Acerca del mito del emprendimiento

El emprendedor es una de las figuras clave dentro del paradigma neoliberal. Ese personaje mítico hecho a sí mismo que construye un gran imperio empresarial a partir de la nada ¿Qué hay de cierto en todo esto?

 
Resultado de imagen de emprendedores      Toda doctrina, ya sea religiosa o profana, tiene sus propios iconos y figuras míticas. Profetas, santos y mártires se convirtieron en los arquetipos de las religiones abrahámicas (judaísmo, cristianismo e Islam), esos personajes modélicos que sirven de ejemplo al resto, de la misma forma que la figura del maestro, anciano y sabio, es otro icono dentro de la cultura y las religiones en China y todo el Extremo Oriente. La cultura contemporánea también tiene sus iconos particulares, sus personajes notables que se convierten en un ejemplo a imitar para el resto. Esto último es especialmente cierto cuando hablamos del fundamentalismo neoliberal, impuesto en Occidente hace más de tres décadas por la oligarquía corporativa y los poderes políticos y mediáticos a su servicio, y que ya es dogma oficial incuestionable ¿Qué iconos o figuras míticas surgen del pensamiento ultraliberal? Una de las más importantes es la del emprendedor, que ha servido para desarrollar lo que se nos vende como la cultura del emprendimiento, el polo hacia donde todos debemos converger. El emprendedor como paradigma, el modelo a seguir, imbuido en otros tantos mitos propios de esta forma de pensamiento. La cultura del esfuerzo, la búsqueda incesante del éxito profesional y material (tanto tienes, tanto vales), vivir sólo para tu trabajo, ascender en el escalafón social en base a todo ello (la tan traída y llevada meritocracia) y presumir todo lo posible de tus triunfos una vez has logrado los objetivos. Veamos qué es lo que se esconde detrás de todo esto.
     
      Cuando hablamos de emprendimiento y emprendedores en seguida nos viene a la cabeza una imagen arquetípica, esa que ha sido promocionada hasta la saciedad. Un joven profesional generalmente con estudios superiores, brillante y con iniciativa (a veces incluso un tanto excéntrico), que empieza de la forma más humilde imaginable, partiendo de cero y valiéndose únicamente de su talento y sus incansables ganas de trabajar y alcanzar sus sueños. Él y sus colegas echan a andar montando su proyecto en un garaje o algún sitio por el estilo, apenas sí tienen dinero, pero esa carencia la suplen con una desbordante ilusión y muchas noches sin dormir. Finalmente consiguen financiación porque su "idea" (otro de los elementos claves del mito) es sencillamente revolucionaria. La modesta empresilla creada por tres o cuatro amigos crece, el dinero empieza a fluir y con el paso de los años los jóvenes emprendedores se convierten en empresarios multimillonarios y su proyecto en un gigante empresarial con proyección internacional. Ese es el modelo y tras él se esconde toda una forma de pensar y un determinado proyecto de sociedad. El mito se ha reproducido bajo múltiples formas, el cine de Hollywood también nos lo ha mostrado muchísimas veces, el clásico sueño americano. Uno de los últimos ejemplos destacables es el film Joy (2015), protagonizado por Jennifer Lawrence. Y cómo no también nos vienen a la cabeza nombres como los de Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Microsoft) o Mark Zuckerberg (Facebook), esos genios que triunfaron en el competitivo sector tecnológico, alcanzaron gloria y fortuna, y terminaron abriendo un sendero que otros muchos han seguido ¿Quién no querría imitar su ejemplo?

     Con todo esto no es de extrañar que la cultura del emprendimiento se haya extendido por todas partes. Nos la venden a todas horas y en múltiples foros (medios de comunicación, programas políticos, en el ámbito académico...). En las universidades esta cultura ya es omnipresente, pues se nos dice que éstas han de formar a sus alumnos para que encajen en el mundo empresarial. Proliferan las jornadas y eventos sobre emprendimiento y startups (los anglicismos siempre son mucho más molones y es mejor utilizarlos en vez de decir "negocio recién abierto"), donde personajes que no dejan de tener un punto de charlatanes de teletienda se venden como asesores, coach (más anglicismos) o intermediarios entre las potenciales fuentes de financiación y los ilusionados jóvenes que los escuchan, soñando con que algún día lleguen a alumbrar una de esas ideas geniales que les permita fundar la próxima gran empresa que se convertirá en leyenda. Todo gira siempre en torno a la sacrosanta iniciativa privada, fuente de todo bien dentro del credo ultraliberal. El Estado no debe intervenir para nada, o al menos eso es lo que nos cuentan, porque una economía totalmente desregulada y donde impere por encima de todo el sector privado es sinónimo incontestable de prosperidad y progreso. Todo lo contrario que las economías intervenidas del malogrado modelo socialista, que colapsó por ser corrupto, malvado e inoperante, un infierno que asfixiaba el emprendimiento. Emerge así la figura del emprendedor como el héroe, el ideal, de nuestro tiempo. Sin en el pasado adorábamos a la mártir Santa Margarita de Antioquía o a San Francisco de Asís, ahora adoramos a Steve Jobs o a los creadores de Google. Un culto termina sustituyendo a otro y ellos son la viva imagen del éxito en el marco de la utopía capitalista. Cambian los modelos pero no la esencia misma que sustenta una creencia, la fe en algo intangible. Arriba, siempre hacia arriba, no hay límites porque vivimos inmersos en la ilusión del crecimiento continuo. Como si no ocupáramos un planeta finito donde los recursos comienzan a escasear.

Resultado de imagen de gps militar     ¿Pero qué realidades se esconden detrás del mito del emprendimiento? No paran de repetirnos que lo privado ha de imperar, que los emprendedores triunfan únicamente por sus propios méritos y su esfuerzo, sin necesidad de que el Estado venga a meter las narices donde no lo llaman ¿Es eso cierto? Pongamos el ejemplo de Silicon Valley (California), considerado en todo el mundo como el olimpo del emprendimiento, donde encajan todos los tópicos del mito (ideas brillantes y revolucionarias, chavales que empiezan su negocio alquilando un garaje...) y que ha alumbrado a los grandes gigantes tecnológicos que todos conocemos. El profesor Vicenç Navarro nos revela en una de las entradas de su blog (ver Los mitos neoliberales sobre la superioridad de lo privado sobre lo público) lo que no nos cuentan acerca de Silicon Valley y los legendarios pioneros del sector tecnológico. Solemos pensar en Estados Unidos como en el principal paraíso de la iniciativa privada, pero lo cierto es que estamos ante una de las economías más intervencionistas de Occidente, tal y como revela la profesora Mariana Mazzucato (de la universidad Sussex). La gran revolución informática y electrónica, que echó a andar en la década de los 70 del pasado siglo y que tuvo en Silicon Valley su gran centro neurálgico, no hubiera sido posible sin la financiación de instituciones públicas dependientes del Gobierno Federal y por supuesto de las Fuerzas Armadas estadounidenses, ya que los desarrollos tecnológicos surgieron originalmente como aplicaciones militares. Es un hecho fácilmente comprobable que innovaciones como el GPS, los virtual assitants activados mediante la voz, los sistemas touchscreen e incluso el ya universal lenguaje HTML, que ha menudo nos venden como méritos de la genial iniciativa privada de los visionarios de Silicon Valley, se idearon en principio para darles un uso exclusivamente bélico. En todos estos casos detrás de cada proyecto existía una fuerte inversión pública, que arropaba a los emprendedores del sector puesto que sus desarrollos favorecían los intereses estratégicos de Estados Unidos. Asimismo existió también un largo proceso de investigación previa, efectuada en las décadas anteriores principalmente en universidades e institutos de investigación públicos, que preparó el terreno e hizo posible que todas estas innovaciones surgieran cuando surgieron. La mágica "idea" emergiendo prácticamente de la nada, fruto de la genialidad del legendario emprendedor, no es más que un mito. Siempre hay alguien que se aprovecha del trabajo previo realizado por muchos otros.

     Y es que gigantes trasnacionales del sector tecnológico, como Apple o Google, recibieron en su momento un nada desdeñable "empujoncito" de fondos públicos con el que poder consolidar sus nacientes negocios. Puede que se hayan escrito un buen número de hagiografías y que incluso se haya realizado una película (estrenada en 2015) alabando la figura del mítico Steve Jobs, pero sin el aval inicial de 500.000 dólares, prestados por el propio Gobierno Federal en condiciones bastante ventajosas, Apple no sería lo que hoy es. Lo mismo se puede decir de Google, que en sus inicios recibió importantes fondos de la National Sciencie Foundation, una agencia gubernamental, para poner en marcha su proyecto. Por supuesto no estoy en contra de que organismos públicos apoyen y financien generosamente la investigación y los desarrollos tecnológicos, todo lo contrario, ya que esto es algo muy positivo. Sin embargo resulta muy chocante que la propaganda ultraliberal haya pasado por alto todos estos hechos, ninguneando el papel esencial que han jugado las inversiones públicas en todo el proceso, para seguir vendiéndonos el mito de los héroes de la iniciativa privada. El emprendimiento es un esfuerzo colectivo que se hace posible con el dinero de los impuestos de todos los ciudadanos, no el mérito de unos pocos elegidos. Cierto es que Steve Jobs, Bill Gates y otros tantos estuvieron avispados y, una vez afianzaron sus empresas, ello los colocó en una posición muy ventajosa en este nuevo mercado. En el no muy conocido (al menos en España) telefilm Los piratas de Silicon Valley (1999), Jobs y Gates son mostrados como unos oportunistas, a menudo sin excesivos escrúpulos, que no dudan en plagiar o aprovecharse de las ideas de otros con tal de conseguir sus objetivos. Que lo lograron es más que evidente, pero esto no cuadra demasiado bien con el consabido mito del emprendedor. Todo y que una producción de bajo coste el film no deja de ser interesante, el nombre lo dice todo.

    Yéndonos al caso español los fundamentalistas neoliberales también nos han bombardeado con sus variantes del mito del emprendimiento, ya que su visión es prácticamente la única que nos ofrecen los medios de masas. Curioso que así sea cuando algunos de esos medios, como las distintas televisiones públicas existentes, se financian en buena medida con los impuestos pagados por todos nosotros. Los emprendedores de leyenda made in Spain tienen sus peculiaridades, aquí por ejemplo presumimos de grandes chefs y cocineros súper innovadores que se pasean por los platós televisivos y protagonizan programas de entretenimiento para darnos lecciones y adoctrinar en los secretos de su éxito. No serán pocos los que muerdan el anzuelo soñando con que ellos también pueden conseguirlo. Y por supuesto ahí tenemos también el asombroso éxito de Amancio Ortega y su emporio textil Inditex, surgido prácticamente de la nada ¿Qué mejor ejemplo de emprendimiento que el suyo? Pero no debemos olvidar en qué se ha basado el monstruoso crecimiento experimentado por el grupo del señor Ortega, un fenómeno común al capitalismo neoliberal imperante y que conocemos con el nombre de externalización outsourcing (una vez más volvemos con los anglicismos). Entendemos por externalización el proceso mediante el cual una empresa delega, o mejor cabría decir que subcontrata, una parte de su proceso de negocio en otra u otras. La globalización experimentada en las últimas décadas ha permitido que Inditex y otros muchos gigantes industriales derivaran la mayor parte de su producción (sino toda) a países en vías de desarrollo donde los salarios son paupérrimos y apenas sí se reconocen los derechos de los trabajadores. La empresa matriz suele lavarse las manos ya que éstos no son empleados directos suyos, evitándose así ciertas responsabilidades legales. Así se minimizan los costes de producción (los empleados trabajan muchísimas horas y producen mucho por poco dinero) y se pueden ofrecer mercancías a precios muy competitivos que hacen las delicias de los consumidores en Occidente. Esto tiene mucho más que ver con la explotación que con el emprendimiento, porque muchas de estas grandes empresas lo externalizan casi todo. Es habitual que el proceso de diseño de un determinado producto, que luego será lanzado al mercado, sea realizado por freelance (y otro anglicismo más, que viene a significar más o menos lo mismo que autónomo) que no están en nómina de la compañía y que sólo cobran por los servicios realizados.

    Los procesos de externalización y deslocalización industrial (la mayor parte de la producción industrial se ha desplazado desde Occidente hacia los centros de Asia, Latinoamérica e incluso África), así como otros fenómenos relacionados con la progresiva financiarización de la economía mundial, muestran el verdadero carácter del neoliberalismo. Sus defensores siguen llamándose a sí mismos "liberales", al asegurar que su ideario bebe de las fuentes clásicas del capitalismo de los siglos XVIII y XIX, las obras de Adam Smith y John Stuart Mill entre otros. Para resumir el liberalismo clásico nos dice que el Estado no ha de intervenir en las actividades económicas de los individuos en el marco de un mercado libre, así estos intercambiarán bienes y servicios libremente hasta que se alcance una suerte de equilibrio mágico en el que las necesidades de todos quedarán satisfechas. De una u otra manera estamos acostumbrados a escuchar cosas muy parecidas, pero no es eso lo que sucede en el mundo de hoy. La teoría de la escuela neoliberal va por otros derroteros aun a sabiendas de que siguen vendiéndonos las mismas viejas ideas. Se fundamenta en el hecho de que el Estado ha de ser el garante de su modelo económico, blindando legalmente los privilegios de las grandes corporaciones y la oligarquía financiera, implementando políticas que favorezcan sus intereses y encorsetando lo máximo posible los derechos y libertades de las clases trabajadoras (y de la ciudadanía en general) para no dejarles excesivo margen de maniobra. Los liberales clásicos deseaban un Estado no intervencionista, pero los fundamentalistas neoliberales de hoy día necesitan que éste lo sea más que nunca, sólo que en un sentido muy distinto al que habitualmente solemos pensar. El mejor de los instrumentos para allanarles el camino. Desde esta perspectiva entendemos mejor fenómenos como la deslocalización de industrias, las políticas de austeridad emprendidas dentro de la Unión Europea o los tratados de libre comercio (como los polémicos TTIP o CETA). Unos y otros han necesitado de cobertura legal y por supuesto gubernamental para poder ser llevados a cabo. Al respecto de todo esto recomiendo leer el artículo El neoliberalismo antiliberal, publicado recientemente en la web de ATTAC.


Resultado de imagen de graficas autoempleo en europa   Y para finalizar volvemos sobre el mito del emprendimiento. Cuando hablamos de los problemas por los que actualmente pasa España viene siendo habitual que se nos diga que éste no es un país de emprendedores, ya que de serlo nos iría mucho mejor. Nuevamente volvemos a tópicos como el de que aquí todos queremos ser funcionarios y trabajar lo mínimo posible, sin atrevernos a arriesgar porque no hemos mamado esa cultura tan propia, por ejemplo, de los países anglosajones o centroeuropeos ¿Será eso cierto? Atendiendo a los datos de 2015 ofrecidos en la página TerritorioPyme en nuestro país el 99,9% de las empresas son pymes, es decir, cuentan con menos de 250 trabajadores y facturan menos de 50 millones de euros al año. De ellas más del 40% son microempresas de menos de nueve trabajadores y, a su vez, más de la mitad de éstas están compuestas por una única persona, a saber, un trabajador autónomo. Descontando la consabida economía sumergida, en 2015 había en España más de tres millones de trabajadores autónomos registrados y un total de alrededor de 1.300.000 microempresas. No sé yo pero sumando me salen muchísimos emprendedores, gente que ha decidido probar suerte y montárselo por su cuenta. España siempre ha sido un país en el que se han abierto muchísimos bares, peluquerías de barrio, quioscos y un sinfín de pequeños negocios más, todos ellos obra de emprendedores aunque antes no los llamáramos así.

     Es más, contemplando la gráfica de más arriba (extraída del artículo La aventura de ser autónomo) llegamos a unas interesantísimas conclusiones. Los países menos aventajados de Europa (además del nuestro, Portugal, Grecia o Irlanda) poseen mayores índices de autoempleo y creación de microempresas, lo que se puede traducir en un mayor número de emprendedores. Estos índices son relativamente bajos en las naciones escandinavas, Alemania e incluso ¡Estados Unidos!, donde la tasa de autoempleo no va mucho más allá de un 5% ¿No era esta la tierra prometida del emprendimiento? Para serlo no parece que haya demasiadas personas dispuestas a intentarlo y no resulta creíble que la mayor parte del resto sean triunfadores propietarios de grandes empresas. Y así nos encontramos con una reveladora relación inversamente proporcional entre nivel de emprendimiento y el desarrollo económico, justo lo contrario de lo que pregonan los voceros ultraliberales. Las cifras muestran que la precariedad laboral y una mayor desprotección social empujan a los trabajadores a lo que podríamos llamar un "emprendimiento forzoso", intentarlo de esa manera por no ver muchas más salidas. Muchos fracasarán en el empeño, por mucho que los medios se esfuercen una y otra vez en pregonar el éxito de esta cultura y forma de vida. Al menos en un país como España los genios no suelen quedarse por aquí a fundar exitosas empresas, se marchan al extranjero a ofrecer su talento a otros. Otra forma de emprendimiento tan válida como las demás.


Juan Nadie
 
                            

1 comentario:

  1. das en el clavo, son mitos; el ejemplo de Amancio Ortega es uno de ellos y no mencionas su fuente de financiación cual fue, ni yo puedo hacerlo para no ser acusado...pero fue lo que fue.
    detras de cada mito emprendedor esta la historia de verdad, la economia de verdad, es que no nos enseñan para mantener el mito y tener a las masas engañadas y sumisas

    ResponderEliminar

Comentarios sujetos a criterios de moderación.