La telebasura como norma

Vivimos tiempos en los que parece que todo programa televisivo ha de seguir un formato más propio de la telebasura. Ya no importa la calidad de la información, sino más bien el sensacionalismo, los grandes efectos de impacto y reincidir en polémicas absurdas para desviar la atención de los problemas importantes.


Resultado de imagen de inda      Todo comenzó hace ya unos cuantos años con esos programas denominados "del Corazón" o de la "actualidad rosa". A saber, esos espacios dedicados al cotilleo en torno a personajes calificados como "famosos" (artistas de toda índole, toreros, deportistas y "gente bien" con mucho dinero, pero sin una ocupación definida reconocible). La información banal y completamente superficial en relación a sus amoríos, casamientos, divorcios, infidelidades y demás aspectos de su vida privada, convertida en algo de interés público así como en fuente de ingresos, se plasmaba en eso que llamaban exclusivas, noticias de impacto que se convertían en la comidilla de este tipo de programas durante días (hasta que otra noticia similar y más reciente las sustituía). La naturaleza y contenidos de esta clase de espacios se presta a convertirlos fácilmente en telebasura, terreno abonado para tertulias en las que se interviene a grito pelado, se insulta y se falta al respeto a otros asistentes y se airean toda clase de trapos sucios. Se puede decir que el término "telebasura" nació con estos programas y otros relacionados que hurgaban en las cloacas del mundillo del famoseo y la farándula. La gente que los veía sabía qué esperar, por supuesto nada de contenidos de calidad ni información de interés. Si deseabas otro tipo de programación sencillamente cambiabas de cadena.

       Durante un tiempo la telebasura fue un concepto que permaneció casi siempre ligado a los programas de cotilleo, extendiéndose luego hacia otras fórmulas novedosas como los ya omnipresentes reality shows (también llamados "telerealidad"), donde gente corriente se somete a la exposición pública, en no pocas ocasiones de forma degradante, con la esperanza de obtener algún dinero o cuanto menos unos instantes de fama. Puede que estos programas proliferaran en todas las cadenas, pero al menos siempre había otros espacios que podías ver y que tenían otro tipo de contenidos, ya fueran deportes, programas culturales, sobre política, etc. Pero como he dicho eso era antes. Cual si de una epidemia se tratara, el concepto de la telebasura ha ido infectando progresivamente más y más espacios televisivos, pasando de ser un tipo de programación más entre otras tantas, a un concepto, una forma de hacer televisión aplicable a casi cualquier formato. Se trata de banalizarlo todo, de reducirlo a mero espectáculo para captar la atención del espectador, incidir en lo emocional, casi se diría que en lo visceral, antes que en lo racional. Así es como se vacía de contenido cualquier espacio, se desvía la atención de la información que pudiera ser interesante y se incide sólo en la polémica, las imágenes y momentos impactantes, el descrédito de unos y el ensalzamiento de otros y en lo que se ha venido a llamar la "maquinaria del fango" en la que todos terminamos empantanados. El objetivo parece ser que el humo nunca deje ver el bosque.

      De esta manera vemos, por ejemplo, cómo los espacios dedicados a la información deportiva ya no son lo que eran, o no al menos como yo los recuerdo de hace años. Hay que matizar que, al menos en España, cuando hablamos de noticias deportivas queremos decir básicamente noticias sobre fútbol. Y cuando hablamos de fútbol queremos decir que la mayor parte de la atención se debe centrar principalmente en el Real Madrid y el Barcelona, considerados los dos "grandes". Más allá de esto todo es información prácticamente irrelevante, salvo cuando alguno de nuestros grandes deportistas (ya sea Rafael Nadal, Marc Márquez, Mireia Belmonte o Carolina Marín) logra otra de sus gestas, en cuyo caso copa titulares durante un día o dos (poco más a lo sumo) ¿Y durante el resto del año qué? Bastaría al menos que se hablara realmente sobre fútbol, en cómo se desarrolló éste u otro encuentro, en la selección de las jugadas más interesantes, en los mejores goles de la semana o en la marcha de las ligas de otros países (aunque únicamente fueran las europeas). Pero no, una vez más todo eso parece ser información secundaria, prácticamente superflua. Mucho mejor centrarse durante un buen rato en los abdominales de Cristiano Ronaldo o en la última fiesta que se ha pegado Neymar. Los espacios deportivos reducidos casi a programas de cotilleo protagonizados por los deportistas (futbolistas) más destacados. Dándole la vuelta a la información lo superficial se convierte en contenido central y todo lo demás queda relegado a un segundo plano. Así es como la telebasura desembarcó en el mundo del deporte y ahora la mayor parte de los espacios de este tipo en las principales cadenas tienen un formato que parece adaptado a partir de los programas del Corazón (en referencia a cómo se elaboran los contenidos, la propia estructura de los reportajes que se emiten, la música de fondo que los acompaña, el lanzamiento de "exclusivas", etc.). En todo esto siempre te asalta una duda ¿Y si no te interesa el fútbol para nada? ¿Y si lo tuyo es el kitesurf, el bicicross, el waterpolo o cualquier otro deporte minoritario? ¿Encontrarás algo de información sobre ellos en estos programas? La respuesta está clara: búscate la vida.

     De todas maneras podemos consolarnos con eso de que el deporte es entretenimiento y, como tal, es un tipo de información susceptible de ser banalizada. Pero la telebasura ha conquistado últimamente nuevos territorios, desembarcando también en las costas de la actualidad política. Con todo lo que ha pasado en los últimos años podemos pensar que la mayor parte de los políticos no son gente seria y que, por tanto, también podemos banalizar todo aquello que los rodea. Pero la crisis económica, la corrupción, la pobreza energética, el desempleo, las leyes restrictivas o represivas que buscan asfixiar las protestas ciudadanas y otras tantas cosas son algo muy serio, razón por la cual tratarlas en un espacio con formato de programa basura resulta especialmente repugnante. Y sin embargo los programas de debate acerca de la actualidad política, económica y social han degenerado en una especie de peleas en el barro donde se insulta y se desacredita al contrario difamando con el mayor de los descaros, todo el mundo interpela a los demás a gritos, se interrumpen las intervenciones de otros sin mostrar el menor de los respetos y se terminan mostrando los comportamientos más bajos y chabacanos. Poco importa que estemos hablando del último cotilleo acerca de Kiko Rivera o de las víctimas del Yak-42, todo viene a ser más o menos lo mismo porque termina tratándose de la misma manera. La verdadera noticia, la información de calado de la que realmente podemos extraer conclusiones, no se trata en profundidad y termina diluida en medio de polémicas, cruce de acusaciones y periodismo sucio. Todo por el espectáculo y, por supuesto, por las cuotas de audiencia.

    Aparte de ciertos programas en determinadas cadenas de la TDT, no hay mejor ejemplo de lo que estamos hablando que espacios como "la Sexta Noche", que se emite todos los sábados en La Sexta (televisión que pertenece al mismo grupo de comunicación, por ejemplo, que el diario de Francisco Marhuenda La Razón y, seguramente, motivo principal de la omnipresencia del citado personaje en estos programas). El pasado fin de semana se vivió uno de los momentos culminantes de lo que podemos denominar como formato de telebasura pseudopolítica, cuando el que fuera periodista Eduardo Inda (reconvertido ahora en showman de este tipo de espacios, a la vez que en profesional del odio y la mentira) atacó al invitado de la noche, el economista progresista Juan Torres López, vomitando sobre él todo tipo de difamaciones y mentiras sin que el moderador del programa, Iñaki López, hiciera nada para rebajar su tono. La reacción del señor Torres López, que abandonó el plató harto de semejante comportamiento, está más que justificada. Hablando mal y pronto, ningún profesional medianamente serio y comprometido con su trabajo tiene por qué soportar semejante mierda, aunque Inda seguramente piense que ganó la "pelea". También es verdad que el citado economista cometió un grave error. No se debe acudir a esa clase de programas, porque su finalidad no es informar al ciudadano y plantear un debate serio que esclarezca los distintos puntos de vista. Lo único que se busca es la bronca, la polémica, los momentos impactantes que den luego que hablar en otros programas de la misma cadena, el cotilleo puro y duro, superficial e improductivo. Una cortina de humo que desvía la atención de lo que realmente debería preocuparnos. Como cadena La Sexta también tiene otros programas de telebasura de actualidad pseudopolítica. Me vienen a la mente los especiales de Antonio García Ferreras sobre los ataques terroristas en París, Marsella o Berlín. Sensacionalismo y oportunismo a partes iguales para tratar de captar televidentes.

Resultado de imagen de sharktember    ¿Termina aquí la epidemia de telebasura que afecta a los contenidos de la pequeña pantalla? Ni mucho menos. Por increíble que pueda parecer este formato, esta filosofía que apuesta por el sensacionalismo y los efectos de impacto para ganar audiencia, en detrimento del rigor y la programación de calidad, se extiende a cadenas que presuntamente deberían estar especializadas en contenidos culturales y de divulgación. Hablamos de referentes en este sentido como Discovery Channel, History Channel o incluso National Geographic. Lo de otras cadenas quizá se pueda entender, pero lo de estas es casi como cruzar una línea roja. He seguido varias de ellas a lo largo del tiempo y es posible constatar el deterioro en la calidad de su programación en un proceso de aproximación a la telebasura, aunque adaptado eso sí al tipo de contenidos que ofrecen. Hay que reconocer que en estas cadenas todavía se puede disfrutar de programas interesantísimos y de gran calidad (la reedición de la serie Cosmos, ahora presentada por el astrofísico Neil deGrasse Tyson, sería un buen ejemplo), pero comparten parilla al mismo nivel con otros acerca de OVNIS, esoterismo, todo tipo de realities de corte más o menos sensacionalista (sobre aventureros en pelotas, casas de empeños, leñadores, cazadores de caimanes y otros muchos, espacios cuyo carácter divulgativo es bastante dudoso), falsos documentales ciertamente tendenciosos, otros que se recrean en exceso en la sangre y las escenas violentas (generalmente de temática bélica, ya sean de guerras pasadas o presentes) e incluso otros donde se hace una apología bastante descarada del militarismo estadounidense, con un formato claramente propagandístico y absolutamente falto de rigor. Da la impresión de que, como parece que esta forma de hacer televisión vende, todos se han apuntado al carro porque al fin y al cabo sólo se trata de una cosa, ganar dinero sin importar cómo.

     Así nos encontramos con programaciones especiales como el conocido Sharktember de Discovery Channel, el "mes de los tiburones", concebido originalmente para dar a conocer la realidad biológica de estos magníficos depredadores marinos, por encima de mitos y fábulas exageradas y nada rigurosas, así como para poner en evidencia las amenazas a la conservación a las que se enfrentan sus poblaciones (sobrepesca descontrolada, contaminación, tráfico ilegal de determinadas especies, etc.) y concienciar acerca de su conservación. Pues bien, ¿hacia qué ha derivado la programación del "mes de los tiburones" a lo largo de los años? Como cabría esperar hacia un contenido mucho más sensacionalista, con especiales centrados en historias de ataques a seres humanos y los testimonios de los que sobrevivieron a los mismos, a menudo con dramatizaciones protagonizadas por actores, falsos documentales (donde, evidentemente, también aparecen actores) sobre tiburones asesinos gigantes, bastante deficientes en cuanto a rigor científico se refiere, y cosas por el estilo. Este tipo de programas se intercalan con otros en los que sí aparecen investigadores que estudian la biología de determinadas especies de tiburón (casi siempre las más espectaculares, como el "gran blanco" - Charcharodon charcharias -), pero los primeros parecen destacar sobre estos otros. Pasamos de la divulgación y la concienciación en torno a la preservación de especies en la Naturaleza, al sensacionalismo más maniqueo, el mito del monstruo devora hombres que acecha en las oscuras profundidades del océano a la espera de cobrarse la siguiente víctima.

    Creo que no soy el único que piensa que otra forma de hacer televisión es posible. "La programación es la que es porque así lo demanda el público", es una máxima que pretenden inculcarnos. Pero esto no es en absoluto cierto, o no en su mayor parte. Al final la gente termina viendo lo que ponen y, si la telebasura se extiende por todas las cadenas y a todo tipo de programas, ya no queda otra cosa que ver. No me importa que haya mucha gente que prefiera este tipo de contenidos, porque aquellos que no los queremos deberíamos tener otras opciones y eso, a cada día que pasa, se está convirtiendo en una tarea más y más complicada. Mientras tanto la filosofía del formato telebasura se sigue extendiendo, cómo no prolifera también en Internet. Han sido noticia en las últimas semanas ciertos youtubers que, en su empeño por hacerse famosos (o mejor dicho famosillos eventuales) y que todo el mundo hable de ellos, andan por la calle cámara en mano grabándose mientras asaltan a transeúntes y les faltan al respeto sin venir a cuento, porque se supone que eso es gracioso. Uno de ellos, cuyo nombre no diré aquí, se llevó hace no mucho un buen bofetón por parte de una de sus víctimas y eso también dio que hablar. En cierto modo la telebasura es como una bofetada a la inteligencia. Si esto es entretenimiento, sencillamente prefiero entretenerme haciendo cualquier otra cosa.


M. Plaza

 
 
 


       

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