En ocasiones la brevedad muestra con claridad lo que un discurso interminable termina por ocultar. Hay hechos concatenados que van más allá de la mera coincidencia, y hoy queremos nutrir la reflexión de nuestros lectores poniendo la cronología inicial de la invasión de Afganistán junto a la evolución del cultivo de opio en esta región del globo. Que cada cual juzgue por sí mismo y bucee si lo desea en la información que al respecto encontrará en la web y en bibliografía especializada. Cada vez más la información y el análisis se encuentran más allá de los medios tradicionales.
El 11 de septiembre de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas, el pueblo estadounidense sufrió en propias carnes la barbarie. Muertos, heridos, familias quebradas... Semanas después, el 7 de octubre de ese mismo año, comienza la invasión de Afganistán. Como muestra la gráfica siguiente, la producción de opio en el 2001 había experimentado una reducción muy brusca respecto a los niveles anteriores. Si en el año 2000 se destinaban 82.000 hectáreas al cultivo de la adormidera, un año después los productores de opio apenas contaban con 8.000, un descenso drástico superior al 90 %.
En el 2002, la infantería estadounidense, británica y canadiense se despliega en el país afgano. La producción de opio experimenta una recuperación espectacular, siendo el número de hectáreas cultivadas diez veces superior al del año previo, momento del desplome de la producción y de la injerencia militar liderada por USA. En apenas un año la producción vuelve a niveles anteriores e inicia la senda del crecimiento hasta triplicarse una década después.
Algunos analistas minimizan la correlación entre la ocupación militar del país y el incremento del cultivo de amapola y destacan, sin embargo, otros factores que sin duda inciden en este fenómeno, tales como la pobreza crónica, el carácter histórico del cultivo, la sequía, la corrupción generalizada o la falta de estructuras de estado eficientes para la lucha contra el narcotráfico. Unos ven en la subida de la producción un efecto colateral del conflicto: la guerra de las fuerzas angloamericanas contra los talibanes habría dado un respiro a los narcos y sus redes de corrupción, menos controlados ahora por las fuerzas de seguridad del país, absorbidas por la guerra.
Sin embargo, otros enfoques sostienen la hipótesis de una estrecha correlación entre la presencia militar estadounidense y el aumento de la producción de opio. Basándose en indicios que conectan el opio afgano con los servicios de inteligencia estadounidenses y paquistaníes, los hay que van más lejos y afirman que entre los objetivos de la invasión de Afganistán se contaba la necesidad de relanzar el mercado del opio y sus derivados. Lo cierto es que un mero vistazo a la gráfica despierta la sospecha.
El 11 de septiembre de 2001, con el ataque a las Torres Gemelas, el pueblo estadounidense sufrió en propias carnes la barbarie. Muertos, heridos, familias quebradas... Semanas después, el 7 de octubre de ese mismo año, comienza la invasión de Afganistán. Como muestra la gráfica siguiente, la producción de opio en el 2001 había experimentado una reducción muy brusca respecto a los niveles anteriores. Si en el año 2000 se destinaban 82.000 hectáreas al cultivo de la adormidera, un año después los productores de opio apenas contaban con 8.000, un descenso drástico superior al 90 %.
En el 2002, la infantería estadounidense, británica y canadiense se despliega en el país afgano. La producción de opio experimenta una recuperación espectacular, siendo el número de hectáreas cultivadas diez veces superior al del año previo, momento del desplome de la producción y de la injerencia militar liderada por USA. En apenas un año la producción vuelve a niveles anteriores e inicia la senda del crecimiento hasta triplicarse una década después.
Algunos analistas minimizan la correlación entre la ocupación militar del país y el incremento del cultivo de amapola y destacan, sin embargo, otros factores que sin duda inciden en este fenómeno, tales como la pobreza crónica, el carácter histórico del cultivo, la sequía, la corrupción generalizada o la falta de estructuras de estado eficientes para la lucha contra el narcotráfico. Unos ven en la subida de la producción un efecto colateral del conflicto: la guerra de las fuerzas angloamericanas contra los talibanes habría dado un respiro a los narcos y sus redes de corrupción, menos controlados ahora por las fuerzas de seguridad del país, absorbidas por la guerra.
Sin embargo, otros enfoques sostienen la hipótesis de una estrecha correlación entre la presencia militar estadounidense y el aumento de la producción de opio. Basándose en indicios que conectan el opio afgano con los servicios de inteligencia estadounidenses y paquistaníes, los hay que van más lejos y afirman que entre los objetivos de la invasión de Afganistán se contaba la necesidad de relanzar el mercado del opio y sus derivados. Lo cierto es que un mero vistazo a la gráfica despierta la sospecha.
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