Los 80. La visión de una década a través del cine

Como para todos los de mi generación los 80 fueron la década de mi infancia. Los recuerdos a menudo idealizados de aquellos años de inocencia perdida están dominados por las películas de la época, que no por casualidad trasmitían ciertos mensajes y valores que han quedado grabados en el subconsciente colectivo.


       La infancia suele ser el periodo más feliz y despreocupado de la vida de una persona. Los recuerdos de esos años están plagados de connotaciones nostálgicas y muy a menudo terminan idealizándose como si fueran un tesoro perdido que ya nunca más recuperarás. Olores, sabores, sensaciones... Todo era más intenso, todo parecía más auténtico, cuando eras pequeño las cosas siempre parecían mejores de lo que ahora son. Y lo que es válido para la comida, la bebida, las chucherías, los juegos, la música, los programas de televisión, etcétera, lo es igualmente para el cine y todas aquellas películas que, para bien o para mal, se han convertido en tus favoritas porque creciste con ellas. Yo, como cualquier otro de mi generación, viví mi infancia durante la década de los 80 y el cine de la época me marcó de la misma manera que a muchos otros. Vistas nuevamente muchas de aquellas películas resultan ahora ciertamente simplonas y los medios técnicos con los que estaban hechas parecen distar años luz de los sobrecargantes efectos digitales que invaden muchos films en la actualidad. Pero es precisamente esa ingenuidad inherente la que hace que las recordemos con simpatía, todo y que detrás de muchas de ellas se esconde un mensaje que no es más que un fiel reflejo de la política de la época, dominada por la reacción neoliberal de gobiernos como el de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher en el Reino Unido.
     
        Sagas como la trilogía de Star Wars o Indiana Jones, títulos inolvidables como E.T (El extraterrestre), Los cazafantasmas, Regreso al futuro, Gremlins, La historia interminable o Los Goonies, entre otros muchos, forman parte ya del imaginario colectivo de toda una generación. Cualquiera que haya disfrutado de niño con alguna de estas películas, no podrá evitar esbozar una sonrisa al recordarlas y es probable que las haya visto y revisto innumerables veces, incluso siendo ya adulto, porque al hacerlo es como si despertara el niño que todavía llevamos dentro. En los 80 la industria de Hollywood apostó fuerte por el cine destinado al público infantil y juvenil, hecho que sigue marcando dicha industria hoy día, donde los superhéroes de cómic proliferan más que nunca. A través de estas historias se nos vendía la imagen de un mundo edulcorado de urbanizaciones ajardinadas, el lugar donde residían los personajes de las aventuras, en el que el bien siempre triunfaba y los protagonistas lograban lo que se proponían a través del esfuerzo y la superación. El final feliz estaba garantizado, el chico siempre terminaba con la chica de sus sueños o viceversa. Estos mensajes penetraron en muchos de nosotros a través de este tipo de cine, la cultura del esfuerzo, el deseo de prosperar, la casa modélica en una urbanización al más puro estilo USA y, por supuesto, una familia con la que llenarla, perro incluido. Todo era posible si te lo proponías, si te esforzabas de verdad para conseguirlo, ése era el mensaje que nos llegaba una y otra vez desde la gran pantalla. Que esas aspiraciones llegaran a hacerse realidad ya es harina de otro costal.

       Y es que para entender mejor el cine de los 80, y por extensión la época en sí, hay que contraponerlo con el de la década anterior, los 70. En Estados Unidos ésa fue la época de la derrota en Vietnam, los últimos coletazos de los movimientos juveniles de protesta que explotaron en los 60, la gran decepción del caso Watergate que supuso el fin de la carrera política del presidente Richard Nixon, la crisis del petróleo y el surgimiento del Movimiento Gay. El cine de aquellos años reflejaba el sentir de la sociedad, se volvió más cínico, más oscuro y los finales felices no se prodigaban tanto. Los 70 son la saga de El padrino, el regreso al corazón de las tinieblas de Apocalypse Now o El cazador, así como los relatos protagonizados por personajes inadaptados y perdedores como Taxi driver o Cowboy de medianoche (si bien esta película es de 1969). Aquella era la generación que salió a las calles para protestar por los derechos civiles y contra la Guerra de Vietnam, que quiso revelarse contra el orden establecido y cambiar el mundo y que, finalmente, hubo de enfrentarse al fin de un ciclo de expansión y prosperidad, que caracterizó las décadas de los 50 y 60, para ser golpeada por la crisis económica. En aquellos años la marginación, la delincuencia y las drogas inundaron las calles de numerosas ciudades estadounidenses, una realidad que también se filtró al cine.

       Por contra los 80 son Ronald Reagan y el contraataque de la ideología conservadora y el neoliberlismo económico. Cambian los estereotipos y también los modelos que se presentan a la sociedad. En los 60 y los 70 los iconos para la juventud nacen del movimiento hippie, rebeldes contestatarios al más puro estilo de los moteros de Easy rider. En los 80 nace un nuevo modelo, el yuppie, un joven profesional y ambicioso que desea abrirse camino en el mundo de los negocios con el objetivo de llegar a ser un alto ejecutivo en una gran empresa. Muchas películas de la época reflejan este espíritu, como Wall Street, Armas de mujer (cuyo título original es Working girl) o Risky Bussines (la película que lanzó a la fama a Tom Cruise en 1983). En muchos aspectos el yuppie es la antítesis del hippie y no por casualidad el cine de los 80 convierte al primero en un icono y un modelo a seguir. En contraposición a todo lo anterior habrá quien diga que los 80 son también la época del punk, si bien este movimiento explosionó a finales de los 70 y, a decir verdad, fue un fenómeno más europeo que norteamericano, pues nació en el Reino Unido. La estética punk se filtró en el cine hollywoodiense pero poco más, al tratarse de un movimiento excesivamente transgresor y antisocial que no casaba demasiado bien con los nuevos valores de la era Reagan.

       Pero si hay una serie de películas que muestran a la perfección esa transición ideológica y de valores que vivió el cine de la década de los 70 a los 80, ésta no es otra que las sagas de Rocky y Rambo, ambas protagonizadas curiosamente por el mismo actor, el nunca especialmente expresivo Sylvester Stallone. Repasemos un poco estos títulos. Rocky (1976) fue la gran triunfadora en los Oscar del año siguiente, la historia de un personaje humilde y sin demasiadas luces que vive en un barrio fuertemente golpeado por la crisis económica. El protagonista trata de salir adelante como boxeador hasta que le llega la gran oportunidad de luchar por el título mundial de los pesos pesados. En el agridulce final Rocky pierde el combate por los puntos, pero al menos es una derrota honrosa porque llega a poner a su rival contra las cuerdas. Es la típica historia de superación, pero con un trasfondo social muy propio de los 70. Algo parecido puede decirse de Acorralado (First blood en inglés), una película de 1982 pero que bebe de las fuentes de la década anterior. El protagonista del film es un veterano ex combatiente de Vietnam, traumatizado por los recuerdos de guerra, que vaga por el país sin encontrar hogar ni trabajo. En el pueblo donde residía un compañero de armas ya fallecido la policía local lo toma por un maleante y lo arresta. John Rambo no soportará los abusos de los agentes en comisaría y emprenderá una frenética huida con toda una legión de policías pisándole los talones, si bien al final no tendrá más remedio que entregarse a las autoridades. Una vez más una entretenida cinta de acción con un trasfondo social, el drama de los veteranos que regresan y no logran reinsertarse en la sociedad a causa de los traumas vividos.

        Las sagas de Rocky y Rambo son clásicos del cine de los 80, cautivaron a millones de jóvenes espectadores, lo cual fue aprovechado para convertirlas en productos de propaganda muy al estilo de la época. No hay mejor ejemplo de esto que Rocky IV (1985), donde el protagonista se enfrenta al despiadado púgil ruso Iván Drago en un perfecto simbolismo de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría. La sempiterna lucha entre el Bien y el Mal, entre el modélico "héroe americano" y el frío y robótico "demonio rojo". Lo dicho anteriormente es igualmente válido, incluso a un nivel superior, para Rambo III (1988), con un Stallone convertido ahora en paladín de la libertad que viaja hasta Afganistán para unirse a los guerrilleros del país (esos que años más tarde se convertirán en feroces talibanes) en su lucha contra los crueles invasores soviéticos. Una vez más el discurso propagandístico de la Guerra Fría, una vez más se aprovecha el tirón de un personaje en la gran pantalla para transmitir determinados mensajes. Esta estrategia no se inventó en los 80, ya que las míticas películas de ciencia ficción de los años 50, cuya temática trataba a menudo acerca de invasiones de platillos volantes, hormigas gigantes y mutantes radiactivos varios, eran otra alegoría de la Guerra Fría. Los alienígenas y monstruos que protagonizaban estos títulos representaban la amenaza del Comunismo, un enemigo que sólo buscaba la aniquilación total de la nación y con el que no se podía dialogar y mucho menos coexistir de forma pacífica. El mensaje era simple: "o ellos o nosotros"; la confrontación inevitable.

        A decir verdad utilizar el cine de entretenimiento para difundir determinados mensajes es una excelente estrategia. Llegas a un gran número de personas, muchas de ellas niños y adolescentes cuya mentalidad y escala de valores se está formando en esa etapa de su vida y, ya de paso, les haces pasar un buen rato. Muchas películas de los 80 son un claro ejemplo de esto último.



                                                                                                                                                   Kwisatz Haderach

  

1 comentario:

  1. Qué grandes los 80!!! Irrecuperables, qué lástima que el paso del tiempo sea tan puto. El uso del cine, y los medios de comunicación narrativos (novelas, prensa, publicidad), para crear modelos a seguir y difundir determinados valores es una constante en la historia desde la aparición y consolidación de este arte como medio de entretenimiento de las masas.

    Recuerdo a raíz del artículo unas palabras de Oliver Stone, quejándose del veto del poderoso lobby judío holywoodense a cualquier revisión heterodoxa de la figura del antisemitismo hitleriano o del Holocausto. Sin ánimo de realizar ninguna afirmación racista, nada más lejos de mi actitud vital o ética, creo que Hollywood ha sido utilizado para explotar al máximo el victimismo judío, lo cual ha servido a los sionistas que hoy masacran al pueblo palestino para tachar de racista o antisemita cualquier declaración o acción en contra de sus horribles crímenes.

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