Cambiar las cosas para que todo siga igual

A veces no hay nada mejor que cambiar las cosas para que todo siga igual. Entre tanto baile de encuestas, casos de corrupción y campaña política podemos acabar muy hartos de este año electoral. Tengo la impresión de que, al final de la carrera, saldrán ganando los de siempre.


Resultado de imagen de podemos o ciudadanos          Encuestas, encuestas y más encuestas sobre intención de voto, parece que cada día sale una nueva elaborada por un medio distinto. Se han convertido casi en una droga para algunos, necesitados de datos acerca de qué partido podría ganar las próximas elecciones generales o cuál se está desinflando ¿A quién le importa su fiabilidad o margen de error? Son como oráculos que reflejan la realidad política del país, como si manipularlas en tu propio interés fuera algo imposible. Mucho me temo que las encuestas se han convertido en un instrumento con el que maquillar las supuestas verdades que nos rodean con el objeto de condicionarnos y así convertir la ficción ideada por el poder en algo palpable. Datos sobre la evolución del desempleo, acerca de la "recuperación" económica, sobre los líderes políticos más valorados, los temas que más preocupan a los españoles y, por supuesto, las encuestas estrella acerca de quién ganará las próximas elecciones. Soplan vientos de cambio, nos dicen. Pero, ¿no querrán los de siempre, aquellos que manejan los hilos en la sombra, dirigir un cambio para que todo siga estando igual?
       
           Si durante el año pasado asistimos al fulgurante fenómeno de Podemos, un partido surgido como de la nada que, en cuestión de meses, acaparó la atención política y mediática subiendo como la espuma en apoyos entre el electorado, este año le ha tocado el turno a su supuesta imagen especular al otro lado del espectro político, la formación dirigida por Albert Rivera Ciudadanos. El explosivo auge de Podemos, que se presentó como la respuesta en forma de partido a movimientos como el 15M, sorprendió a muchos. Casi se podría decir que pilló a más de un oligarca fuera de juego y, durante un tiempo, dio la impresión de que esos a los que llamaban "casta" se encontraban totalmente descolocados ante su, al menos en apariencia, imparable auge. Mucho votante desencantado volvió a ilusionarse con la política, después de tanto tiempo un soplo de aire fresco entraba en las españas. Esta vez sí, por fin cambiarían las cosas en este putrefacto país. Después descubrimos que no todo era tan perfecto e idílico como nos lo pintaban. Vinieron primero los favores universitarios a Íñigo Errejón y después el lío fiscal de Juan Carlos Monedero. Fue entonces cuando el facherío cavernario se frotó las manos de satisfacción y lanzó toda su artillería contra Podemos, ya podían emplear más cosas además de ETA y Venezuela; no les darían tregua ni de día ni de noche. No es que estos dos mostraran un comportamiento intachable, pero también es verdad que, en comparación con las infinitas corruptelas de la mafia pepera, es como pretender equiparar a alguien que tan solo tiene por costumbre colarse en el metro o el autobús sin pagar el billete con los crímenes de un pederasta que se dedica a violar y asesinar niñas.

          Así fue como Podemos inició su proceso de "normalización" política, pasando de ser esa alternativa casi revolucionaria que muchos creyeron a algo más parecido al resto de partidos. Pablo Iglesias y su círculo crearon una estructura jerarquizada para que pudiera ser controlada por ellos con mayor facilidad, en vez de un sistema más horizontal y asambleario en donde todos contaran por igual (utópico, lo sé), impusieron candidatos en las listas regionales y los "círculos" ciudadanos perdieron peso, empezaron a hacerle guiños al poder financiero y, por supuesto, continuaron enfangándose en la pocilga política y mediática de este país. Poco a poco se han ido pareciendo más y más al resto de formaciones políticas y el entusiasmo inicial se ha rebajado. Lo último ha sido la dimisión de Monedero achacada a disensiones internas, aderezada por el sonido de botellas de champán descorchándose en las guaridas del facherío ¿Quién sabe? Tal vez todo esto ha sido el precio a pagar por consolidarse, o puede que en el proceso una cierta perversión sea inevitable, pero no se puede dejar de tener la impresión de que el recién nacido Podemos que saltó al estrellato en las pasadas elecciones europeas no es el mismo que el actual. Y todo en apenas un año.

         Con todo se hace necesario darle más alternativas a la plebe, puesto que los viejos partidos, entiéndase PP y PSOE, apestan tanto que muchos ya ni se atreven a acercarse. Es ahí donde entran Ciudadanos y Albert Rivera, el nuevo niño mimado del IBEX 35. Joven, dinámico, de aspecto impecable y forjado en el anticatalanismo, Rivera ofrece una imagen mucho más amable para las élites que Iglesias, con él seguro que se van a llevar mucho mejor. Es la derecha reformada que se presenta bajo una supuesta bandera de progresismo. Progresistas sí, pero sin pasarse, no vaya a ser que parezcan demasiado izquierdistas para el gusto del facherío dominante. Su programa esconde una línea ideológica neoliberal pura y dura no muy alejada del peperismo más rancio o el pseudosocialismo traidor, ambos vendidos y sumisos al poder del capital, aunque con una promesa de honestidad y lucha contra la corrupción. Luego claro está tenemos propuestas populistas como legalizar los porros y el putiferio, para así ir captando a los despistados. Ha nacido una estrella a nivel nacional, Ciudadanos, que hasta hace cuatro días se circunscribía al ámbito catalán. Su ascenso en las encuestas ha sido incluso más meteórico que el de Podemos y por supuesto no ha tenido que dar tantas explicaciones por todo, bien saben que no los van a machacar del mismo modo en relación a su programa político y económico, o acerca del turbio pasado de algunos de sus integrantes y colaboradores. No se hablará tanto de Jordi Cañas, asesor del partido imputado por fraude fiscal, o del hecho de que en el mismo se hayan colado algunos ultraderechistas. La dirección ha reaccionado rápido y se ha deshecho de presencias políticamente incorrectas, pero si la mierda atrae a las moscas por algo será. Por cierto, ¿aparte de Rivera y algún que otro insufrible tertuliano profesional, alguien conoce a otro político relevante que sea miembro de Ciudadanos? Como todo lo demás tampoco importa, pues parece que se les está allanando el camino de forma interesada. Las encuestas bien sirven para eso.

         Quisiera emplear un símil con el que comparar la imagen que tengo de Podemos y Ciudadanos. Si este país fuera un bloque de pisos con su respectiva comunidad de vecinos, sería evidente que el edificio se encuentra en una situación bastante deplorable y el actual presidente de escalera y su amigotes no hacen sino empeorarla. En este símil los de Podemos serían aquellos que quieren hacer una reforma en el edificio para sanearlo. Ya se sabe, eso de tirar algunos tabiques y levantar otros nuevos para remodelar un poco la distribución interna, sustituir las cañerías viejas por otras nuevas, cambiar suelos, iluminación, puertas y ventanas y pintarlo todo con otros colores. Puede que el edificio cambiara de aspecto, pero seguiría siendo el mismo en su estructura y otras muchas cosas, ya que sólo habría sido una reforma, más o menos profunda, pero al fin y al cabo una reforma. Eso es algo completamente distinto a derruir todo el bloque y, en el solar que quedara, levantar otra construcción radicalmente diferente. Después de todo y a pesar de las alarmadas advertencias del facherío, que vaticinan el próximo advenimiento del anticristo bolivariano, los de Podemos no son más que eso, los tíos que quieren hacer reformas en el edificio, pero dejando su estructura fundamental intacta. La rueda izquierda de recambio del sistema, puesto que la del PSOE está hecha una pena.

         ¿Y Ciudadanos, quiénes son los de Ciudadanos? Pues aquellos que no están del todo a gusto con la situación actual, pero que sin embargo tampoco quieren que cambien demasiado las cosas. Una reforma a gran escala es mucho para ellos, pues se contentarán con echar unas manos de pintura, cambiar las bombillas fundidas, arreglar unas cuantas fugas de agua para que no apeste tanto a humedad en la escalera, adecentar la fachada para ofrecer una mejor imagen de cara al exterior y limpiar toda la mierda que se acumula en los rincones para esconderla bajo unas nuevas alfombras de último diseño compradas en el Ikea. Más sencillo pero igualmente resultón para ir tirando unos cuantos años más. Después de todo de eso de trata, de ocupar cargos e ir viviendo de ellos.

        ¿Por quién se decantará el electorado? ¿Por los de la reforma o por los del simple maquillaje al edificio? Una vez escuché decir al alguien, no recuerdo exactamente a quién, que España es un país de miedosos y cobardes porque nos han educado para serlo. La dictadura de Paquito el Exterminador puede que tenga buena parte de culpa. Son muchos los que reconocen que "Podemos les da miedo", más que un desahucio, que te enchironen en virtud de la Ley Mordaza por haber ido a una manifestación o que pudrirte durante años en el paro. Cómo somos. Los cambios nos asustan aunque tampoco sean tan radicales y ahí están los medios de intoxicación para alimentar nuestro miedo con ridículos fantasmas con aspecto de Hugo Chávez o chicarrón del norte encapuchado y con txapela. A este paso serán muchos los que terminen optando por un cambio que al final no será tal, pues todo seguirá siendo igual y los mismos de siempre (la banca, los del IBEX 35, el FMI, Alemania...) continuarán dirigiendo el cotarro. El viejo dicho de "más vale malo conocido que bueno por conocer" dice mucho de nuestra inestimable estupidez popular.Yo por mi parte preferiría demoler el edificio y empezar de cero otra vez.


El último de la clase                         
        

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