De un tiempo a esta parte, a veces da la impresión de que Occidente parece haberse convertido en una caricatura de sí mismo. Los recientes acontecimientos demuestran que vivimos en un tiempo en el que los descerebrados han cobrado mucho más protagonismo del que merecen; pues en realidad no merecen ninguno.
Que el ser humano esté dotado de un cerebro realmente extraordinario si lo comparamos con otros animales, no quiere decir que todos los individuos de la especie sepan utilizarlo. Puedes hacer cosas asombrosas con semejante órgano, como por ejemplo desarrollar remedios contra enfermedades mortíferas, enviar sondas a otros planetas de nuestro sistema, realizar prodigiosos diseños de la ingeniería, componer sinfonías o crear cualquier otra obra de la técnica o el arte que nos emocione y nos sobrecoja. Sí, podemos hacer cualquiera de todas esas cosas increíbles gracias a la portentosa materia gris que albergamos dentro de nuestras cabezas. O en su defecto también puedes usar esa misma materia gris para tener la ocurrencia de enfundarte unos cuernos y una indumentaria estrafalaria y, junto a otros miles de catetos, ir a asaltar el Capitolio de Washington para ofrecer un espectáculo bochornoso mientras el mundo entero te está mirando. Es lo que tiene el libre albedrío, que lo puedes usar para construir un mundo mejor o bien para decidir revolcarte en el estiércol.