Estas son mis tradiciones... si no te gustan, tengo otras

Lo único que demuestran las polémicas en torno a las cabalgatas y actos alternativos varios de las pasadas fiestas, celebrados en localidades con gobiernos progresistas, es la ignorancia e intolerancia de aquellos que las generan. Cualquier excusa vale para dar rienda suelta al odio más irracional.


El alcalde de Valencia, Joan Ribó, saluda desde el balcón municipal junto a las tres “Magas de gener” (Libertad, Igualdad y Fraternidad)
Las tres "putas" de Valencia: Libertad, Igualdad y Fraternidad. La Societat Coral el Micalet organizó un acto
cívico unos días antes de la festividad de Reyes y sus representantes fueron invitadas por el alcalde Joan Ribó a
saludar desde el palco del ayuntamiento. Con ello se rememoraba una celebración de los años de la Segunda
República.  
        Reinas magas, reyes magos vestidos con indumentarias actualizadas, actos laicos alternativos en los que se rememora la Segunda República y en donde los valores democráticos "Libertad, Igualdad y Fraternidad" son representados de forma simbólica por tres mujeres que van vestidas con los colores de la bandera republicana, etcétera. Estos días navideños el facherío ha tenido oportunidad, por enésima vez en los últimos meses, de ladrar su odio infinito hacia los gobiernos municipales en manos de partidos progresistas. Una vez más no ha habido crítica constructiva o argumentos cabales expuestos de manera razonada y tranquila, sólo insultos chabacanos y una intolerancia desmedida escudándose, bastante mal por cierto, en una supuesta "defensa de las tradiciones".

       Eso de ir por ahí defendiendo a capa y espada nuestras sagradas tradiciones puede parecer, de entrada, algo que está muy bien. De no ser por un simple hecho, la única constante en las tradiciones es que no paran de cambiar con el trascurso de los años. Puede que haya mucho fronterizo por ahí que piense, por ejemplo, que lo de los tres reyes magos ya existía en el Paleolítico y ahora va y estos putos rojos pretenden acabar con tan milenaria costumbre simplemente porque son unos ateos despreciables que lo único que quieren es quemar iglesias, fusilar curas y violar monjas. Vale como argumento para una panda de borrachos analfabetos que pasan el día en el bar arreglando el mundo con sus sesudas disertaciones, pero ciertas personalidades públicas del entorno cavernario no se han quedado lejos de cosas parecidas. Desde señoritingas peperas, muy aristocráticas y cargadas de odio ellas, que "no le perdonarán a Carmena" lo que ha hecho en Madrid con la cabalgata, por que su niñita ha quedado muy desilusionada, hasta aquellos que consideran un "invento impresentable" eso de poner reinas magas en vez de reyes como los ha habido "toda la vida".
 
     ¿Toda la vida? Un momento, lo de los reyes magos es un invento como lo de poner a unas señoras en el palco de un ayuntamiento simbolizando la tricolor. Puede que tenga mayor solera, pero es sólo por los años de antigüedad. En primer lugar los presuntos personajes aparecen citados una única vez, y muy brevemente, en los Evangelios, concretamente en el de Mateo. El pasaje menciona solamente a unos "sabios", o "magos" dependiendo de la traducción (de ahí el lío), pero no se sabe cuántos eran (podrían ser dos o cincuenta), su aspecto y mucho menos de dónde venían. Así que todo lo que creemos saber sobre ellos son añadiduras, empezando por su realeza, instaurada allá por el siglo V porque a unos obispos les salió de sus santísimas partes. Y lo de que fueran tres no está nada claro tampoco, más sabiendo que en algunos países, como Armenia, son ¡hasta doce! (ver la entrada De dos a doce reyes magos). La triada se estableció finalmente en Occidente porque fueron tres los presentes que se le entregaron al niño Jesús (los tan conocidos oro, incienso y mirra). E incluso el rey Baltasar no fue negro hasta el siglo XVI, cuando la Iglesia decidió oscurecerle el tono de piel por intereses estratégicos que ahora no vienen al caso. Así que, como se puede comprobar, la historia ha ido evolucionando con el paso del tiempo, añadido sobre añadido, hasta lo que actualmente tenemos. Las coronas, los pajes reales, eso de que vienen de Oriente, los camellos, el día de la festividad, los regalos y, por supuestísimo, las cabalgatas con sus carrozas, reparto de caramelos y todo lo demás son postizos que se han venido incorporando a lo largo de los últimos siglos e incluso las últimas décadas.
 
      El problema aquí en las Españas es que el facherío gusta mucho de revolcarse en la ignorancia, la hipocresía y la desmemoria histórica. Tardan un milisegundo en rasgarse las vestiduras en un exagerado estallido de odio e intolerancia cuando ven las renovadas indumentarias de los reyes de la cabalgata madrileña, o cuando en vez de reyes son reinas, o cuando Libertad, Igualdad y Fraternidad saludan desde el palco del ayuntamiento en Valencia. Todo forma parte de una conspiración perpetrada por los sucios rojos bolivarianos proetarras de Podemos y compañía, que pretenden romper la sacrosanta unidad patria y preparar el advenimiento del Anticristo, rebuznan. Seguramente lo de alterar de tan repugnante forma unas tradiciones semejantes es el primer paso de toda una serie de cambios horrendos que están por venir, pensarán otros muchos desde la caverna. A este paso los bancos ya no podrán continuar desahuciando a placer y obligando a las familias que se han quedado sin techo a continuar pagando la condena de una hipoteca. Tampoco se le podrá aplicar la Ley Antiterrorista a cualquiera que participe en un escrache, los fondos buitre no acudirán a apropiarse de miles de viviendas sociales a precio de saldo para poder especular con ellas e incluso la Iglesia terminará pagando el IBI de todas su propiedades inmuebles. Desde luego, ¿a dónde vamos a ir a parar? ¿Qué es esto, Venezuela? ¿O más bien el Infierno en la Tierra?
 
     Debe de ser que vivimos en un país en el que no se ha visto innovación alguna en los festejos populares desde hace lo menos mil años. Pero luego va y descubres que la Tomatina de Bunyol (Valencia), una de nuestras fiestas de mayor proyección internacional, apenas sí tiene 70 años de historia, que la archiconocida indumentaria blanca con el pañuelo rojo al cuello que lucen los mozos en los sanfermines de Pamplona comenzó a popularizarse allá por los años 20 y 30 del pasado siglo y que lo de las doce uvas en Nochevieja se implantó de forma generalizada en 1909 tras una extraordinaria cosecha que produjo amplios excedentes de la susodicha fruta. Modificar las celebraciones e incluso introducir otras nuevas es algo de lo más normal. En las fiestas de Moros y Cristianos de localidades como Alcoi u Ontinyent el rigor histórico es prácticamente inexistente. No importa que los recargados trajes de quienes desfilan en los pasacalles no guarden relación con los de la época en la que sucedieron los hechos que se rememoran, o que en las comparsas participen también mujeres vestidas de guerreras moras o cristianas, lo único que importa es la diversión, el espectáculo y pillar una buena cogorza al final de la jornada. En ese sentido los festejos han ido cambiando y bastante a lo largo del tiempo.
 
Resultado de imagen de cabalgatas de reyes
En la foto una cabalgata de reyes de este año. En ella podemos ver a
Pocoyo, la gatita Hello Kitty, el canario Piolín y el osito Winnie the
Pooh, todos personajes bíblicos que a buen seguro aparecen en los
Evangelios... aunque no sepamos dónde.
    ¿Y qué decir de las tradiciones de origen anglosajón que hemos importado y que no se practicaban hace tan sólo 20 o 30 años? Papá Noel, o Santa Claus o como lo quieran llamar, no forma parte de la tradición católica, ni él, ni su trineo tirado por renos voladores, ni mucho menos sus sirvientes (¿esclavos?) elfos vestidos de verde. Aún así el personaje navideño ha irrumpido con una fuerza tal en nuestra cultura que ya lo hemos hecho propio, sin que ello haya supuesto desastre alguno ante la amenaza de perder por completo nuestras señas de identidad. Unos iconos pueden coexistir con otros y ese sincretismo (o sea, fusión de cosas de orígenes distintos) es habitual en muchas partes del mundo. Lo mismo podemos decir de la festividad de Halloween, otra de esas cosas venidas desde yanquilandia y que también se está implantando por aquí, con sus calabazas siniestras, sus niños disfrazados yendo casa por casa al grito de "truco o trato" para pedir chucherías y sus adornos de calaveras, murciélagos y fantasmas. Que yo sepa, salvo exabruptos de algún que otro obispo iluminado que clama en el desierto, la adopción de Halloween no ha provocado manifestaciones generales de ira por parte de los defensores de España y sus inamovibles tradiciones. Y como eso otras muchas cosas. Puede que en la FAES anden endiabladamente indignados con los reyes magos de Carmena, que parece ser que no eran muy creíbles. Será que un señor de Cuenca (por decir algún sitio de la geografía patria) con la cara pintada de negro haciéndose pasar por Baltasar, o unos jóvenes que no han tenido más remedio que ponerse encima unos disfraces cutres de Mickey Mouse o Bob Esponja para sacarse unos eurillos en Navidades, son algo superrealista capaz de engañar a cualquier niño; especialmente si sus padres son muy españoles, muy católicos y muy del PP.
 
     La conclusión de todas estas polémicas estúpidas es que, obviamente, están diseñadas para crispar el ánimo de los estúpidos. Cualquier persona con dos dedos de frente no pierde el tiempo discutiendo acerca de gilipolleces de este calibre, hay cosas mucho más importantes que la indumentaria de unos tipos que se hacen pasar por personajes que no existen en una cabalgata o, si en vez de hombres, las que se disfrazan son mujeres. Nada de esto tiene que ver con defender las tradiciones navideñas o nacionales en general, en eso hasta el facherío puede ser bastante voluble, abrazando u olvidando unas u otras a conveniencia o siguiendo las modas imperantes que vienen de fuera. Todo está relacionado con ese odio y animadversión sempiternos que le han jurado a esos gobiernos municipales que no son de su agrado. Como la democracia tiene esas cosas, que a veces otorga el mandato a gente que no cuenta con el beneplácito de la caverna o el poder económico, andan con lupa mirando todo lo que hacen a la espera de saltar con furia asesina a la yugular a la menor muestra de cambio o innovación. Su exceso de celo y sus sobreactuadas reacciones, convenientemente cubiertas por medios afines, resultan hasta ridículas ¿Quién sabe?, tal vez todos aquellos que tanto han criticado las cabalgatas y demás habidas estos días, tengan tan poco que hacer y estén tan ociosos que no encuentren otra forma de distraerse. El problema es que como hacen tanto ruido y los medios les hacen tanto caso su mensaje se amplifica, llegando hasta miles y miles de descerebrados que pueden terminar haciendo suyos sus planteamientos fronterizos. El resultado es que al final se termina incitando al odio de forma innecesaria y, si hay algo para lo que sirve el odio mejor que nada, es para dividir y enfrentar a la gente. Tres hurras por los defensores de la unidad de España.
 
 
El último de la clase
 
                           
       

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