A falta de ETA... ¡cómo nos hace falta Venezuela!

Nada mejor que un enemigo, real o ficticio, para desviar la atención sobre los problemas y miserias propios. Si en el pasado fue ETA, la derecha política, económica y mediática que domina nuestro país ya ha encontrado otro oportuno demonio contra el que arremeter con saña con idénticos fines. Éste no es otro que el gobierno bolivariano de Venezuela.


Mural en Venezuela a favor de los etarras "refugiados" en este país.
Mural pintado en una calle de una ciudad venezolana, no se especifica
cuál, aparecido en una fotografía en la edición digital de El confidencial.
Dicha noticia afirma que el país latinoamericano es la "madriguera" de
los etarras más sanguinarios.
             "Os haremos lo peor que se os podría hacer, dejaros sin un enemigo". La frase, u otra muy parecida, se atribuye supuestamente a un delegado soviético que, allá por el año 1990, se dirigió con estas palabras a un representante norteamericano en relación al deshielo de las relaciones entre ambas superpotencias como consecuencia del fin de la Guerra Fría. De esta manera el diplomático ruso hacía ver que, a partir de ahora, Estados Unidos no podría emplear la escusa de la "amenaza roja" para justificar su política intervencionista, e imperialista, en muchas partes del globo.
Disponer de un enemigo contra el que cargar tiene muchas ventajas. Se lo puede emplear a la manera de cortina de humo, para distraer la atención de problemas y defectos propios tales como una pésima gestión de gobierno, la crisis económica, casos de corrupción, etcétera. También se lo puede usar para desacreditar e incluso demonizar a tus rivales políticos, asociándolos o comparándolos con ese enemigo, aunque sólo sea en base a pruebas que apenas se sostienen. Por último también podemos agitar la amenaza del supuesto enemigo para atemorizar a la población y crear un estado de alerta o psicosis ficticio, lo que podría llegar a ocurrir si gente de su misma calaña se instalara entre nosotros e incluso llegara a alcanzar el poder. Poco importa que el susodicho enemigo no represente una amenaza tan grande como la que se nos vende, o que ni tan siquiera se lo pueda considerar como tal, lo importante es disponer de un demonio al que recurrir para justificar estas u otras acciones, u omisiones, tal y como los norteamericanos hacían con los soviéticos, y viceversa, en tiempos de la Guerra Fría.

           Durante alrededor de cuatro décadas, desde los últimos años de la dictadura hasta bien entrado el siglo XXI, en España hemos contado con uno de esos enemigos "ideales", esa representación del Mal a la que el poder podía recurrir de forma interesada cuando le convenía. Éste no era otro que la banda armada, o terrorista (aunque esta definición siga sin estar del todo clara incluso a día de hoy), ETA. No es que los muchachos del norte fueran unos santos, su historial criminal queda fuera de toda discusión, pero qué duda cabe que su actividad ha sido objeto de manipulación política y propagandística por parte de los distintos gobiernos habidos desde la Transición y, muy especialmente, por parte de la derecha nacionalista española. Este "comodín de ETA" era un recurso muy sufrido al que se podía recurrir en muy distintas ocasiones. Hacer una utilización política o electoralista del dolor provocado por la violencia etarra, usarla como escudo para justificar la ejercida por el Estado y, por supuesto, emplearla para arremeter contra otras formaciones políticas o incluso movimientos de protesta ciudadana, ha sido algo muy propio de la recalcitrante derecha española y de lo que ha sabido sacar bastante rédito para gestionar el control que sigue ejerciendo en casi todas las estructuras de poder. Ya se sabe, aquello de que los nacionalistas de la periferia (ya fueran vascos, catalanes, gallegos o de donde sea), los que protestaban por lo de la marea negra en Galicia o contra los desahucios, el 15M, las mareas ciudadanas y marchas por la dignidad y hasta incluso Podemos "son lo mismo que ETA"; por serlo lo eran, "o tenían algo que ver", hasta las mujeres que abortaban (si no ver el vídeo del ministro Jorge Fernández Díez).

         Pero claro, el 20 de octubre de 2011 la banda anunció el cese definitivo de su actividad armada y desde entonces los chicos de las pistolas han pasado del centro del escenario político y mediático a ser un tema cada vez menos interesante. Sin coches bomba ni kale borroka, y con una Euskadi más normalizada a cada día que pasa, el comodín etarra empezó a perder efectividad. Seguir recurriendo a ETA, pilar fundamental del discurso de la derecha para casi cualquier cosa durante años, dejó de surtir el efecto que antes tenía y comenzó a resultar incluso cansino. Cierto es que la banda todavía no se ha disuelto oficialmente, tampoco ha entregado las armas (acto simbólico por otra parte un tanto ridículo) y que de vez en cuando lanza algún que otro comunicado de los suyos, pero eso se encuentra a años luz de su actividad pasada. En la sociedad vasca en particular, y española en general, son muchos los que han decidido pasar página. Otros en cambio se han resistido a hacerlo como gato panza arriba, tal vez sea la inercia de la estrategia seguida durante tanto tiempo. Con todo llega el momento en que se hace evidente que dicha estrategia se ha quedado obsoleta, que ya no cuela, y ya no se puede contar con ese enemigo "de toda la vida" que tan bien ha venido en tantas y tantas ocasiones.

         Pero a falta de ETA, ¿se ha quedado la derecha "huérfana" de enemigos a los que recurrir cuando le interesa? ¿Abandonarán definitivamente esta estrategia? Como animales de costumbres que son nuestros conservadores, o ultraconservadores, necesitaban de un nuevo demonio o en su defecto inventarlo, que para eso controlan en buena medida los principales medios de comunicación de masas. Es entonces cuando entran en escena Venezuela y su revolución bolivariana, un sustituto de ETA tan bueno como otro cualquiera mientras no haya nada mejor. Desde que Juan Carlos I, nuestro disipado y libertino ex monarca, le dijera aquello de "¿Por qué no te callas?" al difunto Hugo Chávez, las relaciones entre España y el país latinoamericano se han ido complicando más de la cuenta. A ello ha contribuido sin duda que Venezuela se haya convertido en una especie de refugio para varios miembros de ETA (como Iñaki De Juana Chaos y su tan traída y llevada licorería), lo cual no deja de ser una buena conexión entre el villano antiguo y el nuevo. Aunque tampoco debemos olvidar el apoyo, más o menos encubierto, que la derecha española ha otorgado a los dos intentos violentos de derrocar al gobierno venezolano, el primero en abril de 2002, estando en el poder Chávez (inolvidables las felicitaciones que, en su momento, le dio el entonces presidente Aznar al efímero "presidente" interino puesto por los golpistas), y el segundo en fecha tan reciente como el pasado mes de febrero (ver Intentona golpista contra Venezuela - Le Monde diplomatique -).

         No hay que ser especialmente un lince para comprobar que lo que sucede en Venezuela parece interesar muchísimo a los medios de comunicación controlados por las élites conservadoras, de las que últimamente el PSOE también parece formar parte. Baste para ello la siguiente selección extraída de la llamada prensa generalista española:

- El País - noticias relacionas con Venezuela -.
- El Mundo - noticias relacionadas con Venezuela -.
- La Razón - noticias relacionadas con Venezuela -.
- ABC - noticias relacionadas con Venezuela -.

         Da la impresión de que algunos anden mucho más preocupados por lo que sucede en las calles de Caracas, que por lo que acontece en las de las ciudades de nuestro país. Sí, la represión y persecución a los opositores venezolanos, la coacción a periodistas críticos con el "régimen" (porque aquí parece obligatorio llamarlo así) bolivariano o las violaciones de derechos humanos que allá se producen, preocupan muchísimo a periodistas, tertulianos y políticos conservadores. Si tanto les indigna y les quita el sueño, Venezuela ha de ser sin duda uno de los lugares más infernales sobre la faz de la Tierra, con la salvedad tal vez de Corea del Norte. No digo yo que en ese país no se produzcan abusos y violaciones de los derechos humanos, que los hay como consecuencia de la situación de conflictividad social que allí se vive. Tampoco voy a deshacerme en elogios hacia la persona de Nicolás Maduro, un dirigente que se forjó en la lucha sindical y que en el pasado fue mucho más que un simple conductor de autobuses (tal y como a menudo se lo descalifica en ciertos medios de por aquí), porque tal vez el gobierno le quede demasiado grande y su forma de ser y hacer puede que sólo hayan ayudado a empeorar las cosas. No obstante los vicios, miserias y defectos de Venezuela no son muy distintos a los de otras naciones del Cono Sur. Sirva de ejemplo el siguiente vídeo que muestra unos sucesos acaecidos hace no mucho en la ciudad de Chilpancingo, en el estado mejicano de Guerrero. Por mucho que la presentadora de informativos pretenda hacernos creer lo contrario con sus comentarios, lo que en realidad vemos es a la policía antidisturbios asaltando y destrozando un autobús en el que viajaban hacia unas movilizaciones estudiantes normalistas (para informarse mejor de lo que por allí sucede recomiendo leer el siguiente enlace a La Izquiera Diario, un portal digital latinoamericano).     


           Poco importa que la violencia en México haya dejado un saldo de 60.000 muertos y unos 25.000 desaparecidos en la última década, violencia que, dada su magnitud, no puede atribuirse únicamente al crimen organizado. Tampoco que las desapariciones, torturas y asesinatos políticos sean también el pan nuestro de cada día en Honduras, un país gobernado por un régimen ultraconservador desde el golpe de estado de 2009 que depuso al presidente electo Manuel Zelaya. Quizá menos que Colombia viva en estado de emergencia humanitaria desde hace décadas y que, entre otras cosas, ostente el lamentable récord de que nueve de cada diez sindicalistas asesinados en el mundo en los últimos años sean de ese país (ver la siguiente entrada de 2013 de mundo obrero, donde se presenta el documental de producción independiente "9 de cada 10"). No, lo único que nos interesa por aquí es la crueldad y autoritarismo de la "dictadura chavista" de Maduro, que atormenta a su pueblo y lo condena a la miseria y el ostracismo internacional. Para corroborarlo ahí tenemos la resolución del parlamento europeo del pasado 12 de marzo, que condenaba la represión en Venezuela y que más tarde sería secundada por una iniciativa similar en España ¿Dónde queda la condena a otros regímenes que hacen cosas incluso peores? Puede que lo estén haciendo fatal, pero no olvidemos que quienes gobiernan en ese país lo hacen porque ganaron unas elecciones libres y trasparentes, algo que nadie ha podido refutar hasta la fecha. Tampoco olvidemos que en la violencia allí desatada la oposición también tiene su parte de culpa.

           A estas alturas no tengo la menor duda de que la particular orientación ideológica de los gobernantes venezolanos los ha puesto en el ojo del huracán de la hostilidad de Occidente. En una decisión casi delirante, el presidente norteamericano Obama declaró a Venezuela una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. En España no le andamos a la zaga, para muchos el chavismo se ha convertido en la nueva personificación del Mal, la diana contra la que disparar toda su inquina cuando se presenta la menor oportunidad. Cuanto más hablemos de Venezuela, de la horrible situación que allí se vive, menos hablaremos de otras cosas por mucho que nos toquen muy de cerca.

           Y por supuesto blandir el espantajo de la amenaza bolivariana sirve también para demonizar ciertas opciones políticas que han experimentado un importante auge a lo largo del último año. Hablamos por supuesto de Podemos y sus caras más conocidas. No hace tanto que los Iglesias, Monedero, Errejón y compañía proclamaban sin tapujos las virtudes de la revolución institucional emprendida por Hugo Chávez, puesto que incluso desarrollaron parte de sus actividades profesionales por aquellas latitudes. No tendría nada de particular de no ser por con quién se juntaban y, claro está, las peculiaridades de un país como España, que todavía no parece recuperado de la anormalidad del franquismo. Puede que ahora los podemitas anden muy ocupados en buscar esa "centralidad" que tanto reivindican en sus discursos, una moderación muy socialdemócrata destinada a atraer cuantos más apoyos mejor, pero no les van a perdonar su pasado. No lo harán ni la derecha ni el PSOE, como tampoco lo van a hacer los medios de comunicación afines a ellos. El diablo venezolano vendrá a socorrerlos en sus argumentaciones de forma muy oportuna, porque Podemos no quiere otra cosa que instaurar un régimen similar en España. Así nos hundiremos en una pesadilla de escasez, colas kilométricas para adquirir productos básicos, descalabro económico, represión policial, detenciones arbitrarias y falta de libertad de expresión. Claro, será que aquí no hay pobreza extrema, familias con todos sus miembros en paro, desahucios, precariedad laboral, abusos policiales, una Ley Mordaza y unos medios serviles y totalmente plegados al poder. Las comparaciones siempre resultan odiosas, pero en este país tampoco andamos precisamente para presumir.


Artículo escrito por: El Segador              

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