China: la opinión pública frente a la alarmante contaminación.

La manifiesta contaminación en China y las presiones de la opinión publica interna e internacional podrían haber incidido en una cambio de estrategia mediática del gobierno.



En los últimos cincuenta años la historia ha asistido al nacimiento de una nueva superpotencia, China, que en la actualidad rivaliza en poder económico y geopolítico con los Estados Unidos de América. Desde los albores del siglo XX y arrancando desde una estructura socio-política de tipo feudal según algunos sociólogos, la expansión hiperacelerada del gigante asiático para lograr las cotas occidentales de desarrollo material constituye un claro ejemplo de los riesgos ecológicos asociados al crecimiento económico.

En el periodo 1992-2006 la economía china creció de media un 10 % anual, incrementando notablemente la demanda de recursos naturales y poniendo a prueba la capacidad regenerativa de ecosistemas terrestres y marinos. El impacto ecológico del furor expansionista  marcó un récord en el 2007, cuando la emisión de gases de efecto invernadero superó a la de Estados Unidos, representando en la actualidad el 30 % de las emisiones globales.



El consumo chino de materias primas tales como grano, carne, carbón o acero superó en 2004 al de Estados Unidos, según se ha informado desde el Earth Policy Institute (1). En este año el consumo chino de carne excedía al norteamericano en 26 millones de toneladas, el de carbón en 226 millones y el de acero en 154 millones de toneladas.

La necesidad de acero creció significativamente en la década de los 90, impulsada por la industrialización y la urbanización del país, constituyendo hoy en día una de las principales fuentes de los problemas ecológicos de China, debido a la contaminación del suelo y de las aguas. Por entonces China adquirió y desmanteló antiguas acerías y plantas industriales en diversos países europeos, que por entonces prefirieron deshacerse de este tipo de actividad industrial. Sólo Alemania se desprendió por esta vía de docenas de fábricas ya amortizadas. Algunas de estas factorías fueron trasladadas por piezas al país cuya muralla es visible desde la Luna y, posteriormente, el gobierno fomentaría la construcción de instalaciones modernas propias. En el 2007 las acerías chinas producían ya el 38 % del acero mundial.


La producción de hierro y acero se basa fundamentalmente en procesos pirometalúrgicos. La combustión de los metales incide peligrosamente sobre la atmósfera a través de gases contaminantes y emisiones de polvo que contienen metales pesados altamente peligrosos para los seres humanos. Entre los residuos generados encontramos metales como plomo, cadmio, mercurio, arsenio o talio, de probados efectos negativos sobre el medio ambiente y la salud.


Otro problema de las emisiones de metales pesados vinculadas a la metalurgia se debe a su tasa de concentración a nivel local. En los alrededores de las fábricas se encuentran niveles elevados de inmisión de metales pesados en el aire y en el suelo. Asimismo, el uso de agua para la refrigeración conlleva problemas adicionales de contaminación con aceites de las aguas residuales, sin contar el impacto sobre los ecosistemas derivado del ingente consumo de agua que estas instalaciones requieren.

El acero, además del carbón y la producción de alimentos, ha sido sin duda el principal motor del vertiginoso crecimiento chino. Tras la nueva opulencia material de este legendario país hay sobre todo acero, carbón como principal fuente energética de su industria, y cantidades inimaginables de alimentos para nutrir a la población más numerosa del planeta.

Pero los riesgos ecológicos asociados a la producción masiva de acero son evidentes y una opinión pública internacional cada vez más sensibilizada por los problemas ambientales ha terminado por calar también en China, pese a las medidas de impermeabilización frente a la cultura occidental implementadas por el gobierno. Valga como ejemplo el caso de la empresa Shougang, de propiedad estatal, y una de las más antiguas y grandes metalúrgicas del país cuya actividad se concentraba en Beijing. En los años previos a la celebración de las Olimpiadas 2008 en Pekín, concretamente en el año 2005, el gigante chino del acero anunció su intención de trasladar su actividad a Caofeidian, en el golfo de Bohai, y sustituir el hueco dejado por sus factorías con un área recreativa y empresas inocuas para el medio ambiente.

Los efectos de la contaminación en China son ya tan incuestionables que una estrategia mediática de negación por parte de las autoridades podría tener efectos adversos y contraproducentes. Aunque la transparencia en materia ecológica sigue siendo una asignatura pendiente del gobierno, la presión de la opinión pública interna, alarmada por algunos hechos incontestables, ya ha dejado huella en el negacionismo gubernamental

No hay nada más ilustrativo de esta fuerza de la sociedad civil que la explosión de preocupación  que tuvo lugar en Enero de 2013, cuando más de 2,5 millones de posts en blogs de todo tipo reflejaron la alarma ciudadana ante una niebla espesa y fétida que borraba los contornos de todo lo visible.  Por entonces una masa de aire caliente se había instalado en la atmósfera de Beijing y alrededores, formando una barrera infranqueable que atrapó en su interior toda la polución generada por más de 200 centrales eléctricas de carbón y alrededor de 5 millones de coches. La concentración de partículas alcanzó el récord de 900 partes por millón, superando en 40 veces el umbral de seguridad establecido por la Organización Mundial de la Salud.

La contaminación del suelo de cultivo es otro motivo de inquietud para la ciudadanía que ha condicionado la estrategia mediática del gobierno. La peligrosa degradación de las tierras de cultivo guarda relación con una agricultura intensiva que ha tratado de alimentar a la población más numerosa del planeta a base de reducir costes en mano de obra e incrementar el uso de fertilizantes y pesticidas. En un estudio a nivel nacional se revela la existencia de campos contaminados con residuos de pesticidas y fertilizantes, así como por tóxicos vinculados con el plomo, cadmio o arsénico. En las zonas de cultivo próximas a antiguas regiones industriales, la contaminación del suelo y su paso a la cadena alimentaria podría ser la responsable de algunos casos de cáncer o malformaciones del feto (2).

Hechos de este calibre, sin valorar ahora otros como las altas tasas de desigualdad económica y pobreza, constituyen una amenaza en toda regla para la seguridad interna del país. Según algunos analistas, estas circunstancias podrían explicar que Zhuang Guotai, reponsable del departamento de ecología del Ministerio para la Protección del Medio Ambiente, reconociera abiertamente que la escalada en la producción de grano acaecida en los últimos 30 años haya pasado factura a la calidad de la tierra (3).


Sebastián Goldsmith


Notas

(1) Brown, Lester. "China replacing the United States as World´s Leading Consumer". Earth Policy Institute. Washington DC. February 2005.

(2) "China and the environment. The East is grey." The Economist. August 2013.

(3) Stanway, D and Niu Shuping. "Amid China air, water pollution, soil survey reveals old-century heavy metals". Reuters. April 2013.


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