L@s tratan como a putas

Esta semana se ha celebrado el Día Mundial de la Libertad de Prensa. Pero no hay demasiado que celebrar, tampoco en España. Da la impresión de que aquí, cada vez más, los y las periodistas son tratados como putas por el poder.


Resultado de imagen de rajoy plasma      El pasado día 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, efeméride en la que se pone de relieve lo difícil que puede llegar a ser lo de ejercer la profesión periodística en no pocos países. Muchos son asesinados por informar de lo que no deben o adentrarse en territorios conflictivos, y son muchos más los que terminan perseguidos o encarcelados porque su labor incomoda a estos u otros gobiernos, que se pasan la libertad de prensa por donde todos sabemos, muchas veces con la repugnante complicidad de la muy democrática UE. Podemos hablar acerca de la situación de periodistas y blogueros en Irán, Arabia Saudí, China, Kazajistán, Bielorrusia o cualquier otro de esos sitios chungos donde hablar más de la cuenta puede costarte la vida. Aquí en España por fortuna eso no pasa, porque vivimos en un país súper democrático y respetuoso con los derechos y libertades, donde puedes tratar cualquier tema con independencia mientras no esté relacionado con ETA o su entorno. Eso es lo mismo que decir, según los estándares patrios, que cualquier cosa que huela mínimamente a rojo o a nacionalismo periférico (catalán, vasco, gallego...) es automáticamente sospechosa de confabularse con las diabólicas hordas bolivarianas que pretenden arrasarlo todo y, ya de paso, devorar a unos cuantos niños crudos ¿Goza de buena salud la profesión periodística en nuestro país?
     
       Artículos de opinión, comentarios que se multiplican en las redes sociales, noticias acerca de periodistas que deben comparecer en los juzgados por haber cubierto un desahucio o una manifestación... Todo refleja un cierto malestar y precariedad en el mundillo de los informadores. Aquellos que se han dedicado a destapar el escándalo de los "papeles de Panamá" pueden sacar pecho, aunque sólo sea de cara a la galería, pero el resto de sus colegas andan en horas bajas. No nos engañemos, en un país donde el poder mediático está controlado por unas pocas familias, como los Lara Bosch (propietarios de Atresmedia y el Grupo Planeta) o los Polanco (dueños de la quinta parte del accionariado del Grupo PRISA), no hay muchos sitios a donde ir si quieres ejercer la profesión de manera absolutamente independiente. No hace falta ser un lince para comprobar que esas mismas familias, parte integrante de la élite económica y social española, mantienen estrechas y excelentes relaciones con el poder político. Y cuando hablo de poder político me estoy refiriendo a los dos grandes partidos que han sustentado el régimen desde el 78, el PSOE y el PP. Los medios afines, casi los únicos a los que el gran público tiene acceso, también han jugado un papel fundamental en la sustentación de este régimen de alternancia. A través de ellos se nos ha venido indicando qué era lo correcto y lo incorrecto, qué personajes eran intocables y cuáles no, lo que había que defender y lo que había que condenar, qué temas debían merecer nuestra atención y cuáles debían ser ignorados y así un largo etcétera. En resumen, adoctrinamiento vía radio, prensa y televisión. Todo queda en casa porque poder político, poder económico y poder mediático se retroalimentan entre sí precisamente porque nacen de las mismas élites, ese selecto grupo de personajes que muchas veces incluso estudiaron juntos en los mismos colegios exclusivos.

      ¿Y qué pueden exigir de sus trabajadores estos grandes señores de los grupos de comunicación? Básicamente lo que todo gran empresario, se dedique a lo que se dedique, exige a los suyos, que para eso vivimos en un mundo donde la "mentalidad empresarial" ha de estar por encima de todo. Es decir, los periodistas han de trabajar muchas horas cobrando lo mínimo posible, mejor si son autónomos, y por supuesto han de ser sumisos y escribir o informar únicamente sobre lo que les den permiso. Hay que contentar al jefe y eso, cuando hablamos de periodismo, significa publicar lo que se acomode a sus intereses particulares y a los de sus amigos, censurando el resto. La pérdida de derechos laborales afecta a todos los sectores y los periodistas no son ajenos a este fenómeno. Contratos precarios, sueldos de pena, despidos a diestro y siniestro y nula independencia. La profesión está prostituida, como tantas otras, porque al final la mayoría opta por aferrarse al puesto de trabajo para seguir cobrando a fin de mes. La situación económica y laboral es la que es y, si has estudiado la carrera de periodismo, seguramente preferirás formar parte de este mundo antes que quedarte en el paro o salir adelante sirviendo cafés o como limpiacristales. Conclusión, toca tragar y convertirse en un eslabón más de la cadena de trasmisión de la propaganda del poder.

      Así vemos como grandes referentes del periodismo en España, como Iñaki Gabilondo, han pasado largas temporadas fuera de los principales medios. También Ana Pastor fue finiquitada de TVE a las primeras de cambio una vez el PP subió al poder. Asimismo comprobamos que, aquellos periodistas igualmente consagrados que deciden manifestar opiniones independientes pero incómodas, sufren las debidas represalias. Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en el conocido columnista Miguel Ángel Aguilar, despedido por El País por haber criticado en un medio extranjero la situación de muchos de sus colegas por estos lares (ver la noticia en infolibre). No quieren profesionales de la información, prefieren putas baratas que se arrodillen y hagan sin rechistar todo lo que se les diga. Por encima de este lumpen proletario de la industria de la comunicación están los propagandistas oficiales disfrazados de periodistas, los "marhuendas" de turno. Bien pagados, bien servidos y bien comidos, se les ve pasear lustrosos por todas las televisiones para cumplir con su labor de adoctrinamiento a las masas. Ellos están hasta en la sopa, a otros casi hay que ir a buscarlos a las profundidades de Internet. Son los sacrosantos creadores de opinión, lo que el profesor Vicenç Navarro denomina "el saber convencional", que por supuesto se alinea con el fanatismo neoliberal al más puro estilo del IBEX 35. A nadie debe extrañarle esto último, si los amos de los medios de comunicación forman parte de la élite, el único pensamiento que difunden sus empresas es el dominante entre esa misma élite.

     ¿Qué hay para los demás, los y las periodistas convertidos en meros asalariados o trabajadores autónomos a la espera de algún encargo? Ahora no sólo han de soportar el menosprecio de sus superiores, que les dictan artículos y titulares o se deshacen de ellos como si fueran pañuelos usados, sino también de buena parte de la clase política y sus acólitos. Hemos visto, por ejemplo, como un señor que dice ser el presidente del Gobierno (aunque visto lo visto ya no lo tengo tan claro) daba "ruedas de prensa", porque llamarlas así suena a broma, que eran como monólogos a través de una pantalla de plasma. Una presunta comparecencia en la que no se establecía diálogo alguno, en la que las preguntas no sólo no estaban permitidas, sino que además no eran posibles. Difícil imaginar un insulto y un desprecio mayores a la profesión periodística. Y la moda de prohibir a los periodistas hacer preguntas se ha ido extendiendo, no vaya a ser que incomoden demasiado al orador. También la de no hacer declaraciones a determinados medios o no acudir a determinados programas, la responsabilidad para con la ciudadanía tirada a la basura. Viendo esto el plante de la prensa a Pablo Iglesias en un acto en la Universidad Complutense el pasado 21 de abril, en respuesta a las críticas que éste vertió sobre un periodista del El Mundo, se antojan gestos casi ridículos ¿Dónde estaban estos arranques de dignidad profesional en otras ocasiones cuando se los humillaba mucho más? No es por darle coba al Coletas, pero sí que da la impresión de que existen figuras a las que se puede acribillar mediáticamente por ciertos comportamientos, cuando hay otras a las que apenas se critica por hacer cosas mucho peores. De esta manera, y poco a poco, muchos periodistas se están trasformando en putas porque así es cómo los quieren los de arriba. Ya veremos lo que habrá que celebrar el próximo Día Mundial de la Libertad de Prensa.


El último de la clase
 
                       

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