Los rostros de los mercados

La propaganda neoliberal trata de hacernos creer que los mercados financieros son entidades abstractas e intangibles, casi divinas, capaces de autorregularse de forma ciertamente mágica. Pero a continuación pasaré a mostrar los auténticos rostros de los mercados, personas de carne y hueso, aunque muchísimo más ricas que cualquiera de nosotros.


Resultado de imagen de laurence fink Resultado de imagen de paul singerResultado de imagen de kenneth dart
A la izquierda imagen de Laurence Fink, presidente del fondo de inversión Blackrock. En el centro Paul Singer, propietario del fondo "buitre" Elliot Management. A la derecha Kenneth Dart, dueño de Dart Management, otro importante fondo de inversión "buitre".

         En el Antiguo Egipto a la figura del faraón, el soberano del reino, se le presuponía un papel como mediador entre las deidades, que habitaban en el Mundo Celestial, y los mortales. Suya era la responsabilidad de mantener a raya a las fuerzas del caos, que en todo momento trataban de sumir al mundo en las tinieblas, así como de mantener el orden de las cosas en virtud a esos poderes especiales que lo conectaban con el más allá. Gracias a la mediación del faraón el disco solar (representado en la mitología egipcia por la deidad Ra) podía completar diariamente su carrera por el cielo, hundirse en el inframundo todas las noches, y emerger de nuevo cada mañana para iluminarlo todo y proporcionar su calor. Así pues el soberano era la piedra angular de Egipto, un individuo imprescindible que debía ser venerado y cuidado por su pueblo, pues sin su persona todo se desmoronaría y la Oscuridad y el Caos se apoderarían de la tierra. Gracias a este sistema de creencias las dinastías faraónicas se perpetuaron en el país del Nilo durante más de dos milenios, un lapso de tiempo verdaderamente abrumador si lo comparamos con el conjunto de la historia humana. Obviamente nada dura eternamente y, cuando Egipto sucumbió finalmente ante otras potencias de la Antigüedad, quedó claro que al mundo no le iba a pasar nada de nada si el faraón ya no estaba.

        Se podría pensar que en nuestra sociedad actual, dominada por la tecnología, y supuestamente también el conocimiento, no hay cabida para supercherías como la que muy probablemente empujaba a la mayor parte de los habitantes del Antiguo Egipto a creer que su faraón era un ser divino dotado del poder para impedir que todo se derrumbara. Sin embargo todos los días oímos hablar de unas entidades que parecen estar por encima del común de los mortales, por encima incluso del Bien y del Mal dependiendo de a quién escuchemos, y que irremediablemente dominan nuestras vidas. Son intangibles, omnipresentes, cuasi perfectas y, de un tiempo a esta parte, casi parece que estemos obligados a rendirles pleitesía, no sólo los ciudadanos, sino también el conjunto de las instituciones e incluso los estados presuntamente soberanos. Estamos hablando de los mercados, esos entes que la mitología neoliberal ha elevado a la categoría de divinidades infalibles. No hay espacio informativo que no dedique a diario unos minutos a hablarnos "de su comportamiento", cual si las bolsas de valores se hubieran convertido en los nuevos oráculos donde podemos vislumbrar nuestro destino. Debemos confiar ciegamente en los mercados, no osar intervenir en sus designios ni tampoco darles la espalda, ya que si les caemos en gracia alcanzaremos al fin la salvación en la forma de crecimiento económico, aumento de la competitividad e incremento de las inversiones. Los mercados son sagrados e inviolables, están dotados de vida propia, se autorregulan por sí solos, y sólo un puñado de mentes privilegiadas es capaz de desentrañar sus misterios, razón por la cual escucharlas y seguir sus consejos se convierte en obligación.

        Camuflada bajo un manto supuestamente científico, esta doctrina ha impregnado el discurso imperante en los principales medios de comunicación, así como el de ciertas instancias académicas, si bien no son pocos los economistas que no la suscriben. Tras la misma se encuentran también conceptos como el que asegura que los grandes bancos e instituciones financieras son demasiado importantes como para dejarlos caer en caso de que sus responsables los lleven a la quiebra a causa de sus malas prácticas, siendo tarea obligada rescatarlos con el dinero de todos los contribuyentes, pues el sistema no sobreviviría sin estas entidades y la economía global se sumiría en la ruina con consecuencias catastróficas para todos. Nótese una vez más el discurso de "o nosotros o el caos", como si no hubiera más opciones. Se dice que las comparaciones resultan odiosas, pero no es algo muy distinto de lo que se decía en el Antiguo Egipto en relación a la persona del faraón, lo que justificaba su poder absoluto y su carácter divino.

        "Los mercados no tienen rostro". Frases como esta se repiten a menudo para reforzar la imagen anteriormente descrita. Pero la verdad es que los mercados sí tienen rostro o, para ser más exactos, los mercados "son" una serie de personajes que acaparan para sí fortunas exorbitantes y, por ello, una enorme influencia económica y política, ya que disponen de medios más que suficientes como para comprar voluntades allá donde les plazca. Pueden ser inmensamente ricos y poderosos, sí, pero son personas de carne y hueso como cualquier otra y desde luego no están imbuidos de áurea divina alguna. Aunque una cosa está clara, este rostro de los mercados suele ser el de un varón de raza blanca y por regla general anglosajón, aunque también judío en otros casos.

Montaje caricaturesco que ridiculiza al presidente
estadounidense Obama mostrándolo como una
marioneta en manos de George Soros.
          Ejemplos de estos rostros hay unos cuantos, empezando por el gran maestro de la especulación financiera y propietario de la firma Quantum Found George Soros, uno de los veinticinco hombres más ricos del mundo con un patrimonio valorado en 24.000 millones de dólares. Su "hazaña" financiera más famosa fue la de provocar la quiebra del Banco de Inglaterra el 16 de septiembre de 1992, lo que causó pérdidas en ese país por valor de 3.400 millones de libras, si bien dicha acción le reportó unos beneficios de alrededor de 1.000 millones de dólares. A pesar de ello la imagen que de él han dado numerosos medios es la de un filántropo dedicado a extender y fortalecer la democracia y las libertades en numerosos países a través de la organización Open Society Foundations, especialmente en las naciones del este europeo que antes se encontraban dentro de la órbita soviética (pues el bueno de George es judío de origen húngaro). Otras fuentes en cambio señalan que Soros utiliza estas y otras sociedades para inyectar fondos con los que influenciar, comprar o desestabilizar gobiernos en función de sus intereses estratégicos. Ejemplo de ello sería la actual situación en Ucrania (ver Ucrania. El protagonismo askhenazi en el golpe de estado: George Soros). Y de hecho el magnate mantiene una estrecha, aunque no especialmente visible, relación con otra estirpe de multimillonarios con una larga tradición en eso de influenciar gobiernos, la saga judeoalemana de banqueros Rosthchild. La historia de esta familia se remonta nada más y nada menos que al siglo XVIII y en la actualidad se encuentra presente en distintos países europeos, si bien todas sus empresas forman parte del holding The Rosthchild Group. Abunda la literatura en relación al papel jugado por los Rosthchild en el devenir de la historia europea contemporánea, si bien a día de hoy el peso de sus bancos de inversión, fondos y asesorías financieras parece no ser tan grande.

         Hasta aquí los rostros de los mercados de corte podríamos decir "clásico". No obstante en los últimos años ha prosperado una nueva generación de "tiburones" financieros, más codiciosos si cabe, con pocos o ningún escrúpulo y que han dado numerosas muestras de su falta de ética, cuando no de conductas que bien podrían rozar la criminalidad. Hablamos de los propietarios de grandes fondos de inversión especializados, entre otras cosas, en acaparar activos de países en una situación económica ruinosa para más tarde revenderlos en el complejo y opaco mercado mundial de derivados financieros, obtener enormes beneficios especulando con ellos y, finalmente, exigir el pago de la deuda a esos mismos países gravándola con unos intereses abusivos. Sin duda se trata de un negocio redondo que genera ganancias multimillonarias para aquellos que lo controlan, razón por la cual estas entidades reciben el nombre coloquial de fondos "buitre" (por aquello de que acuden a despojar a víctimas económicamente moribundas). Esta forma de proceder ha sido calificada incluso como de terrorismo financiero por el inmenso daño que se le inflige a las poblaciones de las naciones que lo sufren. Blackrock, la mayor gestora de fondos del planeta, sería un ejemplo de este tipo de prácticas. Dicha gestora maneja fondos por valor de 4,5 billones de dólares y su presidente, Laurence Fink, tiene un patrimonio estimado en 20.000 millones de dólares (fortuna número 45 del mundo según la revista Forbes). De hecho Blackrock tiene invertidos en España 9.000 millones de euros y su presencia en nuestro país no deja de crecer (ver El Confidencial).

          Más agresivo si cabe en su forma de actuar es Paul Singer, propietario de Elliot Management, un fondo "buitre" en toda regla que ha llegado a manejar fondos por valor de 23 billones de dólares. Es conocida su reciente actuación contra el gobierno argentino, pues no aceptó la reestructuración presentada por éste aun a pesar de que sólo era acreedor del 0,45% de la deuda total del país. Cosas curiosas, el órgano competente para dictar sentencia en un caso como este se encuentra en la ciudad de Nueva York, sede también de Wall Street, que es por donde se suelen mover especímenes como Singer (¿casualidad?). Cómo no, el juez de turno dictaminó a favor del fondo "buitre" y congeló la cuenta de Argentina en el banco desde donde se está pagando al resto de inversores que sí aceptaron la reestructuración de la deuda del país latinoamericano. Una vez más, ¡qué casualidad!, la sede de dicho banco se encuentra también en Nueva York. Ahora Argentina figura en las listas de las agencias de rating en situación de "impago parcial", lo que le está generando graves problemas a la hora de encontrar nuevas fuentes de financiación. Y desde luego Paul Singer no anda en absoluto preocupado con todo este embrollo, ya que los que controlan los hilos del capitalismo financiero a escala internacional ganan igualmente si sus deudores no pagan gracias a mecanismos como los seguros de impago de bonos (CDS en la jerga bursátil), con lo que muchas veces les interesa incluso que éstos entren en situación de impago forzando bloqueos como el mencionado. De hecho este sujeto lleva años haciendo lo mismo y países como Perú o el Congo han sufrido las consecuencias.

          Si hay un auténtico "crack" de la desvergüenza en el mundo de las finanzas este no es otro que Kenneth Dart, poseedor del fondo Dart Mangement con sede en el paraíso fiscal de las Islas Caimán y con unos activos valorados en 6,6 billones de dólares. El ex presidente norteamericano Bill Clinton lo calificó como "el hombre de negocios más odiado de Sudamérica" en virtud a sus actuaciones con la deuda de Brasil y otras naciones vecinas en los años 90. En esa misma época ganó alrededor de 1.000 millones de dólares especulando con bonos rusos y otros negocios, presumiblemente no muy limpios, en unos momentos especialmente complicados para la antigua superpotencia de la Guerra Fría. Lo mejor de todo es que Dart no reside ni en Estados Unidos ni en las islas Caimán, sino que en 1994 se nacionalizó de Belize, para más tarde tratar de regresar a Miami, la ciudad donde vivió muchos años, como cónsul de su nuevo país en Florida. Aquello fue demasiado para las autoridades estadounidenses y no se lo permitieron. Vale que te marches del país para no pagar impuestos y seguir acrecentando tu fortuna personal, pero volver intentando semejante jugada para seguir eludiendo al fisco suena a recochineo.

Fotografía de Juan del Rivero, el hombre
de Goldman Sachs en España.
        Estos son al fin y al cabo los rostros de los mercados. Hombres, aunque también haya alguna que otra mujer, que amasan fortunas inmensas gracias a su absoluta falta de ética. No en balde ellos y sus acólitos, que son legión, no tienen el menor interés en que exista un mayor control público sobre el funcionamiento de los mercados financieros. Eso significaría controlar sus actividades, y claro, a esta clase de gente no le gusta que la controlen, si bien ellos no paran de hacer eso mismo con las vidas de millones de personas en todo el mundo. Son los faraones de la era moderna. Podemos pensar que sus fortunas personales no son tan abultadas como las de Amancio Ortega o Bill Gates, pero las cantidades dinero que manejan mediante sus negocios son verdaderamente monstruosas, lo cual les otorga el control del actual sistema económico capitalista global y financiarizado. Un dinero, dicho sea de paso, que no tiene soporte físico alguno, moviéndose de un lado a otro mediante transacciones telemáticas en muchos casos. Y aquí en España los mercados también tienen sus propios rostros. La familia Botín, nuestra particular saga Rosthchild, las hermanas Alicia y Esther Koplowitz, aristócratas además de importantes mujeres de negocios, el presidente del Grupo La Caixa Isidre Fainé o Juan del Rivero, presidente de Azora, sociedad en su mayor parte propiedad de la banca de inversión Goldman Sachs.

         Para concluir un último apunte. Recientemente la OCDE, la organización que engloba a los países más desarrollados y por tanto nada sospechosa de difundir ideas izquierdistas o anticapitalistas, ha elaborado una interesantísima gráfica en donde viene reflejado a qué sectores de la población destina cada estado miembro los beneficios sociales obtenidos mediante la recaudación de impuestos de todos sus ciudadanos (ver LA GRÁFICA. ATTAC). Los beneficios sociales no sólo incluyen prestaciones, subsidios o pensiones para desempleados, jubilados o personas en riesgo de exclusión social, sino que también abarcan todo tipo de ayudas y subvenciones que cualquier persona puede solicitar si tiene conocimiento de ello. Pues bien, si nos fijamos en el caso concreto de España, comprobamos para nuestra sorpresa que el 20% más rico de la población de país absorbe el 25% de los beneficios sociales obtenidos mediante impuestos, mientras que la porción que representa el 20% más pobre sólo recibe el 10% de dichos beneficios. Para que luego digan que el dinero de nuestros impuestos va a parar a una masa de gandules y sinvergüenzas que no quieren trabajar y que por eso son pobres, pues siempre están pidiendo que se les dé lo que ellos no ganan con su propio esfuerzo. Más bien son otros los espabilados que acaparan unos recursos que no deberían ser suyos, mientras esconden sus fortunas en paraísos fiscales, especulan con la deuda de numerosos países desestabilizándolos y provocando sufrimiento en su población y critican a un Estado del que se sirven en su propio beneficio al considerar que controla en exceso sus actividades. Intocables, invisibles muchas veces, no sujetos a responsabilidad alguna por sus acciones, pero con intereses presentes en todas partes. Así son los mercados, o mejor dicho sus rostros, una vez más como antaño hombres que aspiran a ser dioses. Pero tarde o temprano todos los ídolos terminan cayendo.


Artículo escrito por: El Segador


NOTA: en mi opinión considero que utilizar el calificativo de "buitre" para denominar a determinados fondos de inversión especuladores es una falta de respeto. No deberíamos asociarlos con unas aves magníficas como los buitres, que tan importante labor de saneamiento realizan en los ecosistemas, eliminando cadáveres de animales que de otra forma serían foco de enfermedades. En realidad es un insulto para los buitres y no deberíamos aceptarlo.                  
                                          

Para saber más:

Los fondos buitre a la puerta de tu casa (colectivoburbuja.org).


No hay comentarios:

Deja un comentario Tu opinión interesa

Comentarios sujetos a criterios de moderación.