Cuando retorcemos las matemáticas hasta llevarlas al absurdo con el objeto de introducir ciertos dogmas ideológicos, para hacerlos pasar por verdades contrastadas y así justificar determinadas políticas, entramos en el terreno de la economía paranormal. Es ahí donde el rigor desaparece por completo dando paso a la demagogia y los disparates.
Esta gráfica muestra una clasificación de países en función del llamado "índice de miseria". Dicho indicador es de uso frecuente en publicaciones de marcado corte neoliberal y, supuestamente, cuanto mayor sea más deteriorado se encontrará económica y socialmente el país en cuestión. No obstante las conclusiones de semejante ranking casi invitan a reírse a carcajadas, pues indicarían que la "miseria" es mayor en España que en la India, Brasil o China (Fuente: todanoticia.com).
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¿De dónde diablos sale la desopilante gráfica que vemos más arriba? Su construcción no es algo especialmente complicado, ya que el llamado "índice de miseria" se obtiene sumando, para un país concreto, las tasas desempleo con la inflación, que como todos sabemos mide el aumento generalizado de los precios de bienes y servicios de consumo. Ambos parámetros suelen venir expresados en cifras porcentuales, por lo que de entrada no hay problemas a la hora de agruparlos así sin más. El "índice de miseria" puede parecer un buen indicador para analizar la situación económica y social de un país. Resulta lógico pensar que si el desempleo es muy elevado y la inflación también, la cosa es especialmente preocupante. Para reforzarlo ahí tenemos a la infame Venezuela, ocupando un destacado segundo puesto en cuanto a miseria, pues ya en 2011 padecía una inflación por completo desbocada, si bien en cuanto a desempleo tampoco parecía que estaba tan mal. Que todo son desgracias en el país latinoamericano bien lo sabemos, que para eso tenemos a todos nuestros independientísimos y muy rigurosos medios de comunicación recordándonoslo las 24 horas del día los 365 días al año.
Pero volvamos sobre la gráfica ¿No hay ciertas posiciones en tan peculiar ranking que llaman la atención? Bueno sí, ahí tenemos a España ocupando una nada desdeñable sexta posición, puesto que nuestras tasas de desempleo no son precisamente para ir por ahí sacando pecho. Según los analistas de la "Unidad de Inteligencia Económica" de la prestigiosa publicación The Ecomomist, la "miseria" por estos lares es una lacra que golpea con mucha mayor dureza que en Rusia, Brasil, la India o China. La crisis nos ha hecho mucho daño, nadie puede negarlo pero, ¿de verdad aquí estamos peor que en todos esos países que ocupan posiciones mucho más bajas en el ranking?
Vamos a comparar, por ejemplo, a España con Brasil, una de esas potencias emergentes que, según el "índice de miseria", ocuparía el puesto 45 de un total de 92, más o menos a mitad de tabla (no sería de los mejores, pero tampoco estaría especialmente mal). Para ello usaremos otros parámetros que la ONU emplea para calcular el llamado Índice de Desarrollo Humano ajustado por desigualdad, o más brevemente el IDH, pero teniendo en cuenta además las diferencias que en un determinado país existen en lo relativo al nivel de ingresos de los diferentes sectores de su población, así como también en cuanto al acceso a la asistencia sanitaria o la educación ¿Qué debemos considerar para el cálculo del IDH? Pues cosas tan obvias para determinar el nivel de bienestar de la gente como su esperanza de vida o la tasa de alfabetización de la población (combinada con los porcentajes de estudios primarios, secundarios y superiores que cursa la misma), sumados a parámetros económicos más clásicos como el PIB (Producto Interior Bruto) o la renta per cápita, que no es más que el cociente, normalmente expresado en dólares ($), entre ese PIB y el número de habitantes que tiene un país concreto. Es relativamente sencillo contrastar todos estos datos y en lo referente a la esperanza de vida vemos que, en mujeres (que suelen vivir más que los hombres), ésta se sitúa en España en los 87 años ¡Oh sorpresa!, esto coloca a nuestro país a la cabeza mundial en este aspecto (datos del 2012), de algo podemos presumir al menos. No hace falta ser un lince para deducir que vivir muchos años no es un mal indicador de la calidad de vida y de la del sistema sanitario de un país, lo mismo que la tasa de mortalidad infantil, que en España en de unos 4 fallecimientos por cada 1.000 nacidos (puesto número 13 del mundo hacia 2010). En comparación, ¿qué cifras ostenta Brasil en uno y otro parámetro? En lo que a esperanza de vida se refiere en mujeres se sitúa en los 77 años (diez menos que las españolas), relegando a este país al puesto 93 del ranking mundial, mientras que la mortalidad infantil alcanza los 28 fallecimientos por cada 1.000 nacidos, una cifra notablemente superior a la de España y que sitúa a los brasileños en el puesto número 107 del mundo.
Más comparaciones, en este caso con los índices de alfabetización. En España el 97,9% de la población está alfabetizada, lo que nos lleva a ocupar el puesto número 56 del mundo (porque, por lo visto, existen unos cuantos países donde la alfabetización alcanza el 100%). En el caso de Brasil este porcentaje desciende hasta el 90%, sigue sin estar nada mal pero ya tenemos a uno de cada diez habitantes sin la formación más elemental. En cambio si hablamos de estudios superiores la cosa cambia bastante. Según la OCDE el 41,1% de los españoles posee una titulación universitaria, frente a tan solo el 15,3% de los brasileños (ver El Confidencial). España ha progresado mucho en ese sentido a lo largo de las últimas décadas, sin bien en lo referente a la calidad de la formación recibida ocupamos el puesto 23 entre los 28 miembros de la OCDE.
Pasando a ciertas cifras macroeconómicas vemos como los brasileños nos ganan por goleada. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 2013 Brasil era la séptima economía del planeta, con un PIB de más 2,2 billones de dólares. Un tanto más atrás nos quedamos nosotros, pues España ocupaba ese año el puesto número 13 con un PIB próximo a los 1,4 billones de dólares. Aunque esto hay que matizarlo un poco, ya que somos miembros de la Unión Europea y, entendiendo ésta como un espacio económico común, podríamos considerarla como la primera economía del mundo (con un PIB en 2013 de 17,3 billones de dólares). Sin embargo muchas veces la Macroeconomía no nos da una idea muy exacta de la calidad de vida de la población de un país. Con la renta per cápita quizá nos aproximemos un poco más, ya que países inmensos y muy poblados, como China o la propia Brasil, obviamente tienen economías más grandes en términos absolutos que otros mucho más pequeños y con una población notablemente inferior. En lo que a renta per cápita se refiere, y con datos una vez más del FMI, en 2015 en España ésta era de 34.899 dólares, lo que nos colocaba en el puesto número 32 del ranking mundial. Brasil caía por contra al puesto número 75 con una renta per cápita de 15.941 dólares, menos de la mitad que la española.
En el presente mapa se puede observar una división por países según el Índice de Desarrollo Humano (IDH). Comprobamos que, como buena parte de las naciones del Occidente más desarrollado, España posee un IDH catalogado como "muy alto". Naciones latinoamericanas como Brasil o Venezuela se encontrarían dentro del segundo cuartil (IDH "alto"). Mientras que China o la India pasarían a agruparse dentro del tercer cuartil (IDH "medio").
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¿Qué diablos está pasando? ¿Por qué los datos del IDH difieren tantísimo de los del "índice de miseria" cuando, en teoría, ambos indicadores pretenden medir más o menos lo mismo, los niveles de pobreza y la calidad de vida? Necesariamente uno de los dos ha de estar amañado para ofrecer una visión distorsionada de la realidad y no hace falta investigar demasiado para descubrir cuál. Porque en realidad, analizado como es debido, el ranking de países por "índice de miseria" no tiene ni pies ni cabeza. Decir que en ese sentido España está peor que, por ejemplo la India, es un disparate de dimensiones colosales. Y lo es porque esta última nación podrá presumir de ser una potencia emergente, pero posee una de las peores tasas de pobreza extrema del mundo, con casi el 33% de su población (¡más de 400 millones de personas!) subsistiendo con poco más de un dólar al día (datos de 2010). Esto coloca a la India en el puesto número 100 de 144 países en cuanto a IDH ajustado por desigualdad, con un valor de 0,418. Difícilmente podrá creer nadie con un mínimo de sentido común que en un país así buena parte de la población vive mejor que en Venezuela o ¿¡Macedonia!?
¿Dónde está el engaño o, siendo más benévolos, la distorsión? Básicamente en los parámetros escogidos para calcular el "índice de miseria", la inflación y las tasas de desempleo. Vale, ambas vienen expresadas en valores porcentuales, pero eso no quiere decir que podamos juntarlas así a las bravas para desarrollar un indicador válido para algo. Podemos establecer porcentajes de casi cualquier cosa, como por ejemplo proporción de españoles con un pene en erección de más de 15 centímetros de longitud, y sumar el resultado a la cifra que nos dé la gana, pongamos el caso porcentaje de aquellos que dicen emborracharse todos los fines de semana ¿Qué obtenemos con eso? Nada porque estamos mezclando cosas distintas, peras con manzanas como suele decirse. Con la inflación y el paro pasa exactamente lo mismo ¿Por qué juntar esos dos valores y no otros? Y es más ¿A qué viene tratar de usarlos como medida de los problemas de pobreza de un país? ¿No es más acertado en ese caso emplear otros relativos a la esperanza de vida, acceso universal a la educación o la sanidad o niveles de renta? Aquí hay gato encerrado.
Por supuesto que lo hay. Si profundizamos en las plataformas y/o publicaciones que suelen usar indicadores como el "índice de miseria" en sus análisis económicos, como el ya citado The Economist, descubrimos que se distinguen por su marcado carácter neoliberal. Y una de las señas de identidad del fundamentalismo del libre mercado es precisamente su empeño por retorcer las matemáticas hasta vaciarlas de sentido para así ajustarlas a sus dogmas e intereses. Éstos son los mismos que los de las élites que difunden tales ideas, haciendo valer su enorme influencia sobre los estamentos políticos y los medios de comunicación. De esta manera conceptos como el tan traído y llevado "índice de miseria" empiezan a tener calado en la sociedad porque se difunden con gran amplitud desde determinadas plataformas, deformando la realidad de una forma descaradamente interesada. Detrás de todo se encuentran determinados intereses políticos, e ideológicos, que se disfrazan de argumentos pseudocientíficos bajo la forma de indicadores de este tipo. De esta manera se adoctrina y se venden determinadas ideas que no son más que burdas falacias, justificando además ciertas contrarreformas, argumentando que son "necesarias e inevitables" para la mejora de la economía. En todo caso mejorarán la economía de quienes las defienden, no del resto de la población.
Y estas intenciones ocultas se pueden descubrir detrás de lo que nos dicen cosas como el "índice de miseria". Como hemos repetido ya varias veces se fundamenta en el desempleo y la inflación, cuanto más altos peor. Desde luego no es que tener mucho paro sea algo bueno pero, ¿cuáles suelen ser las causas que se esgrimen para explicar por qué aumenta? Se ha convertido ya en discurso corriente, algo muy difundido en los medios, que una de ellas es que el mercado laboral español sigue siendo demasiado "rígido", por lo que hay que reformarlo para hacerlo más "flexible" ¿Y esto qué quiere decir, traducido desde el lenguaje del extremismo neoliberal? Básicamente que hay que facilitar el despido, porque una excesiva protección de los trabajadores ante el mismo desanima a los empresarios a la hora de contratar. En definitiva, una más de toda una batería de suposiciones teóricas, entre las que figurarían unos salarios demasiado altos o unos convenios colectivos cuyas cláusulas lastran asimismo la contratación, a causa del "excesivo" poder de los sindicatos en nuestro país, y que habría que modificar o anular. Hay que facilitarle la vida a los empresarios, todo han de ser ventajas para ellos, el resto no importa porque el universo laboral es capaz de autorregularse según las sacrosantas "leyes del Mercado". Ya que según los fundamentalistas del libre mercado toda forma de regulación estatal es simplemente una herejía. Y para estimular el empleo obviamente hay que eliminar derechos laborales, bajar salarios, potenciar los contratos precarios (cuanto más mejor) y consagrar el despido gratuito. Así el gran empresariado se animará a contratar y contratar, aunque sólo sea para trabajos a tiempo parcial que duran una semana y por un salario paupérrimo. No importa, de esta manera nuestro "índice de miseria" descenderá para mayor gloria de los análisis difundidos por los medios neoliberales. Igualmente tampoco importará que, de esta manera, converjamos más con Bangladesh, país con una casi inexistente protección a los trabajadores y que ocupa el puesto número 103 en IDH ajustado por desigualdad, y no con Noruega, una de las naciones con más derechos laborales garantizados y que ocupa el primer puesto mundial en cuanto a IDH ajustado por desigualdad.
Otro mapa, esta vez con una clasificación por países de mayor a menor protección de los derechos de los trabajadores. Salvo notables excepciones, como por ejemplo algunas naciones africanas en la parte alta de la lista o Estados Unidos hacia la parte más baja, los países con una alta protección legal a sus trabajadores son también los que gozan de mejores condiciones de vida y un mayor desarrollo. Tal es el caso, por ejemplo, de Alemania o los países escandinavos. Un apunte, España no está de las mejor situadas en este ranking y en Noruega el desempleo no llega ni al 5%. Las razones de que éste sea elevado estructuralmente poco tienen que ver con los derechos de los trabajadores (Fuente:unitedexplanations.org).
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La intencionalidad política que busca favorecer exclusivamente los intereses de las élites se ve también en el empleo interesado de la inflación para elaborar indicadores. La inflación es uno de los grandes demonios de los extremistas neoliberales, lo es porque se argumenta que una de sus principales causas deriva de un excesivo gasto público por parte de un estado concreto. Ahí está el origen de todo mal para muchos de estos fundamentalistas, las administraciones manirrotas que despilfarran miles de millones porque tienen unos cuerpos funcionariales sobredimensionados e ineficientes, además de unos sistemas educativo, sanitario y de prestaciones sociales públicos por completo insostenibles. Para reducir el gasto y con ello la inflación, y así también disminuir la "miseria" de un país, hay que "optimizar" la economía del mismo para hacerla más "eficaz", sometiéndola en todo caso a las únicas y verdaderas "leyes del Mercado" una vez más. Por supuesto eso significa potenciar las privatizaciones y mercantilizar la sanidad y la educación para lucro de unos pocos. Ésta es la verdadera jugada, disfrazar de análisis riguroso un proyecto político e ideológico con unos objetivos muy claros. Luego no tendrá demasiada importancia si en realidad un gasto público elevado influye necesariamente en que la inflación se dispare, pues ya se habrá conseguido lo que se quería.
Así es como se crea una economía paranormal, donde pasan cosas como que los españoles parezcamos más miserables que los indios o los chinos. No refleja una situación real y surgen clasificaciones caprichosas que no tienen el menor sentido, además de fluctuar aleatoriamente (que es lo que ocurre cuando mezclamos parámetros sin ton ni son). Esto último es evidente, porque parámetros como los niveles de desempleo o las cifras porcentuales de inflación tienden a variar en el tiempo muchísimo más que otros indicadores, como la esperanza de vida, la tasa de mortalidad infantil o la renta per cápita. Esto hace que no sean especialmente válidos a la hora de analizar la evolución del desarrollo y los niveles de bienestar de un país.
A pesar de ello los ultraliberales no cejaran en su empeño de introducir sus conceptos paranormales. Otro que es muy de su agrado es el llamado "índice de libertad económica", que se fundamenta en hacer una media conjunta de los niveles de corrupción, la regulación fiscal, el gasto de gobierno, las facilidades de inversión o la libertad de comercio y financiera, para establecer una valoración de un determinado país que va de 0 a 100. Los criterios que se toman para valorar unas cosas y otras son sumamente arbitrarios, lo mismo que las fuentes de consulta y la forma de dar mayor importancia a unos indicadores al tiempo que se ignoran deliberadamente otros ¿Todo esto para qué? Pues para dar la impresión que los países más desarrollados, especialmente de Occidente, gozan de mayor "libertad económica" en detrimento de otros donde el control estatal de la economía es mucho más fuerte o existen ciertas trabas a la inversión. Una vez más a vueltas con el mito de que la desregulación o las privatizaciones que adelgazan la estructura de los sobredimensionados estados, resultan beneficiosas para el conjunto de la población y debemos aplaudir su llegada. Así en un ranking de países elaborado según un "índice de libertad económica", pero adecuadamente ponderado sin manipulaciones interesadas (pocos impuestos, nula regulación financiera, un estado raquítico...), tendríamos que los primeros puestos los ocuparían paraísos fiscales como Hong Kong o Singapur junto a países como Perú, Botswana o Jordania, muy por delante con toda seguridad de Suecia, Dinamarca o Australia. No nos engañemos, ése es precisamente el modelo. Un escenario de absoluta libertad de maniobra para las élites adineradas, pero de escasas garantías para la democracia o el conjunto de la población. Después de todo la economía paranormal ha de cumplir su función.
Artículo escrito: El Segador
Para saber más:
Falacias ultraliberales: tres índices económicos para manipular a la gente (EconoNuestra).
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