No nos engañemos, el objetivo final ha sido y será siempre la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. Ni tuits ofensivos, ni cabalgatas de reyes inapropiadas, ni mucho menos títeres "terroristas". La Derecha busca conquistar de todas las formas posibles lo que no supo ganar en las urnas.
No los tragan, de eso no queda el menor atisbo de duda, ni a la alcaldesa Carmena ni a ninguno de los miembros de su consistorio en la capital del reino. No importa lo que hagan o dejen de hacer, lo que hayan propuesto y lo que no, lo que digan o lo que callen. La Derecha retrógrada y cavernaria los odia a muerte simplemente por lo que son, por lo que representan, una "imperdonable transgresión en el orden natural de las cosas" a su entender, pues han de ser ellos los que siempre ostenten el poder. Siguen convencidos de que les pertenece por derecho divino, las elecciones tan sólo una simple pantomima para guardar las apariencias. Así debería haber sido, pero no lo fue y esto último es lo que no le perdonan, ni le perdonarán jamás, a Manuela Carmena y a los suyos. Son demasiado rojos para ocupar una alcaldía como la de Madrid, las más importante y simbólica de todas. Su lugar está en la calle, protestando tras un muro policial, o en los mercadillos y eventos "alternativos" varios, entre perroflautas y otros personajillos despreciables, con escasa visibilidad. El control de algo tan sumamente importante como una capital deberían dejárselo a aquellos que saben lo que hacen, es decir, los que privatizan servicios públicos, desahucian sin compasión, gobiernan para los bancos y fondos buitre y, ya de paso, se llevan un buen pellizco del dinero público recaudado a todos los ciudadanos para desviarlo a paraísos fiscales o, en su defecto, gastarlo en tarjetas black, mansiones, yates, cochazos, joyas y demás lujos. Así han sido siempre las cosas y así deberían seguir siendo. Por eso los nuevos tienen que irse, por las buenas o por las malas, a patadas, a tiros o como sea, pero que desaparezcan y regresen al inmundo agujero del que salieron.
Por ese motivo a lo largo de meses hemos asistido a todo tipo de polémicas absurdas y salvajemente sobredimensionadas cerniéndose sobre el consistorio madrileño (ver una entrada anterior de este blog). La última bomba informativa estallaba este fin de semana y los medios de intoxicación, propaganda y lobotomización de masas, siempre al servicio de los poderes ultraconservadores y neoliberales, se hacían el debido eco de ella. Monjas y jueces ahorcados, pancartas en favor de ETA, niños traumatizados llorando y haciéndose sus necesidades encima, padres en estado shock, el caos y el terror desatados... ¿Qué bolivariana fechoría habían perpetrado los diabólicos secuaces de Carmena? Un teatrillo de títeres, enmarcado en una serie de actos dentro de las fiestas de Carnaval, convertido en un grotesco espectáculo de apología del terrorismo. Los ciudadanos honrados y decentes, y también fieles votantes del PP (o quizá también Ciudadanos), no podían permitirlo y avisaron de inmediato a la policía, que por supuesto perdió el culo a la hora de detener a los criminales titiriteros. Todos nos enteramos de lo sucedido a través de los exagerados titulares de periódicos y telediarios, el horror del "carnaval de Carmena" exhibido en todas partes y con la máxima resonancia posible. El muy conservador juez Ismael Moreno, mando policial en los últimos tiempos del franquismo e investigado en el pasado por su presunta vinculación a los GAL (ver esta entrada de 1988 de El País, ¡cómo ha cambiado este periódico!), ordenaba el ingreso inmediato de los dos artistas en prisión preventiva sin fianza. Hemos de recordar haciendo una llamada a la cordura que estos chicos no han matado, ni violado, ni apaleado a nadie. Tan sólo representaron una función de títeres, por eso los encarcelaron sin juicio previo. Y hemos de recordar también que se supone que España es una democracia, con derechos como la libertad de expresión amparados, supuestamente una vez más, por la Constitución.
Todo esto pone en evidencia que España es probablemente el país más anormal de Occidente, con todas las connotaciones que el término "anormal" puede llegar a tener. Esa anormalidad se manifiesta en todos los ríos de tinta, incluido este, que en los últimos días han corrido en relación a los dichosos títeres. Algo absolutamente intrascendente convertido en agravio de alcance nacional, como si no hubiera problemas infinitamente más graves de los que ocuparse ¿Tan abominable fue la obra La bruja y Don Cristóbal representada por la compañía "Títeres desde abajo"? Repasando el contenido de la misma no pasa de ser un teatrillo de títeres más, con sus clásicos cachiporrazos y manifestaciones violentas que pueden agradar más o menos a los niños, nada que no se hubiera visto antes miles de veces en miles de sitios. De hecho la misma obra ya había sido representada en Granada (ver este titular de Andaluces diario) sin que pasara nada. La única diferencia estribaba en el mensaje, destinado a un público adulto, que criticaba el uso que se hace del terrorismo por parte de los poderes fácticos para criminalizar a determinadas personas o colectivos que nada tienen que ver con la violencia. Es en ese contexto donde se enmarca la muy polémica pancartilla (porque a decir verdad era muy pequeña) que aparece en un momento de la representación. Después de noquearla, un policía le coloca al personaje de la bruja una pancarta en la que se lee "Gora Alka-ETA" (un juego de palabras entre Al Qaeda y ETA), con la finalidad de incriminarla. En eso queda todo, la supuesta apología del terrorismo forma parte del desarrollo argumental de la trama. Todos entendemos que una película que trate sobre el terrorismo y en la que aparezcan personajes que sean etarras no está haciendo apología de ETA, del mismo modo que una película que trate sobre el Holocausto y en la que se vean esvásticas y uniformes de las SS no está haciendo apología del genocidio y el nazismo. Lo de los títeres es exactamente lo mismo, era una obra satírica, no una manifestación o un mitin político. Qué amarga ironía supone que los artistas hayan sido víctimas de la misma manipulación que pretendían denunciar.
Sin embargo nada de esto aplacará a la caverna. El PP y otros partidos de su espectro político, los medios de comunicación afines, la AVT y muchos otros seguirán reclamando más sangre, que rueden las máximas cabezas posibles. Se exigen responsabilidades, el cese inmediato de la concejal de cultura en Madrid Celia Mayer e incluso más. Es un acto de hipocresía absolutamente repugnante e intolerable que los dirigentes del PP se llenen la boca, en aras de la decencia y el respeto a las víctimas del terrorismo, demandando una purga de cargos en el ayuntamiento madrileño. Ellos que convivieron durante años con la corrupción en todas sus formas y luego tuvieron la desfachatez de decir que nada sabían de lo que se llevaban entre manos sus más estrechos colaboradores, exigen que Carmena y su gente sepan al detalle el contenido de todos y cada uno de los actos culturales que se celebran en la capital, para ver si hay alguno que sea inadecuado o delictivo. Será que Madrid es una aldea de menos de cien habitantes en la que te puedes enterar fácilmente de cualquier acto que se celebre. Para los tertulianos, pseudoperiodistas y sicarios mediáticos varios al servicio de la caverna, tres cuartas partes de lo mismo. El energúmeno de Federico Jiménez Losantos puede andar por ahí tranquilamente después de decir, más o menos, que si se cruzara con alguien de Podemos le pegaría un tiro (no es broma, ver este video en YouTube). Nadie lo detendrá y lo mandará a prisión preventiva y sin fianza por hacer una apología tan manifiesta del odio y la violencia ¿Qué hubiera pasado si alguien de izquierdas hubiera dicho en público lo mismo acerca de cargos del PP? No hace tanto muchos de estos voceros enarbolaban la bandera de la libertad de expresión proclamando que "todos somos Charlie" (Je suis Charlie en francés), cuando unos salvajes perpetraron una matanza en la redacción del conocido semanario satírico por haber publicado unas caricaturas de Mahoma, que realmente podían resultar ofensivas para muchos musulmanes, en las que se lo representaba como un terrorista fanático y sanguinario. Lo que hacía Charlie Hebdo resulta encomiable y todos debemos defenderlo sin fisuras, pero lo de los artistas de "Títeres desde abajo" es un despreciable enaltecimiento del terrorismo. Una vez más hemos de recordar que se trataba de una función teatral, no un acto político ni nada por el estilo, y que no existe ninguna organización llamada "Alka-ETA", por lo que, en todo caso, estaríamos ante un acto de enaltecimiento a la nada. Todo muy delictivo.
Por supuesto habrá quien diga, siempre para justificar lo injustificable, que no era una obra adecuada para un público infantil y que además era de mal gusto. Bueno, puede pasar, pero al menos que yo sepa el mal gusto no es delito. De ser así la mayoría de los responsables de las parrillas de programación televisiva del país bien podrían estar entre rejas a juzgar por ciertas cosas que llegan a emitirse. Y si la violencia es inapropiada para los niños, cosa que suscribo, habría que prohibir asimismo muchos de los videojuegos que se comercializan (aunque ahí nos topamos con los gigantes trasnacionales de la industria del ocio). Resulta infinitamente más fácil, y cobarde, descargar toda la maquinaria represiva sobre dos humildes chavales que se ganan la vida como titiriteros. Porque lo más escandaloso de todo es que han terminado pagando, y muy duramente además, precisamente los que menos culpa tenían. Si te contratan para hacer una representación y te dicen que está programada a una hora determinada, vas y cumples con lo estipulado. Son los responsables directos de la organización del evento los que han de decidir si es adecuada o no para el público infantil o, en su caso, los que deben advertir que su contenido puede herir ciertas sensibilidades. La única obligación de los artistas es actuar porque para eso los han contratado y, si hay niños delante, tampoco son quien para ordenar a sus padres que se los lleven. Del mismo modo la concejala de cultura tampoco tiene por qué estar encima de todo, que para eso ya nombra a los respectivos organizadores de cada acto cultural en cuestión. Es a éstos, y únicamente a éstos, a los que hay que pedir explicaciones o incluso cesar si se da el caso.
En resumen, toda esta exageradísima y desproporcionada polémica no es más que otra maniobra de la Derecha, y ya van unas cuantas, para torpedear el gobierno municipal de Manuela Carmena. Ella es el objetivo último. Lograr mediante sucias artimañas lo que no se pudo conseguir en las urnas. Y a decir verdad la alcaldesa y los suyos están reaccionando bastante mal a todos estos ataques, pues su principal problema es que se muestran demasiado débiles y así lo perciben sus enemigos. Ceder y ceder para tratar de apaciguar a la caverna es un error fatal de cálculo. Porque la Derecha retrógrada no puede ser apaciguada, si reculas seguirá atacando con más intensidad si cabe, del mismo modo que los aliados no pudieron apaciguar a la Alemania nazi permitiendo que ocupara unos cuantos territorios y finalmente se vieron obligados a ir a la guerra. Llega el momento en que se hace necesario plantar cara y no dar un sólo paso más atrás.
Para concluir, la lectura que hago de todo esto es que hemos asistido al mayor ataque a la libertad de expresión del que tengo constancia en los últimos años. Algo así nos aproxima más a Irán, Arabia Saudí o Corea del Norte, que a las democracias europeas con las que compartimos espacio político. Una muestra más de la anormalidad de España (al respecto ver lo que ha venido diciendo la prensa internacional). Los intentos del PP, y de todos los sectores económicos y mediáticos afines, por tender cortinas de humo para que no se hable de la inaceptable corrupción que pudre a un partido que casi parece una organización mafiosa, son una demostración más de que la libertad de expresión es algo que consideran que está de más en este país. Recuerdo cuando era niño que uno de mis programas favoritos era La Bola de Cristal y sus electroduendes, espacio irreverente donde los haya y que se emitía en horario infantil. Imposible olvidar a la Bruja Avería y uno de sus gritos de guerra: "¡Viva el mal! ¡Viva el capital!" ¿Habrían detenido a día de hoy a los creadores del programa por asociar a un personaje malvado con el sagrado capitalismo neoliberal en un intento de pervertir las mentes de los infantes? Más de un cargo público o juez no habría dudado en intentarlo. También recuerdo muy vívidamente una de las cuñas que se repetía en todos los programas. Finalizaba con unas imágenes de un rebaño de borregos y una voz en off que decía: "Si no quieres ser como estos. Lee". ¿Quién sabe? Es posible que muchos de los que han aplaudido la detención de los titiriteros, puede que también los padres que presenciaron el espectáculo y luego denunciaron, no siguieran el consejo.
Juan Nadie
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