Los recortes en sanidad y pensiones podrían formar parte de una estrategia biopolítica de regulación demográfica de la población. Partiendo de declaraciones actuales en este sentido, se ilustran los peligros que la eugenesia y el control demográfico supusieron en el pasado para el cumplimiento de los derechos humanos.
El pasado 15 de Enero de 2013 el ministro de finanzas
japonés Taro Aso, de 72 años de edad, en el marco de una reunión de tecnócratas
sobre la reforma de la seguridad social, declaró que el sistema médico debía
implementar reformas que facilitaran la muerte de los pacientes terminales que, según Aso, suponen una pesada
carga para el país desarrollado más deficitario. Según informa el diario
británico The
Guardian, sus palabras exactas fueron: “que se den prisa y se mueran”. (1)
Por lo visto, el multimillonario empresario y político, heredero de un poderoso
linaje de industriales y hombres de estado que se remonta hasta el siglo XIX,
tiene como prioridades absolutas los lastrados datos macroeconómicos japoneses
y la amenaza político-nuclear de la vecina China. (2)
Sin embargo, su comentario pone de manifiesto dos realidades innegables: a) su inexistente respeto por la vida humana ajena y b) el uso político de las legislaciones, en este caso la reforma de la seguridad social japonesa, para gestionar y regular demográficamente las poblaciones. Sin ir más lejos, en Europa se están llevando a cabo reformas de los sistemas públicos de pensiones y asistencia sanitaria que aumentan la desigualdad social, (3) empobrecen a la población más necesitada y dificultan su acceso a estos servicios constitucionales, reconocidos como derechos humanos en la Carta Magna de Naciones Unidas. Extraño, ¿verdad? porque en una democracia real la gestión de los asuntos públicos debería estar inspirada, controlada, limitada y orientada a la consecución de las tasas más altas de respeto por la dignidad humana.
Sin embargo, su comentario pone de manifiesto dos realidades innegables: a) su inexistente respeto por la vida humana ajena y b) el uso político de las legislaciones, en este caso la reforma de la seguridad social japonesa, para gestionar y regular demográficamente las poblaciones. Sin ir más lejos, en Europa se están llevando a cabo reformas de los sistemas públicos de pensiones y asistencia sanitaria que aumentan la desigualdad social, (3) empobrecen a la población más necesitada y dificultan su acceso a estos servicios constitucionales, reconocidos como derechos humanos en la Carta Magna de Naciones Unidas. Extraño, ¿verdad? porque en una democracia real la gestión de los asuntos públicos debería estar inspirada, controlada, limitada y orientada a la consecución de las tasas más altas de respeto por la dignidad humana.
Sin embargo, la política demográfica de control de
poblaciones es tan antigua como la humanidad y el lógico rechazo ético que
despierta siempre la ha acompañado. Quizá el periodo histórico más ilustrativo
en este sentido es el que abarca desde el nacimiento de la teoría eugenésica
hasta el holocausto nazi. He aquí un ejemplo de los horrores a los que puede
conducir una política que antepone objetivos económicos o políticos a los
derechos de las personas.
Ahora bien, los horrores cometidos por los nazis se
fraguaron mucho antes, en tiempos de democracia y tecnócratas como el ministro
Aso. El racismo ideológico que posibilitó el holocausto comenzó a forjarse
sobre el siglo XIX en el seno de la ciencia, de la gestión técnica de los
asuntos políticos y de los medios de comunicación. Lo interesante del breve
repaso histórico que comenzaremos a continuación es que nos muestra muy
claramente de qué modo la política, la ciencia y la propaganda forman una
alianza cuando se trata de afrontar temas que pueden generar un gran rechazo
social y moral del poder, como es el caso del control demográfico de las
poblaciones.

Sir Francis Galton, considerado uno de los fundadores de la
eugenesia científica decimonónica, defendía que la solución a las elevadas
tasas de delincuencia y pobreza pasaba por implementar medidas de control
de la reproducción, favoreciendo la descendencia de aquellos que presentaban
los mejores rasgos morales, intelectuales o físicos. (5)
A finales del siglo XIX las teorías científicas de la
eugenesia ganaron una notable influencia en la comunidad científica tanto en
Europa, con Karl Pearson en Gran Bretaña y Fritz Lenz en Alemania, como en
Estados Unidos donde destacó Charles Davenport. Basándose en el coste
socio-económico que suponía la atención a los pobres, dependientes, criminales,
ancianos o aquellas personas afectadas por alguna enfermedad física o mental
que disminuyera su aptitud para el trabajo, los defensores de la eugenesia
pusieron en marcha un programa de recopilación de información hereditaria sobre
centenares de miles de personas, que las instituciones públicas utilizaron para
impulsar medidas de “limpieza genética”, tales como la segregación en campos de
trabajo o incluso la esterilización obligatoria.(5)
El apoyo a la eugenesia en América del Norte creció durante
las primeras décadas del siglo XX
con motivo de las crecientes oleadas de
inmigrantes y el grave deterioro de la economía como consecuencia de la crisis
de sobreproducción y el decrecimiento del poder adquisitivo que arrastraba
el país desde principios de siglo por las innovaciones tecnológicas
progresivamente introducidas en la producción agraria e industrial. (6)
Las apelaciones a la pureza de la raza, la reprobación moral
del emparejamiento con inmigrantes y la urgencia para evitar que estos
superaran en número a los norteamericanos de pura cepa, no tardaron en
impregnar la propaganda de la época. Un aspecto gravísimo de esta difusión
mediática es que en la conciencia del ciudadano medio se unieron el miedo al
otro y la agresividad instintiva propias del racismo con el discurso científico
de la genética del comportamiento. Con esta “justificación científica” de la
actitud racista, la rivalidad social, el odio racial y la ideología
segregacionista ganaron legitimidad, aceptación intelectual entre los
ciudadanos mejor formados y un inmenso poder social de persuasión. Como es
sabido, esta unión entre ciencia y racismo ideológico desembocó en Europa en
las horrendas prácticas genocidas de la Alemania hitleriana.
Samuel Rat
Notas
(1) Mc Curry, J. “Let elderly people hurry up and die,
says japanese minister”. The Guardian. 22 January 2013. Aquí
(2) Higueras, G. “El ministro japonés del Haraquiri”.
El País Internacional. 26 de Enero de 2013. Aquí
(3) Navarro, V. “El error de las políticas de
austeridad, recortes incluidos, en la sanidad pública”. Gaceta Sanitaria. Abril
2012. Aquí
(4) Foucault, M. Vigilar y castigar. Editorial
S.XXI.
(5) Paul, D.B. Controlling. Human Heredetary: 1865 to the
present. Humanities Press. New Jersey.
Atlantic Highlands.1995.
Kevles, D.J. In the name of eugenics:
genetics and the uses of human heredity.
University of California Press.
Berkeley. 1985.
(6) Rifkin, J. The end of work: the decline of the
global labor force and the dawn of the post-market era. Putnam. NY.1995.
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