¿Qué tiene que ver la sanidad pública con las mantarrayas? Por extraño que resulte la supervivencia de las segundas está amenazada por las deficiencias de la primera en China. Veamos por qué.
El pasado 22 de abril se celebró el denominado Día de la Tierra, uno de esos eventos puestos en marcha para concienciarnos de la precaria situación en la que se encuentran muchos espacios naturales en todo el planeta, así como para que seamos conscientes de las gravísimas amenazas medioambientales a las que hace frente nuestra sociedad. Cómo no las distintas cadenas de televisión dedicaron sus espacios diarios a hablarnos de ello, algunas mucho más que otras. Así fue que pude ver en un determinado canal un interesante documental titulado Racing extinction, en el que se nos hablaba acerca de la Sexta Gran Extinción en Masa, un suceso realmente catastrófico que está teniendo lugar delante de nuestras narices. En el pasado ya hubo otras cinco grandes extinciones, la más conocida de todas por el gran público la que acabó con los dinosaurios hace unos 65 millones de años, provocada casi con total seguridad por el impacto de un gran asteroide. Sin embargo el actual proceso de extinción acelerada de numerosas especies que padecemos se debe únicamente al impacto que los seres humanos tenemos en el entorno. La deforestación, la pesca excesiva que esquilma los caladeros, las actividades extractivas e industriales que contaminan o destruyen entornos, el uso de más y más superficie para el cultivo y la cría de ganado, el vertido a la atmósfera de toneladas y toneladas de gases de efecto invernadero, la superpoblación... Vivimos en un planeta humano, donde nuestra creciente presencia e insaciable demanda de recursos lo domina absolutamente todo. No en balde a este periodo de la Historia de la Vida en la Tierra ciertos expertos ya lo denominan el Antropoceno, la Edad del Ser Humano.
¿Qué relación guarda todo esto con el sistema sanitario, en este caso, de China? En el mencionado documental, Racing extinction, hay un momento en el que los reporteros llaman la atención respecto a la sobrepesca de la mantarraya, un animal que, hasta hace unos años, apenas sí estaba presente en las lonjas de pescado del Extremo Oriente. La mantarraya (Manta birostris), también llamada manta gigante, es un impresionante pez de esqueleto cartilaginoso, pariente lejana de los tiburones, que parece volar más que nadar impulsada por sus enormes aletas. A pesar de su imponente aspecto son criaturas totalmente inofensivas que se alimentan filtrando plancton, por lo que no representan ninguna amenaza para las personas. Tradicionalmente no se las ha pescado de forma regular, porque su carne es correosa y tiene mal sabor, así que nadie parecía dispuesto a comérsela. No obstante en los últimos tiempos eso ha cambiado. Muy especialmente en Asia la pesca de mantarrayas ha experimentado un crecimiento exponencial y absolutamente descontrolado, hasta el punto de que es ya muy habitual ver los cuerpos troceados de muchísimos de estos animales en no pocas lonjas de gran número de ciudades costeras chinas, así como en otras de países vecinos. Tanto es así que, de pasar de ser una especie poco amenazada, la mantarraya ya puede considerarse un pez en peligro de extinción ¿Qué ha sucedido?
Como hemos dicho no se la pesca para consumir su carne, que a nadie gusta, sino para extraerle sus branquias ¿Para qué diablos quiere alguien las branquias de este animal? Todo viene, al parecer, de un antiguo tratado de medicina tradicional china, que por lo visto habría estado acumulando polvo durante siglos hasta que una mente avispada y con pocos escrúpulos le echó el ojo. En unos de sus apartados dicho tratado asegura que las branquias de mantarraya son útiles para curar todo tipo de dolencias. No sabemos muy bien cómo, puede que simplemente a causa de la rumorología, o también puede que en virtud de los promotores de tan singular negocio, pero se ha extendido la creencia de que este producto sirve para sanar todo tipo de cánceres, así como también la varicela y otras muchas enfermedades. Como resultado de ello los preparados a base de branquias de mantarraya se pueden encontrar ya en cualquier farmacia tradicional dentro de China, pero también allí donde se han asentado las comunidades originarias de este país. El consumo se ha disparado y, a fuerza de tantos millones de compradores potenciales, las mantarrayas están siendo literalmente exterminadas para pulverizar sus branquias y convertirlas en un remedio mágico. Ninguna criatura puede soportar semejante persecución por mucho tiempo antes de extinguirse, pero en el camino hay algunos que se están haciendo de oro con este mercadeo.
Los remedios de la medicina tradicional china, basada en conceptos religiosos del taoísmo y la filosofía clásica de esta cultura (como el equilibrio del Qi o "energía vital"), se sirven de todo tipo de preparados de procedencia natural. Resumiendo, casi cualquier planta o animal es susceptible de convertirse en medicamento, sin importar que sean especies salvajes o domésticas. Y eso, hablando de una nación tan increíblemente populosa, supone una presión brutal para los ecosistemas. Obviamente no se ha demostrado que la inmensa mayoría de estos remedios sean realmente eficientes, más allá del efecto placebo o un alivio circunstancial. Pero claro, aquí entramos en el terreno de la superstición y unas creencias profundamente arraigadas en la tradición china. Consumir determinadas partes de un animal nos trasmite alguna de sus cualidades. Por ejemplo, un preparado a base de huesos de tigre nos daría la fortaleza del gran felino. Puede parecer una asociación pueril, pero a falta de más conocimientos lo imaginado se convierte en real. Podemos echar la culpa a los supersticiosos e ignorantes chinos, que se siguen aferrando a sus brebajes mágicos en vez de optar por tratamientos científicamente probados y por supuesto efectivos. Pero es posible que el grueso de la población china no sólo recurra a este tipo de medicina porque así lo dictan sus creencias o una especie de orgullo patriótico. Veamos el motivo.
Este gráfico muestra la evolución comparada de la esperanza de vida, a lo largo del último medio siglo, de China con respecto a Estados Unidos y Europa. Como se puede comprobar, el incremento más significativo en el país asiático tuvo lugar en las décadas de los 70 y 80, con una progresión continua pero más atenuada posteriormente. Ello se debió a las mejoras en la alimentación y, muy especialmente, al desarrollo de una infraestructura sanitaria moderna (hospitales, consultas médicas, campañas de vacunación, uso generalizado de antibióticos...). Si la medicina tradicional china es un saber milenario tan efectivo, ¿por qué no tuvo efecto alguno sobre la mejora en la esperanza de vida de su gente a lo largo de los siglos? (Fuente: UNdata).
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Sabiendo todo esto, y comprobando también que serían muchísimos los que quedarían fuera de la red de la sanidad privada porque no pueden permitírselo, no es de extrañar que los remedios tradicionales sigan siendo tan populares en China. Ya no es tanto una cuestión de superstición o creencia en pseudomedicinas mágicas, más bien se trata de adquirir aquello que esté al alcance de tu bolsillo, puesto que los preparados de la medicina tradicional suelen ser más económicos que los tratamientos hospitalarios; muchísimo más incluso si la cobertura universal no está garantizada. Muchas veces la gente recurre a ellos porque no puede recurrir a otra cosa, es algo que conocen de toda la vida y en lo que terminan creyendo por pura necesidad. Ante una enfermedad especialmente grave o dolorosa, ¿quién no recurriría a curanderos o fórmulas supuestamente milagrosas si le han cerrado todas las demás puertas? La esperanza es lo último que se pierde y, en este caso, se convierte en una debilidad que es aprovechada por los gurús de las pseudomedicinas (homeopatía, naturismo, reiki, ozonoterapia...) para ofrecer sus "tratamientos". En los países menos desarrollados, o entre los sectores más desfavorecidos de la sociedad, se aprovechan de la desesperación de la gente facilitando remedios económicos para así llegar al mayor número posible de pacientes. Ejemplo de ello fue la terrible epidemia de ébola que sufrió el África occidental entre 2014 y 2015, cuando toda una legión de oportunistas y charlatanes prosperó en la región ofreciendo toda suerte de tratamientos "alternativos" que iban desde brebajes a base de casi cualquier tipo de planta al suministro de ozono por vía rectal (ver el siguiente artículo de El País).
Ya estemos hablando del ébola, el cáncer, el SIDA o cualquier otra enfermedad siempre es lo mismo. La gente no recurriría a las falsas terapias de las pseudomedicinas de forma tan masiva si dispusiera de una infraestructura sanitaria plenamente desarrollada que cubriera, si no todas, la mayor parte de sus necesidades en ese sentido. Ya no se trata tanto de una cuestión de incultura o excesiva credulidad, aunque siempre habría quien prefiera el oscurantismo a la Ciencia. Estamos hablando de un problema de pobreza y del derecho a una sanidad pública, universal, de calidad y garantizada para todo el mundo. Es ahí, cuando millones de personas se ven privadas de este derecho fundamental, donde se juntan el multimillonario negocio de las pseudomedicinas, la persecución de especies amenazadas hasta su total extinción, la destrucción de espacios naturales y los poderosos intereses políticos y económicos que persiguen la privatización de la sanidad para lucro de una reducidísima élite. Unos y otros entremezclados por el cemento de la codicia. Quizá convenga recordarlo, aunque tal vez muchos no sepan tan siquiera que existe, pero el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice:
Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
En un mundo interconectado como en el que vivimos todo tiene que ver con todo. Defender la asistencia sanitaria universal es defender también el medio ambiente, proteger a las especies amenazadas, luchar contra el oscurantismo, la superstición, la ignorancia y la miseria, así como también defender la Razón y el progreso científico y humano. Puede parecer exagerado pero no lo es en absoluto. Sí, la sanidad pública y las mantarrayas tienen muchísimo que ver. Pues el destino de las segundas se encuentra ligado a la suerte que corra la primera.
M. Plaza
Para saber más:
Mantarrayas en peligro de extinción (Mantaray-world).
Traditional medicines and species extinction: another side to forensic wildlife investigation (SpringerLink).
Sanidad en China: ¿derecho o negocio? (Yuangfang Magazine).
Desmontando argumentos de las pseudomedicinas: las terapias orientales y la eficacia de los tratamientos contra el cáncer (El Blog de Centinel).
¿Por qué las pseudomedicinas parecen funcionar?: un par de ejemplos (La ciencia y sus demonios).
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