Suprimir el salario mínimo

La supresión del salario mínimo es una de las medidas incluidas en el recetario neoliberal para construir el nuevo orden económico que resulte de la crisis sistémica.


En la portada de la edición digital del diario El Economista se publica hoy (31-12-13) un artículo de opinión titulado Motivos para suprimir el salario mínimo. La línea neoliberal del escrito queda clara desde el principio, no sólo por un título que no deja lugar a dudas sobre el posicionamiento del autor, sino también por la contundencia con que se defiende la tesis de la supresión.

El autor, Juan Ramón Rallo, descalifica de intervencionista al gobierno de Rajoy por su reciente decisión de congelar el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), al que considera “un mandato estatal que ilegaliza trabajar por debajo de un determinado sueldo”, un “canon oficial de decencia salarial”. En los supuestos de fondo que cimentan este discurso encontramos los clásicos tópicos del pensamiento liberal: el mercado debe autorregularse, la intervención estatal es indeseable porque provoca disfunciones en el comportamiento del mercado, el mercado distribuye por sí mismo la riqueza generando una situación de pleno empleo…



No vamos a detenernos en la crítica a estos hipotéticos principios que los liberales asumen como dogmas. Hoy por hoy cualquier ciudadano de a pie sabe de la falsedad de estas tesis, de los intereses que esconden y protegen, y parece que sólo las defienden los economistas formados en el credo del liberalismo, tan extendido por la mayoría de universidades occidentales para el agrado de los poderes financieros.

Lo que nos interesa de la opinión de Ramón Rallo es el diagnóstico macroeconómico que supone para el corto-medio plazo. Como podrán imaginarse no es nada alentador, coincide con las previsiones de los organismos internacionales de referencia en materia económica y difiere del optimismo de marketing que el gobierno trata en vano de transmitir a la ciudadanía.

El panorama es el mismo que hemos defendido en otros artículos: la economía española, y en general la europea, entra en un nuevo periodo histórico de estancamiento de duración indefinida, con tasas de crecimiento muy bajas (entre el 0 y el 2 %) alternadas con periodos de decrecimiento. El pastel será menor y menores serán las porciones a repartir. Ante esta situación inminente el discurso neoliberal trata de convencer a las masas de que sus recetas son  las únicas viables, inevitables y necesarias.

Aquí es donde entra la propaganda del artículo de Rallo a favor de suprimir el SMI. Según sus argumentos, el SMI es injusto e inadecuado porque impide que un trabajador pueda ser contratado por un salario inferior al que marca la ley. Partiendo de esta premisa, Rallo sostiene que la supresión del SMI mejoraría las cifras de desempleo en España. En su exposición no se alude a otras soluciones menos drásticas y más respetuosas con los derechos sociales porque se persigue un mensaje claro y contundente: “la alternativa real a corto plazo no son salarios mayores, sino el desempleo” (texto que El Economista resalta en negrita)

De acuerdo con los cálculos de Rallo, para que un empresario pague a un trabajador los 645 euros del SMI, debe afrontar un coste laboral mínimo de 1.200 euros mensuales, que incluye además del salario mensual, las vacaciones, la contribución a la Seguridad Social y otros costes como la indemnización por despido.

La conclusión es que contratar a un trabajador cuesta como mínimo 1.200 euros, conclusión tendenciosa por cuanto olvida la situación de numerosos asalariados, y trabajadores por cuenta propia, que en la economía real trabajan por un coste laboral muy inferior al señalado y perciben un salario muy por debajo del establecido por ley. Pero esto no importa porque donde quiere llegar el señor Rallo y el periódico que difunde su opinión es a que “la legislación de salarios mínimos incrementa el desempleo y reduce los ingresos de los trabajadores menos cualificados”.

Así pues, la recomendación para reducir el ingente desempleo de este país consiste en suprimir el SMI para permitir que empresarios que no pueden permitirse un trabajador por 1200 euros puedan contratar por menos. Si esta es la solución al paro, la previsión de fondo para la economía española es muy dura, muy alejada de las connotaciones optimistas de expresiones tales como “luz al final del túnel” o “salida de la crisis”.

La supresión del SMI comportaría la desregulación total de los salarios y la caída en picado de éstos dada la abultada desproporción entre oferta y demanda de empleo, la limitada competitividad global de la economía española, su desfasado modelo productivo y su tejido empresarial, constituido en más de un 90 % por Pymes.


El paro descendería, es cierto, pero también el poder adquisitivo de la mayoría de la población, como ya sucedió en Alemania cuando se optó por eliminar el SMI. Y el panorama social resultante pueden imaginarlo: empeoramiento de la crisis social, trabajar más por mucho menos, salarios que no alcanzan para salir de la pobreza ni pagar las deudas, decadencia de servicios públicos como la sanidad y la educación, problemas de seguridad ciudadana… ¿Es esta la sociedad que queremos?

Samuel R

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