La historia de la valiente Malala recorre el globo, entra en todos los hogares. Una sociedad democrática debe garantizar para ambos sexos la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación. ¿Puede este derecho fundamental servir también para gestionar la expansión de las poblaciones humanas?
Malala Yousafzai. Premio Nobel de la Paz 2014 |
¿Qué tienen
que ver Malala y el control demográfico? ¿Por qué una reivindicación justa y
necesaria, como el derecho de las mujeres a la educación y a planificar
libremente su futuro profesional, puede ser al mismo tiempo una medida políticamente
efectiva para mantener las poblaciones humanas dentro de unos límites seguros?
Para entenderlo primero debemos despejar algunos prejuicios muy populares que
presentan el control demográfico como un asunto necesariamente sórdido y
macabro.
Suele
pensarse que guerras, plagas, epidemias, o cualquier otro mecanismo de
destrucción de seres vivos, contribuyen como ninguna otra cosa a controlar los
excesos de población humana. Es una explicación convincente por su sencillez y
principalmente porque concuerda con lo que a primera vista dicta el sentido
común. Esta tesis tan extendida goza además de apoyo entre algunos científicos
de la naturaleza que sobrepasan las fronteras de su campo de estudio para
ocuparse de realidades tan complejas como las dinámicas sociales.
No pocas
explicaciones biologicistas se llevan los fenómenos sociales a su terreno comparando
la sociedad humana con una comunidad de hormigas, una colmena de abejas u otros
grupos. Luego de asimilar los procesos de una y otros, afirman que la guerra en
la cultura humana es equiparable a la violencia destructiva practicada por
otras especies como mecanismo de equilibrio demográfico. Se conseguiría así la
reducción del número de individuos, cuya proliferación, de otro modo, pondría
en peligro la supervivencia de la especie en su conjunto. Ahora bien, es posible que sociedades concretas en determinados momentos de su historia se hayan comportado según este modelo biologicista, pero esta no es ni de lejos una
explicación aplicable a cualquier sociedad en cualquier momento.
De hecho son
muchos los sociólogos y demógrafos que defienden hoy la visión opuesta. Más que
la guerra, la enfermedad o la destrucción, lo que mejor controla el incremento de la población humana es el
crecimiento económico y la prosperidad, la igualdad de derechos entre sexos, la
consolidación de una clase media y el consumo. Las economías internamente muy
diversificadas y dinámicas, de alto valor añadido y generadoras de tasas altas
de actividad, regulan y controlan la multiplicación de los seres humanos con bastante efectividad.
También lo hacen los sistemas jurídicos democráticos protegiendo la igualdad de
oportunidades entre los sexos. Son modelos como el nuestro, el propio de los
países de la OCDE, implementado de un tiempo a esta parte en naciones tan
populosas como China o India.
El espectacular incremento de la población mundial iniciado desde 1700 suele asociarse con las mejoras de las condiciones de vida resultantes de las revoluciones tecnológicas. Sin embargo, se obvia que los lugares más populosos del planeta son precisamente aquellos que menos disfrutan del bienestar derivado de estas innovaciones técnicas y donde la riqueza está concentrada en muy pocas manos. A pesar de la alta mortalidad infantil, la pobreza extrema, la enfermedad, el VIH, los conflictos bélicos y el hambre, en los países pobres la población crece abruptamente.
Si bien el
capitalismo de consumo y el Estado social de Derecho han contribuido a reducir
la mortalidad infantil en los países desarrollados, sus logros como recursos de control demográfico han quedado sobradamente probados por la significativa reducción de la
tasa de nacimientos. Desde 1900 la forma demográfica de
estos países ha evolucionado desde una pirámide a una pirámide invertida
esperada para el año 2020. Hoy por hoy, de hecho, el envejecimiento de la
población y los escasos nacimientos
ponen en jaque a nuestras sociedades,
que precisaron de trabajadores migrantes en la pasada fase de expansión.
Con unos
servicios sociales adecuados los padres dependen menos de la prole para
asegurarse la ayuda en la vejez. Del mismo modo, la incorporación de la mujer
al mercado laboral y la igualdad de oportunidades entre sexos para la promoción
laboral y el acceso a la educación superior, derechos de los que deben sentirse
orgullosos los países que los protegen, han provocado que numerosas mujeres y
parejas pospongan la paternidad más allá de los años de mayor fertilidad, lo
cual ha tenido efectos claros en el tamaño de las familias.
Por otro
lado el consumismo, crucial para el capitalismo posterior a la crisis del 29,
se ha ligado a una cultura del hedonismo que ha orientado las preferencias
vitales hacia el goce personal, que para algunos no se concilia fácilmente con
las responsabilidades familiares. Conformados por esta cultura del placer, no
pocos padres potenciales ven en los hijos una carga que prefieren evitar.
Mujeres estudiando en la provincia de Jaiber Pajtunjuá, Pakistán |
Cuando
Malala reivindica el derecho de la mujer pakistaní a la educación apoya un derecho
universal por cuanto emana de la libertad de elección del individuo sin
distinción de sexo. Quienes la defenestran por ello representan los intereses
del patriarcado más reaccionario, que pretende a toda costa mantener en Pakistán la tiranía socio-política del macho. La voz de Malala debe prevalecer por el
bien de todas las mujeres que sufren la vulneración de sus derechos
fundamentales en cualquier rincón del planeta.
Pero no es
casual que el mensaje personificado por esta valiente joven acapare el interés
de los organismos internacionales que velan por el control de la población
mundial. Ni tampoco es fortuito que se la haya convertido en una autoridad a
través de la concesión de diversos premios, entre ellos el Simone de Beauvoir y el Nobel, galardón que sin duda merece por la
causa que defiende. Hoy el mensaje de Malala se difunde por todo el mundo,
especialmente en las escuelas, y en esta difusión las editoriales y los medios de comunicación occidentales juegan
un papel crucial. Si Pakistán,el sexto país más poblado, o su vecino India, que cerró 2013 con 1.243.337.000 personas, y otras regiones del globo quieren evitar medidas drásticas e impopulares de control demográfico, como la política China
del hijo único o los orfanatos para niñas, deberán impulsar y proteger la
educación y la carrera profesional femeninas, recetas de control poblacional más
amables y de probado éxito en Occidente durante las últimas décadas, que al mismo tiempo mejoran la calidad democrática de las sociedades que las implementan.
Luis B.
Luis B.
Notas
(1) Cohen R and Kennedy P. Global sociology. Basingstoke. Palgrave. 2000. pp 250.
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