Ante las cada vez más numerosas evidencias que la comunidad científica pone sobre la mesa, queda claro que el cambio climático y el agotamiento de los recursos a escala planetaria se van a convertir probablemente en los mayores desafíos a los que se ha tenido que enfrentar la humanidad en toda su historia. No obstante parece que esa sensación de urgencia no termina de transmitirse a la población y tampoco a las clases dirigentes ¿No estaremos ya peligrosamente cerca del fin de la civilización que hemos conocido?
La idea del fin del mundo nos resulta morbosamente atractiva. Durante 2012 el supuesto apocalipsis maya se convirtió en un auténtico fenómeno social, todos nos enteramos de lo que iba a suceder según las previsiones de los más agoreros. Todos salvo quizá los propios mayas, que comprendían muchísimo mejor que cualquier otro las tradiciones de sus antepasados. Poco importa que la falsa predicción no se cumpliera, pues a día de hoy son muchos los que siguen imaginando las posibles amenazas que penden sobre el planeta y la civilización. Literatura de género, películas, series de televisión y documentales nos hablan acerca de radiaciones letales procedentes de una supernova cercana, el impacto de grandes asteroides, erupciones supervolcánicas, virus mortíferos que provocan pandemias catastróficas e incluso invasiones extraterrestres. Todos escenarios posibles pero en realidad muy poco probables, especialmente a corto o medio plazo. La reciente escalada de tensión que enfrenta a Rusia contra Estados Unidos y sus satélites europeos en relación al conflicto ucraniano añade una nueva amenaza que parecía desactivada, la de la Tercera Guerra Mundial. El holocausto nuclear parece ahora más cercano que hace unos años, pero al menos podemos confiar en que todavía queda bastante margen de maniobra antes de llegar a eso. A menudo se dice que una civilización nunca cae a causa de las amenazas que es capaz de ver, sino por culpa de las que no puede ver. En muchos casos dichas amenazas son males internos que la van carcomiendo lentamente desde dentro hasta que se alcanza un punto de ruptura. No es que nadie se haya dado cuenta del problema, las señales están ahí para todo aquel que quiera verlas, lo que pasa es que no se es consciente del colapso hasta que todo termina estallando.
De todas las posibles amenazas que pueden terminar con nuestro modo de vida, el sistema económico establecido y el actual orden geopolítico, los problemas medioambientales son sin duda la mayor fuente de preocupación para muchos expertos. Dentro de esta especie de cajón de sastre global encontramos factores en apariencia tan dispares como la superpoblación, el agotamiento de las reservas de combustibles fósiles y otros recursos, el cambio climático provocado por el incremento de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, el vertido de sustancias contaminantes al entorno, la pérdida de biodiversidad, la escasez de agua potable, la desertización o el agotamiento de los recursos pesqueros. Todos estos fenómenos tienen sin embargo un origen antrópico, es decir, la causa última de todos ellos es el impacto que las actividades humanas provocan en el medio a escala planetaria.
Gráfico que muestra la previsión en el descubrimiento de yacimientos de crudo futuros. En él se puede ver que las reservas más importantes del planeta ya han sido explotadas (Fuente: Wikipedia). |
Esquema del ciclo del carbono donde se muestran las distintas fuentes existentes así como los sumideros. Las cifras se cuantifican en gigatoneladas anuales (Fuente: IPCC IE4). |
Mapa de cómo quedaría la línea de costas en Europa si el nivel del mar aumentara en 65 metros (Fuente: National Geographic). |
Como se puede comprobar las amenazas son reales y podrían materializarse en las próximas décadas. Sin embargo la preocupación de científicos y expertos no termina de calar en el conjunto de la sociedad. Un estudio realizado en 2009 por la Universidad de Oxford, en colaboración con la consultora Nielsen, indicaba que alrededor del 78% de la población mundial comparte una preocupación más o menos grande en relación al problema medioambiental (3). Dicho índice de preocupación varía según países y en algunos casos se ha observado una preocupante tendencia a la baja. En Estados Unidos, por ejemplo, la cifra de personas realmente preocupadas por estos temas ha descendido del 34% al 25% en los últimos años. En Europa el porcentaje es mucho mayor, a un 71% de la población le preocupa seriamente la situación, si bien parece que la cifra también se está reduciendo. Sólo en China, país que ha experimentado numerosos problemas relacionados con la polución a causa del rapidísimo desarrollo de las últimas décadas, el número de personas preocupadas por el deterioro del medio ambiente ha aumentado del 30% al 36% en este mismo periodo. La mayoría de la gente conoce la problemática y ha oído hablar de las posibles consecuencias que tendría no actuar a tiempo, no obstante en la realidad del día a día sus prioridades son otras muy distintas. Claro ejemplo de ello es una encuesta del CIS realizada el año pasado (4), en ella la situación económica, el desempleo y la corrupción política monopolizaban la preocupación de los españoles, mientras que los problemas medioambientales quedaban relegados a las últimas posiciones en el listado de los principales males que aquejan al país. Como a menudo suele suceder sólo aquellas cosas que están teniendo un impacto inmediato en nuestras vidas, o también aquellas que tienen una mayor cobertura mediática, son las que verdaderamente centran nuestra atención.
Que la necesidad de actuar urgentemente no sea una idea demasiado extendida en la sociedad no debería preocupar en exceso siempre y cuando las clases dirigentes sean conscientes de la situación y estén decididas a hacerlo. Sin embargo tampoco parece que ése sea el caso. El próximo 23 de septiembre se celebrará en Nueva York una nueva cumbre sobre el clima en la que, una vez más, se pondrán sobre la mesa los alarmantes datos en relación al calentamiento global y sus efectos concomitantes. Pero como viene sucediendo últimamente es de esperar que dicha cumbre pase con más pena que gloria, muchos líderes ni tan siquiera asistirán y habrá que esperar hasta el 2015 para que un borrador de actuación vea la luz. Borrador que, dicho sea de paso, ni tan siquiera sabemos si va a servir de algo. Pero lo más preocupante de todo no es que no se estén adoptando ningún tipo de medidas correctoras, sino que más bien parece que las que se adoptan van claramente dirigidas en sentido opuesto y terminarán agravando mucho más la situación. Un ejemplo de esto último son las pretensiones del nuevo presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker, que parece haber entrado como un elefante en una cacharrería en las políticas medioambientales de la Unión Europea (5), algo que ciertas asociaciones ecologistas ya catalogan como de auténtica "contrarreforma verde". Las prioridades de Juncker se alinean con el futuro tratado de libre comercio entre la UE y Estados Unidos, también conocido como TTIP, y la más que previsible desregulación que conllevará en numerosas materias para así favorecer los intereses de las grandes corporaciones.
Y es que, por el momento, la oligarquía global tampoco da excesivas muestras de preocupación en relación a las amenazas medioambientales y, si este tema les preocupa realmente, tampoco es que lo exterioricen demasiado. Recientemente ha sido noticia en nuestro país el fallecimiento de Emilio Botín y la sucesión en la presidencia del Banco Santander por parte de su hija mayor, Ana Patricia Botín. Nadie duda de las capacidades de esta señora, a buen seguro está altamente cualificada, dispone de una amplia experiencia como directiva en el sector financiero y es una persona inteligente y resolutiva, si bien cabe la duda de si habría accedido al cargo de no ser la hija de su padre. La cuestión es que, en el discurso de toma de posesión de su cargo, la flamante nueva presidenta se comprometió a "mantener la trayectoria de éxito" de la institución que representa (6). Dicho para que se entienda mejor, su máxima prioridad va a seguir siendo ganar dinero para ella y también para el resto de accionistas, cuanto más mejor. Todo lo demás ha de supeditarse a este objetivo central, casi se diría que todo lo demás es sacrificable.
Ana Botín es un claro exponente de esa clase dirigente que rige los destinos del planeta, los sumos sacerdotes del culto al Dios del Capital. Los dogmas del crecimiento económico y la libertad de circulación de capitales en un sistema financiero sin ningún tipo de regulaciones son elevados a los altares y en ellos se inmola cuanto sea necesario. Eso es lo que hay que hacer porque resulta beneficioso para la economía y por extensión para todos nosotros, el mantra se repite una y otra vez hasta la saciedad y termina interiorizado. Pero llegado el momento estos dogmas podrían resultar tan inútiles como arrojar vírgenes y bebés recién nacidos por un precipicio para congraciarse con el dios de las tormentas y que así traiga las lluvias. Podemos aferrarnos a la idea de que la dirección en la que vamos es la única vía posible para impedir que todo termine desmoronándose, pero eso no cambiará el rumbo de determinados procesos que se están desatando. Pensando en todo esto me han venido a la memoria las palabras del Gran Jefe Seattle, de la tribu de los Swamish, que ya en 1854 envió una carta al presidente estadounidense de entonces, Franklin Pierce, para denunciar la situación en la que se encontraba su pueblo. En uno de sus pasajes dicha carta decía más o menos lo siguiente:
"Cuando el hombre haya matado el último animal, cuando haya talado el último árbol, cuando haya contaminado el último mar, el último río, el último afluente, cuando haya intoxicado la última partícula de aire respirable, entonces, sólo entonces se dará cuenta de que el dinero no se come, ni te quita la sed ni se respira".
Artículo escrito por: El Segador
(1) El agotamiento de los recursos minerales en este siglo (www.biodiversidadla.org).
(2) Intergovernmental panel on climate change.
(3) El 78% de la población mundial se preocupa por el planeta (ambientum.com).
(4) Paro, corrupción y problemas económicos, principales preocupaciones de los españoles (lainformacion.com).
(5) ¿Un plan para estrangular el medio ambiente en Europa? (Público).
(6) Ana Botín se compromete a "mantener la trayectoria de éxito" de Santander (Cinco Días).
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