El capitalismo ecológico: ¿el nuevo modelo?

La crisis del estado del bienestar puede interpretarse bajo la luz del tránsito a un nuevo modelo: el capitalismo ecológico.


La crisis manifestada en el 29 trajo consigo un cambio significativo en el sistema por la incorporación de un nuevo principio: la protección del consumo como factor de estabilidad. Se trataba de que los trabajadores  produjeran y consumieran con la intención de armonizar la dinámica capitalista, tratando de evitar los riesgos estructurales asociados a los desequilibrios entre sobreproducción y caída del poder adquisitivo. Con el comunismo fortalecido en Asia y extendiéndose por América Latina, el sistema capitalista quiso guardarse de esta tendencia inherente que podía poner en peligro su fortaleza. Las crisis cíclicas de sobreoferta y contracción de la demanda por el aumento del desempleo y la caída de salarios se convirtieron en el objetivo de los tecnócratas. El temor por los almacenes llenos y los bolsillos vacíos pasaría desde entonces a ocupar un lugar central en la dinámica de la economía de mercado.


El momento era exactamente el contrario al actual pues la austeridad, lejos de ser el valor prioritario, se convirtió en el contravalor por excelencia. El uso de la publicidad desde los años 30 se disparó en Estados Unidos con el propósito de transformar los hábitos de vida de una población austera, mayoritariamente seguidora de la ética protestante del trabajo y el ahorro, que prefería consumir galletas o salsas caseras antes que comprar las producidas por la industria. Además de la publicidad, en la promoción del consumo destacaron el estado y el sector financiero, que suministró crédito accesible a la clase trabajadora. Por su parte, el estado asumió el rol de velar por el poder de compra  mediante el sistema de protección social en sentido amplio, la legislación laboral o las políticas fiscales de recaudación y redistribución de la riqueza  El sistema capitalista se había transformado en la sociedad de consumo, teniendo en el estado social de derecho su correlato político, y las naciones occidentales entraban en un periodo de distribución y acceso a la riqueza sin precedentes en la historia.

Todo descansaba sobre dos pilares: 1) el principio ético-político utilitarista que identifica las buenas políticas con las que procuran felicidad para el mayor número de ciudadanos y 2) el supuesto de que los recursos naturales son inagotables. La maquinaria se puso en marcha: democratización del turismo, financiación, marketing, televisión, publicidad, automóviles para todos, compras a plazos, moda, hedonismo, anticonceptivos, búsqueda de uno mismo, la autorrealización como una opción de vida plausible para el común de los mortales, sexo, drogas y rock and roll...

Sin embargo, ahora entramos en un periodo antitético. Asumiendo la hipótesis de algunos economistas, la presente es una crisis sistémica que desembocará en un cambio de modelo. Si el precedente se fundó en el consumo ¿Qué nuevo principio incorporará la crisis del 2007? El despliegue histórico de modelo consumista ha desarrollado su  propia negación y actualmente la conciencia de la escasez de los recursos es para numerosos teóricos uno de los elementos que podría distinguir esta nueva fase del capitalismo. A diferencia del modelo anterior, en el contexto actual tiene un peso muy notable la idea de que habitamos un planeta de recursos limitados, con una población humana creciente, una notable degradación medioambiental  y una huella ecológica desbordada. Es probable por ello que la limitación drástica de la capacidad de consumo se imponga como elemento central del nuevo modelo, ahora que se teme que el coste de las externalidades negativas termine por superar los beneficios derivados del ya viejo modelo de expansión.

Las medidas de austeridad implementadas en diferentes países de la OCDE con ocasión de la crisis financiera podrían interpretarse de esta manera. Para la supervivencia del capitalismo en la nueva era de sensibilidad ecológica es preciso que las naciones desarrolladas corrijan significativamente su nivel de vida. Los recortes en servicios públicos y derechos sociales formarían parte de un despliegue político mundial cuyo objetivo consiste en empobrecer a la población, generando así un nuevo orden económico viable en términos ecológicos. La creciente desigualdad económica y la generalización de la pobreza para la mayoría de la población restringirían el capitalismo de consumo para unos pocos afortunados, quedando el resto excluido de los privilegios de los que gozaron sus padres y abuelos. Un nuevo modelo basado en la desigualdad y la escasez.

En este sentido, resulta significativo que la corrección del estado del bienestar se esté realizando orquestadamente al mismo tiempo en diferentes países. Como algunos sostienen, el nuevo capitalismo verde debería implementarse de un modo global, pues como es sabido los problemas ecológicos no entienden de fronteras políticas. Lo que sucede ahora mismo cobraría sentido bajo la hipótesis del tránsito controlado hacia este nuevo modelo. Los agentes responsables de encaminar la economía mundial por la senda de la escasez desigual se han servido de mecanismos financieros para forzar el rumbo de las naciones en esa dirección. El endeudamiento de los estados ha contribuido a la usurpación de su soberanía política. En cierto modo, la construcción de entidades transnacionales o la pérdida de soberanía monetaria de los países europeos ha conducido a un traslado de los centros de decisión político-económica de los estados-nación a entidades supra-nacionales gobernadas por tecnócratas cuya misión consiste en dirigir la economía mundial hacia su nueva fase histórica: el estancamiento-decrecimiento-crecimiento leve.

Samuel R.

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