Durante mucho tiempo el estudio del comportamiento homosexual en animales fue un tema tabú entre los naturalistas. No obstante en la actualidad sabemos que dicho comportamiento es mucho más común de lo que se creía.
Todo y que es considerado por muchos un símbolo de virilidad, el comportamiento homosexual también
se da en los leones. De hecho en estado salvaje dicho comportamiento sólo se ha documentado en machos.
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No existen especies para las que no se haya encontrado comportamientos homosexuales, con excepción de las especies que nunca tienen sexo, como los erizos marinos o los áfidos (pulgones). Además, una parte del reino animal es hermafrodita, realmente bisexual. Para ellos, la homosexualidad no es un problema.
News-medical.net. "1.500 animal species practice homosexuality" (23 de octubre de 2006).
El fragmento de texto anterior, extraído de un prestigioso portal médico, pone en evidencia una realidad del mundo natural deliberadamente ignorada por los investigadores durante largo tiempo a causa de tabús y prejuicios morales de origen exclusivamente cultural, que nada tienen que ver con la observación y análisis objetivos del comportamiento de los animales en estado salvaje. Dicha realidad nos muestra a todas luces que los comportamientos homosexuales y bisexuales son frecuentes y están ampliamente extendidos en multitud de especies animales, constituyendo un elemento más de la interacción social que muchas criaturas mantienen con otros miembros de su especie. En ese sentido el ser humano no es la excepción, ni mucho menos ha derivado hacia comportamientos aberrantes, más bien es la confirmación de una norma común en toda la Naturaleza. Tanto es así que, por el momento, el comportamiento homosexual ha sido observado, y confirmado, hasta en 1.500 especies animales pertenecientes a todas las ramas del árbol taxonómico.
En el pasado muchos naturalistas se abstenían de registrar ciertos comportamientos naturales de los animales que estudiaban, ya que la moral vigente los tachaba de "impúdicos, degenerados y abominables", una perversión inaceptable de lo que era considerado como "el orden natural de las cosas". Ya en el siglo IV a.C. Aristóteles se mostraba turbado ante las prácticas sexuales observadas en algunas hienas macho, siendo incapaz de encontrar una explicación razonable a su entender. En realidad hasta bien entrado el siglo XX la homosexualidad animal fue un tema altamente controvertido. Del tabú, la negación de su existencia, se pasó a las argumentaciones de carácter moralista enmascaradas bajo un paraguas supuestamente científico, describiendo ciertas conductas homosexuales observadas en la Naturaleza como una poco corriente aberración provocada por algún tipo de alteración del comportamiento asociada a patologías o defectos genéticos. Aquello casaba bastante bien con las doctrinas psiquiátricas imperantes durante la mayor parte del pasado siglo, pues no debemos olvidar que no fue hasta el 15 de septiembre de 1973 que los miembros del consejo de administración de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría retiraron a la homosexualidad del estatus de enfermedad mental (ver el siguiente artículo de la Agencia Sinc). De hecho, incluso entre aquellos naturalistas de mentalidad más abierta el comportamiento homosexual en animales era entendido de una forma bastante sesgada, siempre desde la mal entendida perspectiva darwinista que trataba de buscar una explicación dentro del evolucionismo clásico. Desde dicha perspectiva la homosexualidad en machos era explicada como un comportamiento de dominación de los individuos del escalafón más alto de la jerarquía sobre los subordinados, a fin de establecer el rango de cada miembro dentro del grupo.
Sin embargo hoy en día esta visión utilitarista de la homosexualidad animal está siendo profundamente revisada por muchos investigadores. Por fortuna el miedo a la marginación o el ridículo a tratar ciertos temas es más bien cosa del pasado en etología (la ciencia del comportamiento animal). Y quitándonos esta venda de los ojos salen a la luz comportamientos que no necesariamente han de estar ligados a la perpetuación de la especie o la supervivencia de los más aptos. Es posible que los animales recurran a estas prácticas por el simple goce de tenerlas, por puro placer. Esto sería lo mismo que la masturbación, otro tabú largamente relegado por motivos similares. Respecto a esta última, el mismo artículo del que se reproducen unas líneas al principio, nos dice:
"La masturbación es el método más simple para procurarse placer a uno mismo. Tenemos la mentalidad darwinista de que los animales sólo tienen sexo para procrear. Pero hay un gran número de animales que se masturbarán simplemente cuando no tengan nada mejor que hacer. La masturbación ha sido observada entre primates, ciervos, orcas y pingüinos; estamos hablando tanto de machos como de hembras. Ellos y ellas se frotan contra piedras y raíces. Los orangutanes son especialmente imaginativos. Hacen consoladores con ramas y cortezas", dice Peter Boeckman, del Museo Noruego de Historia Natural.
¿Qué nos demuestra esto? Que allá donde exista comportamiento sexual pueden existir también la masturbación y la homosexualidad sin el menor de los problemas. Huyendo una vez más del utilitarismo, un defecto de forma que nos induce a pensar que todo en la Naturaleza ha de existir por algún motivo, cumplir alguna utilidad, estos comportamientos no tienen que haber evolucionado por ninguna razón aparente. Existen simplemente porque sí y la única especie que parece tener prejuicios a causa de ello es la humana. Para dar muestra de esta realidad recientemente descubierta, a continuación seleccionamos sólo algunos ejemplos de prácticas homosexuales en animales de todo tipo. Seguramente lo observado hasta hora sea únicamente la punta del iceberg.
Mamíferos
La proximidad evolutiva (los seres humanos somos mamíferos), el desarrollo del encéfalo y la complejidad conductual que ello implica, hacen de los mamíferos unos animales con una vida sexual ciertamente sofisticada. De hecho, aunque no esté constatado, las prácticas homosexuales deben de darse en todas las especies por uno u otro motivo.
Aparte claro está de los humanos el caso más destacado es el de nuestros parientes más próximos los bonobos (Pan paniscus), unos simios descritos como enteramente bisexuales, cuando no incluso como "omnisexuales" a causa de la asombrosa variedad de sus comportamientos amorosos. Los bonobos viven en sociedades matriarcales, donde las hembras del grupo ostentan la preponderancia y utilizan el sexo como método de control sobre otros individuos, para reforzar vínculos y relaciones afectivas y como herramienta para resolver conflictos, ya que así se eliminan tensiones. En la sociedad de estos simios se pueden dar casi todas las combinaciones sexuales imaginables, pero el lesbianismo es especialmente marcado, ya que se ha constatado que el 60% de los encuentros íntimos de las hembras son exclusivamente con otras hembras, lo que quizá refuerce las alianzas de grupo. Lo cierto es que las conductas lésbicas son comunes en muchos primates, como por ejemplo los macacos (género Macaca), donde existen especies en las que hasta la cuarta parte de las hembras mantienen relaciones de este tipo. En estos casos las conductas homosexuales también se dan en los machos (aunque en menor proporción) y vienen acompañadas de comportamientos lúdicos y afectivos.
Además de en los primates la conducta homosexual ha sido ampliamente estudiada en los cetáceos. En el delfín mular (Tursiops truncatus) es frecuente la asociación entre machos estable en el tiempo, ya que se han registrado relaciones que duraron hasta 17 años. En esta especie es habitual que los machos jóvenes se asocien en grupos más o menos numerosos, cuyos miembros, aparte de ir a la "caza" de hembras, no se privan de mantener contactos sexuales entre sí al parecer cuando les apetece. Más fascinante si cabe es el comportamiento del boto o delfín amazónico (Inia geoffrensis), en el que machos y hembras mantienen indistintamente relaciones homosexuales y bisexuales, utilizando el contacto con distintas partes del cuerpo (genitales, morro, aletas...) para excitarse mutuamente. En este animal se ha constatado un comportamiento único, la penetración a través del espiráculo, la vía respiratoria de los cetáceos equivalente a las fosas nasales de otros mamíferos. Más que sexo oral a esto se lo podría calificar como de "sexo nasal". Pero el boto va incluso más allá, realizando el sexo interespecies. Se han documentado encuentros de los machos de la especie con machos de tucuxi (Sotalia fluviatilis), un tipo de pequeña marsopa de río.
Los comportamientos homosexuales són conocidos y han sido estudiados en otros muchos mamíferos. Entre los grandes depredadores destacan los leones (Panthera leo), donde hasta un 8% de los machos prefieren a compañeros de su mismo sexo (cuando en humanos parece que el porcentaje oscila entre el 1% y el 6% de la población aproximadamente), la hiena manchada (Crocuta crocuta), cuyos genitales masculinos y femeninos presentan grandes similitudes (las hembras desarrollan un clítoris de aspecto fálico), o los perros domésticos (Canis lupus sp. familiaris), pues machos y hembras pueden aparearse con miembros de su mismo sexo indistintamente. Otros ejemplos de homosexualidad en mamíferos los encontramos también entre los elefantes (Loxodonta africana y Elephas maximus), donde en grupos de machos (que viven separados de las hembras y sus crías) se pueden dar este tipo de relaciones, las jirafas (Giraffa camelopardalis), en las que los apareamientos entre machos jóvenes se han asociado a una especie de "entrenamiento" de cara a la cópula con fines de procreación, o incluso en el bisonte americano (Bison bison), comportamiento que ha dado lugar a leyendas y ritos entre los pueblos nativos de las llanuras norteamericanas como los lakota y los okipa.
Respecto a la homosexualidad en animales conviene destacar el estudio realizado por el profesor Charles E. Roselli con ovejas (Ovis orientalis sp. aries) de distintas razas. Según dicho estudio en los carneros con tendencias homosexuales (menos de la décima parte de la población en condiciones normales) una región del cerebro denominada oSDN (núcleo ovino sexualmente dimórfico) es sólo la mitad de grande que la de sus congéneres heterosexuales. Según parece, esto hacía que los machos que mostraban preferencias por individuos de su mismo sexo presentaran unos niveles bajos de una enzima denominada aromatasa, que interviene en el metabolismo de hormonas sexuales como la testosterona y el estradiol, responsables del comportamiento sexual masculino.
Aves
En las últimas décadas se ha venido descubriendo que la vida sexual de las aves es mucho más rica y compleja de lo que se imaginaba (al respecto ver un artículo anterior de este blog, Curiosidades del reino animal. La infidelidad de las aves). El ejemplo más conocido es el de los pingüinos (orden Sphenisciformes), donde el comportamiento homosexual de algunas especies fue reportado hace ya tiempo. A principios del siglo XX el explorador antártico George M. Levick describió apareamientos entre individuos del mismo sexo en el pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae). En diversos zoológicos de todo el mundo (Nueva York, Tokio, Bremerhaven...) se han documentado uniones homosexuales entre machos de distintas especies de pingüinos, como los barbijos (Pygoscelis antarticus), a veces sorprendentemente sólidas y duraderas. Por ejemplo, en el zoo de Central Park una pareja de machos logró criar con éxito un polluelo. Más interesantes sin embargo resultaron las conclusiones de un experimento realizado en Alemania con parejas gais de pingüinos. Se trató de romper dichas uniones separando a los machos y emparejándolos con hembras, pero la tentativa fue un fracaso porque, en palabras de los propios investigadores, "la relación de las parejas gais era demasiado fuerte".
Pero son otras muchas las especies de aves que muestran comportamientos homosexuales, tanto en cautividad como en estado salvaje. En los cisnes negros australianos (Cygnus atratus) se ha constatado que hasta una cuarta parte de las parejas que se forman en época de cría son homosexuales, se forman tríos iniciales pero la hembra es automáticamente expulsada de la relación justo después de la puesta. En varios zoológicos se ha documentado la formación de parejas de cría de buitre leonado (Gyps fulvus) compuestas por machos. Y en los patos silvestres (Anas platyrhynchos) la tasa de homosexualidad masculina es inusualmente elevada. Teniendo en cuenta que los machos nunca se implican en las labores de cría (llevadas a cabo sólo por las hembras), encontramos poblaciones en las que hasta el 19% de ellos tienen encuentros de carácter homosexual.
Existen no obstante dos especies de aves marinas que baten todos los récords en este sentido. En el albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis), que recibe su nombre de la isla hawaiana donde se ubica la principal colonia de cría, y en la gaviota occidental (Larus occidentalis), el lesbianismo llega a ser realmente frecuente. En el caso de los albatros hablamos de hasta una tercera parte de las parejas compuestas sólo por hembras, mientras que en algunas poblaciones de la citada gaviota las parejas lésbicas llegaban a ser ¡incluso el 85% del total! En ambos casos las uniones entre hembras suelen ser duraderas en el tiempo, mientras que los machos sólo intervienen a la hora de fecundar a uno de los miembros de la pareja, desapareciendo de la ecuación inmediatamente después.
Otros ejemplos
Se podría pensar que, conforme nos vamos a órdenes animales considerados "menos evolucionados" que mamíferos y aves, el comportamiento homosexual desaparece por completo. Cerebros más simples implican comportamientos menos complejos, donde entra en juego muchísimo más la programación del instinto y no el aprendizaje vía interacción social. Sin embargo la homosexualidad también ha sido observada en reptiles, anfibios, peces e incluso insectos y otros invertebrados. En algunos casos, como el de las lagartijas de la familia Teiidae, se ha evolucionado hacia lo que podríamos definir como una "homosexualidad obligada". En muchas especies de este grupo concreto de reptiles los machos son muy escasos o sencillamente han desaparecido, razón por la cual las hembras son partenogenéticas (ponen huevos fértiles sin haber sido fecundadas). No obstante las observaciones demuestran que la fertilidad de las hembras aumenta ostensiblemente cuando se cortejan las unas a las otras y realizan actos de apareamiento simulado. En este caso el recordatorio del acto sexual parece actuar como estímulo para la ovulación. Entre los reptiles también se han documentado comportamientos homosexuales en especies de tortugas, como el galápago de bosque (Glyptemys insculpta), en los anfibios entre los sapos (género Bufo) y en los peces entre las tilapias (género Oreochromis) y los salmones (género Salmo).
Si estos casos de homosexualidad pueden sorprender, mucho más desconcertantes resultan cuando hablamos de invertebrados, seres muchos de ellos sin cerebro o sistema nervioso complejo al estilo de los vertebrados superiores. Entre los insectos resulta especialmente llamativo el caso de las libélulas (orden Odonata), donde dichos comportamientos se han documentado al menos hasta en 11 especies distintas. En algunos casos el porcentaje de apareamientos entre machos es insólitamente elevado, hasta un 20% de los individuos, lo que se constata por las heridas que la pinza de acoplamiento del abdomen de éstos deja en la parte trasera de la cabeza de otros machos. Algunos investigadores han tratado de explicar este grado de homosexualidad en las libélulas asociándolo a determinados factores ambientales e incluso a desequilibrios poblacionales entre machos y hembras, pero ningún estudio ha arrojado pruebas concluyentes. Más extraño resulta el caso de las chinches de cama (Cimex lectularius), ese odioso bichito que atormenta con sus picaduras a millones de personas por las noches, cuyos machos viven entregados a una frenética y descontrolada vida sexual. Se puede decir que las chinches macho copulan con cualquier criatura de su tamaño que se les ponga a tiro, ayudadas de su temible órgano sexual perforante. En muchas ocasiones son hembras de su especie, pero no tienen el menor problema a la hora de penetrar a otros machos e incluso, en un 20% de los casos, a pequeños insectos de otras especies. Es reseñable que, cuando un macho cubre a otro, el esperma de ambos se mezcla en el receptor, con lo que al fecundar a una hembra este último no sólo lo hace con el aporte propio. Esta particularidad quizá explique el frenesí sexual que domina a las chinches macho.
Pero todavía nos podemos ir más abajo en la escala evolutiva y seguiremos encontrando homosexualidad, existe incluso hasta en los gusanos. Se ha documentado en platelmintos (una clase de gusanos planos parásitos) del genero Schistosoma, especies que sí presentan dos sexos claramente diferenciados (al contrario que otros platelmintos, que son más bien asexuados) y, por tanto, un comportamiento sexual definido ¿Qué conclusión podemos extraer en definitiva? Ciertamente que la homosexualidad evolucionó como un fenómeno colateral a la propia sexualidad en general. Debe de haber estado ahí desde que surgió el sexo en nuestro planeta (no sabemos si en otros), algo transversal que ha estado acompañando a la vida animal a lo largo de millones y millones de años. Si en la actualidad hay gusanos, insectos, peces, aves... homosexuales, en el pasado debió de haber trilobites, dinosaurios, dientes de sable y mamuts homosexuales. Las razones son lo de menos, porque posiblemente cada especie tenga las suyas, ya sean conscientes o inconscientes. Viéndolo desde esta perspectiva comprendemos que no es nada anormal que haya seres humanos que se sientan atraídos por personas de su mismo sexo. La verdadera anomalía, lo que resultaría por completo insólito, sería que no los hubiera.
Para saber más:
La homosexualidad en el reino animal (vídeo YouTube).¿Qué nos demuestra esto? Que allá donde exista comportamiento sexual pueden existir también la masturbación y la homosexualidad sin el menor de los problemas. Huyendo una vez más del utilitarismo, un defecto de forma que nos induce a pensar que todo en la Naturaleza ha de existir por algún motivo, cumplir alguna utilidad, estos comportamientos no tienen que haber evolucionado por ninguna razón aparente. Existen simplemente porque sí y la única especie que parece tener prejuicios a causa de ello es la humana. Para dar muestra de esta realidad recientemente descubierta, a continuación seleccionamos sólo algunos ejemplos de prácticas homosexuales en animales de todo tipo. Seguramente lo observado hasta hora sea únicamente la punta del iceberg.
Mamíferos
La gama de comportamientos sexuales es asombrosamente variada
en los bonobos. |
Aparte claro está de los humanos el caso más destacado es el de nuestros parientes más próximos los bonobos (Pan paniscus), unos simios descritos como enteramente bisexuales, cuando no incluso como "omnisexuales" a causa de la asombrosa variedad de sus comportamientos amorosos. Los bonobos viven en sociedades matriarcales, donde las hembras del grupo ostentan la preponderancia y utilizan el sexo como método de control sobre otros individuos, para reforzar vínculos y relaciones afectivas y como herramienta para resolver conflictos, ya que así se eliminan tensiones. En la sociedad de estos simios se pueden dar casi todas las combinaciones sexuales imaginables, pero el lesbianismo es especialmente marcado, ya que se ha constatado que el 60% de los encuentros íntimos de las hembras son exclusivamente con otras hembras, lo que quizá refuerce las alianzas de grupo. Lo cierto es que las conductas lésbicas son comunes en muchos primates, como por ejemplo los macacos (género Macaca), donde existen especies en las que hasta la cuarta parte de las hembras mantienen relaciones de este tipo. En estos casos las conductas homosexuales también se dan en los machos (aunque en menor proporción) y vienen acompañadas de comportamientos lúdicos y afectivos.
Además de en los primates la conducta homosexual ha sido ampliamente estudiada en los cetáceos. En el delfín mular (Tursiops truncatus) es frecuente la asociación entre machos estable en el tiempo, ya que se han registrado relaciones que duraron hasta 17 años. En esta especie es habitual que los machos jóvenes se asocien en grupos más o menos numerosos, cuyos miembros, aparte de ir a la "caza" de hembras, no se privan de mantener contactos sexuales entre sí al parecer cuando les apetece. Más fascinante si cabe es el comportamiento del boto o delfín amazónico (Inia geoffrensis), en el que machos y hembras mantienen indistintamente relaciones homosexuales y bisexuales, utilizando el contacto con distintas partes del cuerpo (genitales, morro, aletas...) para excitarse mutuamente. En este animal se ha constatado un comportamiento único, la penetración a través del espiráculo, la vía respiratoria de los cetáceos equivalente a las fosas nasales de otros mamíferos. Más que sexo oral a esto se lo podría calificar como de "sexo nasal". Pero el boto va incluso más allá, realizando el sexo interespecies. Se han documentado encuentros de los machos de la especie con machos de tucuxi (Sotalia fluviatilis), un tipo de pequeña marsopa de río.
Los comportamientos homosexuales són conocidos y han sido estudiados en otros muchos mamíferos. Entre los grandes depredadores destacan los leones (Panthera leo), donde hasta un 8% de los machos prefieren a compañeros de su mismo sexo (cuando en humanos parece que el porcentaje oscila entre el 1% y el 6% de la población aproximadamente), la hiena manchada (Crocuta crocuta), cuyos genitales masculinos y femeninos presentan grandes similitudes (las hembras desarrollan un clítoris de aspecto fálico), o los perros domésticos (Canis lupus sp. familiaris), pues machos y hembras pueden aparearse con miembros de su mismo sexo indistintamente. Otros ejemplos de homosexualidad en mamíferos los encontramos también entre los elefantes (Loxodonta africana y Elephas maximus), donde en grupos de machos (que viven separados de las hembras y sus crías) se pueden dar este tipo de relaciones, las jirafas (Giraffa camelopardalis), en las que los apareamientos entre machos jóvenes se han asociado a una especie de "entrenamiento" de cara a la cópula con fines de procreación, o incluso en el bisonte americano (Bison bison), comportamiento que ha dado lugar a leyendas y ritos entre los pueblos nativos de las llanuras norteamericanas como los lakota y los okipa.
Respecto a la homosexualidad en animales conviene destacar el estudio realizado por el profesor Charles E. Roselli con ovejas (Ovis orientalis sp. aries) de distintas razas. Según dicho estudio en los carneros con tendencias homosexuales (menos de la décima parte de la población en condiciones normales) una región del cerebro denominada oSDN (núcleo ovino sexualmente dimórfico) es sólo la mitad de grande que la de sus congéneres heterosexuales. Según parece, esto hacía que los machos que mostraban preferencias por individuos de su mismo sexo presentaran unos niveles bajos de una enzima denominada aromatasa, que interviene en el metabolismo de hormonas sexuales como la testosterona y el estradiol, responsables del comportamiento sexual masculino.
Aves
Las relaciones entre machos han sido registradas en diferentes
especies de pingüinos.
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Pero son otras muchas las especies de aves que muestran comportamientos homosexuales, tanto en cautividad como en estado salvaje. En los cisnes negros australianos (Cygnus atratus) se ha constatado que hasta una cuarta parte de las parejas que se forman en época de cría son homosexuales, se forman tríos iniciales pero la hembra es automáticamente expulsada de la relación justo después de la puesta. En varios zoológicos se ha documentado la formación de parejas de cría de buitre leonado (Gyps fulvus) compuestas por machos. Y en los patos silvestres (Anas platyrhynchos) la tasa de homosexualidad masculina es inusualmente elevada. Teniendo en cuenta que los machos nunca se implican en las labores de cría (llevadas a cabo sólo por las hembras), encontramos poblaciones en las que hasta el 19% de ellos tienen encuentros de carácter homosexual.
Existen no obstante dos especies de aves marinas que baten todos los récords en este sentido. En el albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis), que recibe su nombre de la isla hawaiana donde se ubica la principal colonia de cría, y en la gaviota occidental (Larus occidentalis), el lesbianismo llega a ser realmente frecuente. En el caso de los albatros hablamos de hasta una tercera parte de las parejas compuestas sólo por hembras, mientras que en algunas poblaciones de la citada gaviota las parejas lésbicas llegaban a ser ¡incluso el 85% del total! En ambos casos las uniones entre hembras suelen ser duraderas en el tiempo, mientras que los machos sólo intervienen a la hora de fecundar a uno de los miembros de la pareja, desapareciendo de la ecuación inmediatamente después.
Otros ejemplos
Todo y que resulta difícil encontrar
una explicación, la homosexualidad
parece extendida entre las libélulas.
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Si estos casos de homosexualidad pueden sorprender, mucho más desconcertantes resultan cuando hablamos de invertebrados, seres muchos de ellos sin cerebro o sistema nervioso complejo al estilo de los vertebrados superiores. Entre los insectos resulta especialmente llamativo el caso de las libélulas (orden Odonata), donde dichos comportamientos se han documentado al menos hasta en 11 especies distintas. En algunos casos el porcentaje de apareamientos entre machos es insólitamente elevado, hasta un 20% de los individuos, lo que se constata por las heridas que la pinza de acoplamiento del abdomen de éstos deja en la parte trasera de la cabeza de otros machos. Algunos investigadores han tratado de explicar este grado de homosexualidad en las libélulas asociándolo a determinados factores ambientales e incluso a desequilibrios poblacionales entre machos y hembras, pero ningún estudio ha arrojado pruebas concluyentes. Más extraño resulta el caso de las chinches de cama (Cimex lectularius), ese odioso bichito que atormenta con sus picaduras a millones de personas por las noches, cuyos machos viven entregados a una frenética y descontrolada vida sexual. Se puede decir que las chinches macho copulan con cualquier criatura de su tamaño que se les ponga a tiro, ayudadas de su temible órgano sexual perforante. En muchas ocasiones son hembras de su especie, pero no tienen el menor problema a la hora de penetrar a otros machos e incluso, en un 20% de los casos, a pequeños insectos de otras especies. Es reseñable que, cuando un macho cubre a otro, el esperma de ambos se mezcla en el receptor, con lo que al fecundar a una hembra este último no sólo lo hace con el aporte propio. Esta particularidad quizá explique el frenesí sexual que domina a las chinches macho.
Pero todavía nos podemos ir más abajo en la escala evolutiva y seguiremos encontrando homosexualidad, existe incluso hasta en los gusanos. Se ha documentado en platelmintos (una clase de gusanos planos parásitos) del genero Schistosoma, especies que sí presentan dos sexos claramente diferenciados (al contrario que otros platelmintos, que son más bien asexuados) y, por tanto, un comportamiento sexual definido ¿Qué conclusión podemos extraer en definitiva? Ciertamente que la homosexualidad evolucionó como un fenómeno colateral a la propia sexualidad en general. Debe de haber estado ahí desde que surgió el sexo en nuestro planeta (no sabemos si en otros), algo transversal que ha estado acompañando a la vida animal a lo largo de millones y millones de años. Si en la actualidad hay gusanos, insectos, peces, aves... homosexuales, en el pasado debió de haber trilobites, dinosaurios, dientes de sable y mamuts homosexuales. Las razones son lo de menos, porque posiblemente cada especie tenga las suyas, ya sean conscientes o inconscientes. Viéndolo desde esta perspectiva comprendemos que no es nada anormal que haya seres humanos que se sientan atraídos por personas de su mismo sexo. La verdadera anomalía, lo que resultaría por completo insólito, sería que no los hubiera.
N.S.B.L.D
Para saber más:
Todos los animales son homosexuales (BBC Mundo).
Anexo: animales que presentan un comportamiento homosexual (Wikipedia).
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