Texas versus Crimea

Desde Occidente, y muy especialmente desde Estados Unidos, se ha criticado ferozmente la anexión unilateral de la península de Crimea por parte de Rusia. Este hecho ha sido calificado como una acción ilegal que viola de manera flagrante el derecho internacional, pero la Historia está llena de actos flagrantes como este. Un ejemplo destacado sería la anexión de Texas por parte de Estados Unidos en 1845.


            La situación actual en Ucrania ocupa las cabeceras de los noticiarios debido a la gravedad de los sucesos que allí están teniendo lugar. En febrero de este mismo año, las protestas populares en Kiev contra las políticas emprendidas por el gobierno elegido democráticamente, degeneraron en un auténtico golpe violento que derrocó por la fuerza a dicho gobierno tras una serie de enfrentamientos en los que murieron decenas de personas. La amplia participación de grupos neonazis y de extrema derecha en estas acciones, y su posterior inclusión en un gobierno interino que rápidamente fue legitimado por Occidente (pues obviamente habían contado con su apoyo para expulsar al presidente electo), así como el giro radical en todas las políticas que pretenden dar en el país, motivaron la reacción inmediata de Rusia. La junta que ha tomado el poder en Kiev ansía desprenderse de la influencia de Moscú y alinearse con Estados Unidos y la Unión Europea, pero eso choca frontalmente con los intereses del Kremlin y de las regiones prorrusas del este y el sur ucraniano, ya que buena parte de los habitantes de estas últimas no están dispuestos a romper el vínculo que les une a la "Madre Rusia". El conflicto está servido y ahora Ucrania se desliza dramáticamente por una espiral descendente de violencia que tanto Rusia como Occidente han fomentado de manera vergonzosa. 

       Seguramente habrá alguien que gane con todo esto, especialmente aquellos que se dedican al negocio de la venta de armas, pero es igualmente seguro que todos los ucranianos van a salir perdiendo, ya sean prorrusos o proeuropeos. No obstante quisiera centrarme en el caso de Crimea, territorio que oficialmente sigue perteneciendo a Ucrania pero que Rusia se anexionó de facto el pasado 18 de marzo tras un referéndum que a buen seguro no se celebró con todas las garantías exigibles. Occidente ha condenado esta anexión por considerarla ilegal, pues viola el derecho internacional y el estatus quo fronterizo establecido al acabar la Guerra Fría y desintegrarse la Unión Soviética. Los medios de comunicación europeos y norteamericanos al servicio de los poderes políticos y financieros, han venido a amplificar esta idea de la anexión ilegal, algo que Rusia ha impuesto de forma unilateral gracias a la fuerza de su poderío militar, una violación flagrante de la soberanía de una nación vecina. Casi parece que dicha agresión sea algo sin precedentes en la Historia.

        Sin embargo lo ocurrido en Crimea guarda un curioso parecido con algo que sucedió al otro lado del mundo hace casi 170 años, la anexión de Texas por parte de Estados Unidos en el año 1845. Y es que este país puede acusar a Rusia de ansias imperialistas pero, como todos sabemos, en eso de ansias imperialistas nadie gana a Estados Unidos. La expansión y la agresión forman parte de sus señas de identidad y uno de los primeros ejemplos fue Texas, como bien señala el profesor Vicenç Navarro en su columna Pensamiento Crítico (Cómo el establishment estadounidense quiere presentar mediáticamente lo que ocurre en Ucrania). Merece la pena detenerse un poco en la historia tejana para ver cómo se desarrolló esta anexión.

        Poco es lo que la mayoría sabe acerca de aquel proceso aparte, claro está, del episodio acaecido en el fuerte de El Álamo entre el 23 de febrero y el 6 de marzo de 1836. La propaganda norteamericana y su mitología cinematográfica han vendido ampliamente la heroica resistencia de los "patriotas" tejanos en el fuerte, hasta que finalmente fueron aniquilados por las tropas mejicanas tras un asedio de dos semanas. Gracias a ello los defensores de El Álamo, entre los que se encontraba el legendario explorador David Crockett, han pasado a la Historia como mártires por la libertad que perdieron la vida por no querer someterse a la tiranía. Pero analicemos las circunstancias históricas que rodearon este enfrentamiento por otra parte marginal.

        A principios de la década de los años 20 del siglo XIX México se independizó finalmente de España y heredó de la metrópoli un territorio mucho más extenso que el actual, pues también abarcaba todo el suroeste de lo que ahora es Estados Unidos, Texas incluido. Aparte de por los pueblos nativos, navajos, comanches y apaches entre otros, el norte del naciente México era una zona en buena medida despoblada y por explotar. La anterior autoridad colonial española ya había acordado la colonización y desarrollo de esos territorios y, acudiendo a dicha llamada, centenares de colonos anglosajones comenzaron a asentarse en el futuro Texas. Hacia 1819 una grave crisis económica azotaba los todavía jóvenes Estados Unidos y muchos inmigrantes que procedían directamente de Europa, así como ciudadanos estadounidenses, vieron en esta temprana colonización del oeste la oportunidad de escapar de la miseria. La independencia de México supuso un breve contratiempo, pero finalmente las nuevas autoridades aceptaron que continuara la colonización anglosajona de Texas aunque, eso sí, los recién llegados debían adquirir nacionalidad mejicana, convertirse al catolicismo y someterse a las leyes de ese país. La colonia prosperó y en 1829 ya contaba con unos 18.000 integrantes. Queda claro pues que aquellas gentes se asentaron en Texas por expreso deseo primero de España y después de México, eran invitados en tierra ajena.

Mapa de los territorios perdidos por
México ante Estados Unidos tras la
secesión de Texas y la guerra de 1847.
        Pero la buena sintonía acabaría pronto. En 1835 el nuevo dirigente de México, el general Antonio López de Santa Anna, promulgó una nueva legislación mucho más centralista que eliminaba parte de la autonomía de los territorios periféricos. A menudo este hecho se señala como el desencadenante de la secesión tejana, no obstante la razón principal del alzamiento de los colonos (parte de los cuales para entonces se había asentado ilegalmente) es que las nuevas leyes prohibían expresamente la esclavitud. Muchos de los que instigaron la rebelión eran en realidad terratenientes y especuladores que tenían en la esclavitud la base de su economía, no podían aceptar que su prosperidad se viera comprometida y, en consecuencia, se alzaron en armas contra México. Los héroes de El Álamo tal vez no fueran esos mártires por la libertad que nos han contado, más bien puede que fueran una banda de negreros. En realidad la guerra de independencia tejana no fue más que el primer paso de los proyectos expansionistas de Estados Unidos, que de inmediato apoyaron la sublevación de los colonos. Esta contribución resultó determinante y se tradujo también en el envío de combatientes voluntarios que se sumaron a los rebeldes. La sublevación concluyó con éxito tras la breve pero decisiva batalla de San Jacinto (21 de abril de 1836). El propio Santa Anna fue capturado y enviado como prisionero a Washington, donde fue obligado a reconocer la independencia de Texas. La disputa no quedaría por completo zanjada hasta la guerra entre Estados Unidos y México de 1846 a 1848, motivada en parte por la adhesión de Texas a la Unión. Su vida como estado independiente terminó bien pronto porque la secesión solo había sido un paso previo para la consecución del objetivo final. El proceso se había culminado y en él México perdería muchos más territorios.

       Visto lo visto la anexión rusa de Crimea se ha producido de forma mucho más rápida e incruenta, no obstante en los dos casos hay similitudes. En ambos los habitantes del territorio en cuestión inician una sublevación con fines secesionistas, acto seguido un poder externo muestra su apoyo al alzamiento e interviene de una u otra manera (ya sean soldados rusos embozados y sin distintivos que los identifiquen o voluntarios norteamericanos que acuden para luchar junto a los tejanos) y, después de que se formalice la escisión, tiene lugar finalmente la transferencia del territorio a la potencia correspondiente.

       Sin embargo también existen importantes diferencias. En primer lugar hay que decir que, mientras Texas era un territorio que pasó primero de manos de España al México recién independizado, sin guardar relación alguna con los Estados Unidos al este, Crimea había sido rusa con anterioridad. La península fue tomada a los tártaros y los turcos otomanos y anexionada en 1783, siendo zarina Catalina II la Grande. A partir de entonces comenzó a asentarse población rusa en Crimea, si bien la minoría tártara ha permanecido hasta nuestros días. La raíz del actual conflicto llegaría no obstante en 1954, cuando el premier soviético Nikita Jrushchov cedió la península a Ucrania, por entonces parte de la Unión Soviética, en una decisión ciertamente arbitraria.

       No es que este hecho dé una mayor legitimidad a la actuación rusa, pero puede servir como muestra de la doble moral imperante en Occidente. Estados Unidos puede acusar con toda tranquilidad a Rusia de imperialista y de querer desmembrar Ucrania, no obstante eso mismo es lo que hizo con México hace más de siglo y medio persiguiendo unas ambiciones claramente imperialistas; ambiciones que no han dejado de aumentar desde entonces. Siguiendo con esta lógica si es legítimo exigir que Rusia devuelva Crimea a los ucranianos, también lo sería solicitar que Estados Unidos le devuelva Texas a México. Ni qué decir tiene que, mientras lo primero se considera una reclamación justa y razonable, cuando no la única salida posible para solucionar el conflicto en ciernes, lo segundo casi no se podría ni mentar por ser considerado un auténtico disparate. Esa es la hipocresía que se nos vende como si fuera una verdad única e inmutable. Estados Unidos es el principal agresor del planeta, el golpe en Ucrania lleva su firma y es tan responsable como Rusia de la desestabilización del país y de toda la violencia y la muerte, la ocurrida y la que está por venir. Una vez más, Washington no es quién para ir dándole lecciones a nadie.



                                                                                                                                      Kwisatz Haderach                                             



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