Muy a menudo los razonamientos lógicos más elementales, que nadie discute ante cuestiones de carácter neutro, sucumben a la irracionalidad y las falacias cuando abordamos temas considerados sensibles o controvertidos. Un claro ejemplo de cómo las emociones y los prejuicios pueden nublar el entendimiento.
La Lógica es una ciencia formal, derivada de la Filosofía, que estudia los principios de lo que se conoce como demostración e inferencia válida. Así pues el objeto de estudio de esta rama del saber es dicha inferencia, entendida como el proceso por el cual se derivan conclusiones a partir de premisas, del mismo modo que el objeto de estudio de la Astronomía son los cuerpos celestes (planetas, estrellas, galaxias...).
Uno de los instrumentos básicos empleados en el proceso de inferencia recibe el nombre de silogismo, a saber, un razonamiento deductivo compuesto por dos premisas y una conclusión lógica. Un silogismo puede constar por ejemplo de una premisa mayor, una premisa menor o particular y finalmente de una conclusión. La fórmula podría ser del tipo: "todo A es B (premisa mayor), X es A (premisa particular), por tanto X es B (conclusión)". Se entiende mejor con un ejemplo práctico.
Todos los pantalones son prendas de vestir.
Las bermudas son un tipo particular de pantalones cortos.
Por tanto las bermudas también son prendas de vestir.
Nadie discute la veracidad de la conclusión de este silogismo, es algo de pura lógica. Y variantes de secuencias lógicas puede haber varias, tal y como se muestra en la ilustración que encabeza el presente artículo. Así otra secuencia sencilla es del tipo: "ningún A es B, X es A, por tanto X no puede ser B". Lo cual traducido a otro caso práctico se ve más claramente.
Las serpientes venenosas no son animales de compañía.
La víbora es una especie de serpiente venenosa.
Por tanto una víbora no puede ser un animal de compañía.
Independientemente de que pueda haber alguien al que le entusiasme la idea de llenar su casa con reptiles mortíferos, todos entendemos igualmente la lógica de este segundo tipo de silogismo. En esencia unos y otros resultan fácilmente comprensibles porque se basan en premisas elementales y la ciencia de la Lógica se fundamenta en ellos para desarrollar formulados más complejos de los que aquí no hablaremos. Dichos formulados son la base por ejemplo del desarrollo de la computación y los grandes avances informáticos, que han trasformado radicalmente nuestra sociedad. Sin embargo tampoco es este el tema que nos ocupa. Aquí vamos a centrarnos especialmente en lo que los estudiosos de esta particular disciplina denominan paralogismos, sofismas o, más comúnmente, falacias. Una falacia es un argumento o construcción lógica que parece válido pero en realidad no lo es. La razón de esto es que dicha construcción adolece de defectos que la invalidan, bien por la propia ignorancia del sujeto que la elabora (caso de los paralogismos), bien porque se ha formulado malintencionadamente con el objeto de confundir o engañar a otros (caso de los sofismas). Un ejemplo de paralogismo podría ser el caso de alguien que nos argumentara, muy convencido, que:
Todas las aves tienen plumas.
Mi almohada está rellena de plumas.
Por tanto mi almohada es una ave.
Evidentemente no podríamos menos que sonreír y compadecernos ante las pocas luces de un sujeto que cree algo así, pues es fácil entender que su razonamiento posee graves deficiencias. Que algo esté hecho con plumas de ave no quiere decir que pertenezca a este grupo de animales, pues son necesarias más premisas para validar el argumento. Del mismo modo tampoco colaría que alguien pretendiera convencernos, pensando tal vez en tomarnos el pelo, con el siguiente sofisma:
Hay flores, como la amapola del opio, que se cultivan para producir droga.
He visto que en tu jardín hay flores.
Por tanto te dedicas a traficar con drogas.
No colaría porque sabes perfectamente que en tu jardín sólo hay margaritas, rosas y claveles, nada ilegal. Pretender generalizar argumentando que "como he visto que algún A es B, entonces todo A ha de ser B", es sencillamente pasarle la lógica por el arco del triunfo.
Pues bien, hasta aquí todo resulta bastante sencillo y no hay lugar para demasiadas discusiones. Sin embargo esto es así porque hasta ahora hemos tratado de prendas, animalitos o flores, cosas todas ellas bastante neutras y que despiertan poca controversia. La cosa cambia bastante cuando abordamos en otros temas, especialmente cuando entramos en discusiones de índole política o que aborden temas sensibles como el racismo, el machismo, la homofobia o el terrorismo. Es entonces cuando muchas veces la lógica se va al garete porque las opiniones al respecto de no pocos individuos están marcadas por un fuerte componente emocional, por no decir visceral, que ahonda en sus prejuicios, creencias políticas y religiosas o escala de valores. Llegamos a un terreno abonado para todo tipo de falacias que multitud de personas aceptan sin más como válidas, seguramente porque encajan bastante bien con su ideología o forma de pensar. Un claro ejemplo de esto es el siguiente sofisma:
Algunos musulmanes son fanáticos fundamentalistas que cometen atentados.
En mi ciudad viven musulmanes.
Por tanto toda esta gente representa una amenaza y tendría que ser expulsada.
No nos engañemos, pese a las diferencias esta construcción argumental es idéntica a la de las flores que se reproduce más arriba. La primera premisa es válida, la segunda resulta evidente pero, he aquí la falacia, la asociación de ambas en la conclusión es un auténtico disparate que nadie aceptaría si estuviéramos tratando de otro tema menos polémico. Y sin embargo todos hemos oído a más de uno argumentar de esta manera en contra de los inmigrantes de origen musulmán. De hecho es uno de los pilares básicos del argumentario de los movimientos de extrema derecha islamófobos que tanto se están extendiendo por Europa en los últimos tiempos, relacionar Islam con terrorismo, para marginar y perseguir a las minorías musulmanas y así iniciar su "limpieza".
En otros casos se puede desarrollar una construcción lógica perfectamente válida, pero que sin embargo también despierta una fuerte controversia por tratar temas especialmente sensibles. Para ilustrarlo pongamos primero como ejemplo la siguiente argumentación:
Conducía a gran velocidad de noche, sin luces y con el cinturón de seguridad desabrochado por una carretera comarcal.
Tuvo un accidente muy grave.
Resulta obvio que fue muy imprudente y ha terminado pagando las consecuencias.
Nadie lo discutiría, ¿verdad? Si vas haciendo el tonto con el coche puedes terminar estampado y negándolo sólo conseguirás que los demás te vean como un estúpido que no quiere asumir su parte de culpa en lo sucedido. Ahora bien, veamos la siguiente construcción que, en esencia, es muy similar a la anterior.
Llevaba una minifalda muy corta y andaba sola, a altas horas de la madrugada, por un barrio muy peligroso.
Varios desconocidos la asaltaron y la violaron.
Es evidente que cometió una imprudencia al correr riesgos innecesarios.
Quizá lo de la minifalda sobre, porque podrían haberla atacado igual, pero eso no desmonta la validez del argumento. Sin embargo si alguien realiza una declaración así ante un caso real de violación puede verse metido en medio de una agria polémica. Ante un fenómeno tan execrable y doloroso como son las agresiones sexuales determinados colectivos, en especial de mujeres, están especialmente hipersensibilizados y reaccionan de manera automática con gran visceralidad ante determinados argumentos. Esto es así porque, por desgracia, con demasiada frecuencia han tenido que lidiar con actitudes y prejuicios ferozmente sexistas, que justificaban una agresión culpabilizando a la víctima "por haber provocado" (con su manera de vestir, su comportamiento, etc.) al violador. Sin embargo la fortísima carga emocional del tema que estamos tratando no debe nublar nuestro entendimiento, la construcción lógica que se desarrolla arriba no pretende justificar nada ni restar gravedad a lo sucedido. Tan solo está diciendo que la víctima no tendría que haber deambulado sola en plena noche por lugares nada recomendables, porque de esta manera se convirtió en presa fácil para unos desalmados. Y esto no es ni de lejos parecido a decir que "era una guarra y lo nadaba buscando", por mucho que, de manera inconsciente, ciertas personas asocien una cosa con la otra y critiquen ferozmente el argumento.
Richard Dawkins, biólogo evolucionista firme defensor del racionalismo científico, además de conocido activista ateo, ha tenido sus más y sus menos con todo tipo de gente en Twitter por poner ejemplos de construcciones lógicas que, al tratar de temas sensibles, son malinterpretadas y crean polémica (ver Richard Dawkins nos da una lección de lógica). Seguramente el conocido divulgador pretendía esto último, encender los ánimos de determinados "twitteros" para demostrar la dificultad que acarrea pensar de forma fría y racional cuando entran en juego el componente emocional o los prejuicios del tipo que sean (de ideología, raza, religión, orientación sexual...). Vamos con más ejemplos del estilo de los que ha empleado el bueno de Dawkins. Empezamos con uno más bien neutro.
Ir por la calle y que alguien se acerque y te insulte sin motivos no está nada bien.
Pero que, en lugar de ser insultado, se abalancen sobre ti, te den un puñetazo y te rompan dos dientes, es peor.
Si crees que esto es un argumento en favor de las agresiones verbales gratuitas, vete y aprende a pensar.
La lógica del argumento está bastante clara. Un puñetazo siempre será mucho peor que un insulto, que en todo caso lo único que puede herir es tu amor propio, pero eso de ningún modo justifica que insultar a alguien sea apropiado. Ambas cosas son independientes. Cualquiera puede entender la secuencia del razonamiento y, en caso contrario, tampoco es de esperar que nadie termine rasgándose las vestiduras si no está de acuerdo. Ahora bien, una construcción lógica exactamente del mismo tipo, como la siguiente, seguramente será algo distinto por su contenido.
Que ETA haga explotar un coche-bomba en tu ciudad es algo terrible.
Pero sufrir un ataque nuclear sería muchísimo peor.
Si piensas que esto es hacer apología del terrorismo, vete y aprende a pensar.
Analizado fríamente el argumento no deja lugar a dudas. Una ciudad arrasada y la mayor parte de sus habitantes aniquilados por una explosión nuclear, es algo infinitamente más grave que el daño que pueda provocar la detonación de un artefacto compuesto por unos cuantos kilos de explosivo convencional. Y, una vez más, que esto sea una verdad evidente no pretende justificar que se perpetren ataques terroristas. Sin embargo si un servidor, o cualquier otro, decidiera publicar semejante comentario en Twitter u otra red social, así a secas y sin añadir nada más, podría tener problemas al introducir a ETA en la ecuación. El terrorismo sigue siendo un tema muy sensible en nuestro país, dado que ha marcado su historia reciente y, en no pocos casos, ha sido utilizado de forma irresponsable por los políticos como arma arrojadiza buscando fines electoralistas. Esta ha sido una de las causas que ha hecho que las víctimas y su entorno, así como amplios sectores de la sociedad, se encuentren especialmente hipersensibilizados ante cualquier comentario al respecto, pues puede dar la impresión que se está jugando con su dolor, frivolizándolo o incluso convirtiéndolo en objeto de chascarrillos del todo inapropiados. Y claro, dicha hipersensibilización es aprovechada, muy cínicamente por cierto, por algunos políticos y medios de comunicación para cargar contra ciertas personas o colectivos. Nuevamente vemos cómo, cuando entra en escena un tema con elevadas dosis de carga emocional, el raciocinio puede quedar obnubilado y surgen enconadas polémicas donde no debería haberlas. Tal y como demuestra Richard Dawkins, la lógica de un determinado silogismo es invariable, independientemente de que para construirlo pongamos de ejemplo golosinas, peces de colores, agresiones racistas o casos de pederastia.
Las construcciones argumentales del tipo que hemos visto un poco más arriba son, sin embargo, muy utilizadas como falacias cuando alteramos de forma interesada la conclusión. Esto es algo que todos hemos visto muchas veces y que incluso hemos utilizado en más de una ocasión, una argumentación del tipo: "A es malo, pero B es peor. Por tanto no te quejes si lo que te ha pasado es A". Se trata de una conclusión falaz porque, una vez más, que una cosa sea mucho menos deseable que otra no quiere decir que la primera deje de ser mala. Y sin embargo somos legión los que nos hemos acostumbrado (o nos han acostumbrado) a pensar así, tal vez para que protestemos menos. Uno ejemplo muy claro lo tenemos en un video que se ha hecho viral en las redes en España estos días (ver el siguiente artículo en Público). Resumiendo el vídeo lo colgaba en su cuenta de Facebook una mujer divorciada que, tras varios años en el paro y habiendo quedado sin ningún tipo de ayuda o prestación, clamaba desesperada, no sólo por su angustiosa situación, sino también por la del país (cargando de paso contra la clase política, enzarzada muchas veces en polémicas artificiosas, en lugar de ocuparse de los problemas de la gente), para finalizar diciendo que sólo deseaba un empleo digno para poder ganarse la vida y mantener a su hijo. Dado que realiza parte de su intervención entre lágrimas, resulta evidente que esta mujer está hundida y quizá ya no pueda más al no ver una salida. Pues bien, como toda noticia que se publica en un medio digital, ésta contaba con su propio chat en el que toda suerte de lectores dejaban sus comentarios. Y, como no podía ser de otra manera, no faltaban aquellos que cargaban contra la protagonista del vídeo argumentando que tampoco tenía motivos para quejarse tanto. Uno de estos comentarios, dicho con mis propias palabras, venía a decir más o menos lo siguiente:
Vale, tu situación parece bastante mala.
Pero ten en cuenta que hay gente que está muchísimo peor, como los refugiados que huyen de la guerra en Siria o los inmigrantes subsaharianos que tratan de llegar hasta aquí para no morirse de hambre en su país.
Así que deja de lloriquear porque sigues siendo una privilegiada.
¿Cuántas veces hemos escuchado argumentos así? El tan sufrido, "hay gente que está mucho peor que tú". Y sin embargo no deja de ser una enorme falacia. Que otros estén muy mal no tiene nada que ver con que tú, si bien no al mismo nivel, tampoco estés pasando por un momento muy bueno. Como hemos visto antes una cosa no justifica en absoluto que a la otra haya que restarle toda su importancia. Y por supuesto no debemos olvidar que quejarse es un derecho, incluso si te quejas de que otro se queja demasiado. Todo lo demás son pseudoargumentos de Perogrullo, porque una persona que lleva varios años sin encontrar un trabajo y termina dependiendo de la caridad de otros para subsistir desde luego no es una privilegiada, más bien se podría decir que su situación es dramática, por mucho que en el África subsahariana las cosas sean infinitamente peores. Defender lo contrario sería como decirle a una víctima del terrorismo que se calle de una vez, deje de molestar y se vaya a su casa porque, en comparación con lo suyo, lo que les pasó a los prisioneros de los campos de concentración nazis sí que fue verdaderamente horrible.
En resumidas cuentas todos podemos creer que somos muy razonables y en la mayoría de casos seguramente será cierto. Pero cuando nos tocan determinadas fibras sensibles ese raciocinio puede verse seriamente resentido, dando paso a reacciones viscerales o incluso despertando los instintos más bajos de ciertos individuos. Así que procuremos mantener la cabeza fría, porque la lógica no casa demasiado bien con las pasiones y los prejuicios.
M. Plaza
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