Análisis gráficos, estadísticas y encuestas son métodos matemáticos empleados para analizar tendencias políticas, opiniones, el estado de la economía... Pero las matemáticas son sólo una herramienta y como tal son susceptibles de convertirse en una ciencia al servicio de la manipulación.
Pero que los datos nos inunden no quiere decir que estemos mejor informados. Al contrario, puede que la sobreinformación llegue a repercutir en nuestra capacidad de juicio. Para eso existen determinadas herramientas de gestión de la información, surgidas de la Estadística y las Matemáticas, diseñadas en principio para extrapolar de un conjunto o de la totalidad de los datos disponibles sobre un asunto concreto, una conclusión que se pueda presentar en un formato tal que resulte fácilmente comprensible o asimilable. Muestreos estadísticos, encuestas, gráficos y demás nacieron como herramientas de las que se podía obtener información concluyente en todo tipo de disciplinas: investigaciones científicas, procesos de control de calidad en la industria, epidemiología, evolución en la producción de bienes y servicios de un país, estudios sociológicos, etc.
En lo referente a las llamadas Ciencias Sociales este tipo de herramientas ha sido de gran utilidad y su uso ya se ha hecho extensivo. Gráficos o estadísticas se presentan para que, supuestamente, comprendamos mejor la marcha de la economía, la evolución del mercado laboral y sus tendencias, la intención de voto de la población e incluso sus gustos o aficiones. La carga matemática de dichas herramientas les otorga un aparente empaque científico, de estudio serio y contrastado que autoridades políticas o económicas, e incluso medios de comunicación, emplean para reforzar sus planteamientos o su gestión. Así se demuestra lo que nos presentan. Pero una cosa son las cifras empíricas obtenidas mediante muestreo o recuento (número de personas registradas como desempleadas un mes determinado, opción política por la que se decantan - o dicen decantarse - aquellos a los que se pregunta en una encuesta, cifras porcentuales de aumento o disminución del PIB con respecto al anterior ejercicio...) y otra muy distinta la forma de presentar las conclusiones que de ellas se extraen. Es ahí donde entramos en el terreno de la manipulación de los datos, para utilizarlos con fines propagandísticos o partidistas. Dado que se le presupone cierta seriedad científica a este tipo de herramientas, son armas útiles para convencer a la opinión pública o incluso condicionarla de cara, por ejemplo, a unos comicios próximos. Llegamos al pantanoso terreno de las gráficas manipuladas y el "cocinado" de encuestas.
De todas las herramientas mencionadas las gráficas son las más susceptibles de ser manipuladas al ser un formato claramente visual y que entra muy fácilmente. En ocasiones la manipulación es extremadamente burda, valgan de ejemplo las dos imágenes que muestro arriba. La falta de proporcionalidad de la primera de ellas, que muestra la cuota de audiencia en series de ficción de producción propia de dos de las grandes cadenas de televisión privadas del país, resulta más que evidente. Se muestran las cifras porcentuales, que en realidad indican que apenas sí existe una diferencia significativa entre las audiencias respectivas, pero la mayor aparece resaltada en un tamaño claramente más grande y, lo que es peor, la columna gráfica correspondiente está exageradamente sobredimensionada. Todo para dar la impresión de que una de las cadenas es líder destacada de audiencia. Lo del segundo de los ejemplos ya tiene mucho más delito, porque a eso casi no se lo puede llamar ni gráfica. La denuncia en cuestión procede de la sección del sindicato CGT en la televisión pública de Castilla-La Mancha durante el gobierno de la señora María Dolores de Cospedal (cuya familia se puso el "de" en el apellido para darse ínfulas aristocráticas). Una vez más se presenta una información verídica, la reducción del desempleo en términos absolutos en la citada comunidad autónoma por un periodo de doce meses, pero de una forma alterada al extremo con fines propagandísticos. No se ofrecen ni cifras ni porcentajes, no sabemos si las barras guardan algún tipo de proporcionalidad y, para colmo, ahí tenemos una enorme flecha verde que refuerza la imagen interesada de que el desempleo se ha reducido tanto en un año que casi ha desaparecido como por arte de magia. Difícil encontrar un caso de manipulación más tosco y descarado.
En otros casos la manipulación, no por descarada, resulta un poco más difícil de apreciar porque a menudo los efectos visuales crean impresiones desfiguradas de lo que se está mostrando, algo que no es nada casual. Ejemplos tenemos nuevamente en los dos gráficos mostrados arriba, aparecidos en Televisión Española y Telemadrid respectivamente, cadenas públicas bajo el control del PP y por tanto muy dadas a manipular. El primero de los casos, una vez más a vueltas con el desempleo, es ya un clásico. Aquí el problema no radica en las cifras, que por supuesto son correctas, sino una vez más en la proporcionalidad. El descenso del paro en 2013 se cifra en más de 300.000 personas (se pasa de algo más de cinco millones a un poco menos de 4.700.000), pero lo que la curva muestra es una bajada increíblemente abrupta, tanto que casi llega al nivel del eje horizontal, que como todos sabemos indica cero. De esta manera se da la falsa impresión de que el paro ha disminuido hasta casi desaparecer, por mucho que más de cuatro millones de desempleados no sea desde luego una cifra equiparable al pleno empleo. En el segundo ejemplo más de lo mismo, gráficas que no guardan las debidas proporciones o, en su caso, que no están a ninguna escala. Se nos habla de un incremento en los afiliados a la Seguridad Social, otro de esos datos positivos que hay que enfatizar, pero sin un adecuado, o mejor dicho inexistente, escalado del eje vertical se juega con la representación gráfica para hacernos creer que el repunte en las afiliaciones ha sido espectacular. Cuando hablamos de cifras de decenas de millones, subidas o descensos de centenares de miles no son especialmente significativas, pero esta clase de dibujitos se asimilan más fácilmente que los números.
Pasemos ahora a las encuestas electorales. En los últimos tiempos se ha extendido bastante el uso de un término respecto a las mismas, el "cocinado", que da a entender que los resultados se manipulan a conveniencia de los medios que los publican. Antes de todo hay que entender que las encuestas de este tipo se elaboran, como todas, preguntando a un reducido número de personas a qué partido van a votar en los próximos comicios, puesto que no podemos hacerlo sondeando a millones de individuos (ni tan siquiera a decenas de miles). A esto se le llama muestra y se le presupone representatividad, es decir, que el grupo de encuestados sea, por su variedad, como una versión muy reducida del conjunto de la sociedad española. Según este criterio no procedería realizar la citada encuesta de intención de voto exclusivamente entre los vecinos del madrileño barrio de Salamanca (donde vive la clase pudiente de la capital, de ideología conservadora en su mayor parte) o, igualmente, sólo entre los habitantes de la colonia de Pan Bendito, una barriada periférica de Madrid de carácter eminentemente obrero y humilde en el distrito de Carabanchel, porque previsiblemente en un lugar como este el voto a los partidos de izquierdas tiene un mayor peso. Del mismo modo tampoco procede tomar como muestra únicamente a un grupo de menores de 35 años, sector poblacional donde los partidos emergentes gozan de grandes simpatías, o componerla sólo con mayores de 50, que se suelen decantar mucho más por los partidos tradicionales. Una muestra enteramente representativa debería incluir individuos de todo tipo: hombres y mujeres, jóvenes y jubilados, trabajadores precarios que cobran el salario mínimo y altos ejecutivos, habitantes de pequeñas aldeas y de grandes metrópolis, personas sin ningún tipo de estudios y catedráticos de universidad. Resulta obvio que reunir una muestra poblacional así puede resultar bastante complicado, sobre todo si se están haciendo encuestas electorales todas las semanas, por lo que el sesgo por falta de representatividad es a menudo un factor de peso.
Es ahí donde entran en juego los denominados métodos de inferencia estadística, destinados a obtener información, que se presupone veraz, del conjunto de la población a partir del estudio de una pequeña parte de la misma (la muestra). Es esto lo que, en las encuestas electorales, se llama "cocinado". Lo que se extrae de la muestra rara vez coincide con el comportamiento del total de los individuos. Un ejemplo muy claro, antes de las elecciones europeas de 2014 se realizaron las correspondientes encuestas, entre ellas la elaborada por el CIS, en la que se preguntaba acerca de la intención de voto. En dicho sondeo el 14,1% de los encuestados dijo que votaría al PP y sólo el 0,8% a Podemos, mientras que más de un 44% manifestó que no votaría o que no sabía a quién iba a hacerlo. Los resultados de los citados comicios mostraron que el PP obtuvo el 26% de los votos, Podemos el 8% y las abstenciones alcanzaron el 54%. Como se puede comprobar el resultado electoral distó mucho de los sondeos de intención de voto y esto es algo que pasa con bastante frecuencia. Es por ello que se hace necesario inferir para ajustar la información extraída al comportamiento del conjunto y, en este caso, eso se hace realizando más preguntas a los encuestados para obtener datos adicionales. Estas preguntas pueden ser del tipo: ¿a qué partido o partidos votó en anteriores comicios?, ¿qué nota le daría, de 0 a 10, a los líderes de cada partido?, ¿a qué partido no votaría jamás? o ¿hacia qué políticos siente usted una mayor simpatía?. De esta manera, sumado por ejemplo al histórico de resultados electorales, ampliamos la información disponible para obtener unas conclusiones que se puedan ajustar más a la realidad.
Pero la inferencia estadística no es una ciencia exacta en estos casos, por lo que las conclusiones pueden verse distorsionadas por consideraciones subjetivas. Es más claro ejemplo viene de las proyecciones de escaños para cada partido realizadas recientemente por el CIS y distintos medios de comunicación, que aparecen resumidas en un artículo del diario El País, y que se reproducen sobre estas líneas. Como son eso, proyecciones, los resultados se reflejan en horquillas numéricas que revelan la inexactitud de este tipo de predicciones. Sin embargo llama la atención que, en no pocos casos, los valores extremos para cada partido ni tan siquiera se solapen en las distintas proyecciones dadas por cada medio. El PP se mueve entre los 103 y los 128 escaños, más menos 25 diputados, que no son pocos. Por su parte el PSOE se mueve entre un máximo de 94 y un mínimo de 76 (más menos 18 diputados), Ciudadanos entre 53 y 72 escaños (más menos 19) y Podemos entre 45 y 64 (más menos 19 diputados también). Y en algunos casos las horquillas llegan a ser exageradamente amplias, como es el caso de la proyección para Ciudadanos dada por el propio El País, que oscila en un intervalo de nada más y nada menos que 14 escaños ¿Qué nos demuestra esto? Lo primero que vemos es que hay medios que tratan con mayor benevolencia a unos partidos que a otros. El propio CIS, dependiente del Gobierno, se muestra muy benevolente con el PP y también con Ciudadanos, pero no tanto con Podemos. Por su parte El Periódico hace precisamente lo contrario. El sesgo puede venir de la propia muestra o bien de la forma en la que se han "cocinado" los datos, lo que puede ser síntoma de distorsiones deliberadas con objeto de influir en la intención de voto. Lo segundo que descubrimos es la gran variabilidad de las proyecciones en un escenario muy volátil. El baile de cifras puede dar lugar a escenarios muy distintos, desde una mayoría relativamente cómoda para el PP que le facilite formar un gobierno, pasando por un escenario inestable que dificulte o incluso imposibilite la gobernabilidad, hasta una composición parlamentaria que pudiera dar paso a una alternativa de centro-izquierda. En realidad es casi como las predicciones de los horóscopos, que afirman generalidades fácilmente deducibles que se corresponden con casi cualquier situación imaginable.
En resumen, que herramientas estadísticas como los sondeos tienen un poder predictivo limitado. A menudo se las usa para fortalecer la posición que se defiende. Si te dan la razón, las enarbolas como demostración de lo bien que te van las cosas. Por contra si no son benevolentes, tiendes a restarles importancia y a recalcar su inexactitud. Dado que analizar o predecir el comportamiento de poblaciones enteras es algo extremadamente complicado, los métodos de inferencia tienen un inevitable componente subjetivo. Si se estima que el número de indecisos ante las próximas elecciones es muy elevado, podemos contabilizar sus votos (o una parte importante de los mismos) dentro de los del partido que más nos interese, si bien en realidad lo que puede terminar ocurriendo es que mucha de esa gente se abstenga o vote dispersa a formaciones minoritarias que tal vez no alcancen para tener representación parlamentaria. Es por eso que los sondeos también pueden ser utilizados como instrumento de manipulación y para condicionar la opinión de los votantes, desalentando a los indecisos a la hora de decantarse por éste u otro partido porque "no va bien en las encuestas y, por tanto, no serviría de mucho votarle ya que no puede ganar".
La reflexión final que podemos hacer es que no es ciencia exacta todo lo que se nos presenta bajo la forma de cifras, gráficos y demás estimaciones estadísticas y métodos de tratamiento de datos. Por mucho que sea un formato al que se le atribuye rigor y prestigio, y por lo tanto una gran credibilidad, no deja de ser una herramienta y una forma de presentar, e interpretar, una determinada información que o bien no es precisa o está incompleta, o bien tiene diferentes interpretaciones. Más allá de eso entramos en el terreno de la manipulación interesada.
La reflexión final que podemos hacer es que no es ciencia exacta todo lo que se nos presenta bajo la forma de cifras, gráficos y demás estimaciones estadísticas y métodos de tratamiento de datos. Por mucho que sea un formato al que se le atribuye rigor y prestigio, y por lo tanto una gran credibilidad, no deja de ser una herramienta y una forma de presentar, e interpretar, una determinada información que o bien no es precisa o está incompleta, o bien tiene diferentes interpretaciones. Más allá de eso entramos en el terreno de la manipulación interesada.
Artículo escrito por: El Segador
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