El sueño de la inmortalidad puede parecer a día de hoy pura fantasía o, cuanto menos, una ambiciosa aspiración de la investigación científica. Sin embargo en la Tierra existen organismos que parecen diseñados para la vida eterna o cuyas cualidades de supervivencia resultan por completo asombrosas. He aquí cinco ejemplos.
Imágenes del gusano Halicephalobus mephisto (izquierda), un tardígrado (centro) y la medusa Turritopsis nutricola (derecha).
Desde hace 100.000 años habita bajo las aguas que rodean las islas de Formentera e Ibiza, creciendo lentamente hasta alcanzar los ocho kilómetros de longitud y los 700 kilómetros cuadrados de extensión, pacientemente, en silencio, sin apenas llamar la atención, se ha ido adueñando de los fondos marinos. No, no se trata del comienzo de un relato de horror cósmico al más puro estilo del maestro Lovecraft, ninguna bestia ultrapoderosa procedente de otro mundo u otra dimensión acecha en el archipiélago balear. El organismo del que estamos hablando forma parte de los paisajes naturales subacuáticos del Mediterráneo, la hierba marina Posidonia oceanica (1). Esta planta es un ejemplo de adaptación a un entorno en el que otras parientes suyas morirían al instante, puesto que pertenece a un grupo de organismos terrestres, las angiospermas o plantas con flores. No obstante la posidonia vive perfectamente permaneciendo totalmente sumergida en aguas salinas, ha prosperado formando extensas praderas que son ecosistemas esenciales que dan cobijo a infinidad de criaturas. Sin esta planta el Mediterráneo sería un lugar por completo distinto, tal es su importancia. Lo que nos era desconocido hasta hace solo unos años es, no solo las dimensiones que es capaz de alcanzar este singular vegetal, sino también su extraordinaria longevidad. La colonia de Formentera es probablemente el organismo vivo más grande del planeta y a la vez uno de los más viejos, el rizoma original comenzó a multiplicarse hace unos 100.000 años, antes incluso de que los primeros seres humanos salieran de África. A pesar de ello la posidonia no se libra de las amenazas que afectan a su entorno, la destrucción de los ecosistemas litorales ha provocado la disminución de las praderas en todo el Mediterráneo.
El gusano del infierno. La vida en las profundidades de la Tierra
Durante muchísimo tiempo los científicos pensaron que la vida en nuestro planeta se limitaba a la superficie terrestre y los océanos, las profundidades de éstos los últimos confines donde podría encontrarse. Después se encontraron indicios de vida bacteriana en minas a gran profundidad, colonias de seres muy simples que se alimentaban de los minerales y se multiplicaban con enorme lentitud. Nada más sofisticado que aquellas primitivas bacterias podría sobrevivir ahí abajo, un lugar oscuro y estéril de fuego y roca. Una vez más la Naturaleza nos ha sorprendido y en fecha tan reciente como en 2011 se descubrió el animal capaz de vivir a mayor profundidad (2), un nematodo que a causa de ello ha sido apodado el "gusano del infierno"; su nombre científico Halicephalobus mephisto (ya que Mephisto es uno de los muchos nombres del Diablo). Se trata de un animalillo de apenas medio centímetro de largo que sobrevive alimentándose a base de bacterias, nada impresionante a simple vista. Lo que sí impresiona es el entorno en el podemos encontrarlo, a más de tres kilómetros y medio de profundidad en el interior de la corteza terrestre, un lugar dominado por unas presiones y temperaturas asfixiantes (de hasta más de 50ºC) al que los seres humanos solo podemos asomarnos muy brevemente. Tan aislado y resguardado es el mundo de este gusano que, sí un asteroide gigantesco impactara contra la Tierra arrasando por completo la superficie hasta no dejar nada, su modo de vida apenas sí se vería afectado y sobreviviría sin problemas. Estos descubrimientos han animado a los científicos a pensar que la biomasa de seres vivos que pueblan el interior de la corteza terrestre a gran profundidad puede llegar a ser superior a la de los que viven en superficie.
Tardígrados. Viajeros espaciales en potencia
Los tardígrados reciben también el nombre de ositos de agua debido a su aspecto. Son unos peculiares invertebrados microscópicos de aspecto rechoncho, dotados de ocho extremidades y de movimientos lentos que suelen vivir en entornos acuáticos o con gran humedad, si bien no hay prácticamente ningún rincón del planeta que esté libre de ellos. Humildes, invisibles a nuestros ojos y extraordinariamente numerosos aunque no nos percatemos de ello, difícilmente podemos imaginar unas criaturas más insignificantes. Sin embargo los tardígrados son unos seres realmente extraordinarios, los campeones de la supervivencia en el Reino Animal. Pueden soportarlo prácticamente todo, temperaturas que oscilan entre los -272ºC y los 149ºC, inmersión en alcohol puro o éter, un nivel de radiación cien veces superior al que soportan los organismos más resistentes y hasta la deshidratación prácticamente total, pues reviven incluso cuando han perdido el 97% del agua de su cuerpo. Todo esto lo logran gracias a una fascinante capacidad denominada criptobiosis, un estado de animación suspendida en el que las actividades biológicas del organismo se detienen por completo a causa de la congelación, la deshidratación, las radiaciones extremas u otras condiciones especialmente adversas que acabarían con cualquier otra forma de vida. La criptobiosis es un estado que ni es vida ni es muerte, en él los tardígrados pueden permanecer incluso durante más de cien años y quién sabe si mucho más tiempo, hasta que las condiciones vuelven a ser favorables y resucitan para regresar a su existencia normal. En septiembre de 2007 fue lanzada la sonda espacial FOTON-M3, un programa conjunto de las agencias espaciales rusa y europea. En dicha sonda se introdujeron tardígrados para comprobar si eran capaces de sobrevivir al viaje espacial y, efectivamente, no solo lo lograron, sino que una vez de regreso a la Tierra mantuvieron intacta su capacidad reproductiva; tal cual si hubieran regresado de una inocente excursión (3). Por lo que sabemos estos minúsculos animalitos son los únicos que pueden sobrevivir en el espacio exterior y, al menos en teoría, podrían viajar a través de él en estado de criptobiosis para alcanzar de manera fortuita otro planeta. La posibilidad de la Panspermia (la difusión de la vida de unos planetas a otros a través del espacio) ya no es terreno exclusivo de la ciencia-ficción.
La medusa inmortal. El secreto de la eterna juventud
Bacterias prehistóricas. Un viaje en el tiempo de 250 millones de años
Las bacterias son conocidas por su extraordinaria resistencia. Sobreviven en condiciones que parecen imposibles, aguas hirvientes de manantiales hidrotermales, presiones extremas, exposición a radiaciones mortales, etc. Las hay incluso que viven en el ácido sulfúrico o se alimentan de plásticos, sustancias estas últimas que hasta hace no mucho no se encontraban en la Naturaleza. A causa de todo ello podemos esperar casi cualquier cosa de estos microorganismos, pero lo que descubrieron científicos de la Universidad de Berkeley (California) hace algo más de una década supera todo lo imaginable (4). Los investigadores extrajeron muestras de cristales de sal de una mina de Nuevo México, dichos depósitos se formaron hace unos 250 millones de años al secarse un mar prehistórico durante un periodo de sequía extrema que se enmarcó en la mayor extinción en masa que ha conocido nuestro planeta. En el interior de los cristales había inclusiones que no eran otra cosa que burbujas acuosas que habían sobrevivido al proceso de desecación atrapadas en la sal circundante. Dentro de las mismas se encontraron esporas de bacterias que quedaron allí al formarse el depósito, cápsulas del tiempo a la espera de ser abiertas. Los científicos lo hicieron y, para su sorpresa, cultivaron las esporas en un medio adecuado y éstas revivieron, ¡seres procedentes de un época anterior a los dinosaurios vivitos y coleando! Es casi tan sorprendente como que unos extraterrestres procedentes de otra galaxia hubieran venido a visitarnos. Resulta por completo imposible hacerse a la idea de lo que supone un lapso de tiempo tan inmenso como 250 millones de años, por mucho que sopesemos la cifra nuestra mente no puede abarcarla. Precisamente por eso asombra todavía más que algo vivo haya podido permanecer latente durante todo ese tiempo y luego despertarse como si nada. Por mucho que la estudiemos la Vida nunca dejará de sorprendernos.
Artículo escrito por: El Segador
(2) Descubren una nueva especie de gusanos que vive literalmente en "el infierno".
(3)¡Menudos astronautas!
(4) Resucitan una bacteria de 250 millones de años.
(3)¡Menudos astronautas!
(4) Resucitan una bacteria de 250 millones de años.
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