La gestión política de la crisis económica en Europa podría derivar en la normalización de un modelo menos democrático.
Desde que se manifestó la crisis en el 2007 en varios países
de la Unión Europea, pero también del ámbito de la OCDE, se han puesto en
marcha reformas estructurales que afectan a la administración pública, a los
textos legales constitucionales, los servicios sociales públicos, la
legislación laboral, el sistema financiero, las pensiones etc. El alcance de
las reformas y el número de ámbitos sociales afectados permiten pensar que se
trata de un cambio de modelo socio-económico y político en toda regla.
Resulta sorprendente que, aunque en distintas proporciones,
diferentes países estén afectados por los mismos problemas y que requieran
además si no exactamente las mismas soluciones, si al menos soluciones bastante
parecidas. ¿Por qué han cometido los “mismos errores” los canadienses y los
griegos, los españoles y los irlandeses? ¿Por qué sensibilidades, culturas y
maneras de hacer negocios tan parecidas pero también tan distintas han padecido
la misma burbuja de crédito? A mi entender, simplemente este hecho aislado, sin
considerar otros aspectos de la muy controvertida política económica de
reacción a la crisis, ya despierta cierta sospecha.
Pero además se da el caso que instituciones políticas y
financieras transnacionales, como las agencias de rating, el FMI, la Comisión
Europea o el BCE, están teniendo un papel protagonista a la hora de dictar la
dirección, naturaleza y sentido de las reformas que obedientemente
los estados-nación aplican sin rechistar, ya estén gobernados por partidos de
un color u otro.
Este control político-económico externo es un añadido más a
la notable, y quizá imparable, pérdida de soberanía que están experimentando no
sólo los países de la zona euro, sino en general cualquier país del planeta
sometido a los dictados de los mercados. Y este es probablemente el cambio más
preocupante, el elemento más perturbador en ese nuevo modelo que parece estar
perfilándose.
Como es sabido, en las llamadas democracias modernas,
la soberanía reside en la voluntad popular, que formalmente se expresa a través
de las urnas legitimando así un gobierno de representantes. Sé que esta
afirmación es cuestionable y podríamos dedicar horas a criticar el modelo de la
democracia representativa, pero por no entrar en discusiones apasionantes pero
desviadas de nuestra intención, permítanme seguir sin más porque el problema es
que ni si quiera la tan imperfecta democracia representativa se está
cumpliendo.
En los países afectados por las reformas estructurales la
voz del pueblo ha sido reemplazada por las
recomendaciones todopoderosas de
instancias transnacionales. Por si fuera poco, los partidos nacionales
incumplen, ya lo hacían antes de la crisis, sistemáticamente el programa que
les procuró el voto de los electores. Se llevan a cabo reformas constitucionales express sin
sondear si quiera la opinión pública, se suprimen derechos sociales atentando
directamente contra los intereses de los ciudadanos, se carece de soberanía
monetaria. En fin, atados de pies y manos.
Cuando se justifican estos cambios se apela principalmente a
la urgencia de reducir el déficit de los estados y la ingente deuda
acumulada. ¿Por qué es tan urgente reducir el déficit al entorno del 0 %
alrededor del 2020, que es un objetivo marcado por la UE? ¿Por qué arriesgan
los gobernantes la estabilidad político-social de los países europeos para
cumplir ese objetivo? Se trata de una aspiración inflexible a pesar de ser
ampliamente perturbadora para todos los sectores sociales. ¿Qué sentido tiene?
¿Por qué no pueden los países sanear sus cuentas a un ritmo más lento? ¿Qué
consecuencias tendría seguir una política económica relajada pero responsable
con el objetivo de déficit de acuerdo con las prospecciones de los gobernantes?
¿Cuáles son esas prospecciones que urgen tantísimo? ¿Cuál creen que será el
escenario más probable para la década de los veinte, década que parece que
debemos afrontar con las cuentas públicas saneadas?
Suponiendo que lo que está pasando no sea pura y dura lucha
de clases, suponiendo que este nuevo modelo encarnándose responda a un
objetivo bienintencionado, ¿por qué no nos informan como es debido? ¿Por
qué nos nos hacen partícipes de todas sus informaciones y pronósticos? ¿Por qué
nos privan de nuestro derecho a saber y a elegir por nosotros mismos?
Artículo escrito por Sebastián Goldsmith.
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