares en el continente. Desde Gran Bretaña a la antigua Alemania occidental, donde los Verdes no eran ni mucho menos los estómagos agradecidos acomodados en sus sillones institucionales que ahora son, el movimiento pacifista y antinuclear alzaba su voz alto y claro a diario. Qué duda cabe que sus protestas tuvieron repercusión en las esferas del poder, pues todo el mundo era consciente de la terrible amenaza que se cernía sobre Europa ¿Qué decir de lo sucede ahora? Los medios no informan y la ciudadanía ni se preocupa, como si no pasara nada de nada cuando es todo lo contrario ¿Donde están las protestas en contra del inminente despliegue nuclear? Casi nadie es verdaderamente consciente de lo que está sucediendo ¿A qué tanta indolencia? Tal y como señala Rafael Poch en el artículo antes citado, quizá es que la mayoría de la gente anda mucho más interesada en descargarse la última serie de moda, o puede que también en subir muchas fotos chulas y poner muchos "me gusta" en su red social favorita. Somos una mediocre sociedad interconectada de individuos solitarios, volcados en exclusiva sobre nuestros dispositivos digitales, pero dando la espalda a la realidad.

     En su artículo De Homo erectus a Homo absortus, Renán Vega Cantor, llama la atención sobre un hecho a la vez ridículo y preocupante. Son muchas las personas que se accidentan estúpidamente a diario (tropezando, cayendo, siendo atropelladas, etc.) por culpa de andar distraídas mirando sus teléfonos móviles o por hacerse selfies en el lugar o momento inadecuados. Algunos de estos accidentes tienen resultados mortales y parece que es un fenómeno que va en aumento. Hemos involucionado del Homo sapiens al Homo absortus, una nueva especie condenada a caminar si saber por dónde diablos va, pues es incapaz de alzar la vista de la condenada pantallita que tiene en sus manos. Nuestros antepasados dirigían su mirada hacia el cielo, hacia las estrellas, y a partir de ahí surgieron seguramente las grandes preguntas. Nosotros somos incapaces de levantar la vista y mirar al frente, ensimismados en nuestro universo virtual e incapacitados para ver más allá de nuestras narices. Una legión de mediocres a la que tal vez le sorprenda una lluvia mortal de misiles mientras anda absorta con su teléfonos móviles.




Juan Nadie



Nota: debo reconocer que yo también he de incluirme en esa mediocre legión de "absortos". Hace cosa de un par de años tuve un accidente muy tonto, pero bastante serio, por ir mirando el móvil por la calle sin fijarme por donde iba. Tropecé con un bolardo y caí en mala postura, dando como resultado que me fracturé la cabeza del radio (un hueso del antebrazo) por varios sitios y fue necesaria una intervención quirúrgica para reconstruirla. Estuve dos meses de baja y el brazo izquierdo, todo y que recuperado, me sigue doliendo de vez en cuando. Desde entonces procuro detenerme si tengo que sacar el móvil y mirarlo en la calle.                   

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