El reciente asesinato de la líder indígena hondureña Berta Cáceres pone de relieve la existencia de un colectivo generalmente ignorado, el de los mártires medioambientales.
En la imagen Berta Cáceres, activista medioambiental y líder indígena
asesinada el pasado 6 de marzo.
|
En demasiadas partes del mundo el activismo medioambiental se paga demasiado caro, frecuentemente con la vida. Y lo que es peor, prácticamente siempre, hasta en el 99% de los casos, los asesinatos quedan impunes. Desde 2002 más de un millar de activistas medioambientales y líderes indígenas, sindicales o campesinos han encontrado una muerte violenta por el mismo motivo. Su lucha se había convertido en un enfrentamiento contra aquellos que pretendían destruir el entorno natural en el que vivían las comunidades a las que ellos y ellas representaban. Y es una lucha por regla general muy desigual, humildes comunidades nativas o campesinas frente a gobiernos o gigantes trasnacionales de la minería o la industria. Desigualdad e impunidad suelen ir de la mano y es por eso que las no pocas víctimas de estos conflictos silenciados proceden de lugares apartados, regiones deprimidas que no suelen captar la atención de los grandes medios. Países como Brasil, Colombia, Honduras, Perú, México, Filipinas, Tailandia o la India se encuentran a la cabeza en la lista negra de este tipo de crímenes. No es nada casual, a los poderosos intereses políticos y económicos, se unen amplias zonas vírgenes todavía sin explotar según los estándares de nuestra civilización depredadora y desquiciadamente consumista.
Sólo hacen falta unos gobiernos con tendencias autoritarias y proclives a plegarse a los intereses de las grandes corporaciones, o proclives a dejarse corromper con demasiada facilidad, para iniciar la destrucción y el expolio de entornos antes prístinos y ricos que sostenían a comunidades saludables. Pero allá donde la codicia quiera hundir sus garras siempre habrá gente que se levantará. Es lo que se ha venido a llamar Blockadia, un amplio movimiento transversal y de base que se extiende allí donde los parajes vírgenes se ven amenazados. Una lucha por la tierra, por quienes la cultivan siguiendo técnicas tradicionales para sustentarse. Una lucha por el agua, por los ríos, para mantenerlos limpios y saludables y así poder beber de ellos, poder regar los campos o practicar una pesca sostenible. Una lucha por los bosques, para que sigan existiendo y mantengan esa biodiversidad que es fuente de infinidad de productos únicos y valiosos (frutos y alimentos de todo tipo, aceites esenciales, principios activos de medicamentos...), útiles no sólo para quienes habitan en ellos, sino también para toda la humanidad. Una lucha al fin y al cabo llevada por gentes sencillas que se enfrentan a poderes en apariencia muy superiores. Madres, abuelas, pequeñas comunidades indígenas, campesinos que cultivan pequeñas parcelas de tierra, pescadores tradicionales, artesanos... Unas y otros frente a las excavadoras, frente a las alambradas, frente a los escudos, porras y botes de humo de los antidisturbios, frente a los disparos de los sicarios, frente a la guerra sucia que se libra en las cloacas del sistema capitalista y que pretende criminalizarlos como si ellos y ellas fueron el verdadero problema.
Cartel reivindicativo de la comunidad mapuche temucuicui (Chile), durante
unas jornadas de protesta en defensa de la autogestión de sus tierras.
|
Y en toda esta impunidad, en todo asesinato y toda injusticia, nosotros, los ciudadanos normales y corrientes del autodenominado Norte rico, tenemos parte de culpa. Tal vez se deba a la simple ignorancia, aquello de que "ojos que no ven, corazón que no siente", pues estamos hablando de conflictos que nos resultan lejanos y que nunca suelen copar titulares. Pero la verdad es que cada vez que compramos muebles a buen precio en una gran cadena fabricados con madera procedente del Amazonas, cada vez que adquirimos piña enlatada cultivada en una macro explotación erigida sobre terreno deforestado, o gambas ultracongeladas criadas en piscifactorías intensivas emplazadas en antiguos manglares, cada vez que renovamos artículos de electrónica cuyos componentes contienen el funesto coltán de sangre, cada vez que hacemos cualquiera de esas cosas pensando únicamente en lo que nos ahorramos en la compra del producto, estamos contribuyendo sin saberlo a aumentar la cifra de mártires medioambientales. Contribuimos asimismo a la aniquilación de todos esos pequeños universos, inmensamente ricos en su diversidad y únicos en sí mismos, contribuyendo además a la destrucción de sus pobladores, tanto humanos como no humanos. Es por ello que resulta preferible, siempre que sea posible, apostar por el comercio justo y la soberanía alimentaria. Más que una cuestión económica es una cuestión de principios y ello conlleva un sacrificio, todas las causas lo requieren.
Pero los pequeños gestos también son importantes. Acudir a la verdulería de barrio de toda la vida y no a una gran superficie, o adquirir productos manufacturados localmente y no de importación, ayuda a contener la oleada depredadora, contribuyendo asimismo a la creación de numerosos puestos de trabajo que la economía globalizada ha destruido. Y a pesar de todo Blockadia también ha cosechado sus éxitos, cada día más. De los más de 300 conflictos ambientales existentes en el mundo, "zonas de sacrificio" según el lenguaje neoliberal, alrededor del 17% se han resuelto por el momento con la paralización del proyecto lesivo respectivo fruto de las movilizaciones y la presión social de las poblaciones afectadas. Quizá no sea mucho pero es un principio. La lucha de las comunidades mapuche enclavadas en el Alto Bio Bio (Chile), contra los proyectos de las represas Pangue y Ralco ejecutados hacia el 2000, resulta paradigmática. "Esta tierra es mapuche y la tenemos que recuperar", afirmaba la anciana líder local, "ñaña" Anita, en referencia al expolio sufrido por su pueblo. Ella representa el espíritu vivo de Blockadia. A pesar de la devastación medioambiental, los desplazamientos forzosos, la represión y violencia policiales, a pesar de todo lo que se ha perdido con el paso de los años, la lucha sigue y siempre habrá alguien que continuará resistiendo.
Juan Nadie
Welcome to Blockadia! (occupy.com).
Blockadia: los nuevos guerreros por la Tierra (La marea).
Asesinados por defender la tierra (Público).
No hay comentarios:
Deja un comentario Tu opinión interesa
Comentarios sujetos a criterios de moderación.