Cuando la política da asco

Finalmente lo han conseguido. Entre unos y otros han terminado arruinando la ilusión y confianza depositada en las urnas el pasado mes de abril. Poco podemos esperar ya de esta gente.


Resultado de imagen de pedro sanchez      Al final ha terminado ocurriendo lo que casi nadie imaginaba que pasaría. Tras las elecciones generales del pasado 28-A, ni los más desbocados sueños húmedos del tradicional votante de derechas podrían imaginar el deplorable y vomitivo espectáculo dado por la izquierda de este país en los últimos días. Y por izquierda me refiero, básicamente, a Unidas Podemos y, aunque a estas alturas ya suene a broma o incluso a tomadura de pelo, el PSOE ¿Tan difícil era llegar a algún tipo de acuerdo? A buen seguro la derecha lo debe de estar disfrutando de lo lindo aunque, eso sí, disimuladamente. Ellos han estado observando la pelea en el barro, relajados y cómodamente sentados, mientras sociatas y podemitas se sacaban los ojos ante toda España. Visto lo visto casi mejor que no se haya podido formar un gobierno de coalición, porque si se han comportado de esta manera aun antes de sentarse a negociar de verdad, no quiero ni imaginar cómo podrían haber sido los consejos de ministros a puerta cerrada. Es probable que hubieran terminado volando carteras ministeriales por los aires y después habría llegado la hora de los navajazos. Nuestra izquierda es así de estúpida y autodestructiva. 

     Al final de la carrera quizá no importe tanto quién tuvo la mayor parte de la culpa, porque entre todos mataron al frustrado gobierno de izquierdas y él solo se murió antes tan siquiera de nacer. En primer lugar ha quedado en evidencia la debilidad e ingenuidad táctica de Unidas Podemos. Ya llevan unos cuantos años en esto y parece que siguen sin aprender, lo que al final se traduce en que continúan lloviéndoles hostias y ellos sin reaccionar. Lanzar órdagos estériles que no llegan a ningún sitio y luego ir reculando al ver que no daban resultado, es buena muestra de sus errores de cálculo. Tal vez pensaron que esta vez sí, que era su oportunidad, que el Sánchez de ahora no era el mismo de 2016. Sí, sí, aquel que pactó tranquilamente y sin tantos problemas con Ciudadanos, por aquel entonces más un partido moderado de centro-derecha y no la banda radicalizada que es ahora, su primer intento fallido de investidura. Después vendrían los "idus de Ferraz" y sus propios compañeros de partido serían los encargados de apuñalar al guaperas para así facilitar la segunda legislatura de ese espantapájaros andante llamado Mariano Rajoy. Qué ingenuos los podemitas, porque al final la situación sigue siendo la misma y la hostilidad hacia ellos no ha disminuido ni un ápice. Y todos sabemos de dónde procede dicha hostilidad. La Patronal, el lobby mediático, la Iglesia y su entorno, la Casa Real... Con tantos y tan poderosos enemigos ellos siguen yendo de frente en vez de optar por una estrategia de guerrilla. No encarar directamente al enemigo, sino más bien ir desgastándolo por otros medios para ponerlo en evidencia. Una táctica más compleja que quizá exija de una pericia que Iglesias y los suyos tal vez no tengan, porque a decir verdad llevan meses desangrándose poco a poco. El ilusionante proyecto inicial de "asaltar los cielos" se ha ido llenando de zonas sombrías, en las que se han librado todo tipo de luchas intestinas y barriobajeras que no han ayudado en nada a la formación morada. Al respecto es recomendable leer la confesión del ya ex militante Iñaki Errazquin, titulada Por qué me he ido de Podemos.

     En segundo lugar tenemos al PSOE y al señor Pedro Sánchez, principales protagonistas de esta gran estafa al electorado de izquierdas. Porque a decir verdad ha quedado claro que en ningún momento quisieron llegar a acuerdo de gobierno alguno con Unidas Podemos. Ir anunciando desde el minuto uno después de las elecciones generales, cuando los gritos de "¡Con Rivera no!" todavía resonaban en Ferraz, que buscaban gobernar en solitario bien lo demuestra ¿Gobernar en solitario con tan solo 123 escaños? De entrada ya suena a tomadura de pelo, pero casi todos pensamos que al final los socialistas se mostrarían razonables. Craso error. Lo único que hemos visto a lo largo de todos estos meses son encuentros de cara a la galería para hacerse la foto, en los que realmente no se negociaba nada, muchas comparecencias ante los medios para acusar a Iglesias de que pedía demasiado, reproches constantes y una exigencia detrás de otra para poner todo tipo de escollos a unas negociaciones que nunca llegaron a arrancar realmente porque no había el menor interés en negociar nada. A una semana de la investidura Sánchez lanzó su último bombazo para dinamitar de forma definitiva cualquier posible acuerdo. Sólo estaba dispuesto a formar una coalición con Unidas Podemos si Iglesias quedaba fuera. Vetar al líder de la formación que te puede dar la llave del gobierno, todo súper razonable. Para que luego vayan diciendo que España es un país normal dentro del Occidente europeo.

     Con lo que tal vez no contaban los socialistas es que al final Iglesias se plegaría, haciéndose a un lado, lo que al final ha terminado dejándolos en evidencia. A pocos días de la investidura había que inventarse algo rapidito para mandarlo todo a la mierda y el pasado martes se escenificó la primera parte de ese esperpéntico acto final. Un debate en el que el candidato Sánchez expuso su programa como si tuviera la mayoría absoluta garantizada, mientras ignoraba y despreciaba a sus potenciales socios de gobierno y, por si esto no fuera suficiente, suplicaba a la derecha que se abstuviera. Para mear y no echar gota. Luego vino la patética pelea por los sillones, con el PSOE vetando la entrada de los podemitas en un ministerio detrás de otro. Ya se sabe, al final sólo estaban dispuestos a ofrecerles el Ministerio de las Flores de Colores, el de A qué Huelen las Nubes y algún otro con casi todas sus competencias derivadas a las Comunidades Autónomas. Y a pesar de eso decían que su oferta "era generosa". Además de despreciar, insultando. Así es imposible entenderse con nadie. Finalmente da la impresión de que Sánchez y los sociatas han conseguido lo que querían, que no es otra cosa que empujarnos hacia una repetición electoral.

     Porque de todo esto tal vez haya ido la jugada. Es bastante probable que a ciertos grupos muy influyentes ya mencionados el resultado del 28-A no les hiciera demasiada gracia, motivo por el cual han estado presionando, tal y como ya hicieron hace unos años, para que Unidas Podemos no entrara de ningún modo en el gobierno. No sé qué cálculos o cábalas habrá hecho Sánchez, allí en su despacho junto a sus astrólogos disfrazados de asesores. Tal vez esos cálculos pasen por arrastrarse en septiembre detrás de Ciudadanos para rascar vete tú a saber qué tipo de acuerdo. Pero viendo lo subida que tienen la fiebre nacional-católica Rivera, Arrimadas y el resto de la banda no sé yo si eso dará resultado. Con el PP y VOX mejor ni contamos, totalmente descartados por reducción al absurdo. Así que ir a unas nuevas elecciones en noviembre parece la opción más plausible. Los oráculos del CIS vaticinan un mejor resultado para el PSOE, arrancar más escaños para fortalecer su posición en el Parlamento, pero ya sabemos que los oráculos pueden fallar estrepitosamente. Un electorado de izquierdas desilusionado ante la repugnante farsa vivida estos meses, no se movilizará tan masivamente y eso puede propiciar fácilmente que al final las derechas sumen. El peor de todos los escenarios posibles.

    Aunque tal vez Sánchez baraje otra posibilidad a medio plazo. Si las cosas le salen medianamente bien, seguramente tratará de perpetrar la reforma constitucional que ya ha anunciado, para que así un partido que haya obtenido menos del 30% de los votos pueda formar gobierno. Nuestra Constitución tiene un carácter muy variable. Unos días es un texto sagrado venido del cielo, inmaculado e intocable, y otros te puedes limpiar el culo con ella para pasarte las aspiraciones y derechos de la ciudadanía por el arco del triunfo. Ahí a buen seguro PSOE y PP se entiendan a la perfección, tal y como también han dejado ver. De esta forma encontrarán la manera de reforzar un bipartidismo moribundo, ese del que se llevan beneficiando desde hace cuatro décadas, mediante fórmulas poco o nada democráticas. El Régimen del 78 se parece cada vez más al Imperio Austro-húngaro, una apolillada y decrépita monarquía que se resiste a cambiar con todas sus fuerzas aun a pesar de que hace aguas por todas partes. Y como en aquel vetusto imperio, todos tenemos que tragar con la figura de un monarca de rancia mentalidad que quizá haya sido uno de los titiriteros en la sombra tras el bochornoso teatrillo político de títeres que hemos presenciado en los últimos tiempos. De semejante bodrio circense únicamente se salvaron en su mayor parte los representantes de los partidos periféricos, esos que la caverna fascistoide españolista (a saber, PP, Ciudadanos y VOX) suele demonizar y denigrar calificándolos de "separatistas" y "proetarras". Fueron precisamente los parlamentarios de ERC, PNV, Bildu o Compromís los únicos que apelaron al sentido común en medio de tanta sinrazón. Pero en el mismo hemiciclo sociatas y podemitas hicieron como si escucharan llover, escenificando el enésimo y más que decepcionante fracaso de la izquierda.

     "Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros". Se dice que exclamó en junio de 1873 el presidente de la Primera República Estanislao Figueras, en el momento de presentar su dimisión antes de marcharse del país (para ampliar ver en Strambotic). La frase viene como anillo al dedo para describir lo sucedido esta semana, pues entre unos y otros se las han arreglado para destrozar las ilusiones de millones de votantes de izquierdas. Quién sabe, quizá todavía haya margen de maniobra para tratar de enmendar las cosas, en política todo es posible por muy asqueados que estemos de ella en estos momentos. Y lo del asco se puede hacer extensivo a otros países más o menos próximos. Mientras PSOE y Unidas Podemos se peleaban en el barro en Gran Bretaña tomaba el poder una imitación barata de Donald Trump, un tal Boris Johnson, cuyos únicos méritos reconocibles son sus ataques de diarrea mental y verbal. Cómo estará el patio si ya ni tan siquiera en las islas británicas pueden echar mano de gente seria. Aquí mientras tanto el espectáculo para de momento, ya que los payasos se van de vacaciones en agosto (como si las tuvieran merecidas). En septiembre empezará de nuevo el circo.



El último de la clase



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