El asunto de la casa de la mediática pareja Iglesias-Montero sólo demuestra una cosa a mi entender. Los dirigentes de Podemos siguen siendo unos pardillos que no comprenden cómo funciona la política en este país.
¿Por qué Pablo Iglesias e Irene Montero se han comprado la fastuosa casa de la que tanto se ha venido hablando durante estos últimos días? La respuesta es bien simple. Lo han hecho porque se lo pueden permitir gracias entre otras cosas a sus sueldos de diputados, que no es precisamente una profesión mal pagada. Después de todo es lo que cualquiera haría. Si tienes dinero para permitirte algo que antes no podías permitirte, sencillamente tiras de billetera y te das el gustazo. Todos vivimos inmersos en una cultura en la que el consumismo es un credo y una forma de entender la vida, usamos el dinero para comprar cosas o disfrutar de experiencias a todas horas, y la parejita en cuestión no es ninguna excepción. Decidieron hipotecarse por unos 1.700 euros al mes a pagar durante 30 años para así trasladarse a un chalet, ciertamente espectacular y con un amplio terrenito, ubicado en una tranquila urbanización en Galapagar, a las afueras de Madrid. Sin duda es un buen lugar para vivir, apacible y hermoso, nadie podría afirmar lo contrario. Y para terminar de mejorarlo está lo suficientemente apartado como para que puedan disfrutar de intimidad de cara al nacimiento de sus hijos, pero lo suficientemente cerca de la capital (y del Congreso) como para que los traslados diarios no sean especialmente largos. Desde estos puntos de vista su decisión ha sido de lo más lógica.
Ahora bien, a estas alturas parece mentira que la pareja Iglesias-Montero no haya entendido una cosa ¿Acaso pensaban que la derechuza cavernaria y ultra españolista se iba a quedar de brazos cruzados al enterarse de la noticia? ¿No imaginaban que se iban a abalanzar sobre ellos como una manada de hienas rabiosas para denunciar a los cuatro vientos, y con una masiva cobertura mediática, semejante acto de despreciable hipocresía? Ellos, los dirigentes podemitas, que saltaron al estrellato político presentándose como "el azote de la casta", esa que vive en exclusivas urbanizaciones de lujo al margen de la realidad de la calle, hacían precisamente lo que tanto habían denunciado. En cuestión de cuatro años pasaban de enfrentar a la casta a convertirse en casta. La polémica estallaba y todos los medios se hacían eco de ella, insistiendo machaconamente en el asunto como si no hubiera temas más importantes a tratar. Poco importa que detrás de la adquisición del chalet no haya acción fraudulenta alguna, ni tampoco ninguna otra cosa medianamente sospechosa de ilegalidad, pues en Podemos pretenden presumir de trasparencia. Lo único que importa es la imagen que están dando ante su electorado proletario, ése al que dicen representar y al que han traicionado. Después de tanto discursito populista, de prometer cosas imposibles que no se pueden llevar a cabo, y de marear la perdiz con oscuras maniobras y juegos de poder dentro del partido, va y salen con esto. Es casi como si se estuvieran burlando de toda esa gente con trabajos precarios (si es que los tienen) y que no llega a fin de mes, de todos aquellos que depositaron sus esperanzas y su fe en aquel proyecto revolucionario de "asaltar los cielos". Porque a la hora de la verdad los jefazos podemitas son los más hipócritas de todos, viviendo a todo trapo y montándoselo a lo grande a costa de aquellos que han visto que nada ha cambiado en estos años. La nueva política es exactamente igual a la vieja.
Ese es el discurso que, cual artillería pesada, ha empleado la derechuza nacionalcatólica para torpedear por enésima vez las líneas de flotación de la formación morada. El objetivo siempre ha sido el mismo, borrar a Podemos del mapa político español. Que desaparezcan de una vez y que su electorado se deje de memeces y vote a Ciudadanos, que al fin y al cabo es lo que debería hacer todo buen español, o en su defecto al PSOE, que ya no es de izquierdas aunque lo pretenda y cuya única función efectiva es servir de muleta a las políticas de la derecha. Todos sabemos cómo se las gastan desde la caverna, pero ese no es el problema. El problema es que, desde hace ya mucho tiempo, buena parte de la izquierda ha comprado el discurso de la derecha, puede incluso que de forma inconsciente. En este país parece que ser de izquierdas ha de equivaler a ser una especie de asceta que ha hecho voto de pobreza. Porque de lo contrario eres un traidor a la causa que merece ser crucificado. De esa especie de "culto a la marginalidad" por parte de amplios sectores de la izquierda ya hablé hace tiempo en una entrada de este blog. Disfrutar de unas vacaciones viajando por el extranjero, adquirir determinados bienes o propiedades, comer en determinados restaurantes... Hay cosas oficialmente vetadas para los "rojos", al menos en lo que al terreno ético se refiere. Pueden hacerlas como cualquier otro ciudadano, por supuesto, pero se los va a criticar ferozmente por ello incluso a veces desde sus propias filas. Porque un verdadero izquierdista ha de vivir lo más humildemente posible para no contradecir sus ideales, renunciado a muchas cosas aunque pueda permitírselas para dar ejemplo a sus igualmente humildes seguidores. Es una actitud derrotista heredada, cómo no, de los tiempos del franquismo y consecuencia de la Guerra Civil, cuando izquierda era sinónimo de marginación en todos los aspectos.
Y este derrotismo es algo que tenemos muy interiorizado, tanto como el hecho de que a la derecha se le pueden y deben permitir muchísimas más cosas que a la izquierda. Un cargo político conservador puede desviar fondos públicos, dinero de todos destinado a proyectos sociales por ejemplo, para gastárselos en putas y farlopa. También puede acceder a determinados puestos envidiables en virtud de la posición de su familia y después de que le hayan regalado unos cuantos títulos para engordar su currículum. Asimismo puede adquirir lujosas propiedades pagando a tocateja en operaciones más que dudosas y sin que se sepa muy bien de dónde ha salido ese dinero. Se los va a criticar por su conducta, pero ellos tienen querencia por aferrarse a sus cargos con naturalidad, al tiempo que arremeten con furia contra aquellos que los denuncian como si eso fuera una desfachatez imperdonable ¿Cómo se atreve cualquiera a criticar lo que hacen o la forma de vida que llevan? ¡Este país es su cortijo y es su derecho natural hacer cuanto quieran en él! En verdad es necesario presionar y mucho para que algunos de ellos abandonen sus cargos, ya lo hemos visto por ejemplo con el caso Cifuentes, pero la imagen de las formaciones conservadoras nunca termina de estar cuestionada en su conjunto por mucho que sean estructuras podridas por la corrupción y las prácticas delictivas. Es el privilegio de pertenecer a la élite que heredó el poder después de la dictadura.
Y la vieja izquierda que participó en la Transición, entiéndase el PSOE, hace tiempo que se sumó a esta cultura política corrompida. Se integraron en el Sistema para blindarlo inicialmente desde fuera, pues ya son parte integrante de su núcleo más rancio. Hasta que llegaron los nuevos, esos chavales universitarios que rentabilizaron políticamente el descontento y la movilización ciudadana surgidos a raíz del 15M. En esencia ellos no eran dicho movimiento, pero se aprovecharon de su energía para irrumpir en la política institucional. Desde luego no iban a ser bien recibidos en aquel coto privado en el que unos cuantos cortaban el bacalao desde hacía varias décadas sin excesivas intromisiones. Debían haberlo esperado y, por lo que parece, todavía no lo han asimilado. Porque si de algo están pecando los podemitas es precisamente de ingenuidad, de ser unos pardillos que siguen sin enterarse de dónde están. Sea como fuere la derechuza siempre termina enredándolos y ellos caen una y otra vez en la misma trampa como si fueran idiotas. Ya hablemos de una ridícula y delirante polémica en torno a una obra de títeres, un problema con el contrato de un asistente personal o una coca cola tomada en el momento menos oportuno, los podemitas terminan empantanados con gilipolleces que les pasan factura. Con la dichosa casa de Iglesias y Montero ha pasado exactamente lo mismo y su reacción ha sido igual de timorata e ingenua, pues a poco que les presionen se arrugan como si se avergonzaran de lo que han hecho ¿Para que lo hacen entonces? Y para tratar de arreglarlo lo estropean todavía más con un despropósito mayúsculo, someter a escrutinio público de la militancia algo que debería quedar en el ámbito privado ¿Qué sentido tiene preguntar a las bases si les parece bien lo del chalet en Galapagar? ¿Cuántas cosas así piensan preguntar, la guardería o el colegio al que deben llevar a sus hijos por ejemplo? Es absolutamente ridículo y, una vez más, muestra una imagen de gran debilidad síntoma tal vez de que todavía no estén preparados para gobernar un país. Si ceden fácilmente ante una tontería de este calibre, u otras parecidas, ¿qué pasará cuando se enfrenten a problemas infinitamente más graves como los que afronta un jefe de gobierno? Para cambiar un país, aunque sólo sea un poquito, es necesario mostrar una fortaleza y firmeza inquebrantables. Muy especialmente si tienes a grupos poderosos en contra.
A los podemitas se los acusa una y otra vez, y en todas partes, de ser populistas. Y populista parece la decisión de preguntar a la militancia acerca de la casa, en una suerte de "o lo aprobáis o nos vamos", amenazando así con dinamitar la cúpula del partido sino se refuerza la figura de los líderes. Pero tampoco debemos olvidar que el populismo está firmemente implantado en la política española. Muy populistas han sido las políticas del PP durante años, que dilapidaban recursos en proyectos faraónicos y grandes eventos súper ostentosos, muchos de dudosa utilidad, al tiempo que robaban cuanto podían y en todos lados. Populistas son también en Ciudadanos cuando se envuelven en la bandera de España para ocultar las carencias de su proyecto político, que en realidad no se distingue en nada del de la derecha nacionalcatólica de toda la vida. Populista y mucho está siendo el soberanismo catalán, embarcado en un proyecto imposible que fractura a su sociedad, al tiempo que desvía la atención del abandono al que ha sometido a Cataluña en otras muchas cuestiones. Y de comportamientos populistas tampoco se libra el PSOE, ahí tenemos el ejemplo de la señora Susana Díaz y compañía en Andalucía.
En todo caso la derechuza puede estar tranquila al menos en un aspecto. Los medios afines, que son legión, no la van a machacar tanto como a los dirigentes de Podemos. Y eso que sus cargos han hecho cosas infinitamente peores que hipotecarse en una casa lujosa. Un claro ejemplo lo tenemos en esta noticia de OkDiario, ese portal de noticias (por llamarlo de alguna manera) creado por un personaje como Eduardo Inda. "Imputada la mujer de Zaplana, a la que detectaron un cáncer hace un mes", reza el titular ¿A qué viene poner esas dos cosas en la misma frase? ¿Acaso el periodicucho digital de Inda pretende que sintamos pena por una presunta corrupta? ¿Serían tan condescendientes con un político de Podemos en las mismas circunstancias? ¿O más bien lo lincharían públicamente sin contemplaciones aunque estuviera en la UCI y con un pie en la tumba? La izquierda de este país debería aprender una cosa de una vez por todas. No puede seguir mirándose al ombligo mientras la derecha pasa por encima de ella con un buldócer.
El último de la clase
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