Políticas, y políticos, suicidas

Un reciente estudio pone en evidencia los terribles estragos económicos que, en la mayor parte de países, puede generar el calentamiento del clima a lo largo del presente siglo ¿Qué están haciendo nuestros dirigentes? A la luz de las últimas tendencias queda claro que empecinarse en políticas suicidas.

   
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El presente mapa muestra como crecerá, o decrecerá, el PIB de cada país en función de los efectos previstos del calentamiento del clima a lo largo del siglo XXI. En rojo más o menos intenso se muestran las naciones que se empobrecerán a causa de estos cambios, en azul las que previsiblemente se enriquecerían. Obsérvese que España no estaría, ni muchos menos, entre las beneficiadas (Fuente: Nature).  
      Entre nombramientos de nuevos presidentes energúmenos, olas de frío, escandalosos tarifazos eléctricos y demás polémicas, hemos estado especialmente entretenidos estos últimos días. Tal vez por eso, y seguramente también por otros motivos más oscuros, ha pasado casi desapercibido un reciente estudio publicado por un panel de expertos en climatología de las universidades de Berkeley y Stanford (California). Puede que muchos prefieran simplemente ignorarlo, pero a mí las conclusiones de este trabajo me parecen especialmente preocupantes. A día de hoy son mayoría los que siguen asociando el concepto de cambio climático con un problema exclusivamente medioambiental. Glaciales que se derriten, osos polares que se extinguen, selvas que desaparecen y, en definitiva, todo eso de que hará más calor y ya no habrá invierno. En todo caso quien y más y quien menos lo asociará a sequías, desertización, aumento del nivel del mar y grandes desastres naturales, como huracanes o inundaciones. Puede dar la impresión que son cosas que parecen no afectarnos muy directamente o, de hacerlo, sólo de vez en cuando. De hecho los grandes medios de masas tienden a reforzar dicha impresión, ya que los temas referentes al cambio climático suelen tratarse en espacios informativos de carácter secundario, o incluso un tanto superficiales, en medio de noticias sobre animalitos atrapados que han sido rescatados por los bomberos, gente que se hace fotos abrazando árboles y festejos populares varios. Asociar lo uno con lo otro no parece casual, como si de esta manera restáramos importancia al problema. Salvo cuando los grandes dirigentes se reúnen por enésima vez para hablar mucho y no hacer nada, el clima rara vez copa titulares.

      No hay peor ceguera que la de aquel que no quiere ver. En referencia al calentamiento global esto es especialmente cierto. Porque, en última instancia, no se trata de los pobrecitos animalitos del ártico que se mueren de calor. Ni tampoco de un asunto que sólo deba preocupar a aquellos a los que les entristece su desaparición, esos hippies ecologistas, que no tienen nada mejor que hacer que protestar y se pasan el día fumando marihuana. El cambio climático amenaza nuestra civilización y forma de vida más que casi cualquier otra cosa en toda la Historia. Es como un inmenso asteroide en rumbo de colisión con la Tierra o como un virus mortal que afectará de una u otra forma a todo el planeta. Es ese invasor alienígena que viene hacia aquí y al que no prestamos la menor atención. Porque seguimos inmersos en esa cultura tecnológica que nos hace creer que estamos completamente desconectados del mundo natural, como si nada tuviéramos que ver con el mismo, como si fuéramos algo completamente independiente y ni tan siquiera hubiéramos surgido de él. Pero eso no es más que una vana ilusión y nuestra dependencia de la Naturaleza es realmente inmensa, desorbitada. Nuestra civilización no sobreviviría ni un solo día si no pudiéramos extraer del planeta todos los recursos que empleamos para mantenerla, pero tampoco tal y como la conocemos si las condiciones reinantes quedan drásticamente alteradas.

    Y de eso trata precisamente el estudio realizado por los investigadores de Berkeley y Stanford, de cómo el calentamiento global repercutirá en el PIB de todas las naciones durante el presente siglo, negativamente en la mayoría de casos. Estos trabajos hay que tomarlos siempre con la debida cautela, ya que se trata de previsiones económicas a muy largo plazo y siempre puede haber factores que no se han tenido en cuenta y que podrían alterar apreciablemente las conclusiones. No obstante muestran tendencias en procesos que ya se han puesto en marcha, por lo que ignorarlos sin más es un terrible ejercicio de irresponsabilidad. En esencia el estudio viene a decir que, para el año 2100, la economía mundial se habrá contraído un 23% sólo a causa de los efectos negativos del cambio climático. Hay que recalcar esto porque no se incluyen otros parámetros: como la superpoblación, la escasez o agotamiento de recursos básicos (agua potable, alimentos, materias primas elementales, etc.), la contaminación, la pérdida de más y más hábitats naturales, la propia inestabilidad inherente al sistema económico capitalista financiarizado, posibles conflictos políticos o incluso bélicos a gran escala o cualquier otro suceso futuro que ni tan siquiera hemos previsto. Y hay que reiterar también que la contracción económica prevista es en base al aumento de la temperatura media global en unos pocos grados, dos o tres a lo sumo (según las previsiones de la mayor parte de expertos), y nada más que en base a eso ¿Qué podría ocurrir si sumamos otros factores que añadan mucha más inestabilidad en la economía mundial o si el aumento de la temperatura es finalmente mayor? Es mejor no pensarlo y ahora veremos por qué.

    Con todo las repercusiones del calentamiento global no afectarán a todos por igual. A un selectísimo grupo de países privilegiados los cambios que están por venir les favorecerán bastante, a otros pocos más les irá relativamente bien, pero a la gran mayoría les irá mal o muy mal, incluso se puede decir que sobre unos cuantos se cierne un futuro cuasi catastrófico. Entre estos últimos encontramos a buena parte de las naciones africanas y también a muchos países del sudeste asiático, que sufrirán contracciones de su PIB en torno al 80%. A perro flaco todo son pulgas, como habitualmente suele decirse, y los que ya padecen van a padecer mucho más. Lo mismo podemos afirmar de ciertas naciones latinoamericanas, como el gigante Brasil, que experimentarán un retroceso similar. Sin embargo peores aún serán las contracciones del PIB que sufrirán las monarquías feudales del Golfo Pérsico, así como también naciones superpobladas y de gran peso político y económico (aunque sea a escala regional) como India y Pakistán, ya que las disminuciones se situarán por encima del 90% o incluso del 95%. Recapitulemos. Hablamos en primer lugar de países situados en una región ya de por sí muy conflictiva (se añadiría más leña al fuego del caos que consume Oriente Medio) y en segundo lugar de dos potencias con armas nucleares y la mala costumbre de enzarzarse en enfrentamientos armados. Una implosión económica de tal magnitud podría desestabilizar estos países hasta unos niveles difíciles de prever, las consecuencias políticas y sociales serían sencillamente devastadoras. No olvidemos por ejemplo que, solamente en la India, ya hay alrededor de 300 millones de personas viviendo en condiciones de pobreza extrema (con menos de 1,25$ al día).

   Podríamos pensar que esto de por sí ya es muy grave, pero el escenario pinta muchísimo más feo cuando comprobamos que las dos mayores superpotencias de hoy día, Estados Unidos y China, también sufrirían los efectos económicos negativos del calentamiento global. El estudio estima que los norteamericanos verían contraído su PIB en un 36% y los asiáticos en un 42%. No es demasiado si lo comparamos con los casos anteriores, pero hay que entender que la influencia a nivel mundial de, por ejemplo la India o Brasil, no se puede comparar, ni muchísimo menos, con la que ostentan China y los Estados Unidos. Ver desestabilizados estos dos todopoderosos gigantes tendrá consecuencias para todos. No olvidemos que sus economías, y las de todos los demás (una obviedad), están diseñadas para mantenerse en un estado de crecimiento permanente porque el sistema capitalista no puede funcionar correctamente de otra manera. Cuando el crecimiento se estanca o se inicia una fase de recesión empiezan los problemas, tanto más graves cuanto mayor es la caída o más prolongada sea en el tiempo.

   ¿Puede complicarse más el escenario futuro? Por supuesto que sí. Las alteraciones climáticas también generarán ganadores, concretamente entre los países situados en latitudes muy elevadas y, por tanto, con inviernos muy rigurosos o incluso extremos. El calentamiento transformará varios millones de kilómetros cuadrados de estériles páramos árticos, en tierras mucho más acogedoras y abiertas a todo tipo de posibilidades. Las naciones escandinavas y otras como Canadá podrían beneficiarse enormemente de esto y, en consecuencia, ver aumentado su PIB (sólo por los efectos del cambio climático, hay que repetir) incluso hasta en más de un 200% (en el caso de la pequeña Islandia ¡hasta un 500%!). Desde hace mucho estos países vienen siendo un paradigma en lo referente al Estado del Bienestar, pero el caso es que el peso de la economías nórdicas a escala global no es especialmente importante, ni tampoco son unos gigantes políticos, si bien el enorme Canadá es tremendamente prometedor en ese sentido. Otras naciones europeas con economías mucho más potentes, como Alemania, también se beneficiarían aunque no tanto, incrementando su PIB en torno a un 63%. Sin embargo todo esto palidece con lo que saldría ganando Rusia, que por efecto del calentamiento del clima podría ver incrementado su PIB hasta casi en un 420%. Dicho de otro modo su economía se haría cuatro veces más grande de lo que lo es hoy en día. Un mundo nuevo se abriría en las ahora frías desolaciones siberianas, en el ártico ruso y los congelados mares adyacentes. Nuevas rutas comerciales, numerosos recursos antes difícilmente accesibles, interminables extensiones que se tornarán practicables para la agricultura y la ganadería, etc. El territorio ruso es inmenso, eso no es ningún descubrimiento, pero hasta ahora los rigores del clima lo hacían poco atractivo. Si el cambio climático continua avanzando imparable, la hostil Siberia podría convertirse en un lugar deseable para vivir.


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Arriba el campo de batalla del Océano Ártico, muy rico en recursos como reservas
de hidrocarburos. A menudo no solemos pensar en esta región como en un espacio
increíblemente cerrado, donde las grandes potencias mundiales tienen fronteras
contiguas y se miran frente a frente.

    Recapitulemos. Rusia, que hoy en día ya es una gran potencia política y militar a escala mundial, podría convertirse en una de las mayores potencias económicas del futuro, sino en la mayor, mientras su gran adversario geopolítico, Estados Unidos, se debilita al mismo tiempo que lo hace China en el espacio euroasiático. En resumen, una severa reconfiguración del orden mundial, acompañada de naciones enteras colapsando y una más que previsible concatenación de conflictos de consecuencias potencialmente apocalípticas. No es una exageración. No veo a Washington cediendo su supremacía así sin más, ni mucho menos a la Rusia de Putin pasiva ante las oportunidades que se le presentan. Tampoco es previsible que los chinos vayan a quedarse quietos y harán todo lo que esté en su mano, que puede ser mucho, para minimizar los daños. Si ya es difícil prever cómo puede llegar a deteriorarse el escenario internacional tal y como estamos ahora, introducir la variable del caos climático da para tener pesadillas todas la noches.

   Sabiendo todo esto, por mucho que sólo se trate de estimaciones, ¿cómo están reaccionando los dirigentes mundiales? Tan solo hay que comprobar alguna de las primeras decisiones de la gran estrella mediática del momento, el recién estrenado presidente estadounidense Donald Trump, que como ultra reaccionario de toda la vida es un negacionista climático convencido. Ya sabemos cómo piensan estos machotes de derechas, para ellos las energías renovables (solar, eólica...) son cosas de maricones. Los hombres de verdad queman petróleo y carbón y emponzoñan la atmósfera con sus emisiones. En vista de lo anteriormente expuesto que Vladimir Putin quiera hacerlo es perfectamente comprensible, podría salir ganando y mucho, aunque a expensas de la desgracia de miles de millones de personas en el resto del mundo. Sin embargo el señor Trump anda muy despistado con su política cortoplacista de "energías sanas" basadas en el gas de esquisto y la tecnología "limpia" del carbón (no es broma, sus comunicados de prensa así las definen), para generar un gran número de puestos de trabajo en un breve periodo de tiempo. Esperpéntico ejercicio de contorsión lingüística, porque definir el carbón como una energía limpia es como decir que un potro de tortura es "una dulce mesita para hacer caricias". Ésta es una política suicida llevada a cabo por políticos suicidas, que o bien no saben por donde van, o bien su país, o mejor dicho su gente, les importa un carajo. Viendo cómo se las gasta el nuevo inquilino de la Casa Blanca yo creo que será más bien lo segundo.

   Y después de esta catastrófica vuelta al mundo terminemos en casa. Según el estudio que nos ocupa, ¿cómo afectará económicamente el cambio climático a España? Pues por desgracia vamos a estar en el nutrido grupo de los altamente perjudicados. La estimación indica que el PIB español se contraerá un 46% a lo largo del siglo. Los países de la Europa mediterránea se verán igualmente afectados dada su situación, justo lo contrario que los nórdicos y centroeuropeos, y sólo los desdichados griegos nos ganarán en esta carrera de perdedores, con una reducción del 51% en su ya maltrecho PIB. Si ya hay grandes diferencias entre estas "dos Europas", los ricos del norte y los pobres del sur, en el futuro que seguramente nos espera van a ser mucho mayores por obra y gracia del dióxido de carbono. Y cómo es de esperar nuestros dirigentes políticos, con el presidente Mariano Rajoy a la cabeza, actúan en "contra consecuencia" a las previsiones. En sus años de gobierno el PP no ha perdido la oportunidad de torpedear el sector de las energías renovables, con el infame "impuesto al sol" mediante, mientras apostaba por los combustibles fósiles y la dependencia energética del exterior. Como a los del resto del mundo, el cambio climático no parece importarles demasiado a nuestros conservadores. No es de extrañar, la gente tampoco les importa lo más mínimo. Es lo que tiene ser un político suicida, que sólo piensa en mantenerse otros cuatro años en el poder y es incapaz de hacer previsiones a largo plazo.

   ¿Cómo será el futuro de un planeta sobrecalentado por nuestra culpa? Puedo imaginar a un Donald Trump canadiense construyendo un muro a lo largo de toda su frontera, desde la Columbia Británica a Nueva Escocia, para impedir que los desarrapados estadounidenses del sur invadan su país para quitarle el trabajo a los nativos. También podría ver a Siberia como la nueva "tierra prometida", donde gran número de colonos acuden a instalarse. Mientras tanto los franceses bien podrían construir una alambrada de concertina de espino que recorriera los Pirineos, al tiempo que los gendarmes realizan devoluciones en caliente de los refugiados españoles y portugueses que han logrado saltarla. Y para aderezarlo sequías interminables, regiones costeras inundadas por las aguas del mar, desastres naturales cada vez más frecuentes y virulentos, hambrunas y guerras, puede incluso que nucleares. En última instancia, aunque haya ganadores particulares, todos vamos a salir perdiendo en términos generales. Es un escenario muy distópico, lo sé, pero bien podría hacerse realidad si no empezamos a redefinir desde hoy mismo nuestro modelo de civilización. De eso nos ocuparemos en la siguiente entrada.                 




N.S.L.B.D.

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