En una jauría todos los perros deben obedecer la voz de su amo. Una instrucción ha de bastar a la hora de rastrear, acosar y acorralar a la presa, lo mismo que para respetar y proteger a personas, animales o bienes determinados. No se tolerará la desobediencia. Parece ser que los medios de comunicación de este país funcionan de una forma muy parecida.
Hablemos para empezar de la abdicación de Juan Carlos y la posterior proclamación real de Felipe. Tan sólo hay que echar un vistazo a las portadas de los principales diarios nacionales (prensa deportiva aparte, claro está) y descubriremos un más que sospechoso grado de unanimidad en las líneas editoriales, ¡hasta un periódico especializado en noticias sobre Economía trata el asunto en primera plana! Dicha unanimidad se extiende a otros medios mayoritarios salvo alguna que otra excepción, la grandes emisoras de radio y por supuesto las cadenas de televisión. Así que, durante estos días, no hemos tenido más remedio que soportar esa incontenible y babosa marea de adulación hacia los monarcas (el viejo y el nuevo), su familia y la institución que representan. Que si con el nuevo rey se abre otra etapa para España, algo así como una "Segunda Transición", que si su figura representa en sí misma la unidad y diversidad de la nación, que si su padre fue el arquitecto de la democracia y todos los españoles casi que le debemos la vida y así un no parar de elogios a cada cual más recargado. Como si esto se tratara de un concurso. Y, por supuesto, no han faltado los especiales informativos que no han parado de remarcar de manera machacona el "importantísimo" papel de la monarquía y de la persona de Juan Carlos I durante la transición desde el régimen dictatorial de Franco a esta "superdemocracia" tan fantástica que tenemos. Viendo todo esto, cualquiera que venga de fuera y no tenga ni idea de lo que aquí sucede, puede pensar que España es algo así como un reino mágico de cuento de hadas donde todo el mundo es feliz y quiere muchísimo a sus maravillosos monarcas.
Fuente: El Imparcial. |
Imágenes de manifestaciones a favor de la República en Madrid (izquierda) y Barcelona (derecha). Movilizaciones más o menos multitudinarias de estas características se han reproducido en distintas partes del país a lo largo de los últimos días, coincidiendo con la proclamación de Felipe VI.
El segundo de los sucesos que ha tenido grandes repercusiones en las últimas semanas ha sido la explosiva irrupción de Podemos, una partido que ni existía hace unos meses, en el panorama electoral. La formación liderada por Pablo Iglesias logró 1,2 millones de votos en las pasadas elecciones europeas del 25 de mayo y, dado su perfil ideológico, la reacción de los grandes medios no se ha hecho esperar. En contra de Podemos se pueden argumentar unas cuantas cosas. Es una agrupación demasiado reciente y no tiene un programa elaborado, sus propuestas a menudo no parecen realistas, quizá dependa demasiado del carisma de un joven dirigente que tal vez guste de acaparar más protagonismo del que debiera, sus manifestaciones tienen cierto tono populista, han surgido debates y diferencias internas bien temprano... Nada de eso sin embargo es exclusivo de ese partido político (salvo por supuesto el poco tiempo que lleva existiendo) y las mismas críticas perfectamente podrían hacer referencia a cualquier otra formación.
Por contra lo que ha sucedido en relación al sorpresivo al auge de Podemos ha sido algo así como un "se abre la veda" para arremeter de todas las formas posibles contra esta nueva formación. Sólo basta con realizar una selección de noticias relacionadas en un diario como El País (3), un rotativo que hasta hace no mucho parecía medianamente progresista, y descubriremos hasta dónde está llegando esta campaña de acoso y derribo. No faltan los titulares próximos a la descalificación y esto se hace extensivo a otros muchos medios con la mayor de las normalidades. Los integrantes de Podemos son unos "sinvergüenzas" y Pablo Iglesias "un dictador nato" (4), representan la quintaesencia de la "amenaza del chavismo", son unos agitadores de pancarta reconvertidos a políticos, peligrosos antisistema que sumirán al país en el caos o incluso lo desmembrarán. No faltan por supuesto los espontáneos que interrumpen las comparecencias públicas de Pablo Iglesias para acusarle de colaborar con regímenes autoritarios, la misma semana que el presidente Rajoy viaja a Guinea Ecuatorial para bendecir con toda tranquilidad la sanguinaria dictadura de Teodoro Obiang. Aun así el pequeño incidente en el hotel Ritz fue debidamente amplificado como no podía ser de otra manera. Tampoco faltan asimismo las preguntas capciosas de determinados periodistas en relación a ETA, que no está pero es como si siempre estuviera, para ver si así podemos pillar a Iglesias en alguna declaración comprometida y, si no, sacamos de contexto lo que dice y se lanza una nueva andanada de acusaciones y descalificaciones. Así sin descanso desde el 25 de mayo y eso que Pablo Iglesias y su equipo todavía no han tenido la ocasión de hacer nada, desde luego sólo van a formar parte del parlamento europeo y están muy lejos de hacerse con el poder en España. Digo yo que habrá que darle una oportunidad a Podemos, ver con el tiempo qué es lo que pueden aportar al por otra parte putrefacto panorama político español y, sólo después de verlos actuar en los próximos años o incluso gobernar en algún ayuntamiento si eso es posible, juzgar si son una buena alternativa o no.
Éste es el comportamiento de una jauría, la jauría de los medios al servicio del poder. Ningún miembro de la jauría debe morder la mano que le da de comer, quizá algún que otro ladrido malhumorado se permita, pero que no se le ocurra ir más allá. Y a una orden de su amo la jauría debe ponerse en marcha e ir en pos de la presa, el objetivo que ha sido señalado, que bien puede ser una criatura considerada como una alimaña molesta. La jauría acechará y permanecerá expectante, presta a abalanzarse al menor atisbo de debilidad, entonces todos sus miembros hincarán sus fauces con ferocidad y no se detendrán hasta despedazar a la presa. Una vez culminada la misión regresarán a los pies del amo a la espera de la recompensa. Tal vez los más serviciales lleguen a ser considerados como los favoritos y disfruten de mayores privilegios, pero para eso habrán de competir con los demás y demostrar que son los más eficientes. Todo para conseguir el favor del amo.
Así es como tienden a comportarse los medios dominantes en este país. Cuando ves que todos parecen decir más o menos lo mismo, que existe un discurso imperante que se repite allá donde vayas, algo huele a podrido. Pueden hacernos creer que, si todos los medios coinciden en una determinada versión de los hechos, es que ésa ha de ser por fuerza la verdadera. Pero, ¿qué ocurre cuando vas a otras fuentes y descubres versiones distintas? ¿Qué ocurre cuando esas otras opiniones aparecen como minoritarias o marginales pero, atendiendo a sus argumentos, resultan igualmente defendibles? Es más, ¿qué ocurre cuando aquellos que defienden dichas versiones son atacados y descalificados ferozmente por los demás? Pues que las sospechas de que algo huele a podrido no hacen sino aumentar, más cuando resulta evidente que ciertos medios están en clara connivencia con el poder. Ya sea en cuestiones de política, economía, relaciones internacionales o, yendo a un plano más específico, terrorismo, el derecho a la huelga, a manifestarse o cualquier otro asunto, la doctrina del discurso único, el pensamiento único, trata de imponerse sobre la libertad de expresión. No es la primera vez que sucede ni será la última, la información es poder y un excelente mecanismo de control.
Si las cosas siguen como hasta ahora podemos esperar muchas más barbaridades por parte de la jauría mediática. Imaginemos por ejemplo que, en unas próximas elecciones generales, Podemos logra cosechar tal número de votos que está en disposición incluso de formar gobierno. Antes de que eso sucediera ya estoy viendo a los tertulianos de turno (esos cuyos nombres todos tenemos en mente) incendiando la opinión pública y pidiendo a grito pelado que salgan los tanques a la calle "para salvaguardar España del caos y la descomposición". Ellos serían los portavoces de un nuevo y salvaje atropello a la soberanía popular disfrazado de "medida excepcional para salvaguardar la estabilidad". Ya ha sucedido antes aquí y en otras partes y, como siempre, la jauría no será culpable, aunque si cómplice, del resultado. Tan sólo basta con mirar un poco más allá para descubrir que son los amos quienes están detrás de todo.
Juan Nadie
(1) La Junta Republicana deplora la toma militar de Madrid (Eco Republicano).
(2) La marcha por la República reúne a muchas más personas que otros años (El Mundo).
(3) Noticias sobre Podemos (El País).
(4) Sotelo: "Podemos es una falsa alternativa revolucionaria que garantiza más represión" (Público).
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