Los Stalags y la erótica del Holocausto

Durante la década de 1960 se popularizaron en Israel una clase muy particular de novelas breves. La temática, historias pornográficas con un elevado contenido de sadismo con el Holocausto y el nazismo como telón de fondo.


        Para empezar con esta historia debemos remontarnos al Israel de los años 60, cuando esta nación era apenas una recién nacida. Entre conflicto y conflicto con sus vecinos árabes, toda una nueva generación de jóvenes judíos crecía bajo la influencia de las transformaciones que tenían lugar durante esa época, pero teniendo muy presentes también los traumas del pasado. En esos años se popularizan unos relatos breves conocidos como Stalags, que al parecer se vendían como churros en los kioskos a precios muy asequibles y que no tardaron en hacer furor entre un público adulto fundamentalmente masculino.
     ¿Cuál era el contenido de estas novelitas para que alcanzaran tal grado de éxito? Tal y como muestra el blog Horrach en su artículo Pornografía y Holocausto. Los Stalags, donde además se nos presenta un enlace a un interesante documental israelí del 2007 con ese mismo nombre, todas ellas tenían una importante carga pornográfica que se solía acompañar de ilustraciones no tan explícitas pero que no dejaban lugar a dudas acerca de la temática. En su origen casi todas las historias presentaban el mismo esquema. Unos soldados norteamericanos de la Segunda Guerra Mundial eran capturados por las fuerzas alemanas y enviados a un campo de prisioneros o Stalag, de ahí el nombre del subgénero literario. Allí los protagonistas se veían sometidos a toda clase de torturas y vejaciones por parte de sus guardianas, unas exuberantes bellezas teutonas enfundadas en sexys uniformes de las S.S. Podemos imaginar el clásico repertorio de fantasías sadomasoquistas: azotes, bondage, dominación extrema, un prisionero sumiso arrodillado lamiéndole las botas a la dominatrix de turno y hasta patadas en los testículos. Finalmente el rol ama-esclavo se invertía y los soldados se tomaban la revancha, violando e incluso asesinando a sus captoras, con lo que el lector podía quedar plenamente satisfecho.

       Obviamente ninguna de estas historias poseía el más mínimo rigor histórico, pero eso era lo que menos les importaba a sus entregados fans y, por supuesto, menos aún a los autores de las mismas. Estos últimos solían firmar con seudónimos que hacían pensar que se trataba de escritores anglosajones, si bien todos ellos eran israelíes. Muchos trataron de permanecer en el anonimato y no es para menos, ya que sus publicaciones no estaban exentas de polémica. Sin embargo el creciente mercado mandaba y los Stalags se fueron haciendo más y más populares, mientras unos relatos superaban a otros en intensidad pornográfica, episodios truculentos y perversiones sexuales. La demanda de los ávidos lectores parecía insaciable.

       Finalmente las autoridades consideraron que ya se habían rebasado los límites de lo tolerable tras la publicación de la exitosa "Yo fui la puta privada del coronel Schultz". El autor fue detenido y los Stalags dejaron de imprimirse, aunque eso no supuso ni mucho menos el final. De hecho continuaron haciendo furor y distribuyéndose de manera clandestina durante décadas hasta fechas bien recientes. Tanto es así que podemos decir que acabaron convertidos en clásicos de la moderna literatura popular israelí, no por su calidad claro está, de la misma manera que las historias románticas de Corín Tellado o las aventuras del salvaje oeste surgidas de la imaginación de Marcial Lafuente Estefanía lo fueron en la España del franquismo.

      El fenómeno de los Stalags no deja de ser llamativo y chocante se mire por donde se mire. Pensar que miles de jóvenes, y no tan jóvenes, israelíes se pusieron a cien durante años fantaseando con estas historias de dominación sexual y sadomasoquismo en las estaban presentes el Holocausto y el nazismo, puede parecer muy contradictorio. Aquellos que sufrieron el martirio y la muerte en los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial convertían ahora la imagen de sus verdugos en un icono erótico y de deseo sexual. La sexualidad humana tiene infinidad de vertientes y ésta es una de ellas. Al fin y al cabo, ¿puede haber algo más perversamente erótico para un judío que una hermosa mujer aria fusta en mano ataviada con un ajustado uniforme de las S.S? Pero esta historia tiene una segunda lectura. Los Stalags eran relatos fantasiosos, no reflejaban la realidad en casi ningún aspecto, y lo único que importaba en ellos era el morbo de los pasajes pornográficos, allí donde el lector encontraba el máximo goce. En ese aspecto eran una banalización, una caricatura por así decirlo, del propio Holocausto. Un mecanismo defensivo tal vez, que ayudó a muchos hebreos a asimilar una experiencia tan monstruosa como la de la persecución y el exterminio. Y reflexionando acerca de ello me ha venido a la cabeza una última cuestión ¿Fantasearán los palestinos con mujeres-soldado israelíes dispuestas a convertirlos en sus esclavos sexuales?


El último de la clase                      
            
      




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