Las medidas de austeridad impulsadas por el FMI en Turquía han empobrecido a una población que ahora se manifiesta en el Taksim Gezi Park.
La tesis que avanzamos en el primer artículo afirmaba que los acontecimientos socio-políticos que están teniendo lugar en países como Túnez, Libia, Egipto, Siria o Turquía guardan
relación con las reformas económicas neoliberales aplicadas por instancias
financiero-políticas internacionales en las últimas décadas. Estas medidas han
resultado en un aumento de la desigualdad económica, la concentración de la
riqueza en pocas manos y el empobrecimiento de la población. Estos mismos
efectos son los que ya pueden apreciarse en los países del Mediterráneo ubicados
en el sur de Europa, donde se han implementado en los últimos años reformas
similares, presentadas a la opinión pública como inevitables y necesarias para
impulsar el crecimiento que deje atrás la crisis.
Este artículo se centra en el caso de Turquía y aporta
algunos datos que apoyan esta tesis. En el año 2002 el partido Justicia y
Desarrollo accede al poder, liderado por Erdogan, presidente actual de Turquía.
En un contexto de recesión y a cambio de financiación urgente, el gobierno
turco establece con el FMI un programa de reformas que requieren modificaciones
sustanciales de la legislación laboral, saneamiento de las cuentas del Estado y
revisión de la financiación pública de los derechos sociales.