El 28-A visto desde una mesa electoral

Comparto aquí mis impresiones tras haber formado parte como vocal en una mesa electoral el pasado domingo. Más allá de los resultados, lo que quisiera reseñar es la imagen que me ha quedado del funcionamiento de nuestra democracia a pie de urna y desde dentro.

   
      Nunca había sido llamado a formar parte de una mesa electoral, esa "putada" que nunca piensas que te va a tocar pero de la que no te puedes librar si has salido en el sorteo. Así que ésta era mi primera vez y, dado lo trascendental de la convocatoria electoral, se puede decir que tuve el "placer" de ver desde dentro cómo funciona todo el proceso. En mi caso concreto, al ser residente en la ciudad de Valencia, la convocatoria era triple y eso añadía más tensión y complejidad al asunto. Para muchos, muchísimos, en todo el país estos comicios iban a ser diferentes, más importantes quizá que cualquiera de los anteriores. El resucitado fantasma de la extrema derecha planeaba de norte a sur por toda España, cabalgando a lomos de Vox, y el temor a una severa involución era palpable en la gran mayoría de personas de ideología progresista. Todo esto nos estábamos jugando y yo iba a estar ahí, no por voluntad propia hay que reconocer, para ser testigo y aportar algo más que mi voto. La experiencia resultó agotadora, pues entré al colegio electoral a las ocho de la mañana del día 28 y salí a las dos y cuarto de la madrugada del 29. En ese lapso de tiempo sucedieron unas cuantas cosas que me gustaría compartir.

      Después de la resaca electoral los resultados los conocemos todos. La derecha dividida ahora en tres no suma tras la gran victoria del PSOE, que obtiene cerca de siete millones y medio de votos y pasa de 85 a 123 escaños. Sánchez tendrá que llegar a acuerdos si quiere gobernar con cierta estabilidad, porque la era del bipartidismo en la que había una alternancia de dos grandes partidos parece haber tocado a su fin definitivamente. Me vienen a la memoria las palabras de un amigo, creo que no hace ni diez años de eso, cuando aseguraba una y otra vez que en España el voto de la derecha era monolítico y eso no cambiaría jamás. Una clara demostración de lo difícil que resulta predecir el futuro. La división de la derecha (entre la oligárquica de toda la vida, la neoliberal cool y la ultramontana misógina, xenófoba, homófoba y nostálgica de la dictadura) ha propiciado su derrota a manos del voto progresista, que se movilizó en gran número como demuestran los datos de participación. Aunque he de decir que no en el caso de mi distrito electoral, feudo tradicional de la derecha desde que tengo memoria, donde el PP le ganó por la mínima al PSOE, seguidos muy de cerca por Ciudadanos y luego a una distancia mayor Vox, que obtuvo más votos que Podemos (aunque no si los sumamos a los de Compromís).

      Dicho esto quiero relatar cómo fue para mí la maratoniana jornada electoral. La primera observación es que, todos los que allí acudimos por primera vez, no teníamos ni la más remota idea de cómo funcionaba todo aquello. Sí, cuando recibimos el llamamiento nos entregaron un pequeño manual de instrucciones. Pero eso sólo nos dio unas nociones y, al constituirse las mesas, había una montaña de dudas que aclarar. Cómo organizar el material que nos dieron antes de empezar, cómo rellenar todo aquel papeleo, qué debíamos hacer primero y qué después, qué documentación había que entregar a los apoderados de los partidos y cual no... En fin, que estábamos un poco perdidos y tampoco hubo nadie que se detuviera el tiempo suficiente a explicarnos las cosas. Todo lo más unas aclaraciones rápidas en apenas un minuto, incluso por parte de los funcionarios del censo. Así que, sin saber muy bien muchas cosas, tanto vocales como presidente tuvimos que aprender sobre la marcha y mayormente por nuestra cuenta. En esencia levantar acta de constitución de las mesas y llevar a cabo el proceso de votación una vez abiertos los colegios, no es algo demasiado complicado. Debes verificar la identidad de las personas que van a votar con la ayuda del listado censal que te tienes, anotando sus nombres por orden conforme van depositando las papeletas en las urnas. Es una tarea repetitiva y al rato ya le has pillado el tranquillo, así que si no pasa nada raro la jornada trascurre de esta manera hasta las ocho de la tarde cuando cierra el colegio. Sin embargo en las elecciones del pasado domingo concurría una circunstancia especial, había mucho voto por correo y eso retrasó un buen rato el inicio del escrutinio, sobre todo debido a que había que comprobar que dicho voto se había efectuado correctamente.

     El verdadero lío viene a la hora de realizar los escrutinios, muy especialmente en estas elecciones donde todo el mundo estaba bastante tenso por lo que se jugaba cada partido. Por fortuna durante las votaciones no se registraron irregularidades en mi colegio (no así en otros según he tenido noticia). Sin embargo es a la hora de escrutar los votos cuando más fácilmente van a surgir problemas, ya que los apoderados e interventores, que en principio deberían ayudar a los miembros de las mesas a que todo discurra correctamente, pueden convertirse en un escollo para el normal transcurso del proceso si no están por la labor de actuar correctamente. Sobra decir, muy especialmente cuando se escrutan las papeletas del Congreso, que los tienes muy encima y pueden saltar a la mínima si ven algo que piensan que es sospechoso. Algún incidente de ese estilo hubo en mi colegio electoral, no en mi mesa sino en otra, cuando alguien acusó a uno de los vocales de haber roto varias papeletas. En realidad no sé muy bien lo que pasó pero, como ciudadano corriente que estás allí porque es tu obligación y nada más, verte en semejante tesitura después de más de doce horas sin apenas haber parado (y como en mi caso únicamente con un bocadillo en el cuerpo) te puede bloquear bastante impidiéndote cumplir tu labor como corresponde. Porque una cosa ha de quedar clara, en última instancia el buen funcionamiento de todo el proceso depende casi exclusivamente de las personas que están en las mesas. Fuimos todos esos miles de ciudadanos, así convocados porque es un deber legal prácticamente ineludible so pena de sanción, los que hicimos funcionar verdaderamente la democracia aquel día. Y esa es una responsabilidad muy grande a mi entender y para la que, por desgracia, pienso que no te preparan lo suficiente. En mi caso concreto, así como en el de mi compañera y compañero de mesa, pudimos arreglárnoslas y organizarnos, amén de que afortunadamente no se nos presentaron problemas que revistieran especial gravedad, situaciones anómalas o excepcionales, así como tampoco nos vimos envueltos en altercado alguno. Todo trascurrió con relativa normalidad puede decirse y como he dicho fue una suerte. Porque al final de la jornada, ya bien entrada la madrugada, estábamos tan agotados que era imposible pensar con claridad.

     ¿Qué puede ocurrir si se presentan todo tipo de anomalías, incidentes o, como también puede darse el caso, a los miembros de alguna mesa la labor se les hace una montaña porque no tienen la preparación suficiente? Siempre se rumorea que el sorteo nunca se realiza al azar, que son siempre los mismos los que están en la rueda, gente que al final sabe cómo funciona la cosa. Pero en realidad le puede tocar a cualquiera y eso implica que tal vez sea seleccionada una persona que quizá no esté del todo capacitada. Uno de los vocales suplentes de mi mesa era un hombre con evidentes problemas de salud y que, por supuesto, no estaba en condiciones de desempeñar aquella labor. Es posible que pudiera haber alegado su situación como eximente, aunque es más posible todavía que ni tan siquiera supiera cómo realizar el trámite para poder librarse de comparecer aquel día. Por el aspecto que ofrecía bien pudiera ser una persona que viviera sola y que no contara con nadie que le ayudase ¿Cómo se habría desenvuelto en una jornada tan trascendental y maratoniana como aquella? ¿Cómo habría reaccionado ante cualquier problema o ante la presión de los apoderados? ¿Hubo muchos como él en infinidad de mesas por todo el país que no pudieron eludir su obligación? Estas cosas dan mucho que pensar, como también la vulnerabilidad del sistema ante este tipo de eventualidades o ante la mala fe de determinados actores que quizá traten de influenciar el proceso de forma ilícita. No es por señalar a ninguna formación política en concreto, pero a lo largo de aquella jornada me llegaron noticias de actuaciones de este tipo en determinados colegios. Los presidentes y vocales ejercen como autoridades en las mesas, pero es sólo una autoridad teórica que puede desmoronarse si la situación se complica más de la cuenta.

     A pesar de todo puedo concluir tras la experiencia que, en los días que hay convocatoria electoral, nuestra democracia funciona. Lo hace por la voluntad de hacerla funcionar de la gente que integra las mesas, su actitud es el pilar que la sustenta. Lo hace a pesar de que te las tienes que apañar por tu cuenta con unas cuantas cosas, el agotamiento y las ganas de irse a casa a descansar pueden hacer que el proceso de recuento no sea del todo exacto y los trámites de rellenado de actas de sesión y escrutinio sean un tanto antediluvianos. En plena era digital seguimos escribiendo con bolígrafo o lápiz en papel autocopiativo que ni tan siquiera está troquelado para facilitar la separación de las copias, un proceso tedioso que podría evitarse agilizándolo telemáticamente. No digo yo que prescindamos del ritual, ya casi convertido en tradición social, de ir a meter los sobres con papeletas en las urnas, tampoco del recuento manual de dichas papeletas, todo y que algo al respecto podría hacerse. Pero a la hora de pasar los resultados bien podría variarse empleando las nuevas tecnologías ya disponibles desde hace un tiempo; lo de la Administración electrónica, que ahorra toneladas y toneladas de papel por motivos medioambientales, también debería llegar a las elecciones. Creo que lo agradeceríamos todos y se agilizaría el proceso bastante sin riesgo de errores graves o manipulaciones malintencionadas. Todo es cuestión de voluntad de control, la misma que existe ahora pero aplicada de otra manera.

    En resumen, ésto fue para mí la jornada electoral vista desde dentro. Una democracia con vulnerabilidades sustentada por ciudadanos corrientes, los que acudieron a votar y los que estuvimos en las mesas (que por supuesto también votamos, aunque debemos ser los últimos en hacerlo). Vivimos tiempos en los que el sistema que dábamos por sentado corre peligro, la amenaza de involución, del populismo reaccionario, ha crecido con gran fuerza. Y la forma en como se siguen realizando las elecciones podría verse afectada por dicha amenaza a no ser que reformemos y fortalezcamos el sistema para hacerlo más ágil, seguro, fiable y menos susceptible a intentos de manipulación o fraude. Seguirá dependiendo de nosotros y quizá eso sea lo más importante.




Juan Nadie
                    


     

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