La Troika aprueba la iniciativa de Syriza. Los referéndums permitirán vender las futuras quitas, impagos o salidas del Euro como fruto de una decisión popular.
El último
giro de las negociaciones entre el gobierno griego y la Troika ha incorporado a
las mismas un nuevo elemento inesperado: el referéndum.
Aunque los
medios de comunicación controlados por la corriente neoliberal presentan a
Syriza como un partido de izquierda radical, capaz de desestabilizar Grecia y
de causar dificultades en las finanzas europeas, la consulta de Syriza conviene
a los intereses de la Comisión Europea y supone una gran oportunidad para la Troika, que ahora podría cambiar su modus
operandi, introduciendo en las negociaciones los referéndums para legitimar sus
decisiones y transferir estratégicamente la responsabilidad de las mismas a los
pueblos.
Y es que urge en
Europa un lavado de imagen. La tecnocracia del BCE y la CE, en las
políticas de ajuste y en otros ámbitos ejecutivos, funciona de un modo
sumamente oligárquico y antidemocrático, implementando políticas económicas de
gran repercusión social, sin que sus gestores hayan sido elegidos por la
ciudadanía. Una realidad irreconciliable con la imagen de democracia que la UE
quiere proyectar.
El referéndum le interesa a la Troika
No este o
aquel referéndum, sino el referéndum en sí como nueva medida para gestionar la
crisis de deuda de los países. Creemos que de ahora en adelante veremos más consultas de este tipo, no
sólo en Grecia, sino en otros países afectados por la burbuja de deuda.
La entrada
en escena de la consulta conecta bien con la narrativa política dominante sobre el proceso griego, narrativa en
la que juega un papel central la idea de “la
culpa del pueblo y la cultura griega”. Como es sabido, los medios nos cuentan la
crisis de este país magnificando la responsabilidad de sus gentes frente a otros
factores políticos y macroeconómicos de mayor incidencia. Y así, lejos de
ofrecer explicaciones completas y científicas sobre el asunto, al centrarse en
la idiosincrasia helena, su narrativa resulta tendenciosa y particularmente
peligrosa, puesto que estimula la enemistad
nacionalista entre las naciones europeas.
Por esta retórica racista, en el imaginario del
alemán, el francés o el español medio, la crisis griega está ligada a “corrupción
endémica”, “cultura de la evasión fiscal”, “economía sumergida masiva” o
“pereza crónica” de los griegos. Toda una cortina
de humo para ocultar la culpabilidad de otros agentes de primer orden.
La narración
de la crisis de deuda transmite el prejuicio de que los griegos están arruinados por su propia culpa y
silencia deliberadamente la responsabilidad de los evasores que usan de
paraísos fiscales, de las élites financieras mundiales y europeas, así como de
los sucesivos gobiernos griegos sin vocación de servicio, de cuyas acciones,
sumadas a las prácticas de los ciudadanos, deriva una deuda pública que sin
duda empobrecerá aún más a los asalariados helenos, deuda que exige una auditoría
independiente para identificar los tramos ilegítimos de la misma y para
fundamentar acciones judiciales.
Y en esta
política de responsabilizar a los pueblos, la
herramienta del referéndum viene como anillo al dedo. Pensamos que la
Troika aprovechará la iniciativa de Tsipras, y se servirá de la misma en
próximas negociaciones con Grecia y otros países afectados por la crisis de
deuda. El referéndum encaja a la
perfección con la narrativa de la culpa
ciudadana, puesto que transfiere aparentemente el poder a la ciudadanía.
Una
decisión tomada a raíz de una consulta popular permite al poder culpar
directamente al pueblo de las consecuencias nefastas que se sigan de ella. Y
esto interesa ahora con Grecia, y más tarde con los PIGS, puesto que en el
proceso de negociación de la crisis de deuda queda por ver lo más duro.
A la Troika
le interesa que los pueblos europeos se pronuncien sobre las medidas estructurales del FMI. Si se acata lo exigido, las condiciones de Bruselas gozarán
de legitimidad. Si no, las consecuencias derivadas serán "responsabilidad
de los pueblos”, o al menos así se venderá en los medios.
Tanto la UE
como el gobierno griego saben que tarde o temprano se tendrán que implementar quitas. Quizá no ahora mismo, pero sin
duda a medio plazo. El FMI lo ha reconocido explícitamente y el gobierno Obama
lo ha aconsejado para darle a Grecia un respiro. Puesto que más quitas son
necesarias, es preciso que la puesta en
escena de las negociaciones consiga que los afectados por las mismas las
acepten minimizando el coste político para Bruselas.
Para ello la estrategia
comunicativa debe cumplir tres objetivos. En primer lugar, tiene que seguir
legitimando la autoridad del BCE y la CE. En segundo lugar, debe dirigir a la
opinión pública hacia la conclusión: “los griegos son culpables de su situación y de los recortes que ahora nos aplican a los demás”. Y
por último, conviene que despierte en el resto de la ciudadanía europea,
principal afectada en caso de impago o quita, una sensación de preocupación
incierta, incluso temor, para que las masas acepten las soluciones propuestas
como males menores.
¿Y quiénes
son los principales afectados en caso de
quitas o impago? Precisamente esos que mayoritariamente piensan que la
culpa de la tragedia griega la tienen los propios griegos: los ciudadanos europeos. Entre ellos la
Troika no goza de buena imagen, pero esto es algo que se pretenderá mejorar en un futuro con
los referéndums.
El 60 % de la deuda griega, a cuenta de los contribuyentes europeos
Como ya
deberíamos saber, el capitalismo financiero neoliberal adora la socialización de las pérdidas y la
privatización de los beneficios. Cuando se manifestó la crisis de deuda, las
autoridades financieras sabían que Grecia, y otros países, no podrían asumir
sus compromisos. Por ello, lo primero que hicieron fue sanear sus entidades
financieras y, de este modo, los bancos privados transfirieron sus activos
tóxicos al BCE y a otros bancos centrales de países europeos. En 2008 los
principales tenedores de deuda pública
griega eran bancos franceses y alemanes; hoy el 79 % de la misma se reparte entre países de la eurozona, el BCE, el
FMI, bancos griegos y el banco central de Grecia. Una maniobra financieramente
perfecta para minimizar pérdidas de entidades privadas, aunque éticamente muy
reprobable, y que significa que para los inversores privados “Grecia está lista para caer”.
No así para los ciudadanos. La patata caliente está ahora en el tejado de los contribuyentes europeos puesto
que los bancos centrales de sus naciones
detentan el 60 % de la deuda helena. ¿Recuerdan la crisis de las hipotecas
subprime? Estamos ante algo semejante: ahora la burbuja está en el mercado de
deuda y, cuando estalle, se extenderá por toda Europa y se pagará con el dinero
de los contribuyentes.
Según datos
del IESEG School of Management, los ciudadanos europeos se juegan 256.409
millones de euros con la crisis griega, debido a la decisión de la Troika de
repartir las pérdidas de los bancos privados entre los de abajo. Los más
expuestos, los alemanes, con 72.000 millones; seguidos de Francia, Italia y
España en cuarto lugar, arriesgando 32.744 millones.
Tsipras ha entrado en el juego de los acreedores. La Troika ve con buenos ojos los referéndums
para vender las futuras quitas como fruto de una decisión ajena y, a ser
posible popular.
Javier L.
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