¡Alerta, la carrera armamentística vuele a estar en su apogeo!

El actual escenario geopolítico internacional está revirtiendo a una situación muy similar a la existente durante la Guerra Fría. Por el momento el enfrentamiento entre los dos bloques, Estados Unidos y sus satélites por un lado y Rusia y China por otro, se dirime en el terreno económico, parejo a la ampliación de las esferas de influencia y alianzas respectivas. Pero en un escenario de crisis imprevisible el nuevo "equilibrio del terror" armado puede volver a jugar un papel importante.


          Todo apunta a que se está estableciendo un nuevo escenario geopolítico global, un escenario de bloques enfrentados similar al que existió durante la Guerra Fría, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta el desmoronamiento de la Unión Soviética a principios de la década de 1990. Una vez más a un lado tenemos a Occidente, con los Estados Unidos como líder indiscutible al cual todos siguen sin apenas rechistar (los estados de la Unión Europea, Israel, Japón, Corea del Sur, Australia...). Y en frente tenemos a un nuevo eje formado por viejos rivales, Rusia y China, que tratan de atraer hacia sí a otros estados emergentes como Brasil, la India o Sudáfrica (con los que conforman el llamado grupo de los BRICS), así como a distintas naciones tanto de Asia (Irán, las repúblicas ex soviéticas de Asia Central, Vietnam, Corea del Norte...), América Latina (Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y hasta Argentina) e incluso de África. El bloque chino-ruso es un entramado heterogéneo y poco cohesionado de países que mantienen buenas relaciones en el terreno económico y sólo a veces en el político, porque otras chocan en determinados intereses contrapuestos, y que han establecido diferentes acuerdos puntuales, que repasaremos más adelante, que parecen beneficiar a los distintos actores. Dichos acuerdos pueden tener mayor o menor envergadura, pero no definen ni mucho menos un bloque monolítico al estilo del Pacto de Varsovia (formado por la Unión Soviética y los países que ésta ocupó militarmente al final de la contienda en Europa) nacido para enfrentarse directamente a la OTAN, vestigio de la Guerra Fría que no sólo ha sobrevivido, sino que ha crecido en virtud a las políticas expansionistas norteamericanas. Con todo la tendencia parece indicar que este escenario de bloques puede terminar consolidándose con lo que ello implica.
               
         Sorprende comprobar, o quizá no tanto, como los principales medios de comunicación/propaganda españoles se cuidan bastante a la hora de proporcionar la debida cobertura acerca de esta importante realineación en el escenario internacional. Se presentan diferentes hechos como si fueran sucesos aislados que no guardan ninguna relación entre sí, cuando en realidad todos ellos forman parte del mismo pulso entre las potencias que se disputan la supremacía global. La parte más visible y evidente de este regreso a una "política de bloques" es el conflicto en Ucrania, que en Occidente se nos ha vendido como una consecuencia de la agresión rusa a este país (anexión de Crimea mediante), cuando la pretensión de la OTAN de expandirse más hacia el este para asediar a Rusia ha sido en realidad el principal desencadenante. De hecho la presunta revolución del Euromaidán de Kiev tuvo mucho más de golpe de estado orquestado desde el exterior, con importantes apoyos internos, eso sí, que de auténtico alzamiento popular. Y en la raíz de todo el asunto no estaría otra cosa que la decisión del presidente depuesto, y democráticamente elegido, Víktor Yanukóvich de orientarse hacia la Unión Económica Euroasiática patrocinada por Putin, en detrimento de los acuerdos de asociación con la Unión Europea, instrumento de los intereses de la élite neoliberal occidental.

         Si el caso ucraniano parece bastante claro, otros acontecimientos en la escena internacional se muestran a menudo como conflictos que poco o nada tienen que ver con él. El ascenso en Oriente Medio del fanático y sanguinario Daesh, más conocido en nuestras latitudes como Estado Islámico, suele considerarse un problema aparte que se muestra más como una amenaza a los intereses occidentales en la zona. Pero el origen de la milicia islamista, que supuestamente Estados Unidos combate desde hace meses, hay que buscarlo en los intentos para destruir el régimen de Bashar al-Asad en Siria, firme aliado en la zona de Irán y Rusia. La espectacular, y también sospechosa, irrupción del Daesh en Irak y Siria sólo puede explicarse por el apoyo recibido desde Arabia Saudí y el resto de dictaduras feudales del Golfo Pérsico. Tras estas se encontraría Estados Unidos y el resto de aliados occidentales, en firme coalición como siempre con Israel, otro de los grandes interesados en acabar con al-Asad. De hecho todas las convulsiones acaecidas en esa castigada región desde hace más de una década (la caída de los regímenes de Sadam Husein en Irak o de Gadafi en Libia con anterioridad, ambos declarados enemigos de Norteamérica, y el sangriento conflicto sirio en la actualidad; sin olvidarnos por supuesto de Afganistán), pueden enmarcarse en la estrategia mayor de contener tanto a Rusia como a China, privándoles así de aliados potenciales en la zona. Una clara muestra de estas pretensiones es el documento elaborado ya en el año 2000 por el think tank "Proyecto para el Nuevo Siglo Americano" titulado Reconstruir las defensas de América, redactado bajo la dirección de personajes como Dick Cheney, Donald Rumsfeld o Paul Wolfowitz. Dicho documento plasma la intención de convertir a los Estados Unidos en el primer "imperio global" de la Historia, con capacidad para someter y aplastar a cuantos rivales pudieran quedarle, empleando las tácticas e instrumentos que sean necesarios. La guerra económica, la desestabilización mediante la promoción de "revoluciones de colores" (debidamente controladas y programadas) contra regímenes hostiles, las intervenciones militares directas e incluso el terrorismo (como medio para justificar determinadas acciones o también como herramienta con la que agredir a otras naciones), formarían parte del abanico de medios para conseguir el objetivo de la dominación global.

         De hecho otros muchos acontecimientos acaecidos en los últimos tiempos se enmarcan en este nuevo escenario de confrontación internacional, aunque de enterada no lo parezcan. Desde la crisis financiera de Chipre en 2012-2013, otra de las maniobras para asfixiar la economía rusa según ciertos analistas (el 30% de los fondos depositados en los bancos chipriotas pertenecían a magnates de ese país), pasando por el reciente acercamiento de la administración Obama a Cuba (¿una nueva estrategia para detener el desembarco de China y Rusia en el Caribe?), hasta la futura aprobación del Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y la UE (TTIP), no serían otra cosa más que manifestaciones de dicho escenario.

         En este estado de cosas la escalada de tensión entre las grandes potencias, que están conformando de nuevo dos bloques enfrentados, sale a la luz un día sí y otro también. No ha trascendido demasiado en los medios, pero el pasado 4 de diciembre el Congreso de los Estados Unidos adoptó la Resolución 758 con amplio consenso entre los principales partidos. Dicha resolución "condena firmemente las acciones desestabilizadoras y de agresión de la Federación Rusa contra naciones vecinas persiguiendo fines de dominación política y económica". De entrada quizá no parezca más que otra declaración de intenciones, pero detrás subyace un drástico giro en el marco de las relaciones ruso-norteamericanas, regresando a una situación más parecida a los tiempos de la Guerra Fría, cuando ambas potencias se hallaban claramente enemistadas. La Resolución 758 tendrá efectos inmediatos en la política exterior estadounidense, pues en la práctica "obliga" a Washington a actuar abiertamente contra los intereses de Rusia en Ucrania y, por extensión, en cualquier otra parte. Todo y que atenuada no deja de ser una declaración de guerra. Una guerra que, al menos en un principio, no se está librando en el terreno puramente bélico, sino más bien en el económico, con el objeto de debilitar y desestabilizar al adversario. Hay objetivos menores, como podrían serlo países como Corea del Norte, Irán o Venezuela, pero los grandes enemigos no son otros que Rusia y, finalmente, China.

          Más manifestaciones de esta guerra económica. Los paquetes de sanciones adoptados por el bloque occidental contra Rusia y la cancelación de megaproyectos de suministro de gas a Europa, como el South Stream. En este tira y afloja las sanciones y réplicas adoptadas por unos y otros tienen un efecto bumerán. Cerrar el grifo de la financiación a Putin y la oligarquía rusa supone también que ésta responde vetando los productos de la industria agroalimentaria europea, con lo que se pierde un mercado que hasta ahora generaba grandes beneficios. Rusia también pierde importantes oportunidades de inversión y desarrollo en la UE al no poder desplegar su ambiciosa red de gaseoductos, pero trata de compensarlo orientándolos hacia Asia, especialmente hacia su gran socio chino. En el marco estrictamente europeo la nueva ordenación geopolítica daña los intereses de muchas compañías de la Unión, especialmente alemanas, que habían realizado fuertes inversiones en Rusia durante los últimos años. Por afectar afecta incluso a la industria turística española, uno de los pocos sectores que nos mantiene a flote a duras penas, ya que los visitantes procedentes de tierras rusas componían un sector creciente, además de muy prometedor por el nivel de gasto medio que realizaban durante sus estancias en nuestro país.

           Y en medio de todo esto tienen lugar hechos como el ataque especulativo contra el rublo del pasado 16 de diciembre, cuando la divisa se desplomó perdiendo un 10% de su valor en tan solo un día, o la espectacular caída de los precios del petróleo en los últimos meses. Que el precio del barril de crudo haya alcanzado el umbral mínimo de los 53 dólares, y con la tendencia todavía a la baja, puede interpretarse como otra estrategia más orquestada desde Washington. La economía rusa está poco diversificada y es muy dependiente de las exportaciones de hidrocarburos, en ese sentido que Arabia Saudí y otros grandes productores actúen en connivencia con Estados Unidos para inundar el mercado con petróleo barato, sería una medida de guerra económica para golpear la línea de flotación de Rusia y también de Irán. Puede parecer una jugada maestra y ya se han visto cosas así con anterioridad, pero al menos en este caso da la impresión de que los saudíes, que llevan la voz cantante en este asunto, juegan a un doble juego. Unos precios del petróleo excesivamente bajos también son altamente contraproducentes para los intereses de Occidente, suponen el hundimiento de la industria petrolera británica en el Mar del Norte, así como de la hasta hace nada floreciente industria del fracking y shale oil estadounidense, uno de los pilares de la recuperación económica y la creación de empleo en ese país, además de un instrumento de especulación financiera. Rusia dispone de suficientes reservas de oro y divisas como para soportar durante un buen tiempo esta situación, amén de tener su deuda pública bajo control, si bien la táctica saudí de mantener el petróleo muy barato resulta altamente dañina para países como Venezuela o Irán. Entretanto China aprovecha la situación y adquiere combustibles fósiles a buen precio para sostener su ritmo de crecimiento.

            Todo esto nos muestra un escenario muy complejo y en donde diferentes actores con intereses cruzados juegan a veces en varios bandos. Pero una cosa parece clara, la agresiva estrategia del bloque occidental de seguir presionando a Rusia y por extensión a China continuará, si no se intensificará, en el futuro inmediato. Es mucho lo que está en juego y los movimientos en el bloque contrario ya han comenzado. La alineación chino-rusa ya es un hecho, ambos países han suscrito importantísimos acuerdos energéticos a lo largo del último año y estudian estrechar su colaboración en otros muchos ámbitos (política internacional, defensa...). Cuando estalló la crisis del rublo el pasado mes, el actual presidente chino Xi Jinping se comprometió incluso a "apoyar financieramente a Rusia en momentos de dificultad", una muestra más de por dónde va el acercamiento de ambas potencias. No en balde fueron las impulsoras, junto al resto de países que componen los BRICS, de la creación en agosto del Nuevo Banco de Desarrollo, una alternativa al establishment neoliberal internacional representado por instituciones como el FMI y el Banco Mundial, con sede en Estados Unidos.

            Y el entramado de alianzas que están estableciendo China y Rusia no termina ahí. Ya se ha mencionado la Unión Económica Euroasiática, que incluye a Rusia, Bielorrusia y Kazakstán, pero que además espera atraer hacia sí próximamente a otras repúblicas ex soviéticas. Junto a ésta nos encontramos a la Organización de Cooperación de Shangai, fundada en 1996 y que actualmente se ha reorganizado para acomodar a Rusia, China, las repúblicas centroasiáticas y la India (que solicitó adherirse en 2014). Otros muchos estados aproximan sus posiciones a esta entidad, entre ellos Irán, Mongolia, Pakistán, Serbia, Corea del Norte y hasta Turquía (cansada quizá de llamar a las puertas de Europa y que se la desprecie sistemáticamente). También nos encontramos con otras organizaciones de clara vocación político-militar como la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, creada por Rusia y algunos países de la antigua órbita soviética (Armenia, Bielorrusia, Kazakstán, Kirguistán y Tayikistán). A esto debemos sumarle los crecientes acuerdos del bloque chino-ruso con organizaciones de estados latinoamericanos como UNASUR o el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), que en este caso engloba a Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, Surinam y otras pequeñas naciones caribeñas. China está especialmente interesada en estrechar sus lazos políticos y comerciales con todos estos países, para así afianzar su desembarco en Sudamérica. Es una estrategia similar a la que Beijing ha seguido en África con el objeto de acceder a recursos vitales para sostener su ritmo de crecimiento, del que depende su estabilidad política y social. En ese sentido el "regreso" de Estados Unidos al continente africano, con intención de contrarrestar la influencia china en la zona, se habría convertido en una de las prioridades de Washington (¿tendrá algo que ver con ello la creciente actividad de los islamistas desquiciados de Boko Haram en Nigeria, un país estratégico por sus riquezas naturales?).

           ¿Todos estos movimientos de China y Rusia han de preocupar realmente a Estados Unidos y sus satélites? Pues más bien sí y por una razón primordial. Tanto Moscú como Beijing han manifestado en varias ocasiones, y de hecho ya han empezado a ponerlo en práctica, su pretensión de dejar de utilizar el dólar como moneda para sus intercambios comerciales, pasando a realizarlos en rublos o yuanes. Si su red de alianzas económicas se consolida dicha medida podría extenderse a otros muchos países, afectando drásticamente a la actual estructura de la economía mundial. Es ahí donde reside el quid de la cuestión, la piedra angular de esta gran guerra económica global que redibujará el equilibrio de poderes. Desde los Acuerdos de Bretton Woods, firmados el 22 de julio de 1944 en New Hampshire (Estados Unidos), el dólar ha sido la moneda de referencia en las transacciones internacionales. Gracias a ello Norteamérica ha gozado de una posición privilegiada que aseguraba su hegemonía, la Reserva Federal podía realizar amplias emisiones de dinero y ello servía para sufragar la deuda creciente de la nación, pues todo el planeta precisaba de reservas de dólares para poder realizar cualquier clase de intercambio (especialmente para la compra-venta de petróleo y otros hidrocarburos). La caída del sistema Bretton Woods sería una malísima noticia para los Estados Unidos, cuya desmesurada deuda sería por completo insostenible, ya que de repente nadie querría sus dólares y habría de afrontar una situación de colapso económico y social. No olvidemos que la inmensa mayoría de los norteamericanos sólo puede mantener su actual nivel de vida gracias a las facilidades de crédito, que dependen estrechamente de que su país pueda seguir endeudándose.

            Resulta obvio que la élite neoliberal occidental tiene muy presente esta posibilidad. Del mismo modo la oligarquía rusa sopesa las consecuencias negativas de la guerra económica contra Estados Unidos y la UE, así como los dirigentes chinos piensan en el caos que se podría desatar en el país si su ritmo de crecimiento se ralentizara drásticamente o incluso se entrara en recesión, pues decenas de millones de personas se quedarían sin empleo ni sustento. Las estrategias políticas y económicas para salvaguardar la estabilidad y prosperidad internas resultan clave en esta partida de ajedrez global, pero tras ellas siempre se encuentra el seguro del uso de la fuerza. Al fin y al cabo si todo lo demás falla lo único que queda es el poder de las armas para controlar recursos estratégicos e imponerse sobre los adversarios, así ha sido siempre a lo largo de toda la Historia. En ese sentido incrementar el poderío militar y realizar diversas demostraciones de fuerza resulta esencial para disuadir al oponente ¿Nos encontramos ante otra carrera armamentística entre las grandes potencias, similar a la de la Guerra Fría? Un simple repaso general del gasto militar y de los arsenales de sus ejércitos podría aclararnos un poco las cosas.

Estados Unidos

            El presupuesto militar estadounidense estimado para el año 2013 ascendió 600.400 millones de dólares, lo que según esos mismos datos supone casi el triple que el gasto militar de China, Rusia y la India juntas para ese mismo año. Como superpotencia con la aspiración de alcanzar la dominación global que es, Estados Unidos precisa de un ejército extraordinariamente poderoso con capacidad para actuar en cualquier parte del globo. Para ello cuenta con una red de bases militares que no ha dejado de ampliarse desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Hoy día sus fuerzas están presentes en los cinco continentes y llama especialmente la atención la expansión de la OTAN hacia el este de Europa o la fuerte presencia militar norteamericana en Oriente Medio, el Pacífico o Asia Central, que en cierto modo no deja de ser una maniobra envolvente en torno a China y Rusia.

Sistema Talon SWORDS. Dentro de pocos años robots
armados como estos serán una visión corriente en los
escenarios bélicos.
            Aparte de eso es de sobra conocido el uso cada vez más extensivo que el ejército estadounidense hace de los drones, los aviones no tripulados operados de forma remota que iniciaron su andadura hace apenas quince años como unidades de reconocimiento aéreo y que ahora se han convertido en un elemento fundamental de su arsenal ofensivo. Desde 2002 a 2012 el Pentágono incrementó el número de drones de tan solo 50 a más de 7.500, cifra que ha seguido aumentando hasta nuestros días. En un futuro próximo estarán disponibles aviones no tripulados de largo alcance que podrán operar como bombarderos estratégicos (prototipo X-47B), al poseer capacidad de repostaje en vuelo y la posibilidad de ir embarcados en portaaviones. De hecho la progresiva "robotización" del ejército norteamericano es un objetivo marcado a diez años vista. Robots que ayudan a los soldados a transportar cargas en terrenos difíciles y otros que pueden operar como estaciones artilladas autónomas ya son una realidad, pero en un futuro muy próximo se les unirán otros que actuarán como guardaespaldas en el campo de batalla, francotiradores, unidades de rescate e incluso blindados en miniatura.

             Junto a estos sistemas robotizados Estados Unidos está desarrollando toda una nueva generación de superarmas. En primer lugar destacan los cañones de riel, que generan potentes campos magnéticos que se emplean para impulsar proyectiles metálicos a velocidades hipersónicas de decenas de miles de kilómetros por hora con efectos realmente devastadores. La marina norteamericana ya está equipando algunos de sus buques con cañones de este tipo. También cabe mencionar los sistemas láser aerotransportados, montados sobre aviones Boeing 747-400F debidamente modificados. Estas armas láser han sido concebidas para interceptar misiles intercontinentales, pero pronto también serán efectivas a la hora de derribar todo tipo de aeronaves e incluso satélites en órbita. Por último no podemos olvidar el llamado Cibercomando de Estados Unidos (USCC por sus siglas en inglés), creado en fecha tan reciente como 2010 como división para la guerra cibernética. Operando en estrecha colaboración con la NSA (la oscura Agencia de Seguridad Nacional norteamericana), entre sus funciones estaría proteger la integridad de las redes de comunicación telemática de Estados Unidos y sus aliados frente a todo tipo de ciberataques. No obstante sería bastante ingenuo pensar que dicho comando no esté preparado también para realizar acciones de carácter ofensivo.

Rusia

Тополь-М (РТ-2ПМ2) во время репетиции парада 4.5.2010.jpg
Misil Tópol-M, perteneciente a la nueva generación
de los arsenales nucleares rusos.
            Puede que el gasto militar de la Federación Rusa haya menguado apreciablemente desde la caída de la Unión Soviética, pero en los últimos años la administración Putin ha hecho un esfuerzo realmente importante para modernizar sus fuerzas armadas y prepararlas para los desafíos que están por venir. De hecho se estima que el arsenal nuclear ruso es mayor que el estadounidense, 4.430 ojivas activas frente a 2.150. El mayor desequilibrio se encuentra en los artefactos de tipo táctico, útiles para operaciones a escala regional y no para una guerra nuclear a escala mundial, pues los rusos dispondrían de alrededor de 2.000 cabezas nucleares de este tipo frente a únicamente 200 del lado norteamericano. Y para emplear de forma efectiva todo este arsenal Rusia ha estado desarrollando nuevas generaciones de misiles tácticos e intercontinentales, concebidos para contrarrestar el tan cacareado escudo antimisiles de la OTAN. Entre estos figuran el R-26 Rubezh (conocido como "Satán" en la nomenclatura OTAN), el Tópol-M (más veloz y potente que sus predecesores y con un sistema de guiado "inteligente" de sus ojivas una vez liberadas), el más antiguo RS-24 Yars y los misiles balísticos de la categoría Bulava (diseñados para ser lanzados desde submarinos).

            Disponer de una importante capacidad de disuasión parece algo esencial en la estrategia de Moscú. Junto a los sistemas de misiles se ha desarrollado una nueva categoría de submarinos estratégicos de última generación de la clase 955 Borey. Se espera que para este año ya estén en funcionamieto ocho unidades, que se unirán a los ya operativos submarinos de ataque multipropósito de la clase 885 Yasen, de características revolucionarias y con capacidad para disparar misiles con cabezas nucleares, que se suman al cometido clásico de combatir sumergibles y naves enemigas. Con estas incorporaciones se inicia una drástica remodelación de la flota rusa, que para 2025 ya habrá sustituido todas las unidades heredadas de la época soviética. Una flota que cuenta con armas como el torpedo VA-111 Shkval, que navega por supercavitación a velocidades próximas a los 400 Km/h y tiene un alcance de hasta 13 kilómetros, además de estar diseñado para portar una ojiva nuclear.

            Y la capacidad de disuasión rusa no sólo se limitará al mar, sino que también se extenderá al aire. Para 2020 se espera que ya esté operativo el nuevo bombardero ruso estratégico Sukhoi PAK DA, dotado de tecnología furtiva para burlar los radares enemigos, lo que lo equipara al B-2 Spirit norteamericano. Como en otros campos dicho aparato será la punta de lanza de toda una serie de aviones de combate de última generación que ya se están incorporando a las fuerzas aéreas rusas. A todo esto se sumarán otros sistemas como láseres aerotransportados, robots armados (sistema Plataforma-M) o los revolucionarios tanques Armata, con sistemas de armamento totalmente automatizados y que también podrán operar como lanzacohetes pesados. Si además tenemos en cuenta la pretensión de Putin de reabrir bases en Vietnam o Cuba, o de que los bombarderos rusos vuelvan a patrullar desde el Ártico al Caribe, queda claro que la apuesta militar de Moscú es bastante fuerte.

China

Avión de combate Chengdu J-20, caza furtivo de quinta
generación de la fuerza aérea china.  
             China es uno de los países que más ha incrementado su gasto militar en los últimos años. En la actualidad se estima que dicho gasto se sitúa por encima de los 110.000 millones de dólares anuales, casi el doble que Rusia, pero todavía muy alejado del presupuesto estadounidense. Aun así hay que tener en cuenta que Beijing no tiene ni de lejos las mismas necesidades militares que Washington, puesto que no debe mantener una presencia por todo el mundo. A esto hay que unir que la estimación del gasto militar se sitúa a la baja y, dado el secretismo chino al respecto, puede llegar a ser apreciablemente superior. Con todo al hablar de poderío nuclear China también se encuentra muy lejos de las dos grandes superpotencias de la Guerra Fría, con menos de 180 ojivas activas (aunque esto también es una estimación).

              A pesar de ello los esfuerzos de China por modernizar sus fuerzas armadas e incrementar su poderío militar están siendo verdaderamente notables. Las nuevas versiones de sus misiles balísticos de la clase Dong Feng 31 tienen un alcance de 10.000 kilómetros, por lo que podrían golpear objetivos situados en suelo norteamericano. Este poder de disuasión se ve incrementado por los nuevos submarinos nucleares Type 094 Jin, que portan misiles tácticos tipo JL-2 de hasta 14.000 kilómetros de alcance. Y para blindar los mares que la rodean China cuenta ahora con los misiles balísticos antibuque Dong Feng 21D, que pueden alcanzar velocidades hipersónicas (hasta 12 Mach) y están específicamente diseñados para hundir portaaviones. Con ello el poder naval chino gozará de una mayor cobertura, reforzado por el portaaviones Liaoning (el primero de una serie que se espera que aumente) y los nuevos buques anfibios y portahelicópteros clase 071, para el desembarco de tropas de infantería de marina y vehículos blindados.

              Asimismo China ha desarrollado en los últimos años dos nuevos cazas furtivos de quinta generación, el Chengdu J-20, un interceptor destinado a proteger su espacio aéreo y que operará desde bases en tierra, y el Shenyang J-31, que posiblemente entrará en servicio en la aviación embarcada. Junto a ellos se están poniendo a punto toda una serie de aviones no tripulados, que presumiblemente se equiparan en prestaciones a los drones estadounidenses. Entre ellos se encuentra el Harbin BZK-005, destinado a misiones de reconocimiento de largo alcance en altura, y el ASN-206, con capacidad para la guerra electrónica. Otra de sus nuevas superarmas es el misil de impacto cinético SC-19, que recientemente ha sido probado con éxito contra un satélite chino fuera de servicio. De esta manera Beijing planea dotarse de un arsenal de armas antisatélite para llevar su capacidad ofensiva al espacio exterior. Por último no se puede obviar el gran interés de las autoridades chinas por las llamadas operaciones cibernéticas ofensivas, entre las que figurarían acciones para desestabilizar el sistema financiero, sabotear infraestructuras de abastecimiento de electricidad, agua o telecomunicaciones y ataques informáticos a sedes de grandes compañías y centros militares. A lo largo de los últimos años el Pentágono ha acusado a China en varias ocasiones de estar detrás de los ataques informáticos a los sistemas de defensa estadounidenses, sus sedes de inteligencia, así como a varias importantes trasnacionales. Beijing suele negar con rotundidad la autoría de estas preocupantes intrusiones, pero qué duda cabe que el ciberespacio va a ser otro de los grandes frentes de batalla en el siglo XXI.

Conclusión. Un mundo plagado de zonas grises

              A la luz de todo lo expuesto anteriormente queda bastante claro que nadie, y en especial las grandes potencias, realizaría semejantes esfuerzos para reforzar su poder militar si no contempla que las cosas pueden llegar a ponerse muy feas de cara al futuro. Al mismo tiempo es de imaginar que tampoco nadie desea una conflagración a escala mundial, menos aún si hay armas nucleares de por medio, ése sería el último recurso. Pero para que el adversario descarte por completo la posibilidad de atacar es necesario contar con un poder disuasorio lo suficientemente temible. Y en eso parece que estamos, la carrera de armamentos se ha reactivado y de qué manera. En un mundo que cada vez se hace más pequeño, donde la superpoblación, la escasez de recursos energéticos, agua y alimentos, así como el cambio climático y los problemas medioambientales, pueden amenazar la continuidad de la civilización, es de esperar que las grandes potencias pugnen con todos los medios a su alcance para salvaguardar su posición y no colapsar. En consecuencia es previsible que la escalada de tensión continúe y los conflictos se multipliquen en las distintas "zonas calientes" del globo. Otros actores también tendrán mucho que decir, participando en uno de los dos bandos o, a veces, flirteando con ambos. La India, Brasil, Arabia Saudí, Japón, Israel, Irán, Corea del Sur y del Norte y algunos otros, van a jugar su papel. Sí, por supuesto también estará la Unión Europea, pero para su desgracia parece que el peso del Viejo Continente va a ser cada vez menor en la escena internacional.

              Por último cabe señalar que resultaría ingenuo ver esta confrontación desde una perspectiva de "blanco y negro" o "buenos y malos", tal y como la veíamos en tiempos de la Guerra Fría con el enfrentamiento entre el "mundo libre" y los regímenes totalitarios comunistas. En la actualidad el planeta está repleto de "zonas grises" en donde los intereses de las grandes potencias chocan, el respeto a los derechos humanos, las libertades individuales o la democracia no suelen entrar en la agenda de casi nadie. Desde luego no lo hacen en la de Rusia o China, pero por desgracia tampoco muy a menudo en la de Estados Unidos y sus aliados. Para poner un símil extraído de la fantasía épica literaria, esto no es la Tierra Media del legendarium de Tolkien, donde una alianza de pueblos libres compuesta por hombres, elfos y enanos lucha contra el poder de la Sombra que se extiende desde el este. El mundo actual se parece más bien a los Siete Reinos de Juego de Tronos (aunque mejor decir de "Canción de Hielo y Fuego", el título original de la saga de George R.R. Martin), donde las luchas por el poder se libran sin tregua y no cabe la compasión por el contrario, ya que los ingenuos sucumben en su particular "boda roja". Una Paz Armada es preferible al imperio del caos, pero no podemos olvidar que se trata de un juego extremadamente peligroso y cualquier chispa podría hacer saltar el polvorín en el momento menos pensado. Ya sucedió hace un siglo con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Por el momento confiemos en que prime el sentido común y la buena voluntad de todas las personas de bien de este mundo, ya sean europeas, americanas, asiáticas o africanas.


                                                                                                                                               N.S.B.L.D                                                                                                      
Para saber más:

Juego de Imperios (Andrés Piqueras - ATTAC TV).
Ron Paul: El Congreso de EE.UU "declara la guerra" a Rusia (Tercera Información).
¡Que (no) vienen los rusos! (La Marea).
Las teorías conspiranoicas de Washington y Arabia Saudí para bajar el precio del petróleo y hundir a Rusia e Irán (ATTAC).
Rusia y China estudian emplear el yuan y el rublo en parte de sus intercambios comerciales (rtve.es).
Geoestrategia Mundial, control planetario y el terrorismo como instrumento de dominación, disuasión y desestabilización (verdadypaciencia.com).
Alemania: la "punta de lanza" de la OTAN (La Marea).
Robots de guerra se incorporarán al ejército de EE.UU en cinco años (RT).
El escudo antimisiles de Rota no es capaz de frenar a los nuevos misiles rusos (El Confidencial).
Las cinco armas chinas de mayor peligro para EE.UU (RT).

      
      

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