El futuro de la Humanidad. Segunda parte

Predecir cómo será el futuro de la Humanidad no es solo cosa de adivinos embaucadores y novelas de ciencia-ficción. Nos encontramos en un momento crucial de la Historia en el que se hace necesario pensar muy seriamente acerca de si es posible la supervivencia a largo plazo en un planeta que se nos hace cada vez más pequeño y donde los recursos van a ser escasos.


Montaje fotográfico que muestra los tamaños comparativos
de la Tierra y Marte.
           ¿Cómo afrontar el probable colapso de nuestra civilización y modo de vida? La actual crisis sistémica que padecemos desde hace un lustro puede ser tan solo la antesala de una mucho mayor, la energética ante la creciente demanda de petróleo y otros combustibles fósiles, frente al evidente agotamiento progresivo de estos recursos no renovables, y la que sobrevenga cuando el agua e incluso los alimentos se conviertan en bienes cada vez más preciosos en un mundo superpoblado y deteriorado (1). Frente a este preocupante futuro que no podemos obviar de ninguna manera se presentan distintas alternativas. Podemos imaginar un mundo post apocalíptico al más puro estilo de la novela The Road escrita en 2006 por Cormac McCarthy (y que posteriormente fue adaptada al cine), o bien plantearnos la expansión de nuestra especie hacia nuevos horizontes, tal y como siempre hemos hecho desde que surgimos en África, con el espacio exterior y sus mundos infinitos como objetivo. También podemos afrontar nuestra permanencia en el planeta Tierra pero bajo unas premisas muy distintas a las de la sociedad actual, con la sostenibilidad y la correcta gestión y distribución de los recursos disponibles como pilares básicos con los que construir un futuro prometedor a largo plazo. Repasemos brevemente cada una de estas opciones.
          
             Dado que no resulta en absoluto deseable un futuro en el que la Humanidad quede sumida en la barbarie, con la civilización arrasada por las guerras, el agotamiento de los recursos, la miseria y donde los supervivientes deban luchar diariamente para seguir con vida, vamos a ocuparnos de las alternativas que plantean un porvenir aparentemente más halagüeño. Sin lugar a dudas la opción más atractiva y fascinante a primera vista, aunque solo sea porque nos conecta directamente con el fabuloso universo de la ciencia-ficción, es la de la exploración del espacio y la conquista de nuevos mundos que podamos habitar cuando el nuestro ya no lo sea. En esencia esta idea resulta tan atractiva porque no implica cambiar de mentalidad, nuestra expansión, nuestro progreso, van a continuar indefinidamente y cada vez vamos a ser más sabios, más poderosos y más numerosos. La galaxia está ahí para que tomemos posesión de ella y la colonicemos tal y como profetizó Isaac Asimov en la Trilogía del Imperio Galáctico (perteneciente a la saga de la Fundación, un clásico del género), dónde los humanos nos hemos expandido tanto gracias a nuestros avances científicos y tecnológicos que ya ni siquiera resulta posible saber cuál es nuestro planeta de origen. El profesor Stephen Hawking, una de las mentes más notables y brillantes de la actualidad, es un firme defensor de esta idea de la expansión espacial, pero por muy respetables que sean sus opiniones no hay que estar necesariamente de acuerdo con ellas ¿De verdad resulta factible lanzarse a esta aventura a medio o incluso a largo plazo? ¿Y si ya ni tan siquiera queda tiempo o recursos para ello? ¿Cómo se realizaría una eventual evacuación de la Tierra si supiéramos que se va a volver inhabitable? Planteemos las opciones más detalladamente.

            A la hora de hablar de la colonización de mundos cercanos hay un planeta que destaca por encima de los demás como el candidato idóneo, Marte. Hemos enviado sondas y robots guiados a distancia para explorarlo en profundidad y lo conocemos bastante bien. Organizar expediciones tripuladas, continuar con el envío de colonos para levantar un primer asentamiento permanente e ir ampliándolo y fundando otros nuevos, parecen los pasos lógicos a seguir. Pero cabe preguntarse si Marte es un lugar viable para que lo convirtamos en nuestro nuevo hogar. Basta con contemplar la fotografía que encabeza el presente artículo y comparar el planeta rojo con nuestro mundo, saltan a la vista las diferencias y muy especialmente la del tamaño ¿Puede un planeta como ese mantener una población humana estable, abundante y próspera que perdure durante milenios? Está claro que actualmente eso es imposible porque es un lugar totalmente hostil para la vida, frío, seco, con muy poca atmósfera, siendo ésta además irrespirable, y asolado por las radiaciones procedentes del espacio exterior. Ya sabemos por qué esto es así y en el anterior artículo ya se repasaron las características que debe reunir un planeta para que resulte habitable. Marte no reúne ninguna de ellas y para que pudiéramos vivir en él sería necesario acondicionarlo adecuadamente, lo que en el argot científico se conoce como "terraformar" (es decir, transformarlo en algo así como una "nueva Tierra"). A menudo esto se nos vende como algo factible, pero yo no lo tengo tan claro. Ciertamente sería posible provocar un efecto invernadero en él para calentarlo y espesar su atmósfera, esto es algo que ya estamos haciendo aquí accidentalmente, también se lo podría sembrar de microorganismos fotosintéticos que empezaran a emitir oxígeno para crear un aire respirable, pero otras cosas se antojan harto imposibles ¿Cómo generar un escudo magnético a escala planetaria para protegerlo del mortífero viento solar y otras radiaciones? ¿Cómo estabilizar su eje de rotación para que no varíe a lo largo de miles de años tal y como hace en la actualidad?, lo cual provoca grandes variaciones climáticas ¿Cómo convertirlo en un planeta geológicamente activo como la Tierra? Presumiblemente no tendremos capacidad de lograr tales cosas a corto o medio plazo, quién sabe si tan siquiera a largo plazo y, aunque la modificación de su atmósfera sí que resulta viable, el proceso necesariamente se prolongaría durante cientos o incluso miles de años. Entretanto Marte solo podría estar ocupado por una población relativamente pequeña que habitaría confinada en espacios aislados del hostil ambiente marciano, ¿podría ser por completo autosuficiente y no depender de los suministros procedentes de la Tierra? Desde luego al principio seguro que no y con el paso del tiempo tampoco está tan claro que lo lograra.

         En resumen, no podemos confiar en que Marte nos solucione la papeleta si un día la vida en la Tierra se vuelve demasiado complicada. Por mucho que lográramos terraformarlo no podría sostener ni de lejos una población tan grande como la terrestre, en él hay agua, pero es muy escasa si la comparamos con nuestro mundo azul. En mi opinión vivir en Marte sería más bien malvivir. Y desde luego no hay otros lugares mejores para trasladarse en nuestro vecindario del Sistema Solar, Venus es un infierno ardiente y presurizado mucho más complicado de terraformar que el planeta rojo, y lunas como Europa o Titán están sencillamente demasiado lejos del Sol y son lugares totalmente congelados.

         Pero podemos tener miras muchísimo más amplias, ir a buscar un nuevo hogar a estrellas lejanas. Desde los años noventa se han descubierto cientos de planetas extrasolares, o exoplanetas, y desde que fuera lanzada la sonda Kepler en 2009 el ritmo de descubrimientos se ha acelerado espectacularmente. Ahora sabemos con certeza que los planetas son algo muy común en el Universo, pero la práctica totalidad de los que se han encontrado hasta el momento no resultan habitables.

Descubren dos planetas muy parecidos a la Tierra que parecen aptos para la vida
De izquierda a derecha recreaciones de los planetas: Kepler-22b, Kepler-69c, Kepler-62e, Kepler-62f y la Tierra.
        
          El pasado año 2013 la sonda espacial encontró dos mundos potencialmente prometedores a 1.200 años luz de la Tierra, orbitando en torno a la estrella Kepler-62, situada en la constelación de Lyra (2). Se trata de planetas que se encuentran dentro de la zona habitable como la Tierra y su tamaño parece el adecuado, por lo que podrían contener océanos, de hecho uno de ellos podría ser incluso un mundo enteramente acuático. No sabemos si reúnen todas las condiciones necesarias, me remito de nuevo a la primera parte del artículo, pero es probable que sean habitables ¿Quién sabe si albergan formas de vida autóctonas? De ser así tendríamos que interaccionar con ellas si pensáramos ocuparlos, aunque dado nuestro bagaje más bien imagino que el encuentro interplanetario sería conflictivo. Ahí quizá juguemos con ventaja porque, si hay algo que se nos da especialmente bien, no es otra cosa que aniquilar y destruir.

          Pero suponiendo que los planetas del sistema Kepler-62 sean lugares adecuados para ser habitados se nos plantea un importantísimo dilema ¿Cómo llegar a un lugar que está tan increíblemente alejado? Ni con la tecnología disponible actualmente ni con la que estará disponible en las próximas décadas los viajes interestelares resultan viables, las distancias son sencillamente demasiado grandes y se tardarían decenas o incluso cientos de miles de años en cubrirlas. Plegar el espacio-tiempo y construir agujeros de gusano podría ser otra opción, sin embargo éstos no son más que artificios matemáticos surgidos de la relatividad general y no está nada claro que puedan existir realmente; mucho menos que sea posible llegar a generar artificialmente alguno un día.

Representación artística de una "nave-mundo",
que llevaría a la Humanidad a través del espacio
en busca de nuevos planetas.
           Todo esto nos deja una única salida si de verdad queremos ir en pos de nuevos mundos que colonizar, la vida permanente en el espacio. Y nuevamente aquí nos encontramos con innumerables problemas. Se ha probado que el ser humano puede vivir en el espacio durante periodos prolongados de tiempo, pero hacerlo durante toda su vida y en condiciones de total autosuficiencia es algo muy distinto. Para ello sería necesario construir una nave verdaderamente inmensa que funcione como un planeta habitable en sí misma, que disponga de una fuente de energía inagotable para viajar a través de la galaxia de forma ininterrumpida y mantener todos sus sistemas funcionando, en la que el aire, el agua y todos los demás recursos imprescindibles se puedan reciclar para que nunca falten y en la que se puedan producir alimentos y todos los bienes necesarios que permitan la vida de sus ocupantes. Además hay que pensar que dicho transporte ha de ser el hogar de generación tras generación de viajeros espaciales por un tiempo indefinido ¿Es posible construir algo así en un futuro cercano? ¿Qué coste tendría? ¿Cuántas personas podría llegar a albergar?, obviamente no toda la población mundial ¿Quiénes deberían ser los que viajasen en ella si, por fatalidades del destino, no hubiera otro remedio que evacuar la Tierra? Demasiadas preguntas sin respuesta y tal vez demasiadas dificultades técnicas para ser salvadas.

          No obstante existe otra opción más, la colonización espacial usando embriones. Básicamente consiste en enviar una misión robótica a un planeta potencialmente habitable en una nave que transporte además embriones humanos congelados, que posteriormente serían revividos, gestados en úteros artificiales y, una vez nacida la nueva generación de colonos, éstos serían criados y educados por máquinas específicamente diseñadas para ese fin. El tema ya ha sido tratado en obras de ciencia-ficción como Cánticos de la lejana Tierra de Arthur C. Clarke (1986) y puede parecer bastante rocambolesco, sin embargo presenta menos complicaciones técnicas que una misión con seres humanos a bordo que respiran, beben, se alimentan y generan residuos sin parar. En primer lugar no es necesaria una gran nave que funcione como un planeta en miniatura, preparada para mantener un ambiente habitable y autosostenible que de cobijo a una población lo suficientemente grande para que resulte viable. Hoy día ya es posible mantener embriones congelados durante largo tiempo y después emplearlos para la fecundación in vitro, llevar muchos de ellos en una nave no es un salto tecnológico tan grande y bastaría una cuyo coste no resultaría inimaginable por lo desmesurado. Desarrollar fetos en matrices enteramente artificiales y una inteligencia artificial capaz de dirigir la misión y posteriormente ocuparse de los recién nacidos son retos todavía no resueltos, lo mismo que disponer de sistemas automáticos fiables de muy larga duración (pues el viaje ha de durar miles de años), pero parecen problemas resolubles a medio plazo. Por todo ello este tipo de colonización espacial parece la más factible, mostrándose al mismo tiempo como una opción particularmente valiente. Implica que la generación actual se sacrifique al completo en favor de una futura que jamás conocerá y que verá la luz muchísimo después de que quienes la enviaron a los confines del espacio hayan desaparecido.

          Con todo enviar embriones congelados en una nave a un planeta lejano no solucionará los problemas de aquellos que se queden en la Tierra. Vistas las opciones, al menos a décadas o incluso a uno o dos siglos vista ésta seguirá siendo nuestro único hogar posible nos guste o no. Dispone de todo lo que necesitamos para pervivir de forma digna y sostenible, así que no queda otro remedio que cambiar drásticamente de mentalidad y pasar de ver nuestro hogar planetario como un "mundo-océano" a verlo como un "mundo-isla" (3). Un mundo donde habrá que gestionar racionalmente los recursos disponibles para que no se agoten, pensando en minimizar los impactos ambientales y donde los dogmas del crecimiento económico a toda costa, el consumo desenfrenado y la expansión insostenible sean desterrados casi como si de herejías se tratase. Es un cambio enorme que exigirá del esfuerzo de todos y cada uno de los habitantes del planeta, especialmente en los países más ricos. A estas alturas sobra decir que ocurrirá si no lo hacemos.


                                                                                                                                                N.S.B.L.D                        

                         
(1) Pronostican una crisis global para el 2030 (BBC News).
(2) Descubren dos planetas muy parecidos a la Tierra que parecen aptos para la vida (ABC).
(3) Para profundizar más en este tema recomiendo el libro El fin de la expansión de Ricardo Almenar. Editorial Antrazyt (2012).

       

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