Zombis votantes

Vivimos bajo un sistema zombi sustentado por zombis votantes, que acuden una vez cada cuatro años a las urnas para depositar su voto zombi y desaparecer después en las sombras.


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Mira cómo acuden a las urnas, votan y se esconden
otros cuatro años.
       Después de la resaca electoral, tal vez la mayor de todas en la historia de nuestra muy imperfecta democracia, podemos hacer muchos análisis. Después de todo a eso se van a dedicar a fondo tertulianos y mamporreros mediáticos varios al servicio del Sistema, hablándonos de grandes coaliciones y frentes de unidad nacional para "salvaguardar la integridad de España y la estabilidad de los sacrosantos mercados para mayor gloria de la Troika". No estoy por la labor de vaticinar qué ocurrirá en las próximas semanas en cuanto a pactos, aunque por supuesto no descarto la posibilidad de la ascensión definitiva del PPSOE bajo distintas formas más o menos disimuladas (apoyo encubierto en una segunda investidura mediante la fórmula de la abstención o alguna cosa parecida). Tampoco voy a deshacerme en elogios hacia Podemos y las candidaturas de confluencia adyacentes que lo han llevado a cosechar un excelente, y a la vez insuficiente, resultado electoral, si bien parecen la única alternativa capaz de renovar aunque sólo sea un poco el putrefacto panorama político español. Voy a hablar de los zombis votantes, esos seres hispánicos que, una vez más, se han decantado por lo de siempre, los partidos del régimen, valedores de la oligarquía económica, la corrupción, el atraso y el enfrentamiento becerril entre comunidades. La España zombi se sustenta y sustentará únicamente con el voto de los millones de zombis que parecen vivir en ella.
 
      Que los zombis hispánicos existen y son legión es algo que quedó fuera de toda duda el pasado domingo, sólo hay que ver el recuento electoral. Después de una legislatura devastadora, en la que los incontables casos de corrupción, la inestabilidad económica, la pobreza, la precariedad laboral y el recorte salvaje de derechos y libertades han convertido España en un país potencialmente en vías de subdesarrollo, va y nos desayunamos con que el PP todavía ha logrado conservar el apoyo de bastante más de siete millones de electores. No menos chocante es que el PSOE haya conseguido sumar más de cinco millones y medio de votos, a pesar de tener un líder de cartón-piedra en el que casi nadie cree y una vieja guardia tan reaccionaria (los Felipe González y compañía) que apenas sí se diferencia de la Derecha. De nada sirven todas las señales de advertencia, ese hedor a podrido que emana de las instituciones allá donde vayas, esas grietas en el Sistema que se multiplican y agrandan a cada día que pasa, esa certeza de que las grandes cuestiones que a todos nos afectan no se decidirán en Madrid, sino en Bruselas y en Fráncfort, la sede del Banco Central Europeo. Los zombis no estuvieron presentes en las movilizaciones sociales que dieron lugar al llamado Movimiento del 15M, tampoco en las mareas ciudadanas que protestaban contra los recortes y las privatizaciones de los servicios públicos, mucho menos entre aquellos que trataban de parar los desahucios o soportaban la brutalidad de las cargas policiales en cualquier manifestación "sospechosa". Los zombis son esa "mayoría silenciosa" a la que tanto suelen recurrir los políticos del régimen. Sólo los verás una vez cada cuatro años, surgiendo de todas partes para acudir a las urnas y depositar su voto como quien deposita sus excrementos en el retrete, una simple acción fisiológica que se hace sin pensar, algo automático que hay que hacer cada cierto tiempo para después regresar a tus quehaceres.
 
     No estoy hablando aquí de aquellos que votan con verdadero conocimiento de causa a los partidos de siempre, defendiendo claro está sus intereses políticos y de clase. Un gran empresario, un ejecutivo de un fondo de inversión, un teniente coronel o un obispo saben muy bien por qué votan a quien votan. Todo forma parte de esa entente cordiale entre las élites para seguir manteniendo las riendas del poder. Al acudir a las urnas, estos actores sociales y todos aquellos a los que sustentan y que constituyen el llamado "voto cautivo", lo hacen pensando únicamente en sí mismos, sabedores de que con su decisión favorecerán la renovación en sus cargos de los políticos con los que se pueden entender y que legislarán a su favor. Votar para mantener el puesto de trabajo en el que te enchufó éste u otro dirigente, para seguir recibiendo subvenciones de la Administración, para mantener determinados privilegios fiscales o para que nadie meta las narices en tus tejemanejes particulares; la alternancia PP-PSOE se fundamenta en parte en eso. Son los partidos que aseguran continuidad, que todo siga funcionando como hasta ahora, porque de algunos de los nuevos nada sabemos.
 
     Los zombis en cambio pertenecen el resto del común de los mortales, de entrada no se los puede distinguir de cualquier otro ciudadano. Muchos llevan años tragando todo lo imaginable, han sufrido los recortes, el desempleo, la angustia de no llegar a fin de mes. A pesar de ello su voto termina, como siempre, yéndose por el desagüe de la derecha ultraconservadora o la falsa izquierda socioliberal. Lo hace porque todos ellos han sufrido un proceso de zombificación. Dicho proceso afecta a muchas personas pertenecientes a los sectores de población de edad más avanzada, no olvidemos que vivimos en un país envejecido. Fueron los que crecieron y vivieron durante la dictadura, un régimen muy dado a fabricar zombis, y que por ello no pudieron mamar de ninguna tradición democrática como ha sucedido en otros países europeos. Gente acostumbrada, a veces de la peor forma posible, a agachar la cabeza y obedecer, a hacer lo que les ordenaban "los de arriba", terribles las consecuencias si no lo hacían. El miedo atávico a los cambios influye y mucho a la hora de aferrarse a lo "malo conocido". Y ese es un miedo que zombifica. A esto se suman los prejuicios sin fundamento que, al igual que el temor, son alimentados por los medios de intoxicación de masas, otras importantísimas herramientas de zombificación. Estas plataformas difunden el pensamiento dominante, las opciones políticas "serias y cabales" frente al populismo irresponsable que, aunque bienintencionado tal vez, nos conducirá al desastre. Es el discurso del "no hay otra alternativa", como si los dictados del régimen neoliberal en el que vivimos fueran como las leyes de la Física, absolutamente inamovibles. El mensaje se repite y repite hasta el infinito, un mantra zombificador. Y gracias a toda esa conjunción de factores surgen los zombis votantes, que votan "con la nariz tapada" al partido de toda la vida por mucho que apeste a corrupción, o que lo hacen simplemente porque en la televisión o la radio les han dicho que esa es la opción más responsable. Algunos seguramente ni tan siquiera saben por qué lo hacen, un mero acto reflejo, argumentando "que no hay solución" o "no se puede hacer otra cosa" para justificarse. De esta manera interiorizan los valores de la élite y el proceso de zombificación se completa.
 
    Esta es la manera en la que un régimen se perpetúa, sustentado por los mismos zombis que él mismo ha creado. Todo puede venirse abajo en cualquier momento y ellos caerán inconscientes del camino de no retorno que han tomado. Las soluciones pueden estar ahí, a la vista de todo el mundo, pero no serán pocos los que las rechacen o huyan despavoridos ante ellas, cual vampiros al ver la luz del sol. Un ejemplo muy claro lo tenemos en el desafío independentista catalán, una cuestión peliaguda que está degenerando en una crisis sin precedentes en las últimas décadas. El día después de las elecciones pude ver en un determinado programa de máxima audiencia a la muy satánica, bolivariana y proetarra periodista Julia Otero, defender abiertamente que la única solución a este conflicto pasa por convocar un referéndum que, de vencer el "No" (como la inmensa mayoría de los sondeos pronostican) aunque sea por un muy ajustado margen, desactivaría automáticamente el proceso de secesión. Más claro agua pero, ¿qué plantean al respecto PP y PSOE? Ya lo sabemos, y muy probablemente quienes les votaron también, inmovilismo absoluto y a seguir con la pelea en el barro para enquistar más la situación. Eso tal vez les sirva para ganar voto zombi en la Andalucía de los EREs o en la España profunda de las procesiones y el Toro de la Vega, pero no solucionará la cuestión catalana y mucho menos nos sacará del atolladero social y económico en el que está sumido el país. No importa porque ya han conseguido su objetivo, que no es otro que aferrarse a los cargos públicos otros cuatro años. Los zombis ya han regresado a sus hogares, a sus vidas grises que poco o nada importan a los que se les presentan del otro lado del televisor de plasma para continuar decidiendo su destino. No serán necesarios hasta dentro de un tiempo, ya que ahora toca gobernar para unos pocos.
 
 
Juan Nadie
 
 

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